El pasado abril se cumplían 30 años del nacimiento en Euskal Herria de la Unidad Popular-Herri Batasuna (HB). La manifestación de homenaje convocada para el 26 de abril pasado en la localidad vizcaína de Durango, se saldó con la intervención de la policía autónoma vasca y varios detenidos, al prohibirse la manifestación por la Consejería […]
El pasado abril se cumplían 30 años del nacimiento en Euskal Herria de la Unidad Popular-Herri Batasuna (HB). La manifestación de homenaje convocada para el 26 de abril pasado en la localidad vizcaína de Durango, se saldó con la intervención de la policía autónoma vasca y varios detenidos, al prohibirse la manifestación por la Consejería de Interior del Gobierno Vasco, en un acto más de guerra del Estado español, esta vez a través de las serviles instituciones autonómicas vascas, cuyo único fin, por supuesto no conseguido, era acallar la voz y el recuerdo vivo y presente de una expresión política de izquierdas y abertzale, que, sin duda alguna, ha sido y es crucial para entender la historia más reciente de Euskal Herria, del propio Estado español, y los pueblos que lo conforman, e incluso, sin exagerar, la historia del conjunto de la izquierda transformadora en la Europa occidental.
HB y la izquierda abertzale, entendida como movimiento sociopolítico con múltiples expresiones, entre ellas una expresión armada organizada en ETA, ha sido y es un fenómeno excepcional en la Europa comunitaria, ni siquiera vale el típico y tópico recurso a la comparación con las situaciones de Irlanda del Norte o Córcega, como tampoco, con la Italia de finales de los 70 y principios de los 80.
En esta ocasión, convendría esbozar una breve historia, atendiendo especialmente al hecho del surgimiento de HB, tratando de sacar algunas lecciones positivas, teniendo en cuenta una perspectiva andaluza y de izquierdas, y por tanto un compromiso organizativo atendiendo a Andalucía como país oprimido y marco nacional de lucha de clases.
La necesidad de otras formas organizativas
Entrados ya en los años 70 del pasado siglo, el fin del franquismo empieza a vislumbrarse por las diferentes organizaciones de la izquierda revolucionaria, comienzan así los debates en el seno de ellas con el fin de adecuarse a la situación que estaba por venir. ETA, definida desde la segunda parte de su V Asamblea en 1966 como «movimiento socialista vasco de liberación nacional«, no escapa a esos debates, añadiéndose además el hecho de que al tratarse de un movimiento cuya característica más definitoria era el ejercicio de la lucha armada, esos debates adquirían una especial transcendencia, en un contexto de una durísima represión, que sin duda alguna, venía a dificultar el llevar a cabo un debate sano y pausado a cerca de las tácticas más adecuadas a seguir en un futuro sin Franco en el poder del Estado español.
En aquella época, fueron frecuentes las discusiones y los enfrentamientos en el seno de ETA, especialmente entre su dos principales frentes de lucha más activos del momento: el frente militar y el frente obrero. Por un lado, se observaba la necesidad de buscar formas organizativas no conflictivas entre estos dos frentes de lucha, surgiendo entre ellas las fórmulas de partido, frente y sindicato o asambleas de trabajadores, por otra, ETA se veía así misma impotente para encauzar políticamente toda la efervescencia de lucha del momento, se llegó a reflexionar que mientras ETA gracias al ejercicio de la lucha armada, conseguía desarrollar en Euskal Herria una fuerte dinámica de enfrentamiento y lucha, ello no derivaba en un encuadramiento organizativo obrero y abertzale, pasando a engrosar sobre todo los elementos de la juventud obrera más combativos, las filas de la izquierda revolucionaria estatal: MC-EMK, LCR-LKI, ORT, etc., menos golpeados comparativamente por la represión.
¿Por qué surge HB?
