Todavía se escuchan por las calles de Madrid, los ecos y el clamor ciudadano contra las violencias machistas, contra el terrorismo machista, que se ha cobrado más de 1200 víctimas desde el año 1999, más que la banda terrorista ETA en toda su historia. La muerte de mujeres en manos de parejas y exparejas, es […]
Todavía se escuchan por las calles de Madrid, los ecos y el clamor ciudadano contra las violencias machistas, contra el terrorismo machista, que se ha cobrado más de 1200 víctimas desde el año 1999, más que la banda terrorista ETA en toda su historia. La muerte de mujeres en manos de parejas y exparejas, es una cuestión de Estado y los gobiernos no pueden mirar hacia otro lado, sino esforzarse y poner recursos para la prevención y solidarizarse, en lugar de escabullirse, como hace el gobierno del PP.
Poco puedo decir más de lo que se ha dicho en estos días, pero mi compromiso no puede dejar pasar el tema, que mucho me temo seguirá siendo de actualidad, cada vez que un canalla, en lugar de suicidarse, asesine a una mujer. Ya sabemos que la violencia es tan sutil, que muchas víctimas ni siquiera se dan cuenta que la sufren, hasta que se hace visible, por lo moratones en sus cuerpos o la sangre que corre, la mayoría de las veces, en el silencio del hogar y a la espaldas de familiares y amigos.
En la macroencuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de marzo de este año sobre violencia contra la mujer, se destaca que el 25,4% de las mujeres, ha padecido violencia psicológica o de control; el 21,9% violencia emocional; y el 10,8% violencia económica. El 12,5% de las mujeres españolas, ha sufrido violencia alguna vez en su vida y el 13% ha sufrido miedo alguna vez. El 62,4% de menores de edad, también han sufrido el maltrato; y el 2,7% de las mujeres ha sufrido la violencia en el último año. Frente a esto nos encontramos con que el Estado dedica un 26% menos de recursos en prevención que en 2010, significando que los programas de igualdad de oportunidades han perdido hasta un 61% en la última década. Por el contrario, es necesario multiplicar por diez los recursos asistenciales de atención y apoyo a las víctimas. La asignación presupuestaria no es suficiente. La desigualdad que sufren las mujeres se convierte en caldo de cultivo de violencia y contra esto no cabe sino aportar recursos de protección y educar sobre el tema, para que nadie pueda sentirse violentada física o psíquicamente.
El Observatorio contra la violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial, en el informe correspondiente al segundo trimestre del año, venía a decir que las denuncias se han incrementado en el último año en un 5,7%, llegando hasta un total de 32.023 denuncias presentadas en toda España y 29.153 en el primer trimestre. Las sentencias penales de los tribunales de justicia han dado como resultado que el 99,2% de los hombres enjuiciados han sido condenados, datos que muestran la dimensión real de la tragedia.
Los términos y conceptos que aparecen en las violencias machistas contra las mujeres, es amplio y me permito esbozar unos apuntes y recopilar conceptos sobre las formas sutiles e invisibles, las explícitas y visibles que tiene la violencia, hasta llegar al asesinato. Los llamados micromachismos son prácticas de dominación y violencia masculina en la vida cotidiana, del orden de lo micro, lo casi imperceptible, lo que está en los limites de la evidencia, y machismo como una ideología de dominación. En la pareja se manifiestan como formas de presión de baja intensidad más o menos sutil, con las que los varones intentan imponer y mantener el dominio y su supuesta superioridad sobre la mujer; reafirmar o recuperar el dominio ante la mujer que se rebela de su vínculo; resistirse al aumento de poder personal de la mujer con la que se vincula, o aprovecharse de los poderes que supuestamente ostenta. (La violencia invisible en la pareja. Luis Bonino Méndez).
La anulación, el lenguaje sexista, la invisibilización, la publicidad sexista y el humor sexista son formas machistas de las consideradas invisibles y sutiles, que minan la personalidad de quienes las sufren. Su objetivo es anular a la mujer como sujeto, forzándola a una mayor disponibilidad, imponiéndole una identidad al servicio del hombre, con modos que se alejan de la violencia tradicional, pero que tiene sus mismos objetivos y efectos: perpetuar la desigualdad injusta en derechos y oportunidades.
