Las condiciones de vida de los habitantes de las islas no mejoran con la explotación turística. Allí se preguntan si el actual modelo depredador tiene sentido. Muchos ya han empezado a movilizarse en contra. Y la tendencia va al alza.
El vacío turístico que provocó la crisis de la COVID-19 parece haber agitado, paradójicamente, las conciencias de los residentes canarios. Entraba menos dinero y, sin embargo, se reavivó el movimiento ecologista en las islas. El turismo ha sido, históricamente, el principal motor económico de Canarias: antes de la pandemia llegó a generar más del 35% del Producto Interior Bruto (PIB) del archipiélago. Mientras, la población local, con una de las tasas más altas de pobreza severa en España, sigue atrapada por la precariedad laboral del sector servicios y la falta de oportunidades. Y, a pesar de todo, la sensibilidad ambiental está creciendo. ¿Por qué?
En las nuevas iniciativas conservacionistas se cruzan varias motivaciones que se podrían resumir en una sola pregunta: ¿para qué deteriorar nuestro patrimonio natural si con ello ni siquiera mejoran las condiciones materiales de vida de la mayoría de habitantes? Esta es la clave: la supuesta riqueza que genera el turismo. “No es una riqueza distributiva, no”, asegura la historiadora María González, una de las caras visibles del activismo ambiental en las islas. “Se queda en manos de unos pocos y se invierte en capital extranjero. Y después ves que para los residentes, para los locales, sus trabajos, sus condiciones laborales y de vida empeoran día a día”.
Así pues, empeoran los trabajos y empeora, igualmente, el estado de la biodiversidad en el archipiélago. Y con ello, la capacidad para luchar contra el calentamiento global, porque ambas crisis están relacionadas: son los ecosistemas sanos (y aquí los océanos tienen una singular importancia) los que pueden absorber más eficazmente el CO2 emitido por la quema de combustibles fósiles. Arrasar un paisaje natural tiene, por tanto, más implicaciones que las puramente estéticas (que ya serían suficientes). Por eso, para muchos canarios y canarias, el modelo turístico, tal y como está planteado hoy en día, es ruinoso en todos los sentidos.
El papel de la política
Conceptos como ecotasa, saturación turística y sostenibilidad forman parte de un debate social que empaña todas las intervenciones políticas desde la irrupción del coronavirus. Tampoco faltan alusiones a estos términos en los programas electorales. Pero a la hora de la verdad los partidos se ponen de perfil e ignoran los mensajes lanzados por ONG conservacionistas y juveniles. Los vecinos se movilizan (como los que se subieron a una excavadora en Tenerife para frenar la construcción de un macroproyecto turístico), pero las autoridades siguen aprobando grandes obras.
“Sinceramente creo que en Canarias es muy difícil luchar contra todos los proyectos que están planeados, en ejecución o en trámite, porque muchos ni siquiera los anuncian. Avanzan en las sombras”, denuncia el biólogo marino Pablo Martín, el impulsor de la campaña contra la turistificación de los charcos en Canarias y una de las voces más conocidas del activismo insular en redes sociales. “Canarias puede ser un refugio climático y parece que eso se está dejando de lado para seguir con el mismo modelo de destrozos”, reflexiona el biólogo.
Solo en estos últimos dos años, el movimiento ciudadano y ecologista ha luchado contra la turistificación del Cotillo, en el norte de Fuerteventura; los expedientes de caducidad de los dos hoteles Riu ubicados sobre el Parque Natural de las Dunas de Corralejo, también en Fuerteventura; el desarrollo del macroproyecto turístico de Cuna del Alma, en Tenerife; la construcción del Puerto de Fonsalía, también al sur de Tenerife, sobre las aguas del único santuario de ballenas de Europa y en una Zona de Especial Conservación (ZEC); la ampliación del Puerto de Corralejo y contra un proyecto para convertir los charcos de las islas –zonas intermareales fundamentales para el desarrollo de la biodiversidad– en espacio turístico. Sin embargo, la voracidad constructora no disminuye: siguen avanzando proyectos como el de un complejo hotelero de lujo en La Aldea de San Nicolás (Gran Canaria), la construcción de apartamentos en los acantilados de Los Gigantes (Tenerife) o la finalización del mayor hotel de la isla de Lanzarote en Playa Blanca.
“El activismo, así como lo hacemos nosotros, es imposible mantenerlo en el tiempo sin que tenga repercusiones negativas en tu vida, porque tienes que dejar de lado tu trabajo o tus estudios”, confiesa María González, quien se ha implicado especialmente en la acampada contra el macroproyecto de Cuna del Alma. A pesar de las dificultades, el movimiento no baja de intensidad. “Estamos viendo que la gente se va organizando e inspirando en otras luchas, y esta tendencia irá a más”, añade Pablo Martín.
En un contexto de crisis climática y de biodiversidad, los proyectos turísticos y urbanísticos se multiplican en Canarias
En los últimos años, sobre todo tras la irrupción de la COVID-19, han surgido muchos proyectos que atentan contra los ecosistemas de las islas. Véase aquí algunos ejemplos.
