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Entrevista con Taysir Alluni, periodista de 'al-Jazeera' encarcelado en Alcalá-Meco

Caso Alluni: Un asunto peligroso

Fuentes: IraqSolidaridad

«Un equipo de cinco jueces del Tribunal Supremo ratificó la sentencia, a pesar de que hubo un voto en contra del juez Joaquín Giménez García. Los abogados de Alluni afirman que no es normal que haya un voto en contra en el Tribunal Supremo en España y que basarán su apelación ante el Tribunal Constitucional […]

«Un equipo de cinco jueces del Tribunal Supremo ratificó la sentencia, a pesar de que hubo un voto en contra del juez Joaquín Giménez García. Los abogados de Alluni afirman que no es normal que haya un voto en contra en el Tribunal Supremo en España y que basarán su apelación ante el Tribunal Constitucional (el máximo tribunal de apelación en España) en la opinión de Giménez García. Si esta apelación fracasa, los abogados de Alluni tienen previsto presentar su caso en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo.»

En la cárcel de alta seguridad de Alcalá-Meco, una penitenciaría aislada en las soleadas planicies de Castilla, España encierra a algunos de sus criminales más peligrosos: señores de la droga, terroristas vascos y más recientemente islamistas radicales.

Taysir Alluni Kate, un español de origen sirio y uno de los periodistas estrella de la cadena árabe al- Jazeera, comenzó a cumplir una condena de siete años en la cárcel de Alcalá-Meco el pasado septiembre [de 2005] tras haber sido condenado por un tribunal de Madrid por colaboración con Al-Qaeda [1].

Como corresponsal de al-Jazeera en Kabul, Alluni fue el primer periodista que entrevistó a Osama Ben Laden después de los atentados del 11 de septiembre (11-S) en EEUU. Fue también el único corresponsal extranjero que permaneció en Afganistán después de que comenzaran los bombardeos aéreos de represalia. Sus informaciones para al-Jazeera y la CNN sobre las muertes causadas a civiles por los ataques estadounidenses irritaron y pusieron en evidencia al Pentágono.

La familia de Alluni y sus amigos, junto con compañeros y grupos de derechos humanos, creen que es inocente. Afirman que no habría sido detenido y juzgado en España por sus valientes reportajes desde Afganistán. Al-Jazeera está llevando a cabo una campaña internacional por su liberación y ha asumido los gastos de la defensa de su juicio y las apelaciones. La cadena está además apoyando a la familia de Alluni que se ha trasladado desde España a Qatar. Fátima Hamed, esposa de Alluni, cree que EEUU intentó asesinar a su marido tres veces, con el bombardeo de los cuarteles generales de al-Jazeeraen Kabul y después en Bagdad, donde Alluni fue posteriormente destinado.

Los jueces españoles, sin embargo, creyeron una versión distinta de los hechos. Dictaminaron que Alluni utilizó su profesión para promover los objetivos de Al-Qaeda y el 26 de septiembre de 2005 le declararon culpable de ayudar a dos supuestos terroristas para conseguir la entrevista con Ben Laden, a pesar de que el fiscal no presentó pruebas que demostraran que Alluni sabía que sus contactos eran «terroristas», o ni siquiera que esos contactos habían estado implicados en la organización de la entrevista.

Alluni y el 11-S

El juicio de Alluni y de los otros 34 acusados ha sido el primero en establecer una relación directa entre una célula de Al-Qaeda en España y la planificación y ejecución de los atentados del 11-S en EEUU. Se les acusó de dar apoyo logístico a los pilotos suicidas del 11-S que se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Mohamed Atta, uno de los pilotos, viajó a España un mes antes de los atentados, pero los fiscales fueron incapaces de establecer que se hubiera reunido con alguno de los acusados durante su estancia [en España].

Las implicaciones de la condena de Alluni para los periodistas que cubren la «guerra contra el terrorismo» podrían tener consecuencias importantes, concretamente tras la proliferación de leyes que prohíben «la apología del terrorismo» en toda Europa.

Una mañana temprano, nueve meses después de la sentencia de Alluni, atravieso los detectores de metales y entro en Alcalá-Meco. Una serie de puertas electrónicas de seguridad, un patio y después otra serie de puertas, marcan la distancia entre la libertad y el cautiverio. La sala de visitas está dividida en una docena de estrechos habitáculos de metal separados por cristales antibala. Alluni y yo hablamos a través de una pequeña rejilla pegando la boca al metal para podernos oír con el bullicio que nos rodea.

