Captura de imagen de la edición digital del The New York Times, 10 de octubre de 2009. En los últimos tiempos me he topado continuamente con este anuncio en las ediciones digitales de diarios internacionales de habla inglesa como el The New York Times o el Asia Times Online. Se trata de un fondo, Greenwood […]
Captura de imagen de la edición digital del The New York Times, 10 de octubre de 2009.
En los últimos tiempos me he topado continuamente con este anuncio en las ediciones digitales de diarios internacionales de habla inglesa como el The New York Times o el Asia Times Online. Se trata de un fondo, Greenwood Management, que propone inversiones de alta rentabilidad (nada menos que del 8 al 14 % anual) en plantaciones de eucalipto de Brasil. Como si los árboles fueran acciones. «Apoyo del gobierno. Inversiones seguras«, aseguran.
Si antes de la crisis financiera Brasil había asistido a una importante extensión de plantaciones de eucalipto, palma, caucho para producir masivamente celulosa y papel, madera, y otros productos con vistas a la exportación a los mercados europeo y asiático, ahora la ocasión la pintan verde para promover renovadas inversiones. Por no hablar de los estragos que sigue provocando el cultivo de soja. Un fenómeno que se reproduce en otras partes de América Latina, Asia y el África subsahariana.
El discurso capitalista sobre el cambio climático insiste en la búsqueda de nuevos nichos de mercados como supuesta solución al previsible incremento de las temperaturas. Sin embargo, el establecimiento de plantaciones para «sumideros de carbono«, la promoción de los agrocombustibles -agrodiésel y etanol de madera- y la introducción de árboles genéticamente modificados poco tienen que ver con una preocupación por la sostenibilidad medioambiental y sí mucho, en cambio, con la privatización del bosque y del agro para la producción a gran escala. El objetivo es la búsqueda de rentabilidades que ahora no se encuentran en otros sectores o productos financieros, lo que se antepone a cualquier consideración sobre los impactos ecológicos, sociales y económicos que tienen estas inversiones. Como reza el anuncio, con apoyo gubernamental. Y del Banco Mundial, como en el vecino Uruguay.
Uno de los principales argumentos que esgrimen los inversores es que ellos promueven los bosques. Diversas organizaciones ecologistas y agrícolas, agrupadas en el veterano Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (cuya web recoge abundante información de calidad al respecto), sostienen en cambio, con razón, que las plantaciones de árboles (o de soja) para la producción y exportación a gran escala de materias primas o productos semielaborados (commodities) no tienen nada que ver con los ecosistemas forestales, y en general provocan una grave pérdida de biodiversidad. Eduardo Galeano lo resume de una manera tan sencilla como acertada:
«Las plantaciones son bosques uniformados. Parecen soldaditos en fila, y eso son. Vestidos de verde, marchan rumbo al mercado mundial. Mienten los himnos que en nombre de la naturaleza cantan sus glorias. Los bosques industriales se parecen a los bosques naturales tanto como la música militar se parece a la música, y tanto como la justicia militar se parece a la justicia.»
http://www.javierortiz.net/voz/samuel/burbuja-verde-desierto-verde