La selva amazónica es la mayor extensión de Bosque Primario del planeta y en ella viven el 50% de las especies vegetales y animales conocidas, y 220.000 indígenas de 180 pueblos diferentes. Pero está desapareciendo a un ritmo alarmante. Todas las medidas que se han tomado para atajar esta situación se están revelando inútiles, ya […]
La selva amazónica es la mayor extensión de Bosque Primario del planeta y en ella viven el 50% de las especies vegetales y animales conocidas, y 220.000 indígenas de 180 pueblos diferentes. Pero está desapareciendo a un ritmo alarmante. Todas las medidas que se han tomado para atajar esta situación se están revelando inútiles, ya que la tasa de deforestación continúa aumentando. Este aumento se debe, en buena parte, a un nuevo agente de deforestación, que se suma a la actividad maderera ilegal, y que se ha agravado durante los últimos años: la plantación de soja transgénica en zonas de selva previamente deforestadas.
El viaje en avión desde Manaus hacia Santarém fue de lo más revelador: pude comprobar la inmensidad de la Amazonia y deslumbrarme con el imponente río Amazonas y sus brazos; pero también pude observar con mis propios ojos la destrucción de miles de hectáreas de bosque.
La selva amazónica es la mayor extensión de Bosque Primario del planeta. La vastísima y compleja red fluvial que configura el río Amazonas y sus innumerables afluentes es el mayor reducto de biodiversidad intacta que queda en el mundo y su reducción es un problema de escala global.
Cubriendo el 5% de la superficie terrestre, la Amazonia se extiende por aproximadamente 7,8 millones de kilómetros cuadrados en nueve países (Brasil Bolivia, Colombia, Ecuador, Guayana, Perú, Surinam, Guayana Francesa y Venezuela). Del total, más de 5 millones de Km2 se concentran en Brasil.
La región amazónica posee 25 mil kilómetros de ríos navegables y contiene cerca del 20% del agua dulce del planeta, y se estima que allí viven el 50% de las especies vegetales y animales conocidas:
• 350 especies de mamíferos, siendo 62 sólo de primates.
• 1.000 especies de pájaros.
• 60.000 especies de plantas, siendo 5.000 sólo de árboles.
• 3.000 especies de peces.
• 100 variedades de anfibios.
• 30 millones de especies de insectos.
• Millones de invertebrados.
En las profundidades de la selva amazónica habitan unos 180 pueblos originarios diferentes (unas 220.000 personas) que, junto con muchas más comunidades tradicionales, dependen del bosque que les proporciona todo lo que necesitan, desde alimento y cobijo hasta herramientas y medicinas, y que juega un papel crucial en su vida espiritual.
La soja, nueva amenaza
Al igual que los bosques nativos argentinos, la selva amazónica está desapareciendo a un ritmo alarmante. Todas las medidas que se han tomado para atajar esta situación se están revelando inútiles, ya que la tasa de deforestación continúa aumentando. Este aumento se debe, en buena parte, a un nuevo agente de deforestación, que se suma a la actividad maderera ilegal, y que se ha agravado durante los últimos años: la plantación de soja transgénica en zonas de selva previamente deforestadas.
El cultivo de soja se ha convertido en uno de los principales agentes de la destrucción de la selva amazónica brasileña. Se calcula que, hasta el momento, 1,2 millones de hectáreas de selva han sido arrasadas para cultivar soja. La expansión del monocultivo de soja en la Amazonia implica la pérdida de biodiversidad y en muchos casos la contaminación del agua de las reservas indígenas.
Entre agosto de 2003 y agosto de 2004 se han perdido en un solo año 27.200 km2 de selva amazónica, un área del tamaño de Bélgica, y tres cuartas partes de dicha destrucción fueron ilegales. Se calcula que se pierden más de 3 km2 por hora.
En 2004 y 2005 se plantaron más de un millón de hectáreas de soja dentro del bioma amazónico. Soja que, por su alto valor proteico, se utiliza principalmente para producir el alimento del ganado que comen en Europa.
Lo cierto es que empresas multinacionales están devorando la Amazonia para plantar soja. Y la carne alimentada con esta soja (pollos, cerdos y vacas) termina en los estantes de los supermercados europeos y en los mostradores de empresas de comida rápida como Kentucky Fried Chicken y Mc Donald´s. En ese sentido, la norteamericana Cargill no oculta que está ayudando a establecer plantaciones de soja en la Amazonia y, junto a Archer Daniels Midland (AMD) y Bunge, controlan el 60% de la soja brasileña. Además, estas tres compañías juntas controlan más de tres cuartas partes de la trituración de soja en Europa.
