Las comunidades de afrodescendientes ubicadas a lo largo de la franja caribeña del istmo centroamericano apuestan al turismo ecológico para superar siglos de marginación, agudizada, según ellos, por las políticas de libre comercio. Los también llamados garífunas proceden de esclavos fugados que se mezclaron con indígenas caribes en la isla de San Vicente, en el […]
Las comunidades de afrodescendientes ubicadas a lo largo de la franja caribeña del istmo centroamericano apuestan al turismo ecológico para superar siglos de marginación, agudizada, según ellos, por las políticas de libre comercio.
Los también llamados garífunas proceden de esclavos fugados que se mezclaron con indígenas caribes en la isla de San Vicente, en el mar homónimo. Su lenguaje combina palabras y gramática de África occidental con dialecto arauak, del Caribe, y también con francés, inglés y español.
Se calcula que en América Central viven unos cuatro millones de afrodescendientes, casi 10 por ciento de los 38,7 millones de habitantes de la región.
«La vorágine del libre comercio nos atrapa y achica cada vez más los espacios de inclusión y preservación cultural», dijo a Tierramérica Celeo Álvarez Casildo, presidente de la Organización Negra Centroamericana (Oneca).
«Nos dicen que el libre comercio incentivará el turismo. Pero lo que vemos es una lucha por la tierra y el desplazamiento del turismo ecológico por otro de negocios, que incluye privatizar playas públicas, aislando al turista de la riqueza cultural garífuna», aseguró Álvarez.
Hace dos semanas, la Oneca efectuó su XII Asamblea Anual, que tuvo como prioridad los desafíos que presentan los tratados comerciales y la discriminación.
Allí, los centroamericanos afrodescendientes acordaron gestionar y promover proyectos turísticos amigables con el ambiente que les permitan acceder a títulos de tierra, educación superior de calidad, generación de microempresas y preservación de su cultura.
«La cultura garífuna no es depredadora del ambiente. Creemos que un mecanismo para sobrevivir con dignidad a los tratados comerciales es capacitar a nuestra gente en el turismo ecológico», señaló Álvarez.
Aunque en Honduras la privatización de playas no está legalizada, es casi imposible para el turista nacional disfrutar de las públicas; la mayoría es utilizada por complejos hoteleros.
En América Central, el turismo genera 4.203 millones de dólares, según el Instituto Hondureño de Turismo. Los países con más flujo turístico son Costa Rica –con ganancias de más de 1.342 millones de dólares–, El Salvador (425 millones), Guatemala (770 millones), Honduras (410 millones), Nicaragua (167 millones) y Panamá (906 millones).
De esos países, Costa Rica es el que más desarrolló el turismo ecológico. También en Honduras, desde hace dos años el Banco Mundial impulsa un proyecto de Turismo Costero Sostenible, particularmente en el departamento de Atlántida, donde se concentra más población negra.
Desde que en 1797, en medio de disputas con los franceses, los británicos deportaron a los garífunas a la deshabitada isla de San Vicente, éstos rápidamente se esparcieron por la costa atlántica de América Central, donde permanecen hoy.
Generalmente se dedican a la pesca, venta de comida, turismo, y se desempeñan como marinos en los barcos. Y sus índices de desarrollo son de los más precarios.
En Honduras, el Instituto Nacional de Estadística señala que los garífunas y los negro-ingleses presentan altas tasas de alfabetismo: entre cuatro y nueve por ciento son analfabetos.
En Nicaragua, de los 5,3 millones de habitantes, unos 300.000 son garífunas que viven en las zonas más aisladas de la costa atlántica, donde el uso de la electricidad varía entre cuatro y 17 por ciento, en comparación con el promedio nacional de 49 por ciento, según datos del Banco Mundial.
«Urge garantizar la propiedad de la tierra de los garífunas, ya que hay comunidades que han tenido que vender sus tierras en las playas por bajos recursos, por ignorancia y discriminación», dijo el abogado comunitario Gautama Fonseca.
«Gradualmente, unos aventureros se van apropiando de las tierras garífunas, por las que les pagan sumas ridículas que luego convierten en verdaderos tesoros al vendérselas a los inversionistas, a las cadenas de hoteles extranjeros», señaló Fonseca.
Miriam Miranda, de la Organización Fraternal Negra de Honduras, señaló que los garífunas centroamericanos deberían participar activamente «en los tratados comerciales dentro de políticas alternativas turísticas, para no estar al margen, como hasta ahora».
«En muchos países centroamericanos la participación política de los afrodescendientes es altamente excluyente», señaló Miranda a Tierramérica.
En Costa Rica, por ejemplo, este año la Cámara Legislativa no tuvo representación garífuna, a diferencia de otros periodos electorales, según la Oneca. Mientras, en Honduras, por primera vez en medio siglo hay cinco garífunas en el parlamento, pese a que llegaron al país hace más de 203 años.
De los siete millones de hondureños, más de 300.000 son garífunas, considerados dentro de las siete etnias autóctonas del país.
Se concentran principalmente en los departamentos de Atlántida –en el Caribe hondureño–, Cortés y Colón, en la costa norte. Del total de la población, si bien 98 por ciento cursó la educación primaria, apenas 17 por ciento logró completar sus estudios secundarios y, de estos, solamente tres por ciento llega a la Universidad, según un informe oficial.
* La autora es colaboradora de Tierramérica. Este artículo fue publicado originalmente el 16 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.