Incluso en la cárcel Alluni tiene una presencia impresionante: alto y atractivo, las sienes canosas y unos penetrantes ojos color avellana. Va correctamente vestido con una camisa de cuadros y pantalones. Yo esperaba que alguien en su situación (las noticias de Alluni para al-Jazeera le dieron renombre en gran parte del mundo árabe) estuviera lleno de ira. Por el contrario, me chocó su amabilidad y tristeza. Mientras nos saludábamos por primera vez, esbozó una pequeña sonrisa.

A principios del mes pasado, el Tribunal Superior de Justicia español, rechazó la apelación de la sentencia de Alluni [2]. ¿Cómo lo había asimilado?, le pregunté.

«Intento centrarme en mis pensamientos todo lo que puedo, no perderme en vaguedades» dice. Después, a través de los cristales, me dio una carta para que la leyera. Es un informe de uno de los responsables de la prisión. Dice que «como acusado de ser miembro de la organización terrorista Al-Qaeda, Alluni obedece las órdenes de sus líderes y se niega a reconocer a las autoridades de la cárcel. Sólo se relaciona con otros prisioneros islamistas, y no obedece las normas y reglas de la cárcel». Más tarde me puse en contacto con los responsables carcelarios por el informe pero no me dieron respuesta alguna.

«Esto es una sarta de mentiras», afirma Alluni:

«Para empezar, no estoy acusado de terrorismo, me consideraron culpable de colaboración con Al-Qaeda. He obedecido las normas de la cárcel en todo momento; los guardas están de acuerdo en que mi comportamiento ha sido ejemplar y sin embargo el director de la cárcel ha decidido que merezco un castigo extra, como los prisioneros de Guantánamo.»

Alluni, de 51 años, ha estado confinado en un módulo de aislamiento -un castigo duro y poco común que no parece tener relación con la amenaza que [Alluni] representa. El año pasado sufrió una intervención de corazón y dice que su salud se está deteriorando. También afirma que se ofreció a prestar servicio como profesor dentro del sistema educativo penitenciario (es licenciado en Economía y en Relaciones Internacionales) pero rechazaron su ofrecimiento.

Pasaba 20 horas en aislamiento, y cuatro horas en un patio con el resto de los prisioneros con los que prácticamente no tenía nada en común «, manifiesta.

«Como consecuencia me sentía aislado 24 horas al día. Toda mi correspondencia y las llamadas de teléfono estaban controladas. Puedo llamar a mi familia y a mi abogado cinco veces a la semana durante cinco minutos cada vez, pero no puedo salir del módulo [de aislamiento] para ir a la biblioteca, a la escuela de la cárcel o al gimnasio. Echo de menos ver caras diferentes además de las cinco o seis de los compañeros en el patio. Echo de menos ver un árbol o una flor. Aquí todo es de cemento, acero o plástico. El calor dentro de mi celda es insoportable. Todos los días me levanto a las 6 de la mañana empapado en sudor.»

La entrevista con Ben Laden

Alluni dice que todavía intenta comprender cómo tal desafortunado giro de las cosas ha podido suceder. «Cuando al-Jazeera me pidió que abriera una oficina en Kabul fue una oportunidad que no podía rechazar», dice Alluni y. En aquel momento, estaba trabajando como traductor de árabe para EFE, la agencia española de noticias. «El sueldo era modesto. Tenía cuatro hijos en edad escolar y siempre era difícil llegar a fin de mes. Era freelance para periódicos árabes y hacía trabajos esporádicos para al-Jazeera. No deseaba dejar a mi familia pero el trabajo suponía un gran salto en mi carrera y al-Jazeera insistió en que el contrato tenía que ser por dos años, así que lo acepté».

Alluni llegó a Kabul a principios de 2000 y en las cartas a su familia daba cuenta abiertamente de su frustración. Las negociaciones con la burocracia talibán eran lentas y trabajosas. Durante mucho tiempo no obtuvo permiso para grabar imágenes en Afganistán, puesto que los talibanes prohíben la reproducción de imágenes. No había revistas, libros o periódicos a la venta, y muy poca comida, excepto cosas enlatadas. Sus peticiones para obtener el permiso para entrevistar a Ben Laden, de quien se sabía que vivía en Afganistán, fueron sistemáticamente rechazadas. Al final, fue el propio Ben Laden quien contactó con al-Jazeera en octubre de 2001, un mes después de los atentados terroristas de Al-Qaeda en EEUU.

