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Sin desechar su cultura transgreden sus reglas

Beduinas, indígenas del desierto del Néguev, luchan por sus derechos como pueblo y como mujeres

Fuentes: Rebelión

Impone Israel asentamientos urbanos a beduinos nómadas. Curioso anticolonialismo que ha traído la refundamentalización El desierto del Néguev es dos veces mayor que la parte densamente poblada de Israel. Sus habitantes originarios son los beduinos, tradicionalmente nómadas. Ultimamente, el estado de Israel ha empezado a urbanizar intensivamente el norte de éste desierto, a partir de […]

Impone Israel asentamientos urbanos a beduinos nómadas. Curioso anticolonialismo que ha traído la refundamentalización

El desierto del Néguev es dos veces mayor que la parte densamente poblada de Israel. Sus habitantes originarios son los beduinos, tradicionalmente nómadas. Ultimamente, el estado de Israel ha empezado a urbanizar intensivamente el norte de éste desierto, a partir de la ciudad de Beer Sheva. No reconoce los derechos territoriales ancestrales de los nómadas. Tampoco reconoce a sus tribus como sujetos de derechos colectivos. Recibí una invitación al Congreso «Educación y Pueblos Indígenas» en la Universidad Ben Gurión en Beer Sheva.

Si yo aceptaba esta invitación a Israel, era para conocer a las beduinas. ¿Podría entablar una conversación con ellas? ¿Que descubriría de sus vidas? Y ¿como se podrían relacionar sus vidas con la mía o con las experiencias de las indígenas? Me interesaba participar para conocer a esas mujeres. Quería descubrir sus propuestas para una sociedad más justa, sus estrategias y sus limitaciones como mujeres ante una sociedad tribal patriarcal.

Llegamos a Rahat, el mayor asentamiento «urbano» impuesto por el estado de Israel a los beduinos nómadas. Nos recibe la organización no gubernamental «A Step Forward» (Un Paso Adelante) que se autodefine como una asociación sin fines de lucro para la promoción de la sociedad y educación en Rahat. Es una organización formada por beduinos en la cual -a diferencia de lo que ocurre con otras- colaboran un mismo número de mujeres y hombres. Nos dan una introducción muy interesante a su trabajo de promoción de los derechos de los beduinos. Escucho un rato y luego me escapo para ver con mis propios ojos. De todas las Ong’s de beduinos, aquellas que son más eficientes, capaces y dedicadas son las que están en manos de las mujeres. Esto dicho por Thabet Abu Ras, director ejecutivo de Shatil, la Ong hermana mayor en Beer-Sheva. Quería vagar un poco por el pueblo que se ve a lo lejos, pero me entretengo leyendo carteles y anuncios en inglés en el mismo local. Al abrir una puerta me encuentro con un grupo de mujeres. Al frente está Kamala. Me mira sonriente y explica: «Estamos aquí en un taller en contra de la violencia contra las mujeres» Casi no lo puedo creer. ¡Me parece tan familiar y cercano a casa el tema! Examino a las mujeres. Son una veintena. Su indumentaria es de dos tipos: aquellas a la derecha visten un saco largo sobre otras vestiduras y llevan la cabeza bien envuelta en un chal blanco y espeso que apenas permite descubrir sus caras. Después me explican que así visten las mujeres «religiosas» (quizás nosotras las llamaríamos «fundamentalistas»). Frente a ellas se encuentran otras beduinas con los trajes típicos de siempre: un vestido largo de fondo negro con bordados de punto de cruz multicolor. Tienen la cabeza cubierta por un velo flotante blanco y transparente. Reflexiono en lo curioso de esta re-fundamentalización. Las beduinas tradicionales no tenían que cubrirse de manera tan extrema y sin embargo su indumentaria también cabe en la forma prescrita por Mahoma para sus fieles.

