Recomiendo:
0

Se conmemora el 77 aniversario del bombardeo fascista de Gernika

¡Arrasad Gernika al bélico grito de España Imperial!

Fuentes: Rebelión

El día 25 de abril de 1937 el general golpista Franco se encontraba reunido con su Estado Mayor en el Cuartel General de Burgos cuando recibió la llamada del General Mola, jefe del Ejército del Norte, quien le transmitía las últimas novedades del frente. En Vizcaya las tropas nacionales avanzaban imparables y pronto Bilbao caería […]

El día 25 de abril de 1937 el general golpista Franco se encontraba reunido con su Estado Mayor en el Cuartel General de Burgos cuando recibió la llamada del General Mola, jefe del Ejército del Norte, quien le transmitía las últimas novedades del frente. En Vizcaya las tropas nacionales avanzaban imparables y pronto Bilbao caería en sus manos, dijo. El general Mola ansioso por cubrirse de gloria le insistió al caudillo sobre la necesidad de asestarles un castigo ejemplar a los «rojos».

Franco siempre había afirmado que la guerra se decidiría por la moral de los combatientes y para ello era necesario castigar al enemigo sin clemencia para rendirlos sin condiciones.

En el aeródromo de Vitoria el teniente coronel Von Richthofen, jefe del estado mayor de la Legión Cóndor recibió un mensaje en clave que significaba el visto bueno para dar comienzo a la operación Rugen. Inmediatamente puso en estado de alerta a la tripulación de las escuadrillas que abordaron sus naves cargadas hasta los topes de bombas y municiones. En todo caso desde hacía semanas que la aviación fascista venían realizando diversos bombardeos en la provincia de Vizcaya con el fin de allanar el terreno a las tropas nacionales.

El general Mola ya había advertido a sus enemigos mediante el lanzamiento de panfletos desde los aviones su inapelable sentencia: «He decidido terminar la guerra en el Norte de España. Quienes no sean autores de asesinatos y depongan las armas y se entreguen, serán respetados en su vida y haciendas. Si vuestra sumisión no es inmediata arrasaré Vizcaya. Tengo medios sobrados para ello» Además los vuelos de reconocimiento fotográfico se hicieron cada vez más frecuentes en la zona de la comarca del Urdaibai con el propósito de marcar con detalle en los planos cartográficos los objetivos a batir.

El 23 de Julio de 1936, unos días después del alzamiento nacional contra el gobierno legítimo de la República Española, emisarios de los militares golpistas, entre los que se encontraban el jefe del partido Nazi en Tetuán el comerciante alemán Bernhardt y el capitán Francisco Arranz, viajaron hasta Alemania para entrevistarse con el Fuhrer. Su misión no era otra que entregarle una carta personal de Franco en la que le pedía ayuda militar al Tercer Reich con el fin de llevar a feliz término «la gloriosa cruzada contra el enemigo Bolchevique».

Uno de los problemas más acuciantes que se le presentaban al ejército nacional era el bloqueo marítimo de Ceuta y Melilla por parte de los navíos republicanos y que impedía a los rebeldes cruzar a la península.

Los emisarios tras un accidentado viaje llegaron a Berlín el día 24 de julio y de inmediato los embarcaron en una avioneta que los llevaría hasta el pueblo de Bayreuth donde Hitler se encontraba asistiendo al famoso festival dedicado a Richard Wagner. Al día siguiente el fuhrer, tras leer la carta, quedó muy entusiasmado con el mensaje del caudillo. Tras algunas consultas con Hermann Goering, aprobó el envío de material bélico y logístico como aviones de trasporte, cazas y bombarderos junto a sus respectivas tripulaciones. La operación fue bautizada por él mismo con el nombre de «Fuego Mágico» en alusión a la opera de las Valquirias que tanto le gustaba. Hitler tenía un especial interés en que Franco se hiciera con el poder en España pues esto le permitiría dominar el Mediterráneo occidental y en especial el estrecho de Gibraltar.

