Según el diario EL PAÍS, el gobierno ha dado carta blanca para invertir una partida de casi cuatro mil millones de euros en la construcción de cuatro modernos submarinos de guerra, convirtiéndose de esta forma Defensa en uno de los sectores del Estado español que mayores presupuestos ha tenido hasta el momento. Mientras tanto, la sanidad se declara impotente por falta de medios e inversiones ante la prolongada e imbatible crisis de la pandemia.
Parece ser que a los Excelentísimos y Corruptísimos oficiales de alto rango de la Marina española que han tenido en sus manos el proyecto -entre otros el Jefe del Estado Mayor de Defensa, almirante general Teodoro López Calderón y el almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, general Antonio Martorell Lacave– no les pareció suficiente el monto inicial de unos dos mil millones de euros que se les asignaron, de forma que han estado inflando el presupuesto hasta doblar esa cantidad.
Por otra parte, la serie de submarinos S-80 ha venido presentando problemas desde su comienzo. Tanto sus gastos añadidos como sus comisiones ocultas, dispararon por las nubes el presupuesto inicial del calificado en medios afines al Estado como el “submarino más moderno del mundo”. El producto final resultó tan pesado que se hundía cuando lo fletaban. Mientras que seguimos bajo el mórbido influjo de una pandemia que repunta una y otra vez, ante la que epidemiólogos y profesionales de salud se sienten impotentes por la falta de recursos sanitarios, el gobierno dispara las astronómicas inversiones en Defensa sin ninguna vergüenza.
Navantia, la empresa española dedicada a la construcción de estos pretenciosos submarinos, se vanagloria de ser el postor preferido por la comunidad internacional para el abastecimiento de todo tipo de embarcaciones bélicas; entre otras, están los buques de guerra, destructores y fragatas. A groso modo, y desde 2005 que Navantia lleva funcionando, esta firma ha proporcionado transportes navales a ejércitos de países acusados por la justicia internacional de invadir y cometer todo tipo de atrocidades y genocidios. La cifra aproximada de víctimas, directas o indirectas, causadas a nivel mundial por la producción global española de todo tipo de armamento, puede superar ampliamente el medio millón de muertos. A la cabeza de toda esta masacre se encuentran los niños yemeníes que han sido reventados por bombas, misiles, morteros o cualquier otro tipo de explosivos fabricados en nuestro país; un motivo de orgullo para militares y gobierno de España, que se congratulan y se dan palmaditas en la espalda para que Navantia continúe con su inhumana fabricación de sofisticados equipos bélicos.
La ministra de Defensa española, Margarita Robles Fernández, como madrina mayor de la injustificable bacanal que se ha organizado en su ministerio con la fabricación de la serie de submarinos S-80, ha mostrado su confianza en que estos sumergibles sean efectivos en el exterminio de pueblos indefensos, es decir, de todos aquellos países que no dispongan de dinero para comprarlos a España y utilizarlos contra sus enemigos. Dado que estos submarinos disponen de operatividad para lanzar misiles tácticos, la autoridad suprema de la ministra de Defensa la señala como cómplice incontestable de toda la destrucción que este infernal proyecto vaya a provocar cuando esté operativo. Sus potenciales compradores son países con clara ideología nazi (como es el caso de Israel) o autores de sistemáticas masacres en el Cercano y Medio Oriente (caso de Arabia Saudita), que ya han demostrado con creces su interés en adquirir periódicamente productos bélicos de la prestigiosa y sanguinaria marca española.
La iglesia nacional-católica, a través de un capellán castrense, también ha bendecido este diabólico submarino, elevando sus plegarias al Señor para que sirva de apoyo en los ataques a todo tipo de países indefensos: “Que este submarino fabricado en España -ha barruntado el cínico capellán- sirva para llevar la paz por todo el mundo”.
La princesa de Asturias, junto a su padre el rey apócrifo y a su madre, la periodista reconvertida en esperpéntica reina, lo han bautizado en un bochornoso espectáculo que ha sido retrasmitido por el programa desinformativo “24 Horas” de tve, la manipuladora y tendenciosa televisión pública.
Esta desproporcionada inversión de dinero público, que no parece avergonzar a nadie, ni del ejército ni del gobierno, refleja cuales son los despreciables intereses económicos que rigen el comportamiento de nuestra clase política. Y lo que es peor: en unos momentos en los que la población española aún se debate en su lucha a muerte contra la pandemia, el gobierno “de izquierdas” que tenemos prefiere invertir en engendros bélicos como éste, en lugar de reforzar la sanidad pública y proteger a su población contra un virus imbatible que tiene ya más de tres millones de muertos en todo el mundo. Relicturo satis