Los micromachismos buscan el control. Algunos micromachismos son conscientes y otros se realizan de forma inconsciente, como forma costumbrista, en apariencia sin malicia, pero que es la muestra de la desigualdad social que sufre la mujer. Con ellos los varones no solo intentan instalarse en una situación favorable de poder, sino que buscan la reafirmación de su identidad masculina, asentada fuertemente en la creencia de superioridad y en la necesidad de control, satisfaciendo así sus deseos de dominio y de ser objeto de atención exclusivo de la mujer.
Una forma explicita de ejercer violencia contra las mujeres es el chantaje emocional, el desprecio y la culpabilización. Mostrar desprecio hacia ellas, humillarlas, ignorar su presencia y opinión, desvalorizar su persona. Estas formas están basadas en la creencia que el varón tiene de monopolio de la razón, de lo correcto y el derecho a juzgar las actitudes ajenas desde un lugar superior. Presuponen el derecho a menospreciar. Conducen a presentar a la mujer como inferior a través de un sinnúmero de desvalorizaciones, consonantes con las desvalorizaciones que la cultura patriarcal realiza para hacer mella en la autoestima femenina.
Las descalificaciones suponen el derecho a valorar negativamente las actitudes de la mujer, denigrándola y quitándole el derecho a ser valorada y apreciada a menos que obedezca las razones del hombre y haga lo que según él es correcto». La ridiculización, el restar importancia y seriedad a las opiniones femeninas, presentar como negativas las cualidades de la mujer y desvalorizar cualquier trasgresión tradicional. La descalificación apunta a la inteligencia: ¡no tienes ni idea!, ¡no sabes razonar!, o a la capacidad de percepción: ¡tu exageras! o ¡tu estas loca!, que puede ser el principio de amenazas, gritos e insultos, como forma visible y explicita de la violencia. Después la violación, los abusos sexuales, la agresión física y como culminación el asesinato.
Según un estudio de 2014 de la Agencia Europea de los Derechos Fundamentales, el 50% de las españolas ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida desde los 15 años. Lo más visible que llega de la violencia machista, son los asesinatos. Según Feminicido.net, 84 mujeres han sido asesinadas. El gobierno reconoce 32 víctimas en su boletín estadístico de septiembre. Según mi propia estadística son 46 las mujeres asesinadas. El número sí importa; lo contrario es despreciar a las víctimas que tienen nombre y apellido. Son las que denuncian y las que no han tenido la posibilidad de hacerlo; las que viven con miedo; las acosadas en el trabajo; las humilladas y amenazadas en sus casas; las golpeadas, las violadas, las asesinadas por el terrorismo machista, que es la violencia de género con resultado de muerte.
Hoy, tras el clamor contra las violencias machistas y en el silencio del lunes, recojo las reivindicaciones del movimiento feminista y sus organizaciones, considerando que la lucha contra el terrorismo machista ha de ser considerada como una cuestión de Estado. Hay que desarrollar el Convenio de Estambul y cumplir con las recomendaciones de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Hay que reforma la ley 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, para que estén reflejadas todas las formas de violencia contra las mujeres. La sociedad, sus organizaciones e instituciones han de comprometerse en esta lucha, con recursos para la violencia que ejerce la pareja o ex pareja, las agresiones sexuales, el acoso sexual en el ámbito laboral, la trata con fines de explotación sexual/laboral de mujeres y niñas y todas las violencias machistas.
Los gobiernos tienen que comprometerse en la prevención y erradicación de las violencias machistas, así como en la asistencia y reparación de todas las mujeres y sus hijos e hijas en situación de violencia. La prevención ha de ser una política prioritaria, que tiene que incluir un sistema coeducativo en todos los ciclos y formación específica de los profesionales que interviene en los procesos. Es preciso eliminar la custodia compartida impuesta, el régimen de visitas a los maltratadores y la retirada y no cesión de la patria potestad a los maltratadores condenados.
La lucha contra la violencia machista, sigue siendo la lucha por la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres. Si se ha rescatado a los bancos ante su posible quiebra, hay que aportar más recursos para políticas sociales. Hay que aportar más recursos económicos y humanos a las políticas activas, integrales y participativas. Es una cuestión de Estado. Los que asesinan no son locos, son asesinos. ¡Basta ya de terrorismo machista! Por decencia, por dignidad y para que las mujeres no sufran más penas y muertes, por las violencias machistas.
@caval00
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