Así, en principio, y debido al contexto de fuertes tensiones y enfrentamientos internos, una contradicción que, en otra situación quizá se podría haber resuelto de otra forma, termina con la división de ETA en dos: una, llamada «político-militar», ETA (PM), y la otra «militar», ETA (M). Para 1976, ETA (PM) acaba readecuando sus posiciones a través del denominado proceso de «desdoblamiento», consistente en desdoblar a ETA (PM) como movimiento que ejerce la lucha armada en un partido político abertzale, obrero y socialista. Este cambio de posicionamiento coincidía con la postura mantenida por ETA (M), pero la posibilidad de creación del partido obrero, socialista y abertzale, a pesar de contar con el apoyo inicial de ambas ramas de ETA, no consigue reunificarlas. Fruto del desdoblamiento surgiría el partido EIA (Euskal Iraultzarako Alderdia, Partido de la Revolución Vasca) en 1977, al poco, EIA, junto al MC-EMK, la OIC (Organización de la Izquierda Comunista), y algunos independientes, crean EE (Euskadiko Ezkerra), presentándose a las elecciones del 15 de junio de ese año, obteniendo 64.126 votos, el 3,8% del electorado.
Frente a EIA y EE, los partidos de la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS), es decir, LAIA y EHAS propugnan la abstención, principalmente por la ausencia de verdaderas condiciones democráticas, y sobre todo, de una auténtica amnistía, tal y como demandaban importantes sectores populares del pueblo vasco, reprochándole a EIA y EE su reformismo. Al mismo tiempo, otros partidos abertzales pero de una orientación más moderada como eran ESB y el histórico ANV habían cosechado unos resultados electorales pésimos en las elecciones del 77, revelando su extremada debilidad.
Sin embargo, a principios de 1978, en el seno de los partidos de KAS se comienza la reflexión en torno a la participación electoral, ya que si bien es cierto que las condiciones de ausencia de garantías democráticas continuaban presentes, por otro lado, se advertía que la abstención era difícil de mantener de cara a muchos sectores de izquierdas y abertzales, corriéndose el riesgo de ceder un espacio de lucha a otras opciones políticas, como la representada por EE, las organizaciones de la izquierda revolucionaria estatal, o el mismo PNV, y quedar, así, condenados al aislamiento político y social; no hay que olvidar la alta participación que se registró en las elecciones de 1977 a la hora de valorar estas reflexiones y contextualizarlas.
La proximidad de nuevas elecciones acelerarían las conversaciones entre diversas fuerzas políticas abertzales y de izquierdas. Fruto de todo ello nacería el 27 de abril de 1978, a partir de la denominada «Mesa de Alsasua» en la que venían participando diversos partidos, personalidades y algunos movimientos populares, la plataforma política Herri Batasuna (HB).
Para marzo de 1979 se convocaron elecciones legislativas, en el seno de HB comienza el debate sobre la participación en las mismas, y en caso de participar, cómo hacerlo, con qué premisas y objetivos, y todo con el especial cuidado de hacer ver que una posible participación electoral no se entendiera como aceptación o legitimación del régimen postfranquista. Así, HB decidiría, quizá inspirada en la experiencia del Sinn Féin irlandés, participar finalmente en las elecciones legislativas pero sin ocupar posteriormente los posibles cargos electos que obtuviera. HB obtuvo unos resultados electorales espectaculares: 172.000 votos, el 20% del electorado, pero no quedaba ahí la cosa, en las municipales de abril del mismo año se consiguió la cifra record de 221.000 votos. Mientras que EE, el otro referente de la izquierda abertzale, conseguiría en las legislativas de marzo 80.000 votos. Y todo ello teniendo en cuenta lo que decía el sociólogo Justo de la Cueva en 1984: » La paradoja del fenómeno HB es que HB nació como herramienta para presentar a unas elecciones y su proceso histórico se ha desarrollado presentándose sucesivamente a seis convocatorias electorales y sin embargo no está hecha para sacar votos. Y los votos que saca no se usan para ocupar los puestos que gana. Y HB no ha estado nunca dispuesta a hacer cosas o decirlas o callárselas o dejar de hacer cosas como medio para ganar votos. HB no ha estado dispuesta a pagar ningún precio para conseguir votos. Y HB no ha utilizado nunca el número de votos no ya como el único sino ni siquiera como el principal método de medir su eficacia política «.
