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Ay, la propiedad

Fuentes: Rebelión

El marxismo se debe respeto a sí mismo; sin embargo, lo pierde cuando es poco riguroso, dogmático, cuando contamina sus «estructuras» al tomar otras y colorearlas diferente -y así se ha comportado en una buena parte de su historia. Durante mucho tiempo, esta tradición ha sido más, un conjunto de doctrinas políticas -postura respecto al […]

El marxismo se debe respeto a sí mismo; sin embargo, lo pierde cuando es poco riguroso, dogmático, cuando contamina sus «estructuras» al tomar otras y colorearlas diferente -y así se ha comportado en una buena parte de su historia.
Durante mucho tiempo, esta tradición ha sido más, un conjunto de doctrinas políticas -postura respecto al poder del estado-, que una corriente de pensamiento consecuente con las lógicas sobre las que se levantó el padre fundador; incluso, se ha sido más seguidor de los esquemas y modos de pensar que deberían cuestionarse, que de los que deben aplicarse.
El mayor error, al menos desde cierto punto de vista, es el de no comprender los fundamentos de las ideas de Marx; que es lo mismo que leer a Hegel como si fuera Kant, que leer a Marx como si fuera Ricardo. Ello causado -a riesgo de caer en discursividad post-estructuralista- por no poder trascender los marcos del lenguaje -siempre formal- que encerraron a Kant, o a las lecturas al economista inglés.
Reconozco que para el pensamiento cotidiano los grados y sistematicidad de abstracciones requeridos para hacer apropiación de lo antes mencionado no son nada fáciles de alcanzar, y que ese propio pensamiento cotidiano ya contamina el ejercicio del pensar teórico; a pesar de ello, es necesario un mínimo esfuerzo como contenido de una asimilación responsable para evitar otra clase de errores que llevan menos arsenal teórico, y sí un mayor nivel de respeto y honestidad intelectual.
No tratan estas líneas de culpar a alguien por tales prácticas. Hay que ser conscientes de que el mundo altamente digitalizado, con inmensos volúmenes de información, producen no un intelectual modelado como Descartes, sino uno que salta pasos, que debe saltar pasos y trabajar a base de estereotipos y clichés teóricos, y no sobre el estudio riguroso.
Uno de esas creencias poco rigurosas que el marxismo -una parte de él, claro-, aun se empeña en gritar, a tal punto que he llegado a creer que es más un asunto producto de la auto-percepción que del estudio, es el de considerar a un enemigo acérrimo a la propiedad privada.
Es cierto que Marx anuncia en el Manifiesto Comunista una guerra sin cuartel de los obreros contra la propiedad privada, pero, ¿qué Marx, y en qué contexto histórico, espiritual, y de evolución de su propio pensamiento se encontraba?
Un breve recuento nos recuerda que Prometeo, en 1848 estaba en proceso de conformación de lo que sería su sistema teórico. No se puede olvidar, como he señalado en otras ocasiones, que la dialéctica no puede ser retazos, sino un sistema.
El Marx de 1848, intentaba traspasarse de Feuerbach a Hegel, y viceversa. Años antes, buscaba descifrar la enajenación, y se acercó certeramente, explicando que era generada por la totalidad social en la que se está inmerso, pero aun incapaz de desarrollar las herramientas para penetrar el prisma que era la ideología -tema este que exige un texto propio para ser abordado con seriedad.
Pero lo anterior, brevemente, solo son argumentos que justifican el no óptimo grado de elaboración de las ideas de Marx cuando sentenció la batalla que aquí se mencionó, y que no muestran cómo se traduce eso.
En el momento de declarar la guerra a la propiedad privada, ¿dónde está el error?
Las relaciones de propiedad, se dan a la par que se dan las relaciones de producción. No por gusto, para comprenderlas en el modo capitalista de producir, se desplegó el modo en que se produce -porque las relaciones de propiedad se reflejan en aquel-. Por tanto, cuando se declara abiertamente un tipo de propiedad, se está asumiendo la lógica de producción que esta porta; de ahí, que hablar de un tipo de propiedad, lleva, conocer, estudiar -desplegar el sistema de relaciones de producción que le corresponden. Entonces, cada vez que se le declara el tipo de propiedad, ¿se conoce el sistema de relaciones que esconde, a profundidad? En 1848, todavía no estaba dilucidada la teoría marxista del capitalismo, alcanzada en El Capital.
Por otro lado, hay una cuestión que no se puede dejar de lado. La producción siempre es determinada. La sencilla sentencia aparecida en los Grundrisse, deja uno de los principios que más se olvida. Hay traer a colación que la dialéctica se declara contra el uso de generalidades abstractas, tan incipientes y peligrosas. La generalidad abstracta es, fundamento carente de forma, imagen fija que busca proyectarse en todo objeto; es, paso a los idealismos trascendentales, a las ideas estáticas que mutilan al pensamiento; es un principio, un puro principio metafísico. ¿No es acaso un principio metafísico partir de asumir a ultranza a la propiedad privada como adversaria? ¿No es acaso un dogma a seguir? Se puede responder que la propiedad privada produce capitalismo, pero ya Marx explicó que el capitalismo se impone como fenómeno cuando ocurre la acumulación originaria, y no cuando cuatro emprendedores crecen lineal y desmedidamente.
Por lo que sigue en pie la interrogante, ¿es toda propiedad privada enemiga? Si recordamos las ideas antes planteadas, donde la producción es producción determinada, y las relaciones de propiedad se reflejan en las de producción, la propiedad siempre es, propiedad determinada. Agréguesele que, asumiendo que el enemigo es el tipo de propiedad que reproduce el capitalismo, entonces el enemigo es el tipo de propiedad correspondiente -determinada- a una producción -determinada: la que sostiene el capitalismo como fenómeno. De ahí, que deba corregirse, que, a lo que se enfrenta la lucha social por la justicia es, a un tipo de producción que se produce, distribuye, cambia y consume determinadamente, y que a ella se le hace corresponder un tipo de propiedad.
Quien declare guerras a conflicto a generalidades abstractas, tenga lo honestidad de discernir o conocer a qué propiedad determinada se lo hace, o al menos sepa, que al construir la generalidad, toma a todos los tipos de propiedad privadas determinadas, por igual -aun cuando no todas juegan el mismo papel.

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