Parece casi increíble que la resistencia contra el estado dominante que las explota y desprovee -una lucha anticolonialista – incluya el que las mujeres retomen la burka o el «velo» en su uso más estricto. Ya Leila Ahmed ha explicado por qué, históricamente, se ha dado este fenómeno que acompaña los esfuerzos liberadores de los pueblos musulmanes. Es el resultado de una fijación defensiva y extrema en sus mujeres como símbolos de su identidad colectiva.

Pero Kamala quiere explicarme algo más. «Las mujeres son muy respetadas en el Corán» me dice, «pero», añade, «al Corán hay que leerlo en profundidad. No hay que leer sólo las palabras».

En ese momento le explico que en mi mundo también las mujeres re-interpretan la Biblia o la Torah, y aun los textos Mesoamericanos antiguos. Me quedo con muchas ganas de seguir intercambiando ideas, ya que su esfuerzo se parece al de todas las mujeres que revisamos nuestras tradiciones religiosas y nuestros textos sagrados, como lo hace la hermenéutica bíblica feminista. Tenemos que re-interpretarlos y hasta re-crearlos a profundidad, «no leer sólo las palabras», como Kamala lo dijo. Es lo que hacen Elsa Tamez, Ivone Gevara, Judith Plaskow, entre otras. Siento que ni este pueblo en el desierto de Israel ni las Beduinas están tan distantes ni son tan diferentes de todas las mujeres que queremos un mundo mas justo para nosotras.

Una visita a la tribu Elokbi

La hija mayor del Sheik (jefe) de la tribu Elokbi me dijo: «Hay elokbi en Jordania, en Jerusalén y hasta en Egipto». Se sentía en sus palabras que para ellas/os la identidad primaria está basada en la pertenencia tribal. Son además estrictamente endogámicos: sólo se casan con personas de la misma tribu.

Shatil, que se dedica a apoyar a las poblaciones beduinas, nos hizo visitar asentamientos legales e ilegales. El pueblo en que nos encontramos, también llamado Elokbi, es «no autorizado» y está en la región Hura. No tiene servicios y sus habitantes están sujetos al capricho de cualquier poder estatal que puede, en cualquier momento, demoler o quemar sus casas y pertenencias ya que son «ilegales». Pocas sociedades aparecen tan patriarcales como éstas. Aceptan la poligamia y las mujeres deben estar al resguardo, sin contacto con los varones ajenos a la familia inmediata.

Cuando llegamos a la casa-tienda del Sheik Said en Elokbi, nos acomodaron a todas y todos para la ceremonia del té. Empezó la presentación de su situación por tres varones. Uno más iba y venía con las tazas del te, café y refrescos. Las mujeres, confinadas a la parte posterior de la casa, estaban invisibles. Yo sabía que deberían estar atrás resguardadas de las miradas masculinas. Y pensé que, como mujer, yo podía acceder a lo que los hombres que nos acompañaban no podían. Entré a la cocina y las encontré. Poco a poco empezamos una conversación de mujer a mujer con la esposa, a la cual se juntó pronto un torbellino de niños.

El Sheik tiene una única mujer. Los elokbi no creen en la poligamia. Entre su inglés y el mío logré deducir que había ido a la escuela, que la televisión la tiene al día, que las aceitunas verdes de un arbolito al fondo del patio, se llaman «zaituna» y que ella tiene la conciencia de pertenecer no sólo a Elokbi, sino también ser descendiente del gran Al-andaluz. ¡Nada de aislamiento del gran mundo! Seguramente la TV Al- Jazeera juega un papel importante en sus vidas. Los rebaños de camellos, chivos y corderos estaban allá, al fondo. Cuando volví a la casa, reanudé la conversación con la hija mayor acompañada por una de sus hermanas. Hablaba un inglés fluido, había ido a la universidad y a sus 28 años ya tenía dos hijas y un hijo. Muy simpática y dicharachera, me habló de Salma Hayek mexicana de origen libanés y se le sentía un interés particular en el mundo amplio más allá de los confines en que vive. Nos invitó a volver solos Jean y yo, no con todo un grupo. Me aseguró, «yo, como mujer, no debo hablar con hombres de mi tribu o palestinos, pero tengo toda la libertad de hablar con los hombres israelíes y con los extranjeros». Me quedé pensando en las negociaciones culturales que se flexibilizan gradualmente para las mujeres. Permanece la prohibición de interacción entre varones y mujeres cuando son del mismo origen, no así en el otro universo cultural done las normas y los roles son distintos. Al salir me regaló «marmarille», una salvia que habíamos tomado en el té delicioso y que crece casi salvaje en esas tierras desérticas. Antes de despedirme, le pedí permiso al Sheik de presentarle mi esposo a su mujer e hijas, a lo que accedió medio apenado y medio forzado. Jean les extendió la mano y todas lo saludaron.

