Según explican los últimos estudios, la pesca de especies marinas salvajes llegará al colapso hacia el cercano 2050, sino hacemos algo para corregir nuestro desmedido apetito (me refiero al apetito monetario, claro). En la historia del planeta podemos encontrar situaciones similares. Durante el proceso de exterminación de los indios americanos, se eliminaron millones de bisontes […]
Según explican los últimos estudios, la pesca de especies marinas salvajes llegará al colapso hacia el cercano 2050, sino hacemos algo para corregir nuestro desmedido apetito (me refiero al apetito monetario, claro). En la historia del planeta podemos encontrar situaciones similares. Durante el proceso de exterminación de los indios americanos, se eliminaron millones de bisontes pues eran básicos para asegurar su alimentación. De los más de 60 millones de bisontes que pacían por los campos norteamericanos, se pasó a finales del siglo XIX a menos de 1.000 cabezas. Un proyecto de protección de estos animales aprobado en 1894 permitió su recuperación y hoy más de 10.000 ejemplares viven en parques y reservas.
Si los gobiernos de entonces se preocuparon por los bisontes, ahora debemos preocuparnos por las sardinas y el resto de recursos marinos porque lo que está en juego es la alimentación de toda la tribu humana. Los gobiernos y estamentos internacionales están respondiendo a esta situación con políticas de protección de las especias marinas basadas en asegurar, desde un punto de vista biológico, la recuperación de éstas especies marinas, con medidas fundamentales como los cupos de capturas, la prohibición de pesca según temporadas de reproducción o la prohibición de artes de pesca muy dañinas. Para que éstas acciones sean exitosas falta tener en cuenta un elemento fundamental del ecosistema marino: los pescadores. Alrededor de 100 millones de personas en todo el mundo, y son los más afectados por las consecuencias de los actuales modelos de pesca no sustentables, sobretodo en los países en desarrollo, donde la pesca constituye aún una actividad económica esencial que permite la fijación de población a sus áreas locales.
Esta es la buena noticia, el camino de recuperación de los mares puede hacerse asegurando a la vez el bienestar de las comunidades de pescadores. Y eso significa promocionar y proteger la pesca artesanal -que es respetuosa con el medio ambiente y justa socialmente- en detrimento de la pesca industrializada. Los beneficios de la pesca artesanal frente a la pesca industrial los podemos concretar. Por un lado sabemos que el conocimiento ecológico de los pescadores artesanales permite un manejo adecuado de los recursos pesqueros. Además los beneficios extraídos del mar se distribuyen de una forma más equitativa por la similar escala a la que trabajan todos los productores artesanales. Y por último, desde el punto de vista de la producción de alimentos se calcula que prácticamente el 99% de las capturas artesanales tiene un aprovechamiento comercial o directamente para el consumo humano. Mientras que la pesca industrial emplea unas técnicas no selectivas capturando peces inmaduros y otras especies no comerciales.
En conclusión, no sólo salvemos a los bisontes sino también a los indios. «Más pescadores y menos pescanovas.»
Gustavo Duch Guillot
Director de Veterinarios sin Fronteras
VETERINARIOS SIN FRONTERAS
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