Hermann Goering, que en un principio se mostró un poco reticente a esta «aventura», pronto se dio cuenta que esa era una oportunidad de oro para poner a prueba la eficacia de la Luftwaffe. Y nada mejor que España, un país exótico habitado por «razas inferiores» (conejillos de Indias) -según los arios, un verdadero campo de tiro donde experimentar a gusto su maquinaria de guerra. El cuerpo expedicionario se bautizó con el nombre de Legión Cóndor y fue integrado por 100 aviones y 5.000 efectivos. Algunas de estas unidades se sumaron al puente aéreo entre Tetuán y Sevilla que transportaría a los legionarios y regulares para iniciar la campaña de Andalucía. Igualmente el Duce Benito Mussolini, gracias a los buenos oficios del general Mola, también se comprometió a ofrecerle a Franco su incondicional apoyo por tierra, mar y aire a su «noble» causa.

A eso de las 16 horas del día 26 de abril 55 aviones de la Legión Cóndor alemana y la Aviazione Legionaria Italiana entre los que se contaban Junker 52, Heinkel 51, cazas Messerschmitt 109, Savoia SA-79, Heinkel He- 111, cazas Fiat CR-32 y S79 despegaron desde la base aérea de la Rasa (Soria) Burgos y Vitoria en una misión conjunta bajo la dirección del comandante y jefe del estado mayor del general Sperre, el teniente coronel Von Richthofen y la supervisión del general Mola ( con la anuencia del generalísimo Franco, por supuesto) Una operación que tenía como «objetivo legítimo» arrasar la ciudad de Gernika con el fin de enviar un mensaje contundente al bando republicano y al separatismo vasco para que de una vez por todas depusieran las armas. El general Mola arengó a sus valientes guerreros con un: «es preciso destruir la capital de un pueblo pervertido que osa oponerse a la causa irresistible de la idea nacional»

Gernika en ese entonces era un pueblo de campesinos y de pastores situado en el valle del río Oria que se enorgullecía de poseer un bello paisaje montañoso mezcla entre bucólico y salvaje. Su población se estimaba en 5.000 habitantes, aunque había aumentado considerablemente con la llegada de los refugiados y el acantonamiento de los gudaris vascos del Frente Popular. La ciudad a pesar de contar con varios cuarteles carecía de defensa antiaérea y sólo se habían construido algunos refugios bajo tierra para salvaguardar a los vecinos en caso de emergencia.

La Legión Cóndor y La Aviazione Legionaria ya habían demostrado su gran eficacia en las distintas misiones desarrolladas a lo largo y ancho de la península. Sin lugar a dudas que la supremacía aérea del bando nacional fue vital para ganar la guerra. Unas semanas antes, como prólogo al espantoso crimen que se iba a cometer en Gernika, la aviación fascista bombardeó Durango provocando más de 300 muertos y cuantiosos daños materiales.

Los Nazis tenían gran interés en probar sus arsenales de guerra y perfeccionar el poder destructivo de sus armas. Algo que más adelante aplicarían con toda su crudeza durante la Segunda Guerra Mundial en los bombardeos sobre Londres y el sur de Inglaterra.

Von Richthofen no quería perderse el inolvidable espectáculo que el mismo había diseñado así que en compañía de sus guardaespaldas se dirigió rápidamente en un convoy desde el acuartelamiento de Vitoria hasta la cumbre del monte Oiz de 1026 metros (el mirador de Vizcaya) Haciendo gala de un demencial sadismo disfruto extasiado durante las tres horas y media que duró este horroroso holocausto cuyo saldo trágico se cifró en más de 300 muertos, 200 heridos y el 85% de las casas y edificios destruidos por el fuego y la metralla.

