El País del 8 de agosto de 2012 titula en página 13: «Jornaleros liderados por un diputado asaltan dos tiendas» y en letra más pequeña subtitula «Sánchez Gordillo, de IU, se lleva comida en Écija y Arcos». Ni los jornaleros fueron liderados por ningún diputado (no necesitan tribunos), ni asaltaron ninguna tienda ni Sánchez Gordillo […]
El País del 8 de agosto de 2012 titula en página 13: «Jornaleros liderados por un diputado asaltan dos tiendas» y en letra más pequeña subtitula «Sánchez Gordillo, de IU, se lleva comida en Écija y Arcos». Ni los jornaleros fueron liderados por ningún diputado (no necesitan tribunos), ni asaltaron ninguna tienda ni Sánchez Gordillo se llevó comida de ninguna parte. Los de El País escriben así, titulan de ese modo y piensan siempre con coordenadas capitalistas en la cabeza. A nadie le importa lo que digan los del diario global-imperial.
Pero hay más. José Antonio Griñán, presidente de una Junta de la que sigue siendo vicepresidente un dirigente de IU y del PC, ha calificado de barbaridad la acción de los jornaleros, es decir, como un acto de barbarie llenar carros con aceite, legumbres, leche y otros alimentos básicos para destinarlos a ONGS y servicios sociales municipales. ¿Un acto así es un acto de barbarie? ¿Qué entiende entonces el presidente andaluz como un acto de civilización? ¿No hay que ser solidario, no hay que ayudar al que no tiene?
Pero todavía hay algo más y acaso esto sea lo esencial. IU se ha desligado de la protesta y ha declarado que «Gordillo está fuera de control».
Que Sánchez Gordillo esté fuera de control es una noticia excelente para la izquierda ibérica alejada de todo elogio de la servidumbre; que IU se desligue de la protesta recuerda los peores rasgos de la tradición comunista española moderada e institucionalizada. Como en los años de la transición o como en la experiencia del Tripartito catalán, se trata de ubicarse en los nudos y vértices aceptados por el poder. Toda transgresión se califica de izquierdista, quimérica, alocada o improcedente. Y así claro está no se va a ninguna parte. Se conservan los despachos y los cómodos cargos en las instituciones pero el mundo sigue tal cual, a pesar de que el joven revolucionario de Tréveris ya señaló lo esencial: de lo que se trata es de transformar el mundo. Los jornaleros andaluces intentan a su modo, y arriesgándose, transitar por ese sendero. ¿Será por eso que Duran i Lleida les suele insultar y descalificar desde su habitación de lujo del Hotel Palace de Madrid mientras lee La Vanguardia y recibe instrucciones de la Duquesa de Alba?
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