Durante el juicio, Alluni declaró ante el tribunal que poco después de que dieran comienzo los impactos de los aviones contra EEUU, un emisario afgano se puso en contacto con él para ofrecerle una entrevista con el dirigente terrorista.

«Al principio pensé que era mentira durante dos años había intentado conseguir una entrevista y nunca no lo logré» dice Alluni:

«Pregunté dónde y cuándo. El hombre me dijo que no me lo podía decir pero me pidió una lista con las preguntas. Le dije que yo no trabajaba así. Él dijo que si no había preguntas por escrito, no había entrevista. Así que le dije que me dejara consultar con al-Jazeeray que me pondría en contacto con él. Me dijo que él volvería.»

Alluni llamó a sus directores y ellos redactaron una lista de preguntas. Implicaron a la [cadena estadounidense] CNN, que también incluyó seis preguntas más. El emisario volvió y se llevó la lista. El 20 de octubre de 2001, en la sede de al-Jazeera en Kabul se presentaron algunos árabes. Metieron a Alluni en un coche que les esperaba sin darle tiempo para coger su equipo de grabación, una libreta o ni siquiera una chaqueta. Le llevaron, con los ojos vendados, hasta el escondite de Ben Laden -un recorrido que duró tres horas y media. Cuando le destaparon los ojos, Ben Laden estaba delante de él.

«Todo estaba preparado. Incluso tenían cámaras profesionales», manifestó Alluni ante el tribunal. En la entrevista, [Alluni] empezó preguntando a Ben Laden si era responsable de los atentados del 11-S. «Si incitar […] el terrorismo y asesinar a aquellos que asesinan a nuestros hijos es terrorismo, entonces dejemos que la historia sea testigo de que somos terroristas», contestó Ben Laden.

Alluni insistió a Ben Laden sobre cómo un devoto musulmán como él puede justificar el asesinato indiscriminado, un acto condenado por la mayoría de los ulemas musulmanes. Ben Laden dice que «el balance del terror» está ahora más equilibrado que hace 10 años, cuando EEUU hacía su voluntad en Oriente Medio. «Ejercemos terrorismo bueno porque impide que otros asesinen a nuestros niños en Palestina y en otros lugares», afirmó.

«Pero ¿qué pasa con los civiles inocentes asesinados? Insiste Alluni. «¿Qué pasa con las personas que llevan asesinando en nuestras tierras durante décadas?», replica Ben Laden: «¿Quién dice que nuestra sangre no es sangre y su sangre sí lo es?»

«¿Usted afirma que se trata del ojo por ojo? ¿Matan a nuestros inocentes, y nosotros a los suyos? Insiste Alluni y. Ben Laden admite que el Profeta prohíbe el asesinato de mujeres y niños. «Pero esta prohibición de matar niños e inocentes no es sagrada y hay otros escritos que lo defienden», dice Ben Laden.

En Alcalá-Meco, Alluni me cuenta que no se sintió satisfecho con la entrevista. Ben Laden se negó a contestar determinadas preguntas y al final sus respuestas degeneraron en amenazas y advertencias contra los países musulmanes que «colaboraban» con el enemigo.

Mientras hacía la entrevista podía escuchar las bombas estadounidenses cayendo a nuestro alrededor, no muy lejos», recuerda Alluni. «Lo que yo realmente quería saber era cómo se sentía Ben Laden habiendo causado tanto sufrimiento y destrucción sobre el pueblo afgano. Le pregunté si no pensaba que los afganos estaban pagando un precio demasiado alto por su presencia en el país, y [la pregunta] no le gustó en absoluto. Dijo que ese punto de vista era ‘parcial e incompleto'». Cuando la entrevista terminó, taparon los ojos a Alluni y le llevaron de regreso a Kabul.

De corresponsal a colaborador con el terrorismo

Al-Jazeera no emitió la entrevista fuera por la presión estadounidense o por otras razones; la cadena no lo dijo. Se emitió por primera vez tres meses después, el 31 de enero de 2002 en la CNN. En ese momento Alluni ya no estaba en Afganistán. Las fuerzas aéreas estadounidenses habían bombardeado la sede de al-Jazeera en Kabul, los talibanes habían caído y los señores de la guerra habían tomado la capital afgana.