Gernika, la ciudad sagrada de los vascos, la cuna de la patria vasca fue cobardemente demolida con el lanzamiento de 500 bombas rompedoras de 250 kilos y 6.000 bombas incendiarias de fósforo blanco (bombas incendiarias tipo «termita» que desprende al estallar una energía calorífica que puede alcanzar los 2.400 grados centígrados y que llevaban grabadas la cabeza del águila imperial alemana)

En total 50.000 kilos de explosivos. Mientras la ciudad era consumida por el fuego los pilotos de los cazas sin compasión ametrallaban a los supervivientes que presas del pánico corrían despavoridos por las calles intentando escapar del infierno. Las oleadas de aviones iban y venían desde al aeródromo de Vitoria repostando la gasolina y la munición necesaria para cumplir con su «heroica epopeya».

Sólo a base del terror y la barbarie el fascismo podía doblegar el espíritu de resistencia del pueblo vasco.

Un bombardeo tan devastador no tenía ningún precedente en la historia militar pues jamás se había atacado tan cobardemente a la población civil. Con premeditación y alevosía eligieron Gernika para cometer este genocidio porque representaba el solar de la identidad vasca, la cuna de uno de los pueblos más antiguos de Europa y la patria sagrada donde se encuentra el mítico árbol de roble que es el símbolo de las libertades.

El generalísimo Francisco Franco al conocer las repercusiones que había alcanzado en la prensa mundial el bombardeo de Gernika, se negó a aceptar las evidencias. ¿Cómo podían acusar a los más apasionados defensores de la civilización cristiana de semejante crimen? «Sin duda alguna los separatistas vascos, que llevan en su sangre escrito el espíritu autodestructivo, prefirieron inmolarse»

77 años después en una soleada mañana de finales de invierno me encontré en la plaza del ayuntamiento de Gernika con uno de los supervivientes del bombardeo, el señor Luis Iriondo. Luis Iriondo de 91 años y mejor conocido como el «chico de Gernika», es uno de los pocos testigos de primera mano que todavía mantienen muy frescos esos trágicos recuerdos. http://youtu.be/dIeMSQcmTsk

Él es una persona que ha sabido perdonar, es decir, que no guarda rencor a pesar que le destrozaron su vida; incendiaron su casa, lo humillaron tan sólo siendo un niño y encima se vio obligado a escapar como un delincuente en compañía de su familia rumbo a Bilbao, luego a Santander y de ahí, metido en la bodega de un barco inglés, salir rumbo al exilio en Francia. Luis Iriondo es capaz de narrarnos hasta los detalles más insignificantes de lo sucedido aquel trágico día en que perdió la inocencia y a sangre y fuego se hizo mayor prematuramente.

Él no se cansa de pregonar un mensaje pacifista, un llamado de atención para que no haya más guerras y para que nadie en este mundo tenga que experimentar más ese dolor y el desarraigo que sufrió en carne propia cuando era un niño. Insiste en que este tipo de monstruosidades no pueden volver repetirse jamás. Pero todos sabemos que no son más que vagas ilusiones pues el nazismo lejos de desaparecer se ha reactivado peligrosamente. Por desgracia los conflictos bélicos continúan causando millones de muertos a lo largo y ancho del planeta y no bastan las palabras poéticas para detenerlos.

La victoria franquista en la guerra civil tuvo graves consecuencias en el País Vasco. A los gudaris por su indómita actitud había que escarmentarlos, ponerles un bozal, colocarles un yugo. La primera medida que se tomó fue prohibirles hablar en su lengua madre, el euskera y a continuación someterlos a un indignante sistema represivo que buscaba españolizarlos y borrarles su identidad. El resultado no pudo ser más traumático. Esa feroz dictadura que les intentaba robar hasta el alma de alguna forma había que combatirla y un profundo sentimiento de odio y de venganza les emponzoñó el alma. Es ahí cuando entonces surge el germen de la organización Euskadi Ta Askatasuna.

