El dramaturgo estadunidense Arthur Asher Miller falleció la noche del jueves a los 89 años en su casa de Connecticut, rodeado de su familia. Desde hace décadas se le ha ubicado, por su voz crítica y sus aportaciones a la comprensión del hombre moderno, como «la conciencia de Estados Unidos», en paralelo al reconocimiento semejante […]
El dramaturgo estadunidense Arthur Asher Miller falleció la noche del jueves a los 89 años en su casa de Connecticut, rodeado de su familia. Desde hace décadas se le ha ubicado, por su voz crítica y sus aportaciones a la comprensión del hombre moderno, como «la conciencia de Estados Unidos», en paralelo al reconocimiento semejante que se ha hecho de su amiga Susan Sontag, también recientemente desaparecida.
Hace pocos meses le diagnosticaron cáncer. «Era un hombre valiente, toda su vida lo fue y esperaba ser capaz de combatir la enfermedad por un tiempo», declaró a Afp su hermana Joan Copeland.
El dramaturgo abandonó el centro oncológico Memorial Sloan Kettering de Nueva York hace unas semanas para vivir en el departamento de su hermana. El martes, Arthur Miller pidió ser trasladado a su hacienda del siglo XVIII en Roxbury, Connecticut, que había adquirido en 1958, cuando compartía el lecho con Marilyn Monroe.
Amado en los sectores progresistas y repudiado en las fracciones más rabiosamente conservadoras por retratar la naturaleza humana en sus obras de teatro y manifestar sus ideas libremente en sus intervenciones públicas, Miller murió escribiendo. Hace apenas cuatro meses estrenó su última obra, Finishing the Picture (Terminando el retrato), inspirada en un incidente ocurrido durante su matrimonio con Marilyn Monroe, con quien se casó en 1956 y tras cinco turbulentos años se separaron. Ella murió al año siguiente en situaciones aún no aclaradas, envuelta en su relación amorosa con el entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy.
La trascendencia de la obra de Miller, ubicado en el triángulo magistral integrado también por sus compatriotas Eugene O’Neil y Tennessee Williams, se dimensiona por su capacidad de capturar los temas universales en el ámbito doméstico. Plasmó, por ejemplo, el mecanismo dramático mediante el cual el individuo ve trastocada su existencia hasta el límite, merced al alud humano, invisible, que causan las grandes transformaciones sociales.
Lo evidenció en su obra más valorada, La muerte de un viajante, en la que muestra la manera en que una familia ordinaria puede ser arrasada por hechos nimios en apariencia.
Y lo confirmó Miller en primera persona: «La dislocación forma parte de nuestras dificultades. Implanta el sentimiento de que nada en realidad es permanente».
Sus modelos fueron los grandes trágicos clásicos griegos y más recientemente el noruego Henryk Ibsen. Su estilo personal para traspasar la carne humana y trascender, imprimiendo la circunstancia política y social, lo ubica -de acuerdo con la opinión entusiasmada de los expertos- junto a William Shakespeare, Sófocles y el propio Ibsen. Con Samuel Beckett y Eugene Ionesco, Miller es reconocido también como uno de los gigantes de la dramaturgia del siglo XX.
Su celebridad la construyó con una obra que es ya libro de texto en su país: Las brujas de Salem. Esa notoriedad se hizo luego glamorosa cuando contrajo nupcias con Marilyn Monroe, a quien enamoró con la siguiente frase: «Eres la muchacha más triste que he conocido». Ella respondió: «Eso no me lo había dicho nunca nadie». El escritor describía así a su esposa: «Una poetisa callejera que había querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa».
La personalidad política de Miller se manifestó siempre. En abril pasado defendió ante el Congreso estadunidense un proyecto de ley para permitir a dramaturgos, compositores y libretistas negociar mejor sus derechos con los productores.
En marzo de 2000 encabezó, con su paisano William Styron, novelista, una delegación de intelectuales de Estados Unidos que viajó a La Habana para declararse en favor de «tender puentes culturales para mejorar las relaciones» entre su país y Cuba. Todo el grupo, con Gabriel García Márquez, se reunió con Fidel Castro y emitió un comunicado final, confiando en un mejor futuro.
En octubre de 2002, a los 87 años, pronunció un discurso junto al del ya desaparecido escritor estadunidense-palestino Edward Said, antiguo colaborador de La Jornada y decidido pensador de izquierda, en el momento de recibir el Premio Príncipe de Asturias por sus servicios prestados a la humanidad.
En entrevista con La Jornada, en julio de 1997 con motivo del estreno de la segunda adaptación cinematográfica de Las brujas de Salem, de la cual él mismo escribió el guión, Miller fue interrogado:
-¿Cómo compara la histeria de 1952 a la que vivimos hoy en día?
-Todavía queda bastante. Hay muchísimas teorías paranoicas dando vueltas. Hay una tendencia humana a crear una forma de pensamiento que puede justificar todo lo desconocido, más allá del momento histórico que estamos viviendo.