En Mensajes al Mundo, una recopilación de alocuciones de Ben Laden, entrevistas y escritos, Bruce Lawrence, un profesor de religión de la Universidad Duke de Carolina del Norte, escribe: «Alluni es el periodista más agudo e informado para entrevistar a Ben Laden, puesto que es al mismo tiempo un devoto musulmán y un profesional cauto. Sus preguntas y objeciones hacen de la entrevista la conversación más reveladora grabada con Ben Laden.»

Este no fue el punto de vista adoptado por los fiscales españoles. En el juicio de Alluni, según el procedimiento habitual español, no hubo un jurado.

El material del caso de la defensa y de la acusación fue remitido por escrito a un tribunal de tres jueces. La parte pública de los juicios españoles es relativamente corta y se concentra en el interrogatorio de los acusados y de los testigos. Pedro Rubira, el fiscal, concentró casi la mitad del tiempo del interrogatorio de Alluni en Afganistán y, en particular, en la entrevista de Ben Laden:

-«¿Puede decirnos cuando inició sus relaciones con el gobierno talibán?», preguntó Rubira.

-«Yo o al-Jazeera«, replicó Alluni

-«No, usted. Me interesa usted, no al-Jazeera«, dijo el fiscal.

Rubira quería establecer que Alluni fue a Afganistán por iniciativa propia, llevado por su simpatía y sus relaciones con Al-Qaeda; Alluni se esforzó al máximo para dejar claro que fue destinado allí por al-Jazeera.

Rubira dijo al tribunal: «Los méritos de Alluni como periodista no fueron acreditados antes de la entrevista a Ben Laden. Sin embargo, sus dotes periodísticas no habrían sido la razón por la cual al-Jazeera le contrató». Esta afirmación se repitió en la sentencia que condenó a Alluni de colaboración con terroristas.

A al-Jazeera no no se le pidió que enviara pruebas escritas o que aportara pruebas al tribunal, de forma que se permitió que el ataque del fiscal a las cualidades profesionales de Alluni se quedara sin contrastar. «Al-Jazeera emitió un comunicado público explicando cómo y por qué eligieron a Alluni para dirigir nuestra oficina de Kabul, pero el tribunal español prefirió ignorarlo», afirmó la cadena.

El juicio de Alluni y de otras 34 personas, comenzó un año después de los atentados de Al-Qaeda en Madrid del 11 de marzo de 2004, cuando islamistas radicales colocaron bombas en cuatro vagones de tren, que mataron a 192 personas e hirieron a miles más. Fue el peor atentado terrorista que se ha llevado a cabo en España. A pesar de que las acusaciones contra Alluni y contra los otros acusados no tenían nada que ver con los atentados de Madrid, los jueces estaban sometidos a presión política y mediática para dictar una sentencia ejemplar.

En ocasiones el juicio se convirtió en farsa. Un video de las Torres Gemelas grabado por uno de los acusados durante una visita a Nueva York a mediados de la década de 1990 fue presentado como una «prueba» del complot para destruir las Torres Gemelas. Rubira también parecía desconocer alguna de las doctrinas del régimen talibán, puesto que durante su interrogatorio a Alluni, el fiscal preguntó: «¿Le entregó alguien del gobierno talibán cintas sobre los muyahidines?» «No señor. Los talibán no tenían cámaras de vídeo o televisión [la reproducción de imágenes estaba prohibida], contestó Alluni.

En las 600 páginas de la condena de los 35 implicados en el juicio de Al-Qaeda, solo se presentan como prueba de la culpabilidad de Alluni dos argumentos. Primero, a Alluni se le acusó de «financiar una red terrorista» y de «transportar fondos para terroristas» ya que en marzo de 2000 aceptó la cantidad de 4.000 dólares [estadounidenses] de Mohamed Bahaia, un sirio que trabajaba para una organización de caridad en Kabul. Bahaia había vivido en Granada, la ciudad de residencia de Alluni en el sur de España. La acusación afirmó que Bahaia era un «conocido terrorista», a pesar de que no aportó ninguna prueba al respecto. Segundo, a Alluni se le acusó de ayudar a Mustafá Setmarian, otro «conocido terrorista» que había vivido por poco tiempo en Granada a principios de la década de 1990. Según la acusación, Setmarian estuvo invitado en casa de Alluni. Cuando Alluni llegó a Kabul, Setmarian estaba trabajando para el ministerio de Información talibán. La acusación afirmó que Setmarian y Bahaia eran miembros de Al-Qaeda y que Alluni les pidió su intervención para obtener la exclusiva con Ben Laden.

