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Bali: El día después

Fuentes: Alai-amlatina

Un día después del borrascoso final de las negociaciones sobre el clima en Bali, muchos se preguntan si en realidad el resultado era, de hecho, el mejor posible, dadas las circunstancias. Es cierto que EE.UU. regresó al redil, pero al precio de eliminar del documento final -la llamada Hoja de Ruta de Bali- cualquier referencia […]

Un día después del borrascoso final de las negociaciones sobre el clima en Bali, muchos se preguntan si en realidad el resultado era, de hecho, el mejor posible, dadas las circunstancias. Es cierto que EE.UU. regresó al redil, pero al precio de eliminar del documento final -la llamada Hoja de Ruta de Bali- cualquier referencia a la necesidad de reducir del 25 al 40 por ciento por debajo de los niveles de 1990, hasta al año 2020, las emisiones de gases de efecto invernadero, a fin de mantener el aumento de la temperatura global promedio en 2.0 a 2.4 grados centígrados durante el siglo XXI.

La mención de las cifras cuantitativas fue reducida a una nota de pie de página, que hace referencia a algunas páginas del Informe 2007 del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), que se limita a enumerar varios escenarios de la estabilización del clima. Los escenarios alternativos van desde un aumento de 2.0 a 2.4 grados de temperatura, hasta uno de 4.9 a 6.1 grados. Esto incitó a un participante de la sociedad civil a comentar que «La Hoja de Ruta de Bali es un mapa para llegar a cualquier lugar.»

¿Habría sido mejor dejar simplemente que EE.UU. se vaya, permitiendo así que el resto del mundo forje un acuerdo robusto que contenga una profunda obligatoriedad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de los países desarrollados? Con la expectativa de que un/a nuevo/a presidente/a de EE.UU., con una nueva política en materia del cambio climático, estará en funciones a inicios de 2009, ese país habría tenido que sumarse a un proceso que ya estaría progresando con metas fuertes y obligatorias. En cambio lo que tenemos ahora es que, siendo parte del consenso de Bali, los negociadores de la administración Bush, -según los escépticos-, podrán continuar con sus tácticas obstruccionistas, diluyendo la acción global durante las negociaciones de 2008.

Bien podríamos preguntarnos qué habría sucedido si Washington, permaneciendo fiel a sus inclinaciones ideológicas, hubiese decidido marcharse de la sala, cuando el delegado de Papua Nueva Guinea destapó la reprimida frustración colectiva de la conferencia, al emitir su -ahora histórico- desafío: «Pedimos y buscamos su liderazgo. Si ustedes no están dispuestos a conducir, por favor quítense de en medio». Como todo el mundo ahora sabe, después de consultas de última hora con Washington, el negociador norteamericano ablandó la posición de línea dura que su país había mantenido respecto a la enmienda propuesta por India, que buscaba que la conferencia reconozca la diversidad de capacidades de los países en vías de desarrollo para abordar el cambio climático, y dijo que Washington «procederá a unirse al consenso».

El objetivo único de conseguir la participación de Washington se tradujo en los escasos acuerdos en la reunión respecto a obligaciones firmes, salvo por el plazo dado al grupo de negociación, el «Grupo de Trabajo Ad Hoc sobre la Acción cooperativa a largo plazo bajo esta Convención,» para que tenga su trabajo listo para la adopción en la Conferencia de Partes en Copenhague en 2009 (COP 15).

Muchos delegados también se sentían ambivalentes frente a los arreglos institucionales acordados después de una semana de duras negociaciones Norte-Sur.

– Un Fondo de Adaptación fue instaurado, pero fue puesto bajo administración de la Facilidad Ambiental Global (GEF) del Banco Mundial -ente dominado por EE.UU.- Es más, se estima que los fondos semilla de los países desarrollados sumarán apenas entre $18.6 y USS37.2 millones -montos que se juzgan seriamente inadecuadas para apoyar los esfuerzos de emergencia orientados a tratar los estragos que ya está causando el cambio climático en los pequeños estados isleños y en otros ubicados en la «primera línea» del cambio climático. Oxfam estima que será necesario un mínimo de US$ 50 mil millones anuales para asistir a todos los países en vías de desarrollo a adaptarse al cambio climático.

Se aprobó, asimismo, un «programa estratégico» de desarrollo y transferencia de tecnología, que también significó ceder posiciones. Los países en vías de desarrollo habían defendido inicialmente que el mecanismo sea una «facilidad» específica, pero finalmente tuvieron que aceptar la caracterización diluida de la iniciativa como un «programa», debido a la intransigencia estadounidense. Es más, el programa fue asignado al GEF sin asignaciones claras de financiamiento, para una empresa que se espera costará centenares de billones de dólares.

– Se adoptó la iniciativa REDD (Reducción de Emisiones de la Deforestación y Degradación), impulsada por el anfitrión Indonesia y varios otros países en desarrollo con grandes bosques en vías de rápida eliminación. La idea es conseguir que el mundo desarrollado canalice dinero a estos países, vía mecanismos de ayuda o de mercado, para mantener estos bosques como sumideros de carbón. Sin embargo, muchos activistas temen que las comunidades indígenas sean victimizadas por los rapaces intereses privados, que se posicionarán para ser los principales recipientes de los fondos recaudados.

No obstante, muchos sentían que estos resultados, aunque pobres y mixtos, eran mejor que nada.

Quizás la mejor indicación de si la conferencia tuvo razón de dar un giro de casi 180 grados para acomodar a EE.UU. vendrá el próximo mes en Honolulu, durante la Reunión de las Mayores Economías, una conferencia impulsada por Washington que fue diseñada originalmente para subvertir el proceso de Naciones Unidas. La pregunta a flor de labios es: ¿La administración de Bush regresará a sus costumbres y utilizará la conferencia para lanzar un proceso distinto, para hacer descarrilar la Hoja de Ruta de Bali?

(Traducción: ALAI).

– Walden Bello es analista Senior de Focus on the Global South y profesor de sociología de la Universidad de las Filipinas. Era un participante de ONG en la Conferencia sobre Cambio Climático de Bali.