Unos días después del bombardeo el ejército franquista hizo su entrada triunfal por las calles Gernika. Marchaban altivos los regulares norteafricanos del Tetuán número 1, los requetés carlistas del tercio de Begoña, los falangistas, los legionario todos cantando a coro el «Cara al Sol» y el «Novio de la Muerte». Las tropas se concentraron en La Casa de Juntas, donde se encuentra el Árbol de Gernika (que no sufrió ningún daño pues los aviadores tenían órdenes expresas de no tocarlo) y tras lanzar loas de salutación al caudillo, al fuhrer y al duce izaron la bandera roja y gualda en un claro gesto de provocación hacia los vencidos.

Al domingo siguiente se celebró un Tedeum de acción de gracias en la iglesia de Santa María como homenaje a los héroes y mártires de la gloriosa cruzada nacional. Los capellanes implorando la misericordia de Dios rogaron por la conversión de los impíos, de esos sediciosos rojos, de los marxistas ateos, de los comunistas bolcheviques, de los vascos separatistas que habían blasfemado el venerable nombre de Jesucristo y su padre celestial.

Pero el pueblo vasco, a pesar de la derrota, se negó a claudicar y continúo su tenaz lucha de resistencia contra el ejército de ocupación.

¿Quién puede olvidar esos crímenes ejecutados por el fascismo?, olvidar a esos seres asesinados a sangre fría, gentes quemadas vivas, sepultados vivos; niños, mujeres, ancianos que importa si es en Gernika, en Durango, en Bilbao, en Madrid, en Barcelona, en Valencia o en Málaga, por no hablar de aquellos que fueron ajusticiados en las cunetas, o los que padecieron la tortura franquista en las cárceles, los que fueron condenados a la pena capital en los juicios sumarísimos, o las ejecuciones extrajudiciales, los desaparecidos, y los millones de exiliados. Una vil política de exterminio que no perdonaba la disidencia ni la más mínima actitud contestataria.

Aunque quizás lo más aberrante -según nos comenta Iriondo- es que tan sólo el gobierno alemán se ha dignado pedirles perdón por tan execrable genocidio. En una carta remitida por su presidente el señor Román Herzog en 1997 reconocieron que la Legión Cóndor había ejecutado el bombardeo y por lo tanto presentaban públicamente disculpas. Incluso entregaron al ayuntamiento un donativo en metálico para que se construyera un centro cultural o un polideportivo.

El gobierno español, por el contrario, aún no se ha pronunciado al respecto, cobardemente calla y no es capaz de asumir su responsabilidad en este bárbaro ataque. Ni Felipe González, ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy o el rey de España, que juró los principios fundamentales del movimiento, ni siquiera han enviado una tarjeta de condolencia. Menos el ejército español como brazo ejecutor del franquismo, ni mucho menos la propia iglesia católica que no se ha atrevido a condenarlo ni a rezar un responso en nombre de las víctimas. Así no es de extrañar que el tristemente célebre cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de las Españas, haya bendecido el bombardeo: » lamento como el que más lo que ocurre en Vizcaya pero no había más remedio que limpiar la mala hierba de la viña del señor»

Por último el ejército franquista obligó a los presos políticos y a los represaliados del bando republicano a realizar los trabajos de desescombró y reconstrucción de Gernika. Los pobladores tuvieron que enterrar a los muertos sin mayores ceremonias, tuvieron que callarse la verdad de lo que acontecido y para rematar ¡Franco fue nombrado por el ayuntamiento hijo adoptivo de Gernika! Esta es la gran paradoja: las víctimas a la picota y el verdugo honrado con las más altas condecoraciones.

Sin justicia y reparación es imposible que se cierren las heridas, es imposible abrir el camino a la reconciliación.

Por eso de nada vale cantar himnos de paz y fraternidad cuando la memoria histórica se pisotea impunemente y las víctimas y sus familiares sufren el más indignante desprecio y humillación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.