Me parece que apoyar en estos momentos a la independencia de Cataluña es apoyar al proyecto hegemónico de las élites internas de esa región. Dentro de esas élites hay gente como Jordi Pujol involucrados en escándalos de corrupción. Esas élites han pactado históricamente con las élites de Madrid para seguir explotando a la clase trabajadora. […]
Me parece que apoyar en estos momentos a la independencia de Cataluña es apoyar al proyecto hegemónico de las élites internas de esa región. Dentro de esas élites hay gente como Jordi Pujol involucrados en escándalos de corrupción. Esas élites han pactado históricamente con las élites de Madrid para seguir explotando a la clase trabajadora. Han aplicado los recortes y ajustes neoliberales durante la crisis-estafa iniciada en 2007. Y lo que ahora me parece más contradictorio aún: Son ellos quienes en estos momentos dirigen el proceso unilateral de independencia que se está dando en ese lugar.
Creo que la posición de las CUP (Candidatura de Unidad Popular), partido que supuestamente se define como anticapitalista y antineoliberal, de cerrar filas con Puigdemont, es un error. Se parece en México al PRD aliándose a la ultraderecha del PAN en un Frente, una estrategia política que pareciera basarse en oportunismo y no en un programa político serio. El independentismo hegemonizado por Puigdemont no ayuda a la clase trabajadora catalana, ni de España ni de otros lugares del mundo a satisfacer sus intereses de clase: incremento de salarios, más derechos sociales, más democracia, avanzar hacia un post-capitalismo, etc. Esto es así porque el capitalismo neoliberal a va seguir reproduciéndose en Cataluña, con o sin independencia. Puigdemont y los suyos son partidarios del «libre mercado» y la privatización. Es lamentable que millones de trabajadores (tanto de Cataluña como de España) estén movilizándose apoyando el proyecto de sus respectivas élites, creyendo que ponen por delante sus intereses nacionales, cuando en realidad defienden los intereses de clase de sus grupos dominantes.
La postura del Partido Popular (dirigido por Mariano Rajoy, secundado ahora por el Rey Felipe VI y un gran bloque de «españolistas» dentro de los cuales hay un sector fascista desatado en las calles) tampoco es correcta. Al contrario, su torpeza política, herencia de su tradición antidemocrática franquista, sólo ha contribuido a fracturar más a la frágil unión de España. Ha alimentado aun más a los independentistas.
La tragedia es que este conflicto entre élites involucra bloques históricos, donde la gente de a pie es la que se lleva la peor parte: los palos de la policía, o de otros ciudadanos. Violencia física y simbólica. Las élites de ambos bandos (dirigidos por Rajoy y Puigdemont respectivamente) van a buscar sacar provecho político de este conflicto social mientras a los de abajo los ponen a pelear por sus «naciones», cuando sus intereses de clase debería unirlos contra los de arriba.
Me parece que ninguno de los dos bloques en pugna merece apoyo solidario. La salida a este conflicto debe ser producto del diálogo y los acuerdos. Para que esto lleve a la democratización no sólo de Cataluña, sino de toda España. Una cosa si es clara: la represión y el autoritarismo del PP ya no es capaz de resolver este conflicto. La represión y la intransigencia sólo polariza más y aviva a los separatistas. La declaración unilateral de independencia no es legítima, pues la realización del referendum del 1 de octubre fue irregular, sin garantías que permitiera la más amplia participación de la población catalana.
La única salida viable que veo es más democracia, o sea, un referendum con garantías acompañado de un debate nacional público. Es eso o una escalada del conflicto social que se resolverá a partir de la fuerza. Y a mediano plazo: que los ciudadanos de toda España castiguen en las urnas al responsable de esta crisis nacional: al PP
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.