Dar cobijo a supuestos terroristas y actuar como correo transportando dinero fue suficiente para permitir que la acusación concluyera que Alluni «era uno de los miembros más relevantes de la célula española de Al-Qaeda, quien contribuyó a su estructura nacional e internacional y quien utilizó sus actividades como periodista para cometer actos de apoyo, financiación, control y coordinación mientras aprovechaba su posición como un militante cualificado de una organización criminal».

Durante el juicio, Alluni dijo que no tenía fundamentos para sospechar de Setmarian o Bahaia de ser terroristas. Admitió que llevó dinero pero añadió que eso era una práctica normal entre los extranjeros en Afganistán, un país sin bancos, ni servicios de transferencias, ni cajeros automáticos. En cuanto a dar alojamiento a Setmarian, Alluni dijo que era su obligación como un compañero sirio y musulmán ofrecer hospitalidad a los recién llegados. Alluni señaló que ni Setmarian ni Bahaia habían estado implicados en organizar la entrevista con Ben Laden.

De regreso a España

En Alcalá-Meco, el tiempo de visita a Alluni se agota. Le pregunto si piensa que la entrevista con Ben Laden le llevó a la condena.

«No creo que un tribunal español se atreviera a condenar a un periodista estadounidense o británico por entrevistar a Ben Laden, o por cubrir una guerra con sonido e imágenes en directo», afirma Alluni. «Creo que el prejuicio racial jugó un papel muy importante». Me miraban, «un moro» y se preguntaban «¿Cómo pudo este moro haber conseguido una entrevista con el hombre más buscado del mundo? No puede haber sido solo porque era periodista. Debe haber estado trabajando muy cerca de Ben Laden».

Después, en una carta, Alluni escribió:

«En la primera orden de detención emitida se decía que las circunstancias en las que obtuve la entrevista con Ben Laden me hacían sospechoso de terrorismo. Las pruebas escritas alegadas contra mí estaban repletas de referencias a la entrevista y durante el juicio el fiscal dedicó casi la mitad del tiempo de su interrogatorio a la entrevista con Ben Laden. Ahora yo te pregunto: ‘¿Como la entrevista podría no haber influido en la sentencia?’.»

Hay un elemento perverso, kafkaiano en la acusación de Alluni. En el verano de 2003, Alluni regresó a España por su propia voluntad, determinado a limpiar su nombre ante Baltasar Garzón, el magistrado antiterrorista español por excelencia, quien le había sometido a una investigación por supuestas relaciones con Al-Qaeda.

Después de tres años informando en primera línea desde Afganistán e Iraq para al-Jazeera, Alluni era conocido en el mundo árabe. También era algo parecido a un héroe por haber sobrevivido a los bombardeos estadounidenses contra las oficinas de al-Jazeera en Kabul y en Bagdad, y al ataque estadounidense contra el Hotel Palestina en la capital iraquí donde se alojaban muchos periodistas extranjeros.

«La gente le reconocía por la calle y le pedía el autógrafo», dice Rafael Ortega, un académico español que se hizo amigo suyo cuando los dos trabajaban en Efe. «Creo que ese fue parte del problema. Cuando eres visto como un héroe en una parte del mundo no puedes concebir que se te relacione con el terrorismo en el país en el que vives».

Cuando llegan a España, muchos musulmanes se dirigen a Granada. Es una bulliciosa ciudad universitaria y un gran centro de Estudios Árabes. Su historia y arquitectura -coronada por el asombroso palacio de la Alambra- son un testamento de los siete siglos de gobierno musulmán en Al-Andalus, el nombre árabe de la península ibérica.

Alluni Llegó allí en 1985 para realizar un curso de postgrado en Relaciones Internacionales. Fátima Hamed, su futura esposa, también dejó su hogar en Ceuta, un enclave español en el norte de África, para estudiar Farmacia. La pareja se casó tres años después y Alluni obtuvo la ciudadanía española en 1988.

