Hablo de Rosa Aguilar pero no es ella el tema de estas breves líneas. No hay ningún interés particular en su persona, no es esa atalaya la que puede enseñarnos. No me detengo tampoco en el significado político del nombramiento, en la intencionalidad última del presidente de Gobierno o de sus asesores, que no es […]
Hablo de Rosa Aguilar pero no es ella el tema de estas breves líneas. No hay ningún interés particular en su persona, no es esa atalaya la que puede enseñarnos. No me detengo tampoco en el significado político del nombramiento, en la intencionalidad última del presidente de Gobierno o de sus asesores, que no es imposible que esté relacionada con «algún guiño político» a la izquierda, con la aceptación de la designada para participar en ese juego de sombras y muy apagadas luces.
La flamante Ministra de Medio Ambiente [1] proviene del PCE. Es -o era- una excelente oradora. Yo mismo la he escuchado en algún mitin de la coalición ICV-EUiA (una coalición, por cierto, que prohibía manifestar signos republicanos a sus militantes y simpatizantes por imposición de la dirección de ICV). Aguilar se salía. Ganaba por goleada. Ni punto de comparación con los otros oradores. Con ninguno de ellos, incluidos secretarios generales y cabezas de lista.
La compañera Rosa fue mano derecha, o una de las manos derechas, de Julio Anguita, cuando era éste coordinador general de IU. Sus críticas al PSOE, razonables, informadas, bien argumentadas, sin gritos ni voces, enseñaban. Nos enseñaban a muchos. Ni que decir tiene que sus lúcidos comentarios sobre la derecha extrema española no merecían ubicarse en ninguna papelera de trastos inútiles.
Fue alcaldesa de Córdoba en la listas de Izquierda Unida. No puedo opinar con suficiente información sobre esta etapa pero, según cuentan personas que hablan con conocimiento directo de causa, fue una buena gestora, gobernó sin olvido del programa de la coalición y la ciudadanía popular no disintió en general de las decisiones de su equipo de gobierno.
Fue más tarde consejera de la Junta de Andalucía. La decisión escoció, no había para menos. Las gentes confiaban en ella; entre esas gentes, los militantes y votantes de IU. Aguilar es desde hoy Ministra del Medio Ambiente del nuevo gobierno de Zapatero, un gobierno que -no hay cambios en la cartera de Economía ni indicios que permitan una inferencia contraria- no va a cambiar en lo más mínimo su política económica, política no solo conservadora o con escasa «sensibilidad social», sino lista y llanamente de derecha neoliberal. Y poco afable, además, aunque se lancen sonrisas profidén a derecha y a izquierda.
Todo el mundo puede cambiar. Sin duda. Pero hay que cambiar mucho -«mucho» es muchísimo, casi un cambio de paradigma para decirlo con el manido término de Kuhn- para decir cosas como las que se han dicho, sin rectificación argumentada conocida, estar en lugares donde se ha estado y ubicarse ahora en lugares donde uno o una se sitúa o le han situado.
No es el primer caso, desde luego. Hay antecedentes conocidos, muy conocidos: Múgica, Solé Tura, Semprún. No cito otros muchos nombres. Pero el caso Rosa Aguilar es seguramente el más reciente y el de cambio de ubicación más acelerado. Un rayo de concesiones que no ha cesado.
Esta es una de las razones que explican que el desánimo de algunos sectores de izquierda se abone día tras día, sobre todo entre viejos militantes, entre gentes que creyeron honestamente que era posible asaltar los cielos y que valía la pena intentarlo. El desánimo crece exponencialmente. No se cree en nada ni en nadie. ¿Hay razones para la confianza?
Están, se dirá, equivocados, peligrosamente equivocados. Sin duda. Pero existen motivos, motivos profundos, que explican su peligrosa confusión. No cuesta tampoco entender su animadversión y desconfianza, así, en general, a los «piquitos de oro». ¡Les han dejado tirados tantas, tantas veces!
Nota:
[1] Tal vez no sea casualidad la adjudicación del Ministerio. Medio Ambiente contó con la mejor ministra (o ministro) de todos los gobiernos socialistas que ha habido hasta la fecha, con Cristina Narbona.
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