Moisés subió al Monte Sinaí. Permaneció sólo en su cima cuarenta días con sus cuarenta -o 39- noches anexas. Al cabo del largo mes, Dios le entregó -escritos en dos tablas de piedra- los Diez Mandamientos. Cuando bajó del monte, Moisés vio al pueblo que estaba adorando un becerro de oro. Enfurecido, rompió las tablas […]
Moisés subió al Monte Sinaí. Permaneció sólo en su cima cuarenta días con sus cuarenta -o 39- noches anexas. Al cabo del largo mes, Dios le entregó -escritos en dos tablas de piedra- los Diez Mandamientos. Cuando bajó del monte, Moisés vio al pueblo que estaba adorando un becerro de oro. Enfurecido, rompió las tablas y pidió a Dios que perdonase a su pueblo y sellase con él un pacto, una sólida alianza. Un Señor -nada cortés ni afable- le ordenó que tomara dos lajas de piedra. En ellas quedaron escritos los Diez Mandamientos del pacto acordado. La desobediencia no sería tolerada de ninguna de las maneras. Las latas de piedra eran un grillete pactado.
No parece el anterior un pasaje lleno de órdenes y de imposiciones que permita inspiraciones sociales liberadoras. Lo contrario parece tener muchas más dosis de veracidad.
Tanto ha dado. Los publicistas de CiU -¿infiltrados acaso por agentes de los servicios secretos «españoles», del CESID o afines?- parecen haberse inspirado en él para confeccionar el cartel central de publicidad política de la coalición conservadora y ultraliberal: un omnipresente Mas -retocado-muy retocado- con los brazos extendidos, a la manera de Charlon Heston-Moisés en la coproducción «Los Diez Mandamientos». En el fondo de un escenario, extrañadamente coloreado, banderas catalanas, muchas banderas catalanas, incluso alguna «estelada» (la de estrella blanca sobre triángulo azul, la que introdujo en los años republicanos Estat Català, un grupo político no sólo conservador y antidemocrático sino un pelín filonazi).
Por si faltara algo, una significativa consigna acompaña el montaje: «La voluntat d’un poble». No es lo mismo -lo sé, lo sé- que «El triunfo de la voluntad» de Leni Riefenstahl pero convengamos que no está en las antípodas.
Se desconoce por el momento el monte al que ha subido Mas, el soberbio -probablemente Montserrat- y el número de días que allí ha permanecido -siete tal vez, los mismos que llevan en huelga de hambre los trabajadores de Telefónica en Barcelona a los que -¡por supuesto!- no se ha dignado en visitar don Mas. ¿Nos imaginamos qué hubiera pasado si la huelga hubiera tenido como causa presionar al gobierno de «Madrit» para que permitiese realizar un referéndum de autodeterminación en Catalunya?
¿Qué dioses han entregado a Mas, el de las privatizaciones urbi et orbe, escritos para la ocasión eso sí no en tablas sino en cuentas de resultados, los nuevos diez mandamientos? ¿De qué mandamientos se trata? ¿Quién debe cumplirlos? ¿Algún nuevo pueblo elegido?
Los dioses, en este caso, tienen aspecto humano-demasiado-humano y todo parece apuntar a un sector muy satisfecho de haberse conocido a sí mismo de la gran burguesía catalana, de esas 400 familias que según Millet-Palau-CiU, persona informada sin duda, dirigen y dominan el país. ¿Hasta dónde quieren llegar? ¿Hasta dónde son capaces de presionar? No hay respuesta por el momento. Los procesos sociales, como es sabido, no suelen seguir los desarrollos precisos y marcados de las demostraciones lógico-matemáticas.
El decálogo, eso sí, es de lo más evidente. Como la versión católica de los mandamientos, estos pueden resumirse en dos grandes principios: te subordinarás al neoliberalismo y a sus grandes agentes y poderes por encima de todas las cosas (lo sucedido con EuroVegas debería estar en la memoria de todos y todas) y odiarás a tu prójimo, sobre todo a las personas más desfavorecidas, con los procedimientos, estilo y forma de la gran burguesía catalana de casi todos los tiempos; con menosprecio, explotando, marginando y violentando sobre todo a los sectores más insumisos de los trabajadores y trabajadoras (catalanes o no catalanes, mujeres u hombres, viejos o jóvenes, sin distinción de orígenes, lenguas, culturas e identidades. ¿Y esto qué importa en el fondo?).
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