Desde el inicio de la crisis económica, el número de milmillonarios en el mundo se ha más que duplicado, al pasar de 793 en 2008 a 1.645 en 2014. Las 85 personas más ricas del mundo han aumentado su fortuna en medio millón de dólares por minuto en el último año. En el estado español, […]
Desde el inicio de la crisis económica, el número de milmillonarios en el mundo se ha más que duplicado, al pasar de 793 en 2008 a 1.645 en 2014. Las 85 personas más ricas del mundo han aumentado su fortuna en medio millón de dólares por minuto en el último año. En el estado español, las 20 mayores fortunas han incrementado su riqueza en 15.450 millones de dólares entre 2013 y 2014, y poseen hoy tanto como el 30% más pobre de la población. Sólo en América Latina y el Caribe, el número de personas que acumulan un patrimonio superior a más de mil millones de dólares creció un 38% entre 2013 y 2014, lo que supone el mayor incremento regional del planeta.
Los datos, incluidos en el Informe de Intermón-Oxfam «Iguales: Acabemos con la desigualdad extrema. Es hora de cambiar las reglas» (octubre de 2014), podrían responder a la cuestión planteada en la primera sesión de las XVI Jorndas Libertarias de CGT-València: «¿En qué mudo estamos?».
Desde la perspectiva de la Economía Ecológica, las tendencias climáticas no auguran un buen porvenir. El profesor de la Facultad de Económicas de la Universitat de València, José Anastasio Urra, subraya el calentamiento excesivo del planeta, antropogénico (debido a la acción humana), y que implica unos cambios sin precedentes desde milenios. De hecho, las tres décadas incluidas en el periodo 1983-2012 han sido las más cálidas en los últimos 1.400 años. Tendencias perceptibles son la disminución del volumen de hielo continental, la superficie de hielo marino, un incremento en el ritmo de crecimiento del nivel del mar y la acidificación de los océanos. A finales del siglo XXI, la temperatura media global podría registrar un aumento entre los 2-3ºC y los 6ºC. Las consecuencias en el cambio climático, concluye José Anastasio Urra, «persistirán durante muchos siglos, aunque en este momento se detengan las emisiones de CO2».
En cuanto a la situación de los ecosistemas, la tendencia es igualmente poco benigna. En 2005 Millenium Ecosystems Assesment señalaba que, así como en el periodo 1970-1985 se registra un aumento de las capturas pesqueras, el «pico» de 1985 marca un cambio franco de tendencia. Asimismo, según Naciones Unidas, en el periodo 1970-2006 se produce una disminución de los vertebrados (mamíferos, aves, anfibios y peces) en un 35%. El impacto de la acción humana está dejando un rastro indeleble sobre el planeta. Así, la capacidad de carga del planeta se encuentra superada desde 1980. La variable que mide esta circunstancia -la «huella ecológica»- supera actualmente en más de un 20% la capacidad de carga de la tierra. El 60% de los ecosistemas se están deteriorando globalmente. «En la segunda mitad del siglo XX se ha producido la transformación de ecosistemas más rápida de la historia, con unos daños a la diversidad biológica considerables e irreversibles», sostiene José Anastasio Urra.
Respecto a las causas del caos ambiental, el economista ecológico apunta entre otras la codicia capitalista. «Las empresas buscan el beneficio a muy corto plazo, ya no en el próximo año sino en el próximo trimestre; consideran externalidades todo lo que no se incluye en su cuenta de resultados (contaminación, impactos en el medio ambiente o afección a poblaciones indígenas)». Podrían citarse infinitos ejemplos. Un libro de 1995 «Sobre la piel de los niños. Su explotación y nuestras complicidades» (Acción Cultural Cristiana) informa que Nike gastó en 1993 casi 90 millones de dólares en publicidad. Sólo a la estrella de la NBA, Michael Jordan, le correspondieron 20 millones de dólares, una cifra superior al total de los salarios abonados en un año a los trabajadores indonesios que producen calzado para Nike. En agosto de 2013 RT apuntaba que la multinacional angloholandesa Shell derramó en Nigeria durante los últimos 50 años más de un millón y medio de toneladas de petróleo, lo que la convirtió en la empresa más contaminante de este país, donde opera de mediados de los años 50. Mientras se lucraban la élite política y las empresas extranjeras, el porcentaje de población pobre pasó del 28% en 1890 al 66% en 2000.
La caracterización del joven Eduardo Vicent, sociólogo, politólogo y camarero, resume una época de caos y precariedad. Parte en su análisis del artículo «Generación XX. Teorías sobre la Juventud en la era contemporánea», del catedrático de Antropología Social de la Universitat de Lleida, Carles Feixa. Este autor señala los rasgos que marcan a cada generación de jóvenes en el siglo XX. A comienzos de esta centuria puede hablarse de la «Generación A» (adolescente), ya que es entonces cuando se produce el reconocimiento social de una categoría de edad nueva, entre la infancia y la mayoría de edad. Por ejemplo, en 1899 la legislación británica estableció el fin del encarcelamiento junto a los adultos de los menores de 16 años.
En torno a la primera guerra mundial aparece la «Generación Boy Scout», a la que siguen las generaciones «K»(Komsoul), «Swing», «Escéptica», «Rock», «Hippy», «Punk», «Tribu» y la actual «Generación R» (Red). Bautizada por el escritor canadiense Douglas Coupland como «Generación X» (por la novela publicada con ese título en 1991), la «Generación Red» vive las consecuencias de la caída del Muro de Berlín y más adelante, dos hitos en la protesta: el levantamiento zapatista de Chiapas (1994) y el movimiento de resistencia global. Son jóvenes que habitan una sociedad postmoderna que les ofrece un horizonte incierto, en plena era digital, de comunicación en red y precariedad.
