Desde su casa a medio construir, Ari Haryani solo tiene que dar unos pocos pasos para llegar a un camino de cemento que recorre su intrincada aldea. El atajo le ofrece una salida segura en caso de que el monte Merapi, el volcán más activo de Indonesia, vuelva a entrar en erupción. «Nos dio algo […]
Desde su casa a medio construir, Ari Haryani solo tiene que dar unos pocos pasos para llegar a un camino de cemento que recorre su intrincada aldea. El atajo le ofrece una salida segura en caso de que el monte Merapi, el volcán más activo de Indonesia, vuelva a entrar en erupción.
«Nos dio algo de seguridad», aseguró esta mujer de 36 años, madre de tres hijos, refiriéndose a ese camino, uno de los tantos recursos creados para ayudar a esta comunidad de 380 hogares en caso de un desastre.
«Sabemos qué hacer y a dónde correr si se produce otra erupción. Incluso mis hijos saben qué hacer», añadió.
Los simulacros de evacuación se han convertido en rutina para Ari, cuya familia intenta reconstruir su vida luego de que su antigua aldea, más cercana aún al Merapi, quedó enterrada por el flujo piroclástico y la ceniza tras la última erupción del volcán, en octubre de 2010.
El desastre natural mató a cerca de 350 personas y destruyó casi 10.000 hogares en un radio de 15 kilómetros a partir del cráter de la montaña.
Los nuevos esfuerzos de reducción de riesgos en Pager Jurang y en otras aldeas, incluyendo la construcción de centros de salud comunitarios capaces de tratar a pacientes con quemaduras graves y problemas respiratorios, implican un cambio de perspectiva respecto de las habituales iniciativas de reconstrucción luego de desastres.
El tradicional enfoque verticalista adoptado por las autoridades en Yakarta está dando lugar a un nuevo tipo de planificación, a cargo de las propias comunidades y de los gobiernos locales.
«La población local tuvo un papel central en determinar cuáles eran las necesidades de su aldea, para así tener su propio programa de reducción de riesgos», explicó a IPS el ingeniero civil Rio Rahadi, de una agencia local de reconstrucción y rehabilitación. «Ellos dijeron qué era lo que querían para reducir el número de víctimas la próxima vez que el volcán entrara en erupción».
Así, el mayor archipiélago de Asia sudoriental, una de las regiones más vulnerables ante los desastres naturales, se suma a un patrón que gana impulso en todo el continente: las comunidades y los gobiernos locales descubren el verdadero peso que poseen a la hora de crear resistencia ante las catástrofes.
«La descentralización es la tendencia en toda Asia, y ha permitido mayores esfuerzos de parte de las comunidades locales para organizarse y exigir recursos para la reducción de desastres», dijo Vinod Thomas, director general para evaluaciones independientes del Banco Asiático de Desarrollo, con sede en Manila.
«La forma en que reaccionen las comunidades locales hace una gran diferencia», dijo a IPS.
No obstante, el financiamiento del gobierno sigue siendo lento para estas iniciativas en comunidades expuestas a diversos desastres, como tormentas, inundaciones, terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas.
Mientras, nuevos estudios cuestionan el enfoque verticalista y subrayan la importancia de darles voz a las comunidades.
«Los impactos de los desastres en las comunidades deben ser mejor comprendidos para tomar acciones prácticas», señaló Debby Sapir, director del Centro para Investigaciones sobre Epidemiología de Desastres (CRED, por sus siglas en inglés), con sede en Bruselas.
En 2012, «algunos países de alto riesgo en la región hicieron significativos progresos para controlar los impactos de los desastres. Esto significa que las medidas de preparación y prevención pueden ser efectivas», indicó.
«Las acciones en el terreno por parte de los gobiernos y las comunidades locales son importantísimas para reducir la vulnerabilidad», sostuvo por su parte Jerry Velasquez, jefe de la división Asia Pacífico de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de los Desastres (UNISDR).
«Los gobiernos son cada vez más concientes de estas realidades, pero todavía existen brechas», añadió.
Las autoridades empiezan a prestar atención a los nuevos informes confirmando que Asia es «la región del mundo más vulnerable a los desastres», en especial a las inundaciones, que este año causaron graves pérdidas humanas y económicas.
Las inundaciones fueron la causa de 54 por ciento de las muertes y de 56 por ciento de todos los daños económicos en Asia por desastres naturales, según información divulgada este mes por la UNISDR y el CRED.
En Asia meridional, sudoriental y oriental, 83 desastres causaron 3.103 muertes, afectaron a un total de 64,5 millones de personas y causaron daños por 15.100 millones de dólares en 2012.
«A nivel mundial, en esas tres regiones se registraron 57 por ciento del número total de muertes, 74 por ciento de las personas afectadas y 34 por ciento de los daños económicos totales por desastres naturales en los primeros 10 meses de 2012», según la información.
La región de Asia Pacífico es la más vulnerable en el mundo y también ha sido la más afectada, señala otro informe divulgado por UNISDR y la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico, con sede en Bangkok.
En esa zona «murieron casi dos millones de personas en desastres entre 1970 y 2011, representando 75 por ciento de todas las víctimas de desastres a nivel mundial».
Las amenazas más frecuentes en Asia son las «hidrometeorológicas» (que afectan al ciclo hidrológico), a las que estuvieron expuestas más de 1.200 millones de personas desde 2000, con 1.215 catástrofes, contra los 355 millones de asiáticos expuestos a 394 «desastres climatológicos, biológicos y geofísicos en el mismo periodo», según el informe, de 134 páginas.
Frente al aumento de los desastres, las respuestas comunitarias como las de Pager Jurang son muy valiosas.
«Las alertas tempranas y los planes de contingencia solo funcionan si se actúa sobre la base de los gobiernos y de las comunidades locales», subrayó Velasquez.