Por situaciones como las siguientes pasa la libertad de expresión en nuestro país [1]: la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha condenado al cantante de Def con Dos, César Strawberry, que había sido absuelto por la Audencia Nacional en julio de 2016 (el fiscal Carlos Bautista de la misma Audiencia recurrió al Supremo), […]
Por situaciones como las siguientes pasa la libertad de expresión en nuestro país [1]: la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha condenado al cantante de Def con Dos, César Strawberry, que había sido absuelto por la Audencia Nacional en julio de 2016 (el fiscal Carlos Bautista de la misma Audiencia recurrió al Supremo), a un año de cárcel por humillación a las víctimas y enaltecimiento del terrorismo. Nada menos . Se c onsidera que fueron mensajes de humillación y burla que «alimentan el discurso del odio, legitiman el terrorismo como fórmula de solución de los conflictos sociales».
César Strawberry fue detenido por una serie de tuits sobre los GRAPO, José Antonio Ortega Lara, Juan Carlos I y Eduardo Medina. Algunos ejemplos: «El fascismo sin complejos de Esperanza Aguirre me hace añorar hasta a los GRAPO», «A Ortega Lara habría que secuestrarle ahora», «Street Figthter edición post-ETA: Ortega Lara versus Eduardo Madina».
En mi opinión, ninguno de ellos, tampoco el dedicado a Aguirre desde luego, es de recibo. Ninguno. Pero no es esta la cuestión. Es esta: ¿se pueden o no se pueden decir en nuestro país cosas como ésas?
Otro ejemplo [2].
Una joven estudiante de Historia, Cassandra Vera, de 21 años, ha publicado -desde el 29 de novimebre de 2013 hasta el 16 de enero de 2016- una serie de chistes, 13 tuits en total, sobre el atentado contra Carrero Blanco. La fiscalía de la Audiencia Nacional los considera un delito de «humillación a las víctimas». Lo mismo que en el caso anteior. Sus tuits: «ETA impulsó una política contra los coches oficiales combinada con un programa espacial». En otros se refiere al «viaje espacial» de Carrero Blanco. ¿Humillacióna las víctimas?
El pasado 10 de enero, la misma Cassandra informaba la decisión de la fiscalía: «Me pide el fiscal 2 años y 6 meses de cárcel más 3 años de libertad vigilada por chistes de Carrero Blanco. Solo eso, chistes sobre un dictador».
La estudiante ya declaró por estos hechos en septiembre. Pensó entonces que la Audiencia lo archivaría. Pensó mal. «Expliqué al juez que eran bromas sobre un personaje histórico, el jefe de Gobierno de la dictadura, y que jamás he hecho chistes sobre otras víctimas del terrorismo».
Existe un precedente en la Audiencia: los 18 meses de cárcel a los que fue condenado en 2015 Beñat Lasa Fernández por tuitear una imagen del atentado de 1973 acompañada de la frase: «Hasta el infinito y más allá». El acusado llegó a un acuerdo con la fiscalía. Aadmitió los hechos a cambio de una rebaja de la pena.
Si la petición del fiscal fuera aceptada por la Audiencia Nacional, la joven Cassandra tendría que ingresar en prisión. Aunque la rebajaran y no fuera a la cárcel, ella teme con razón las consecuencias de una condena. «Soy voluntaria en un proyecto social en Murcia y para poder hacerlo me han pedido certificado de antecedentes penales». La condena le impediría dedicarse a la enseñanza pública, como a ella le gustaría. Hasta le podría obligar a abandonar la carrera de Historia: Con antecedentes perdería la beca y sin ella no puede estudiar».
En esta situación, una carta -para mí muy inesperada- de la nieta del que fuera presidente del gobierno del régimen franquista y fascista nos ayuda a situarnos. Son cuatro puntos:
El primero: «Escribo estas líneas con motivo de la petición por parte de la Fiscalía de la Audiencia Nacional de dos años y medio de cárcel (además de libertad vigilada e inhabilitación) para una estudiante de 21 años por publicar mensajes en Twitter mofándose del asesinato de Carrero Blanco. Tratar de hacer humor con el asesinato de nadie me repugna. Me declaro firme contraria a la violencia, la ejerza quien la ejerza, me da igual que sea ETA o el GAL, Obama o El Che. Me horroriza que se intente legitimar cualquier asesinato (incluido el de Bin Laden, en su día aplaudido por los jefes de Estado de medio mundo), y me entristece que se haga burla de ello. Me entristece como ciudadana a secas, pero supongo que algo más por ser hija de un padre al que le mataron al suyo, y que a pesar de la dureza de los hechos ha sido un hombre admirablemente discreto y sensato, al que nadie jamás habrá oído pronunciar al respecto una frase fuera de lugar, y que tuvo que encajar aquello prácticamente sin más apoyo que el del dolor de su madre y sus hermanos y el del cariño, la serenidad y la comprensión de su mujer -los hijos apenas éramos unos niños-. Esto, insisto, me entristece, pero no me preocupa». No hace falta coincidir con la referencia a Guevara para comprender la reflexion
El segund punto: «Lo que me preocupa es que un acto de patente mal gusto y carencia de toda sensibilidad se considere un crimen. Yo no sé de asuntos jurídicos, no sé en base a qué artículos la fiscalía hace semejante petición, y si lo hace será obviamente porque la ley la ampara. Pero, por muy legal que sea, me parece un absoluto disparate. No creo que sea ni proporcionada ni ejemplarizante. Tan solo atemorizadora, y no solo para la acusada, sino para todos los que vivimos en una democracia. Me asusta una sociedad en la que la libertad de expresión, por lamentable que sea, pueda acarrear penas de cárcel. Considero un error peligroso tratar de que la ciudadanía sea respetuosa a base de amenazas y sanciones desmedidas». Absoluto disparate: son sus palabras. Le asusta, también son suyas, una sociedad donde la libertad de expresión comporte penas de cárcel.
El tercero: «El miedo jamás genera respeto, solo rencor. Se supone que se trata de un delito de humillación a las víctimas y de enaltecimiento del terrorismo. Al menos a mí (obviamente solo puedo y pretendo hablar por mí), lo que esta persona ha escrito no me humilla en absoluto. Me apena -y quizá inquieta un poco que se quiera dedicar a la docencia-, pero no tiene en absoluto la capacidad de humillarme. Y creo que, efectivamente, hay un enaltecimiento pero, como he dicho, del mal gusto y de la falta de sensibilidad. Confío por el bien de todos en que esta petición no prospere, y que aprendamos de una vez a tolerarnos los unos a los otros motivados por el respeto, y no por el miedo». Desde su perspectiva: no le humilla en absoluto lo escrito por Cassandra.
Yo no lo hubiera escrito exactamnte así si alguien se hubiera mofado del asesinato de mi abuelo en el Camp de la Bota por parte de un pelotón voluntario de la Guardia Civil, pero agradezco muy sinceramente la reflexión de Lucía Carrero-Blanco por la dignidad y valentía con la que escribe sobre las coordanadas de la situación. «Absoluto disparate» significa absoluto disparate.
Nos gustarán o no los tuits o los comentarios, pero ¿existe o no existe libertad de expresión en España? ¿Carrero Blanco no fue un miembro esencial de eso que hemos llamado régimen dictatorial franquista? ¿Lo que llamamos terrorismo tiene prolongaciones hacia atrás, hacia los años del fascismo? ¿Podemos o no podemos hacer bromas sobre ello, nos gusten o no?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.