“De interés insular”
En paralelo al movimiento ecologista crece también la actividad burocrática para dar luz verde a nuevos planes relacionados con el turismo. Al menos tres de ellos fueron declarados “de interés insular” en los últimos dos meses, un sello oficial que permite agilizar los trámites y la ejecución de los proyectos. Son la ciudad del cine Dreamland Studios (Fuerteventura), un ecoresort en La Palma y un hotel en El Hierro.
Esta herramienta jurídica fue utilizada el pasado mes de febrero por el Cabildo de Fuerteventura para aprobar el complejo de Dreamland Studios, una especie de Hollywood canario, en los alrededores del paraje natural de las Dunas de Corralejo. Pero la movilización social dio sus frutos. La iniciativa recibió un amplio rechazo ciudadano, hubo un gran revuelo en las redes sociales, y la campaña para detenerlo culminó con el Parlamento de Canarias posicionándose en contra de esta declaración. Tras ello, la promotora decidió trasladar el proyecto a Gran Canaria. Recientemente, el pleno del Cabildo respaldó por unanimidad declararlo de interés insular.
A finales de marzo, el Cabildo de La Palma, con el apoyo de todos los grupos políticos, aprobó apoyar el resort Camino Real en el municipio de Breña Alta y lo declaró “bien de interés insular”. Esta decisión llevó a más de 300 personas a concentrarse en Santa Cruz de La Palma para protestar contra esta iniciativa. Entre las consignas cantadas por los manifestantes destacó la siguiente: “De interés insular es tener un hogar”, una referencia a la falta de viviendas para los afectados por la erupción del volcán de Cumbre Vieja.
En el mismo mes, el Cabildo de El Hierro declaró igualmente “de interés insular” la creación de un hotel de cuatro estrellas y 30 villas turísticas sobre suelo rústico de protección agraria intensiva en La Frontera.
De la conciencia de clase al ecologismo
Según las proyecciones climáticas llevadas a cabo por la Universidad de La Laguna (ULL), en un estudio encargado por la Consejería de Transición Ecológica y Medioambiente del Gobierno de Canarias, se prevé que los paisajes canarios comiencen a volverse más áridos y desérticos, que las temperaturas aumenten y que sea más frecuente la escasez de precipitaciones y, por tanto, la sequía.
Asimismo, con la subida del nivel del mar a consecuencia del calentamiento global, 47 puntos de costa de la comunidad autónoma están en riesgo de desaparecer. “Te empiezas a replantear todo el discurso, el problema que significa la industria turística que tenemos ahora, la dependencia tan grande que tenemos del exterior”, reflexiona María González.
Para ella, el activismo ambiental surge de la conciencia de clase. “El combate comienza cuando eres clase trabajadora y ves que la única forma que tienes de llegar al final de mes, tengas formación o no, pasa por trabajos precarios que tienen que ver directamente con el turismo. Trabajos que están mal remunerados, de muchas horas o con malas condiciones laborales. Entonces empiezas a plantearte por qué pasan estas cosas”, explica.
La última gran muestra de hartazgo de la población isleña se produjo a una semana de las elecciones municipales. El pasado 20 de mayo, miles de personas se manifestaron en el sur de Tenerife para reclamar una moratoria turística que ponga freno a la construcción desenfrenada de nuevos complejos turísticos; una ecotasa y conservación real de los espacios naturales protegidos; y una ley de vivienda y residencia con el objetivo de poner fin al encarecimiento de los precios de la vivienda, entre otros, por la gentrificación.
¿Por qué no se quiere construir más?
“Se habla mucho de espacios litorales protegidos, pero imagina una línea de litoral que tiene un hotel, a la izquierda un campo de golf, a la derecha un complejo de apartamentos y por arriba una carretera de cuatro carriles. Al final ese espacio protegido sólo lo es sobre el papel, porque en realidad queda arrinconado como una especie de jardín natural en medio de una urbanización masiva y descontrolada”, ilustra Pablo Martín.
“Yo creo que la población, en general, no es consciente de lo que implica perder una especie. Canarias es uno de los archipiélagos con mayor biodiversidad endémica. Eso significa que muchísimas de las especies que existen en Canarias sólo existen aquí, no existen en ninguna otra parte. Por lo tanto, tenemos una responsabilidad biológica a nivel mundial”, añade el biólogo marino.
En este punto, Martín invierte el sentido tradicional (y en buena medida engañoso) del concepto “progreso”. Antes, progresar era crecer, era construir y fomentar el turismo. Pero, ¿lo es hoy? Para este científico y activista la respuesta está clara: “Es muy comprensible que el desarrollo de Canarias haya estado ligado al turismo, y se hizo como se pudo. Pero lo que está claro es que, a día de hoy, no podemos seguir pensando como en los años 60 o 70. La sociedad ha avanzado”.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/canarias-turismo-vs-medio-ambiente/