La vulnerabilidad de la población de los países pobres a los efectos del clima es muy superior a la observada en los países desarrollados. La Comisión Europea ha publicado recientemente un informe sobre política energética en el que se incluyen las consecuencias económicas que puede tener el cambio climático en los países de la Unión […]
La vulnerabilidad de la población de los países pobres a los efectos del clima es muy superior a la observada en los países desarrollados. La Comisión Europea ha publicado recientemente un informe sobre política energética en el que se incluyen las consecuencias económicas que puede tener el cambio climático en los países de la Unión Europea.
En este informe se vaticina una catástrofe económica si no se establecen medidas para adaptarse o mitigar los efectos del cambio climático. La revisión del protocolo de Kioto pretende que se reduzcan las emisiones de gases invernadero, responsables del cambio climático, en un 20% para el año 2020. El objetivo final es evitar que las temperaturas medias suban más de 2 grados Celsius, con el fin de estabilizar las concentraciones de anhídrido carbónico.
Pero el cambio climático no sólo tiene consecuencias a nivel económico.
Se conoce desde tiempos inmemoriales la asociación que existe entre el clima y la salud. El interés de los investigadores en salud en estudiar cuál es el impacto del cambio climático sobre ella ha ido en aumento a medida que éste se ha hecho evidente.
Se han descrito diversos mecanismos mediante los cuales el cambio climático puede afectar a la salud. Es evidente para todos que temperaturas y lluvias extremas tales como olas de calor, inundaciones y sequías, producen efectos directos sobre la mortalidad y también efectos a largo plazo. Por otra parte, el cambio climático también ejerce su acción sobre la biodiversidad y el ecosistema en general, con la consecuente repercusión sobre la salud.
El efecto del clima extremo sobre la salud se ha hecho evidente en fenómenos climatológicos tales como las olas de calor. Está bien documentado que la mortalidad aumenta de forma notable durante los periodos de elevadas temperaturas, relacionándose este fenómeno con problemas cardiovasculares, cerebro vasculares y respiratorios, especialmente en personas de edad avanzada. En zonas urbanas, las olas de calor se suelen relacionar con un aumento de la polución ambiental que puede además agravar la situación de las personas a riesgo. Algo similar ocurre durante las inundaciones, las sequías y las tormentas. Se producen efectos inmediatos a nivel físico, incluyendo heridos y muertos y consecuencias a más largo término tales como problemas a nivel de salud mental. El incremento posterior a estos fenómenos de enfermedades infecciosas es especialmente grave en los países en desarrollo, en los cuales se produce también un aumento del nivel de malnutrición de la población afectada. Se ha analizado también cómo el cambio climático afecta a la transmisión de enfermedades a través de los vectores que las producen.
La Organización Mundial de la Salud ha estudiado recientemente cuál es la carga sobre la salud que el cambio climático puede comportar. Los resultados publicados muestran que puede haber algunos pocos efectos beneficiosos, especialmente en zonas de clima templadas, asociadas a una disminución de la mortalidad relacionada con las bajas temperaturas, pero que éstos van a ser superados por el aumento de enfermedades infecciosas y de desnutrición en los países en desarrollo. La vulnerabilidad de la población de los países pobres a los efectos del clima es muy superior a la observada en los países desarrollados.
Las políticas de adaptación socioeconómica son imprescindibles de cara a mitigar los efectos del cambio climático sobre la salud. Los actuales conocimientos hacen altamente recomendable la adopción de medidas de prevención en salud pública, con estrategias de adaptación específicas, destinadas a evitar los efectos negativos.
El cambio climático constituye una amenaza real al desarrollo sostenible y los efectos adversos van a ser especialmente graves para la población de los países pobres. Las actuales fuentes de energía, con el consumo de combustibles fósiles, son las responsables de la contaminación del aire y de los gases de efecto invernadero. Una reducción en los niveles de uno y otro sería doblemente beneficiosa para la salud de la población.
Las fuentes de energía renovable tales como la fotovoltaica, la solar y la eólica no presentan efectos adversos sobre la salud. Su aplicación debe ser considerada como una opción que considerar aunque los condicionantes económicos de su uso deben ser tenidos en cuenta para que se puedan considerar como alternativas válidas. La apuesta por la energía nuclear debe ser reevaluada y podría constituir en un futuro próximo una opción válida y segura si se tienen en cuenta los actuales conocimientos y optimización de las instalaciones.
Los efectos negativos del cambio climático sobre la salud ya se están evidenciando y son especialmente importantes tanto en los países en desarrollo como en los grupos más vulnerables de los países ricos.
El objetivo de cara a disminuirlos debe ser la minimización de dicho cambio a través de políticas de desarrollo sostenible y de políticas energéticas responsables. Por otra parte, hay que poner en marcha medidas de prevención en salud pública que permitan una adaptación al cambio climático actual.
Hay que tener en cuenta a la hora de analizar los mecanismos del cambio climático que afectan a la salud que los efectos pueden estar modulados por una serie de factores tales como el desarrollo socioeconómico y por el grado de implementación de medidas de adaptación al cambio. Por otra parte, existe una interacción importante del cambio climático con otros fenómenos globales como el crecimiento de la población y la escasez de agua potable, entre otros.
Deben tomarse todas las medidas necesarias a nivel global para conseguir mitigar las graves consecuencias que el cambio climático tiene ya sobre la economía de los países y sobre la salud de las personas. La toma de conciencia de la gravedad del problema constituye tan sólo un primer paso. Es de esperar que se siga avanzando en este sentido.
(*) Doctora en Biología. España