Una breve referencia a quienes formaron HB
En principio, HB lo formaron los siguientes partidos: el histórico ANV (Acción Nacionalista Vasca), ESB (Euskal Sozialista Biltzarra, Asamblea Socialista Vasca), HASI (Herriko Alderdi Sozialista Iraultzailea, Partido Socialista Revolucionario Popular) LAIA (Langileen Alderdi Iraultzaile Abertzalea, Partido de los Trabajadores Patriotas Revolucionarios). A ellos se unieron gran parte del denominado «Grupo de Alcaldes», e incluso, un grupo de tendencia «anarco-abertzale» llamado Askatasuna. Entre las personalidades que dieron su apoyo público al nacimiento de HB se encontraban Telesforo Monzón, ex dirigente histórico del PNV, Miguel de Amilibia, ex dirigente del PSOE vasco y diputado por Guipúzcoa del Frente Popular en 1936, o el portero del Athletic Club de Bilbao José Ángel Iribar.
En 1980, surgiría la primera crisis entre los partidos que formaban HB, por un lado, tanto LAIA como ESB, se muestraron a favor de la participación institucional, frente a HASI, numerosos independientes, y militantes de ASK (organización de KAS enfocada a la participación en los movimientos populares). A ello se unía la pugna por la hegemonía entre las dos formaciones de KAS de orientación marxista-leninista, es decir, HASI y LAIA. La crisis se saldaría con la salida de ESB y LAIA de HB, quedando así definitivamente compuesta por los partidos ANV, que se posicionó a favor de las posturas de KAS, y HASI. Finalmente, ESB acabaría desapareciendo, aunque muchos de sus militantes regresarían a HB como independientes, como los casos de Patxi Zabaleta o José Luis Álvarez Enparantza (Txillardegi) entre otros; mientras LAIA formaría parte de la coalición Auzolan, junto a la LCR-LKI, y Nueva Izquierda (escisión izquierdista y abertzale de EE-EIA), que tras una desastrosa participación electoral desaparecía.
A partir de aquí tendrían lugar muchísimos acontecimientos que lógicamente no caben en este espacio analizarlos, por muy interesantes que sean: las primeras elecciones al Parlamento vascongado, el «Eusko Gudariak» al Rey en Gernika, el 23-F, la victoria del PSOE, la OTAN, la desaparición de ETA (PM), la derechización de EE y posterior integración en el PSOE-PSE, el desmantelamiento industrial y el paro, el GAL, los asesinatos de Santi Brouard y más tarde de Josu Muguruza, el éxito en las primeras elecciones al Parlamento europeo, el atentado de Hipercor, Argel, la liquidación de HASI, la escisión en el PNV, la caída de la URSS y el Bloque del Este, la remodelación de KAS, la Alternativa Democrática, la victoria del PP, el «espíritu de Ermua», el eje sindical ELA-LAB, Lizarra, juicio a la Mesa Nacional, la tregua del 98, el «Proceso de Paz» irlandés, EH, Batasuna, las ilegalizaciones, el «Plan Ibarretxe», el 11-M, de nuevo el PSOE en el poder, la tregua del 2006 y su ruptura, etc., etc. El resto es presente.
¿Qué podemos aprender?
Lógicamente, a la hora de extraer una conclusiones positivas de este fenómeno tenemos que tener en cuenta, por un lado, que determinados aspectos que se pueden considerar positivos han resaltado más en determinados momentos que en otros durante todo el período de existencia de la Unidad Popular, por tanto hay que hacer una consideración general, sin olvidarnos de que nada permanece inalterable y estático, y que siempre cabría matizar determinadas cuestiones; por otro, se hace una consideración de los elementos que de una forma general se entienden positivos con una visión funcional, es decir, teniendo en cuenta el punto de vista andaluz y de clase, como antes se ha señalado, y sin lógicamente querer transplantar tal cual determinadas experiencias.