«Éramos una pareja normal», dice [Fátima] Hamed. «A veces salíamos a algún café, otras veces a casa de los amigos. A Taysir le encantaba discutir de política. Tenía mucho interés en los temas internacionales». Se inscribió en el Instituto de Estudios por la Paz de la Universidad de Granada (donde aún sigue inscrito) y colaboró en la organización de varios seminarios sobre los conflictos de Chechenia, los Balcanes y Oriente Próximo. Su sueño, dice [Fátima] Hamed, era ser realizador de documentales. Ortega, que entró en el servicio de noticias en lengua árabe de Efe al tiempo que Alluni, en 1995, dice que Alluni estaba ligado a España y a la forma de vida de los españoles. «Era musulmán, pero un musulmán que había adaptado su visión del Islán de forma que resultara compatible con la vida en una sociedad laica», explica. «Como para la mayoría de los españoles, la religión pertenecía al ámbito privado».

En Alcalá-Meco, me resultaba violento [preguntar por] este ámbito privado, pero como a Alluni se le ha tildado de extremista islámico, creo que debo [hacerlo]. Le pregunto si pertenece a algún sector o tendencia concreta islámica. Mueve la cabeza. «El Islam permite creyentes dentro de un ámbito muy amplio» afirma. «El problema con los radicales es que intentan estrechar este ámbito tanto como los moderados ampliar el marco de referencia». [] No me gusta sentirme como un gorrión enjaulado», continúa Alluni . «Yo tengo mi propia relación personal con el Islam».

Ratificación de la sentencia

En la sentencia, el juez Javier Bermúdez sentenció a Alluni a siete años de prisión por «colaborar con una organización terrorista». «Ayudar a los terroristas es un delito penal, y Alluni ayudó a los terroristas para conseguir noticias exclusivas e información importante sobre Al-Qaeda y los talibán», según sentenció el juez Bermúdez.

Los abogados de Alluni afirman que el juicio adoleció de defectos de forma y que se violaron una serie de derechos legales y constitucionales, en concreto el derecho de los acusados a la presunción de inocencia.

Un equipo de cinco jueces del Tribunal Supremo ratificó la sentencia a pesar de que hubo un voto en contra del juez Joaquín Giménez García [3]. Los abogados de Alluni afirman que no es normal que haya un voto en contra en el Tribunal Supremo en España y que basarán su apelación ante el Tribunal Constitucional (el máximo tribunal de apelación en España) en la opinión de Giménez García. Si esta apelación fracasa, los abogados de Alluni tienen previsto presentar su caso en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo.

[El juez] Giménez García señala que la ayuda que Alluni prestó a Setmarian y Bahaia se produjo cuando los dos supuestos terroristas eran residentes legales en España. «Los llamados favores no fueron ilegales y se pueden catalogar como favores personales dictados por las leyes de la hospitalidad y las costumbres musulmanas. También se ha de señalar que en ese momento los dos llamados terroristas no eran ni fugitivos ni estaban buscados por la justicia española».

«De esos dos hechos aislados, separados en el tiempo, no se puede concluir una intención deliberada de ayuda o colaboración con terroristas», afirmó Giménez García en su voto disidente. «No se pueden reinterpretar hechos aislados a la luz de los atentados del 11-S en EEUU. Si Taysir Alluni no hubiera sido el autor de la entrevista a Ben Laden ninguna de las pruebas analizadas como actos de colaboración hubieran tenido relevancia alguna. «Alluni debería haber sido absuelto» concluyó el juez. «Se ha violado la presunción de inocencia».

Mike Ellman, un abogado de derechos humanos y observador en el juicio de Alluni afirmó que «Hubo muchísimos hechos inquietantes. Las pruebas presentadas contra Alluni eran débiles y todas ellas circunstanciales. Si hubiera sido un juicio con jurado, seguramente habría sido absuelto. Pero, desde luego, el procedimiento continental [europeo] es muy distinto. En público se escucharon muy pocas pruebas contra Alluni «.

