Se acaba el petróleo y se calienta el clima, es hora de cambiar.
En algunos municipios de la Comunidad Valenciana quieren ampliar puertos, by-pass, carreteras, AVES, etc., atentando directamente contra la ciudadanía y los ecosistemas. Parece que algunos líderes políticos y económicos todavía no se han enterado de que estamos en plena emergencia climática y que los recursos naturales se están agotando a la carrera.
Después de un siglo de consumir miles de millones de toneladas cada año, el petróleo de calidad fácil de extraer y barato se está acabando y la producción declina, de hecho el peak oil lo sobrepasamos en la década anterior. Los precios suben desde antes de la guerra de Ucrania y aunque fluctúen no bajarán mucho, a no ser que entremos en una gran recesión mundial, con lo cual de poco nos servirá que bajen.
Lo razonable ahora sería reducir su uso progresivamente e ir reservándolo para las tareas imprescindibles: agricultura, trenes, ambulancias, bomberos, etc. El transporte de mercancías deberíamos ir pasándolo al ferrocarril, que puede alimentarse con electricidad renovable. Y del auto eléctrico ya podemos olvidarnos porque no hay minerales suficientes ni tiempo para fabricar las 1.300.000.000 de baterías necesarias para sustituir los autos actuales.
Por otra parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calculó que para conseguir que las temperaturas globales no suban más de 1’5ºC, límite asumido en el Acuerdo de París, hemos de reducir a la mitad las emisiones de CO2 durante esta década, de lo contrario entraríamos en una fase retroalimentada por la fusión de los hielos y la tundra que haría irreversible el proceso y en pocas décadas acabaría disparando el aumento de temperaturas por encima de los 3ºC. En cuyo caso España se convertiría en un desierto y sólo sería habitable la Cornisa Cantábrica (A. Turiel, CSIC). La reciente COP26 ratificó aquellos datos y reconoció que el calentamiento va más rápido de lo esperado.
Por tanto, si no queremos extinguirnos prematuramente, al menos como civilización, tenemos que reducir a la mitad nuestras emisiones de CO2 y ello implica principalmente reducir a la mitad el transporte motorizado porque es el mayor emisor. Concretamente en España, en 2018, el transporte emitió el 27% del CO2, la industria el 20%, la generación eléctrica el 18%, la agricultura el 12%, etc. Así pues hemos de reducir el transporte (y el resto de sectores) a la mitad durante esta década. Eso o nos desertizamos y entonces ya no necesitaremos nada porque aquí sólo podrán vivir algunos tuaregs…
Pues bien, en esta coyuntura de crisis climática, pandémica, económica, bélica, con el decrecimiento rápido e inevitable que haremos por las buenas (conduciéndolo democrática y solidariamente) o por las malas (enzarzados en guerras convencionales interminables o la III Guerra Mundial, con armas NBQ y the end), algunos aún quieren hacer más carreteras, puertos, AVES y otras obras faraónicas, endeudándonos más allá del PIB y malgastando los limitados fondos públicos que necesitamos urgentemente para mantener y mejorar la sanidad, educación, pensiones, asistencia y para desarrollar la transición ecológica. No quieren enterarse de que la época del consumismo desaforado se ha acabado, aunque estos últimos años hasta las ventas de coches han caído notablemente, desde antes de la pandemia. Y cuanto más tardemos en asumirlo, más difícil será cambiar y peor lo pasaremos nosotros y sobre todo nuestros hijos y nietos.
Por tanto, ¿qué necesidad hay de construir ahora grandes obras públicas para el transporte si dentro de 8 años tendremos la mitad del tránsito? ¿No sería mejor dedicar los muchos millones que costarían a, por ejemplo, mejorar nuestra agricultura para hacernos autosuficientes y asegurar que podremos alimentarnos cuando el panorama internacional se degrade mucho más?
En fin, sólo hay una cosa más estúpida que continuar construyendo carreteras y similares cuando se nos acaba el petróleo y la emergencia climática nos obliga a reducir el transporte motorizado, y es seguirles el juego a los señores de la guerra (Biden, Putin, Zelenski, CEOS de compañías armamentistas, petroleras, etc.) y malgastar los cada día más escasos recursos económicos del país en comprar armas y más armas…
Pedro Domínguez. (www.lariberaenbici.net)
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