Existen tres conclusiones que podríamos destacar:
1. Frente a las más diversas ortodoxias y purezas políticas e ideológicas que enunciaban la imposibilidad de llevar a cabo en la Europa occidental una lucha por la liberación nacional y el socialismo, ya que esa posibilidad para ortodoxos y puristas sólo estaba predeterminada de antemano para los países del denominado «Tercer Mundo», la experiencia de la izquierda abertzale y más concretamente de la Unidad Popular, no sólo ha demostrado tal posibilidad, sino aún más: que debido a ello, y más concretamente al componente nacional, se ha conseguido un grado tal de politización y enfrentamiento desconocidos en otras partes dentro del mismo espacio geopolítico. No hay nada más peligroso hoy por hoy para cualquier estado imperialista europeo que la combinación de lucha nacional y socialismo. Desde sus inicios, el movimiento revolucionario socialista ha tenido que superar todo tipo de ortodoxias que fosilizaban determinadas enseñanzas, convirtiéndolas en palabras muertas a recitar según las circunstancias, negando el carácter vivo y dialéctico de los clásicos de la revolución socialista; en Andalucía, este mal afecta a una parte importante de cierta izquierda autodenominada revolucionaria que niega la lucha nacional andaluza basándose en una interpretación pretendidamente pura de los clásicos del marxismo, pero en realidad, se trata de una visión paralizante, antidialéctica, y por tanto antimarxista, cuando no, una manera vulgar de disimular un españolismo chovinista y reaccionario.
2. Hacer política no es acudir cada cuatro años a unas elecciones, y si se consigue, ocupar un cargo sin cuestionar el juego político e ideológico de la democracia burguesa, y desde el punto de vista nacional, el juego impuesto por quienes niegan a un pueblo su legítimo derecho democrático a decidir. Llevar a las masas un concepto global de la política y sobre todo accesible y comprensible a ellas, siempre ha sido una tarea histórica fundamental de los sectores más honestos, conscientes, y revolucionarios, tarea que por desgracia muchos abandonaron en el camino de la integración en el régimen monárquico español.
3. La posibilidad de llevar a cabo una verdadera unidad popular, uniendo a la clase obrera con sectores populares oprimidos, posibilidad que la lucha nacional viene a propiciar de manera eficiente, y a los partidos representados de esas clases y sectores, sin que por ello se tenga que caer necesariamente en el reformismo, ni en el otro extremo, en el radicalismo autorreferencial sectario. En el contexto del Estado español, podemos observar la experiencia de procesos de unidad popular de sectores de izquierdas y nacionalistas que, como el BNG, acabaron en la charca del reformismo y el posibilismo, o por otro lado, y en Andalucía por desgracia hay muchos ejemplos de ello, en meros proyectos efímeros desvanecidos en unas elecciones, o en formulaciones sectarias y excluyentes. Como elemento discordante se podría señalar la experiencia en Canarias del PCU y la UPC, con sus muchas peculiaridades. Relacionado con esto se encuentra la cuestión de las pugnas por la hegemonía entre los diferentes partidos, organizaciones, y sectores que forman parte de la unidad popular, en principio, esta pugna es legítima e inevitable, lo peor es cuando de la pugna se pasa a la contradicción irreconciliable con todas sus consecuencias.
No nos podemos olvidar de todos los aspectos negativos, muy relacionados con los aspectos positivos señalados anteriormente, y de los que también cabría sacar las correspondientes lecciones, pero de esa tarea tan importante se tendrá que encargar fundamentalmente el conjunto de la izquierda abertzale, en toda su pluralidad y diversidad, con los métodos que estimen más convenientes y de la forma que más fructífera sea de cara al objetivo de la independencia y el socialismo.
Por último, cabría señalar que se excluye de este análisis una cuestión fundamental: la lucha armada y su relación con la Unidad Popular abertzale. Sin duda, se trata de una cuestión compleja, y sobre todo muy delicada, ya que abordar este tema seriamente requeriría que las opiniones que se pudieran verter públicamente al respecto no fueran susceptibles de persecución penal, como hoy ocurre en este Estado español; si nadie por decir lo que piensa al respecto corriera el riesgo de acabar con sus huesos en la cárcel, quizá el final de este conflicto, negado por el Estado imperialista español, podría estar más cerca.