El librito «Esperando la Justicia» que me regalaron sobre su situación como tribu, me causó un sinfín de inspecciones y revisiones embromosas, cuestionamientos eternos a la salida del país. ¿Quien me lo dio, por qué? ¿Lee usted hebreo, árabe? Fui interrogada insistentemente para saber como lo había conseguido.

La casa de Ismael en el desierto

Vallas de nopales circundan el complejo habitacional de Ismael y Kathy. Los camellos y los corderos se preparan a dormir. La leche de camello nos sabe mucho a leche de vaca. Es un honor que ordeñen a la camella para ofrecernos su leche.

Los tan «mexicanos» nopales que cercan a los camellos nos recuerdan su suculencia. Pero los beduinos no los comen ni saben prepararlos. Cortamos unos y tratamos de quitarles las espinas. La abuela nos observa con desconfianza… se pone tan nerviosa que nos insta a parar inmediatamente (a través de la traducción de su nuera). Son espinosos y nos podemos dañar o los niños pueden pisar alguna espina caída al suelo. Todo mundo nos observa con aprehensión. Pido un cuchillo y terminamos la tarea. Queremos prepararles unos nopales a la mexicana. El nopal, que ellos llaman «saber», es una cactácea que se da muy bien en el desierto y que es desaprovechada en sus cualidades curativas y nutritivas. Terminamos explicando el valor del nopal, bueno para la diabetes, sabroso y barato. Ante nuestra insistencia, ceden y nos preguntan que necesitamos para prepararlos. En la cocina los rebano con cebolla y orégano. Al final toda la familia extendida los quiere probar y los encuentran deliciosos. La nuera me dice que quiere más recetas para hacerlos. Al salir me dice al oído «Pero por favor, Sylvia, diles que para la limpieza de las espinas debe cooperar el hombre». Pequeña suplica que expresa la carga de toda tarea doméstica en las mujeres.

Ismael Abu-Saad es beduino y vive como tal. Dirige el Centro de Estudios Beduinos en la Universidad Ben Gurion en Beer Sheva. Es un destacado intelectual que se pregunta como poder planear una educación que sea adecuada para el modo de vida beduino sin hebraizarlo.

El Congreso sobre Educación de Pueblos Indígenas

Cuando recibí la invitación para este evento, me pregunté si los beduinos habían escogido un nuevo nicho de autoidentificación al definirse como pueblo indígena. Revisando la definición del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se constata que su posición subalterna en el estado de Israel y su progresiva desposesión, marginalización y colonización como pueblo originario de esas tierras son elementos esenciales de esta identificación. En el congreso participaron representantes de varios pueblos y naciones indígenas. Estaba invitada, por ejemplo, como ponente magistral, la máxima autoridad jefa de la nación Dene, del Ártico canadiense : Noeline Villebrun. Dentro de los varios nichos de identificación como pueblos indígenas había una gran mayoría de mujeres. Mujeres aguerridas y sabias. Noeline pronunció un discurso de mujer luchadora, pero fue sobre todo en las conversaciones personales con ella en donde pude constatar su profundo feminismo, coloreado por el transfondo dene. Al finalizar el congreso, su recomendación fue «…escuchen a sus mujeres, ellas seguramente tienen las soluciones».