Organizaciones ambientalistas comprobaron que mucha de la soja que llegaba a las instalaciones de Cargill procedía de la Hacienda Lavras, que se asienta en terrenos adquiridos ilegalmente y parte de los cuales se habían deforestado para plantar la oleaginosa. Muchas de estas haciendas están implicadas en otras actividades ilegales, como robo de tierras y esclavitud (el gobierno brasileño ha reconocido la existencia de 8.700 trabajadores en régimen de esclavitud en dos estados brasileños).
El gigante agroalimentario Cargill, es la mayor firma privada de los Estados Unidos, con unos ingresos cercanos a los 63.000 millones de dólares en 2003. Es el rey indiscutible del comercio mundial de grano. Compra, vende, transporta, mezcla, muele, moltura, refina y distribuye por todo el planeta.
En febrero de 2006, el segundo tribunal más importante de Brasil falló que Cargill debía cumplir la legislación brasileña y realizar una Evaluación de Impacto Ambiental, no sólo del puerto que ya habían construido en la ciudad amazónica de Santarém, sino por los distintos impactos en toda la región. A pesar de los fallos adversos, el puerto ilegal de Cargill sigue funcionando y diariamente envía toneladas de soja amazónica hacia los puertos europeos. La multinacional posee 13 silos en zonas de selva deforestada, más que ninguna otra empresa. Pero tanto Bunge como ADM siguen los pasos de Cargill, y cuentan con ocho y cuatro silos respectivamente en la Amazonia.
La deforestación de la Amazonia por el avance de la frontera agrícola debe ser imperiosamente detenida, tanto por lo que implica la importante pérdida de biodiversidad como por su influencia en las condiciones meteorológicas de la región y sobre el cambio climático global, dada la capacidad de los árboles de fijar el dióxido de carbono y producir oxígeno. Además, la quema de la selva, como paso previo a la plantación de soja transgénica, produce el 75% de las emisiones de efecto invernadero de Brasil.
Marcha por la selva en pie
Pero las voces de oposición también se hacen escuchar: A pesar de un insoportable calor, en Santarém, el domingo 21 de mayo cerca de mil personas participaron desde la mañana de la «Marcha Pela Floresta em Pé» («Marcha por la Selva en pie») realizada en defensa de la producción familiar y contra el monocultivo de soja. La misma fue organizada por varias agrupaciones, como el Sindicato de los Trabajadores y Trabajadoras Rurales, el Grupo de Trabajo Amazónico, el Frente en Defensa de la Amazonia y Greenpeace. En la pacífica manifestación estuvieron presentes ribereños, pescadores, indígenas, campesinos, estudiantes y trabajadores rurales de toda la región.
Las más de 30 organizaciones participantes de la marcha prepararon una carta para ser enviada al presidente Lula, señalando la contradicción existente entre el apoyo dado por su gobierno al agronegocio y su intención de proteger el medio ambiente. La carta, firmada también por varios movimientos sociales y organizaciones de todo Brasil, solicita recursos para la producción familiar, la implementación de las reservas forestales comunitarias y el manejo adecuado de recursos naturales para la generación de renta.
La marcha comenzó con una concentración frente al Mercado 2000, un local simbólico para las comunidades locales ya que allí los productores familiares comercializan sus productos. Luego siguió en dirección a la entrada del puerto ilegal de Cargill.
Durante la caminata las personas gritaban: «¿Qué pasó con la selva que estaba aquí? ¡La soja se la comió!». Al llegar a la puerta de la multinacional, estallaron los gritos de: «Fuera Cargill, nosotros somos de la Amazonia y defendemos Brasil».
Cerca de cien hombres de la Policía Militar armaron un vallado humano frente a la entrada de la empresa, impidiendo el ingreso de los manifestantes. Allí se realizó un acto con oradores y números musicales.
«Nosotros, nativos, estamos sintiéndonos agredidos en nuestra cultura, etnia y naturaleza porque forasteros agreden nuestra región, generan lucro para pocos y nosotros nos quedamos sin nuestra selva y sin futuro para nuestro pueblo», señaló Edilberto Sena, del Frente en Defensa de la Amazonia. Concluyendo la jornada fue servido un almuerzo con productos cultivados mediante agricultura familiar. Cerca de allí unos cincuenta productores de soja intentaron impedir la marcha y agredieron verbalmente a los participantes desde sus autos y camionetas, pero fueron contenidos por los policías.
Mientras tanto, en las profundidades de la selva amazónica, las comunidades resisten a las topadoras que siguen «preparando el terreno» para la futura producción de soja transgénica.