La «libertad», el terrorismo y los mecanismos para combatirlo han sido el eje central de la intervención del ex presidente del gobierno español, José María Aznar, durante la presentación del libro ‘Alegato por la democracia’, del israelí de origen ucraniano Natan Sharansky. Aznar elogió a Sharansky y afirmó que su obra era su libro de […]
La «libertad», el terrorismo y los mecanismos para combatirlo han sido el eje central de la intervención del ex presidente del gobierno español, José María Aznar, durante la presentación del libro ‘Alegato por la democracia’, del israelí de origen ucraniano Natan Sharansky. Aznar elogió a Sharansky y afirmó que su obra era su libro de cabecera particular. El título del libro parece un chiste si tenemos en cuenta que Sharansky, miembro del ultraderechista Likud, ha sido uno de los más decididos partidarios de la construcción de asentamientos judíos en los Territorios Ocupados, política que impulsó desde su cargo de ministro de la Vivienda en el gobierno de Ariel Sharon. Esta visita se enmarca dentro de la promoción que Aznar y su fundación, la FAES, están realizando del sionismo más extremo, tanto de Israel como del sector de los neoconservadores estadounidenses. Significativamente, Sharansky criticó duramente la iniciativa de la ‘Alianza de Civilizaciones’, apoyada por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
«Como enseña mi amigo Natan la sociedad del miedo es incompatible con la sociedad abierta», apuntó Aznar, quien estuvo encarcelado durante en la URSS por «trabajar por la libertad». En realidad, no es probable que Aznar estuviera aquí refiriéndose a la sociedad palestina que sufre del miedo y el terror impuestos por la ocupación israelí y tampoco que el «trabajo por la libertad» del extremista Sharansky se refiera al pueblo palestino.
Natan Sharansky no estuvo tampoco encarcelado en la Unión Soviética por defender la libertad, sino por participar en una campaña, patrocinada por los círculos sionistas y por el estado de Israel, para presionar al Kremlin para que dejara a los judíos soviéticos emigrar a Israel, cosa que las autoridades soviéticas rechazaron en su día porque temían que dichos judíos fueran situados en los territorios palestinos como colonos y esto agravara la situación del conflicto palestino-israelí, como efectivamente sucedió.
Sharansky, que se presenta a sí mismo como una víctima del «totalitarismo» no cree que los derechos humanos sean universales y sean aplicables a todos los seres humanos. Él dimitió de su cargo de ministro del Interior en el gobierno de Ehud Barak en el año 2000, cuando se difundieron rumores que el primer ministro estaba dispuesto a efectuar algunas concesiones cosméticas a los palestinos en el tema de la devolución de territorios, incluyendo el de Jerusalén. Sharansky dejó entonces claro que se opone a cualquier devolución territorial a los palestinos y aboga por una política dirigida a la apropiación de más tierras palestinas con el fin de situar en ellas a más colonos israelíes. Éste es, pues, el «campeón de los derechos humanos» que Aznar nos ha traído a España. Tomemos nota.