Noeline me impresionó mucho. Había sido recluida a la fuerza desde niña en un internado para indígenas y había hecho el viaje espiritual de retorno a sus propios valores y cultura. Su abuela era su maestra y guía. Se sorprendía enormemente del papel secundario asignado a las mujeres beduinas. Sus referencias eran diferentes. Pero cuando descubría las estrategias del estado de Israel para marginar y someter a los beduinos, encontraba que las estrategias de Canadá, para someter y expropiar a los dene, son totalmente semejantes. Eso es lo que hermanaba como «indígenas» a los dene y los Beduinos.

Noeline me confesó que deseaba intensamente ir a Jerusalén, porque era para ella «el lugar» (de Dios). Yo la miraba incrédula, y le pregunté si quizás se sentía así por el cristianismo absorbido en el internado. Nos miramos en silencio y la respuesta quedó en el aire.

También estaba ahí una representante de la nación Tonga de Nueva Zelandia, Linita Manu’atu. Ella se quejaba amargamente de la manera en que pronunciaban su nombre, restándole fuerza mientras debía resonar rudo. Su colega y paisana Mere Kapa era maori ( pronunciase Múri ). Ambas eran expertas instaladas en las instituciones educativas de alto nivel.

Oriunda de Australia, y aborigen, Marcia Langton dictó cátedra sobre la biodiversidad y los saberes indígenas en Australia y Asia. Marcia es una mujer descomunal. Al mismo tiempo aborigen e intelectual refinada. El reporte que elaboró y leyó sobre la biodiversidad fue publicado por las Naciones Unidas. Una mirada fuerte y dura revelaba, a veces, sus orígenes, y también su cuerpo sólido, aunque pasaría perfectamente, en otros momentos, como una australiana más. Esta mujer reclamaba para sí los parentescos rituales de su tribu maori, y al mismo tiempo tenía un «hijo tribal» antropólogo, de origen judío, íntimo amigo del hijo de Enrique Semo (intelectual mexicano).

En la universidad Ben Gurión las estudiantes beduinas son más numerosas que los estudiantes beduinos varones. Por parte de estas beduinas hubo varias presentaciones impresionantes. Sarab Abu-Rabia-Quedar hizo una ponencia estructurada a la manera académica más exigente. Su sofisticación intelectual era evidente. Al platicar personalmente con ella, descubrí que no sólo había logrado escapar a la reclusión y terminaba su doctorado en la Universidad, sino que se había casado con un beduino de diferente tribu. Para ellos, con su fuerte endogamia esta era una transgresión inmensa. «Estuvimos dos años luchando para podernos casar» me confesó.

Mientras Sarab hablaba, yo observaba a un grupo de mujeres con saco al piso y cabeza envuelta. Ellas se inquietaban y cuchicheaban. Muchas dejaron el auditorio descontentas. Sin duda estos avances de mujeres como Sarab tienen su peor enemigo en las mujeres que se resignan al sometimiento. No es ninguna novedad. En todos los ambientes feministas las primeras atrevidas y transgresoras, son criticadas especialmente por otras mujeres que aceptan el yugo con resignación. Nada mas hay que recordar que aquí en México, en los setentas y la reunión del Año Internacional de la Mujer en 1975, el más doloroso rechazo lo recibíamos de otras mujeres a las que queríamos alivianar.

La prohibición de interactuar con los hombres en lugares públicos hace que el acceso a la universidad sea muy difícil para las beduinas. Las mujeres presentes, muchas de ellas doctorantes, habían transgredido las reglas de su cultura, sin desecharla. Me recordaban las estrategias de las mujeres indígenas zapatistas, del Congreso Nacional Indígena (CNI) y de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas. En mi ponencia hablé de las estrategias innovadoras y liberadoras de las indígenas mexicanas. Las beduinas no las han elaborado totalmente pero están en ese camino. No se proponen asimilarse al estado israelí y a sus valores; pretenden buscar alternativas mas cercanas dentro de la cultura beduina pero escapando a las limitaciones y flexibilizando lo que las agobia.