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Carta sobre Cuba desde Guatemala

Fuentes: Rebelión

Resulta un ejercicio complicado y en ocasiones incluso contraproducente, ejercer la defensa ideológica de la Revolución cubana, del sistema político y social de la isla, de sus medios e instrumentos de defensa de los logros alcanzados. Es más, cuando se da una determinada coyuntura – como la enmarcada por la ejecución de los tres secuestradores […]

Resulta un ejercicio complicado y en ocasiones incluso contraproducente, ejercer la defensa ideológica de la Revolución cubana, del sistema político y social de la isla, de sus medios e instrumentos de defensa de los logros alcanzados. Es más, cuando se da una determinada coyuntura – como la enmarcada por la ejecución de los tres secuestradores del ferry hace más de dos años o la que se presenta ahora, cuando intereses bastardos de la derecha española sacan a la luz la efectiva permanencia de presos de conciencia en las cárceles cubanas – esta defensa parece presentar determinadas dificultades que parecen insalvables si las analizamos desde una posición políticamente correcta.

Sin embargo, ya tenemos suficiente ración diaria de actitudes políticamente correctas como para seguir insistiendo en ellas… sobre todo cuando pretenden convertirse en sentencias vinculantes, en enseñanzas magistrales sobre el verdadero significado de términos como democracia, derechos humanos o libertades. Urge superar este plácido punto de partida que permite a los menos capacitados juzgar todo un proceso, todo un símbolo, todo un ideal, desde la tranquilidad primermundista de sus vidas europeas.

Para Guatemala, para su pueblo, para el ejército de pobres que aquí sobrevive, Cuba sigue siendo algo más que un país hermano, más que un «sistema socialista perfectible» como la denominó Silvio: es la imagen misma de la esperanza que, en las condiciones dadas por esta globalización fría, inhumana y sin rostro, se convierte en una tabla de salvación vital para no perderse en el mundo que se nos viene.

Y es que seguramente en Cuba aún existen cárceles que guardan en su interior a miembros destacados de la disidencia política: grave castigo por un delito de conciencia que, en todo caso, tiene obligatoriamente que verse acompañado por la presencia demostrada de lazos económicos y logísticos evidentes con los representantes de los intereses que intentan ahogar económicamente a la isla.

Acá, en Guatemala, no existen prisiones de ese tipo: es mucho más práctico el sistema utilizado de aterrorizar, atentar, desaparecer o asesinar a los activistas políticos y de derechos humanos que osen cuestionar el sistema. Ni siquiera la protección de las más altas instituciones (el obispo Gerardi fue asesinado en el 1998, después de publicar «Guatemala: nunca más»), o el masivo apoyo de todo un pueblo (Álvaro Pop, insigne guía espiritual maya, fue asesinado en 2003 por motivos políticos) sirven de defensa ante el oscuro y determinante juicio practicado por los poderes ocultos que mueven los hilos del país.

Es cierto ¡en Cuba tampoco existen partidos políticos aparte del Partido Comunista! En Guatemala, sin embargo, contamos con una buena gama de partidos, los cuales aparecen y desaparecen cual fantasmas cuando se acercan las elecciones. Lo que se echa de menos es alguna diferencia entre una u otra opción política; que se den las condiciones sociales, logísticas y económicas para poder votar; y que los partidos de izquierda puedan presentar a sus candidatos sin que eso sea un riesgo para su vida (la Alianza Nueva Nación, uno de los dos únicos partidos que se denominan de izquierda, fue el grupo político que más atentados con resultado de muerte sufrió en las últimas elecciones, a pesar de no superar el 6% de los sufragios)

Parece ser, también, que en Cuba los medios de comunicación son controlados por las instituciones públicas. Acá tenemos varios periódicos, radios y emisoras de televisión, aunque desgraciadamente todas pertenecen a los grandes grupos económicos y… ¡pobre del periodista que se atreva a tener voz propia! (el caricaturista Filóchofo, uno de los más populares del país, vio como su cuadro diario era retirado de El Periódico por criticar la explotación llevada a cabo por las transnacionales mineras presentes en el Occidente de Guatemala).

Y así seguimos… escuchando los cantos de sirena que nos intentan convencer que las supuestas libertades que aquí se disfrutan superan con creces a las que se disfrutan en la hermana Cuba.

Así, sosteniendo en brazos a los niños y niñas que cada año mueren de hambre en Guatemala (desde la hambruna en el Oriente que en 2001 segó la vida de cientos de menores, las situaciones de riesgo alimentario se han venido sucediendo en varios departamentos del país); así, llorando por la muerte de tantos compañeros y compañeras de lucha que van cayendo por seguir defendiendo la dignidad; así, viendo con los ojos llenos de rabia e impotencia, como los dueños del país venden los recursos naturales que pertenecen al pueblo (el agua, el subsuelo, las plantas y los animales son objeto de intercambio comercial bajo el nuevo marco legal del TLC); así, desgarrados por el exilio forzado de los familiares que mantienen artificialmente a flote la economía del país (las remesas de los migrantes son la principal fuente de divisas del Estado); así, soportando la condena eterna al analfabetismo y a la muerte por enfermedades (el sistema guatemalteco de educación y salud es uno de los más precarios de América Latina); así, esclavos del racismo y la discriminación grabados a sangre y fuego en unas instituciones públicas aún coloniales.

Y así seguimos… mirando con esperanza hacia la cercana Cuba, conscientes de sus límites, conocedores de sus errores, pero seguros de ese horizonte que nos ofrece más libertad, más vida y más dignidad.

No nos roben, también, todo eso. Con Cuba… ¡hasta la victoria siempre!