El correlato a todo ello en el estado español es «la Cultura de la Transición», título de un libro publicado en 2012 por el periodista Guillem Martínez, en el que se recopilan artículos de crítica a 35 años de cultura española. «El resultado es una patología singular, la cultura más extraña y asombrosa de Europa. Se trata de una cultura en la que una novela, una canción, una película, un artículo, un discurso, una declaración o una actuación política están absolutamente pautados y previstos», explica Martínez en la presentación de la obra. Añade que en la transición la izquierda tenía poco que aportar, y aportó su «cuota de estabilidad: la desactivación de la cultura». La manera acrítica en que se asumieron los Pactos de la Moncloa (1977), las versiones oficiales del 23-F o el referéndum de la OTAN (1986) prueban esta tesis. De acuerdo con el paradigma gestado en la transición, «la cultura consiste en su desactivación, es decir, en crear estabilidad política y cohesión social».
Eduardo Vicent describe con números la realidad de la juventud española de hoy. Uno de las características es la elevada formación, de hecho, según el Informe 2012 Juventud en España a partir de Eurostat, el estado español tenía en 2011 la mayor proporción de jóvenes sobrecualificados (32,5%) de la Europa de los 27 (media del 21,2%), seguido por países como Reino Unido (25%), Alemania (21,4%) o Francia (20,7%). Las cifras de Eurostat (2011) sitúan asimismo a los jóvenes españoles menores de 25 años a la cabeza del paro en la UE, con una tasa del 46,4%, mientras que la tasa de la Unión Europea (27) era del 21,4%. El Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España apunta que el 80% de los menores de 30 años vive con sus padres. Además, según el Informe Juventud de acuerdo con los datos del INE, más de 300.000 jóvenes españoles entre 15 y 29 años estaban residiendo en otro país en 2012. Por último, la crisis determina la circunstancia vital y las opiniones. Según el Eurobarómetro de 2011, sólo el 29% de los jóvenes españoles entre 15 y 35 años no desearía ir a trabajar a otros países, mientras que la media de la UE (27) se sitúa en el 44%. «Se está perdiendo un enorme capital humano», remata Eduardo Vicent.
La historiadora argentina Josefina Juste, que presenta los programas «Acció Directa» y «Dones Lliures» en Radio Klara (emisora comunitaria de Valencia), apunta de manera sencilla al fondo del asunto. «En algún momento se perdió la pasión en lo que hacíamos». Pone el ejemplo de la Revolución Rusa, «que fue posible por la gran cantidad de fuerza internamente generada en la población». No sólo fue un país, sino una región entera del planeta la que pasó de la edad media al siglo XX. Con independencia de las diferentes interpretaciones y la obra del estalinismo, la cuestión tiene enorme enjundia histórica. Eric Hobsbawm recordaba en «Historia del Siglo XX» que la repercusión más importante y duradera de los regímenes inspirados por la revolución de octubre fue la de «haber acelerado poderosamente la modernización de países agrarios atrasados». Nació un mundo nuevo con todos sus dolores y convulsiones. «Se convirtió así en un acontecimiento tan crucial para la historia de este siglo como lo fuera la revolución francesa de 1789 para el devenir del siglo XIX», agregaba el historiador británico. Tres o cuatro décadas después de que Lenin llegara a la estación de Finlandia en Petrogrado, un tercio de la humanidad vivía bajo formas de gobierno derivadas de la revolución de octubre.
Otra gran coyuntura, decisiva para Europa y para la humanidad, explica Josefina Juste, fue la Revolución Española, que concluyó en una guerra civil y una dictadura sanguinaria. «Otra vez encontramos a ingentes cantidades de población luchando por unas ideas». El tercer hito se sitúa en América Latina, con los movimientos revolucionarios de los años 60 y 70 del pasado siglo en Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Colombia, Venezuela, El Salvador, Guatemala… «Otra vez las ideas como motor de la vida de la gente». Al mundo de hoy en el estado español se llega, según la historiadora, a través de «una enorme desgracia, el ingreso en la Unión Europea». «El sistema convenció a los españoles de que eran ciudadanos del primer mundo, lo que se ponía de manifiesto en que ya nadie se sentía clase obrera sino más bien agentes sociales; hoy es muy difícil encontrarse con trabajadores que se consideren obreros». La conclusión de Josefina Juste es inapelable: «Primero que nada somos trabajadores, y no podemos permitirnos que nos amputen la conciencia de clase». Pero ciertamente «nos la quitaron».
¿Qué hacer? ¿Dónde se encuentra la pasión en la gente común para recuperar lo perdido? Según Josefina Juste, «todavía peleamos por conservar y no seguir perdiendo». ¿Qué era el, anhelado por muchos, Estado del Bienestar? «Un sistema que repartía en Europa lo que ni siquiera el viejo continente producía, porque se lo robaba al resto del mundo» (De los 7.000 millones de personas que habitan el planeta, en la Unión Europea viven actualmente unos 500 millones, y además a muchos tampoco alcanzaba el «Welfare State»). «Tenemos que pensar en otras cosas. Como los que lucharon en la Revolución Rusa (y no hablo, por supuesto, del estalinismo) y los españoles que defendieron la República. Hemos de pensar en ideas que nos impulsen, necesitamos recuperar el orgullo de lo que éramos, de sentirnos clase trabajadora», remata la historiadora.
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