Hace más de 30 años, Jim Morrison escribió una canción intitulada La mujer en la ventana, cuya letra narra la llegada de un ángel para advertir a los seres humanos sobre los peligros que les acechan. Hoy, los herederos de Morrison han cedido los derechos de esta canción a un grupo de celebridades que buscan […]
Hace más de 30 años, Jim Morrison escribió una canción intitulada La mujer en la ventana, cuya letra narra la llegada de un ángel para advertir a los seres humanos sobre los peligros que les acechan. Hoy, los herederos de Morrison han cedido los derechos de esta canción a un grupo de celebridades que buscan crear conciencia sobre la amenaza del cambio climático.
¿Cuáles eran los peligros que percibía el ángel de Morrison? Cuando el pilar de The Doors compuso su canción, los climatólogos todavía debatían si habría calentamiento o enfriamiento global. No es exagerado afirmar que la ciencia del clima estaba en pañales y sus conjeturas no descansaban sobre bases sólidas.
Hoy la comunidad científica está lejos de las adivinanzas cuando se trata del calentamiento global. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó la semana pasada la primera parte de la cuarta evaluación sobre el cambio climático. El informe corresponde a las investigaciones del grupo de trabajo encargado de las bases científicas.
Las conclusiones del IPCC son definitivas en lo que se refiere a las tendencias y causas del calentamiento global, mismo que ya es una realidad y estará con nosotros durante los próximos mil años. La principal causa es la actividad humana.
La concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera ha alcanzado su nivel más alto en 650 mil años. Este no es el único gas de efecto invernadero, pero sí el más importante y responsable de la mayor parte del calentamiento global que ya estamos padeciendo. Antes de la revolución industrial, la concentración de este gas en la atmósfera era de aproximadamente 278 partes por millón (ppm); para 2005 había alcanzado un nivel sorprendente de 379 ppm.
Los estudios científicos de las burbujas capturadas en hielo de la Antártica muestran que la presencia de CO2 en la atmósfera en los últimos 650 mil años se mantuvo en un rango de entre 180 y 300 ppm. Para colocar en perspectiva este horizonte temporal, recuérdese que los restos humanos más viejos encontrados por la paleoantropología (en Omo Kivis, Etiopía) datan de unos 200 mil años. La gran migración humana desde Africa hacia Asia central arrancó apenas hace 70 mil años.
En los últimos 200 años, la inyección de CO2 alcanzada por la economía mundial ya perturbó el delicado balance climático que hace posible la vida en el planeta. Lo más grave es que el IPCC constata que la concentración de CO2 se ha acelerado en diez años. Entre 1960 y 2005 su presencia en la atmósfera aumentó a un ritmo de 1.4 ppm cada año. Pero el análisis más fino del cuarto informe permite observar que durante el periodo 1995-2005 el nivel aumentó 1.9 ppm cada año.
Este es uno de los resultados más perturbadores del IPCC. La última década cubre grosso modo el periodo en el que se sientan las bases del régimen multilateral sobre cambio climático (a través de la convención marco sobre cambio climático y el Protocolo de Kyoto). Esta aceleración podría ser un indicador del fracaso de este marco regulador. Ya sabemos que el protocolo es insuficiente y llegó tarde. El IPCC nos avisa que sus mecanismos de flexibilidad son un gran engaño y perpetúan la peligrosa ilusión de que ya se está mitigando la acumulación de gases invernadero.
Existe otra interpretación mucho más inquietante. Es posible que el calentamiento global haya desatado procesos de retroalimentación que conducen a un incremento adicional en la concentración de CO2. Por ejemplo, al incrementarse la temperatura promedio global, se reduce la capacidad de los sumideros de carbono para absorber las emisiones de CO2. En la actualidad, estos sumideros absorben aproximadamente 50 por ciento de las emisiones antropogénicas de ese gas, pero su capacidad de absorción se irá reduciendo con el aumento de la temperatura. Si esta tendencia se confirma en los próximos años, podríamos estar en presencia de un proceso de fuga incontrolada de la temperatura promedio global.
Según el IPCC, en los próximos 100 años la temperatura promedio global podría aumentar entre 1.8 y 4 grados centígrados. Esto puede parecer poco, pero hay que recordar que un incremento de 2.4º C puede provocar la desertificación de las grandes planicies de Norteamérica, la desaparición de los glaciares de los Andes, grandes incendios en los bosques tropicales (y una mayor inyección de CO2 en la atmósfera), la eliminación de las grandes barreras de arrecifes coralinos y la extinción de una tercera parte de todas las especies en el planeta.
El cuarto informe del IPCC es más robusto, preciso y confiable que los anteriores. Eso es lo alarmante: sus proyecciones y escenarios son más confiables. Si el ángel de Jim Morrison alertaba contra peligros que no estaban claros en 1970, hoy las advertencias del IPCC no dejan lugar a los adivinos. La humanidad debe ya salir de la fase de negación.