Ellman es pesimista sobre las oportunidades de Alluni ante el Tribunal de Derechos Humanos Europeo. «En Estrasburgo, muy pocas apelaciones pasan el primer filtro», afirmó. «Los abogados tendrán que convencer al tribunal que Alluni no ha tenido un juicio justo en España y podría ser difícil demostrar que se ha violado el procedimiento español. «

En una carta dirigida a José Luis Rodríguez Zapatero -el presidente socialista [del gobierno] español- más de 100 activistas por los derechos humanos y organizaciones del mundo árabe escribieron:

«El caso de Taysir Alluni es extremadamente grave y delicado. Nos recuerda al caso Dreyfus en Francia hace 100 años. Como jefe del gobierno español, esperamos que haga lo que sea necesario […] para contrarrestar la impresión de que los casos de terrorismo en España implican la ciega aceptación del doble rasero de la justicia».

Importantes figuras del Partido Socialista español admiten que los paralelismos entre el caso de Alluni y el de Alfred Dreyfus no son infundados. Alluni podría haber sido una víctima del prejuicio racial al igual que el capitán Dreyfus era un judío en la armada francesa. Ambos fueron acusados de traición -Dreyfus de espiar para los alemanes y Alluni de colaborar con Al-Qaeda. Alfred Dreyfus fue acusado en 1894, juzgado y sentenciado a cadena perpetua en la Isla del Diablo [Guayana francesa]. Le ofrecieron una amnistía presidencial en 1899, que él rechazó. No fue hasta 1906 cuando Dreyfus fue exonerado de todas las acusaciones y readmitido en el ejército.

Cien años más tarde, parece altamente improbable que Alluni sea perdonado o exonerado. El peligro, sin embargo, es que más periodistas pueden cometer un delito a la luz de las nuevas leyes antiterroristas, concretamente bajo aquellas que prohíben la «apología del terrorismo» adoptadas en muchos países tras los atentados del 11 de septiembre, lo que incluye las más recientes de Reino Unido.

¿Se debe exigir a los periodistas que lleven a cabo controles de seguridad de sus fuentes? ¿Se les debe obligar a «conocer» a sus contactos de la misma forma que legalmente se les exige a los bancos «conocer» a sus clientes? ¿La inclusión del número de teléfono de un periodista en la agenda de un terrorista automáticamente le hace [al periodista] sospechosos de colaboración con los terroristas?

En España el juicio de Alluni ha sentado un precedente para este tipo de casos. «Estamos muy preocupados sobre la proliferación de la legislación antiterrorista y la forma en la que se está aplicando para suprimir la libertad de prensa» manifiesta Jean-François Julliard de Reporteros sin Fronteras, un grupo de apoyo ubicado en París. Los regímenes autoritarios, afirma, siempre han utilizado leyes antiterroristas para eliminar la disidencia. Lo que resulta nuevo, dice Julliard, es la utilización de esas leyes para suprimir la libertad de expresión en Occidente.

Según el Comité de Protección de los Periodistas de Nueva York (CPJ), 24 países encarcelaron periodistas en 2005, un aumento respecto a las 20 naciones que lo hicieron el año anterior. De los 125 periodistas encarcelados a finales de 2005, 78 fueron encarcelados por actividades «contra el Estado», lo que incluye subversión. EEUU, que ha detenido a un cámara de al-Jazeera, Sami Muhyidín Al-Haj, en Guantánamo, ha sido el sexto peor [país] en comisión de delitos, junto con Myanmar [Birmania]. En EEUU, tras una serie de filtraciones de información clasificada el ministerio de Justicia ha advertido a los periodistas que podrían ser acusados de acuerdo a las leyes de espionaje. «Los periodistas que cubren conflictos, disturbios, corrupción y violaciones de los derechos humanos corren un alto riesgo de encarcelamiento en muchos países en los que los gobiernos pretenden disfrazar sus leyes represivas como legítimos procesos legales», afirma Ann Cooper, directora ejecutiva de CPJ.

En España, quienes apoyan a Taysir están convencidos de que el sistema judicial ha sido responsable de un error judicial.

Financial Times, 15 de julio, 2006 IraqSolidaridad (www.iraqsolidaridad.org), 26 de septiembre, 2006 Traducido del inglés para IraqSolidaridad por Paloma Valverde

Notas de IraqSolidaridad:

1. Sobre el caso Alluni, véase en IraqSolidaridad: Caso Alluni: Recurso de Casación (Resumen). El Tribunal Supremo ha de fallar próximamente en relación con el Recurso de Casación 2. Incluido un resumen en: Caso Alluni: Recurso de Casación (Resumen) 3. Voto particular del magistrado del Tribunal Supremo Joaquín Giménez García de 31 de mayo, 2006.