Hace cuatro años, en el Circuito de Manicourt, durante el Gran Premio de Formula 1 apareció un asno que con unos letreros en su lomo preguntaba, -¡Humano! ¿Qué piensas de todo esto?, cuestionándonos que significado tiene este despilfarro de combustible. Digo yo, que el listo del burro tiene toda la razón, el consumismo a base […]
Hace cuatro años, en el Circuito de Manicourt, durante el Gran Premio de Formula 1 apareció un asno que con unos letreros en su lomo preguntaba, -¡Humano! ¿Qué piensas de todo esto?, cuestionándonos que significado tiene este despilfarro de combustible. Digo yo, que el listo del burro tiene toda la razón, el consumismo a base del petróleo nos está llevando, montados en estas carrocerías de la alta velocidad, al calentamiento global, a la destrucción del medio ambiente y a la pobreza de muchas capas sociales, como el pequeño campesinado y muy especialmente las mujeres. Y mientras el asno rebuzna, la sociedad parece regocijarse ante la nueva temporada de Fernando Alonso, Hamilton y compañía.
Las carreras de Formula 1 nos muestran también otra de las caras del capitalismo. El aprovechamiento descarnado de materias primas provenientes de los países más pobres. La mayor parte de la producción mundial de caucho natural se destina a la elaboración de los 1.300 millones de neumáticos anuales que necesita este mundo motorizado. El caucho se produce en tierras países del sudeste asiático (Malasia, Indonesia y Tailandia) y en África (Nigeria, Liberia y Costa de Marfil). El Sur, donde a pie viven buena parte de los pobres de la tierra, se dedica a proveer de neumáticos a los 800 millones de automóviles que corren (y contaminan) por las carreteras de los países ricos. Michelin, proveedora de neumáticos en diferentes categorías de estos bólidos, demostró recientemente las formas habituales con las que el poder económico accede a dichos recursos. En mayo de 2007 se adjudicó con dudosos procedimientos más de 3.500 hectáreas de la reserva forestal nigeriana de Iguobazuwa y de las tierras de labranza de las 20 mil personas que habitan la zona. De un día para el otro, sin contar con el consentimiento de estas familias, las excavadoras destruyeron sus fuentes de subsistencia: el bosque y sus tierras agrícolas. Ante la denuncia local e internacional de tal atropello Michelin quiso resarcir económicamente a algunas de las familias, pero, ellas dijeron Stop. Q ue no cederán en su lucha hasta que no les devuelvan sus tierras, hasta que no sea replantado cada árbol cortado y hasta que no reciban compensación completa por los cultivos destruidos.
Dicen que a lomos de un asno -equipado con un motor cien por cien ecológico y con muy pocas emisiones de gases efecto invernadero- las cosas se ven mejor, diferentes y más divertidas. ¿No deberíamos testarlo?
Gustavo Duch Guillot. Veterinarios Sin Fronteras