Cuando China despierte,El mundo temblará….Napoleón Bonaparte. La cultura del Cheng-Hua Min-Kuo (Estado Popular de la Floreciente Tierra del Centro), nombre oficial de la República Popular de la China, quizás sea la más antigua y fecunda de las culturas que ha producido la especie humana a lo largo de su historia. La diversidad, fortaleza y […]
El mundo temblará….
Napoleón Bonaparte.
La cultura del Cheng-Hua Min-Kuo (Estado Popular de la Floreciente Tierra del Centro), nombre oficial de la República Popular de la China, quizás sea la más antigua y fecunda de las culturas que ha producido la especie humana a lo largo de su historia.
La diversidad, fortaleza y densidad de sus tradiciones y forma de vida, permitió que los chinos resistieran todos los intentos de dominación cultural a que fueron sometidos a lo largo de los últimos 3.000 años por parte de diferentes pueblos. Los invasores que lograron conquistar militarmente al mundo chino (mongoles, tártaros, japoneses), terminaron inexorablemente subyugados y asimilados por la refinación y el poder de su cultura. Solo el budismo, hace cerca de dos mil años atrás y el marxismo hace 70 años, pudieron permear las sólidas barreras etno-culturales que la sociedad china siempre levantó frente a ideologías foráneas.
Pero en los últimos 30 años, hemos podido presenciar como de la mano de un asombroso y espectacular desarrollo de sus fuerzas productivas, la sociedad china en general ha asimilado totalmente los fundamentos superestructurales del actual modelo económico capitalista neoliberal.
La población china, luego de siglos de opresión y penurias económicas (la última de las cuales fue durante las décadas de los años 50 y 60 del pasado siglo durante el ensayo colectivista del Gran salto Adelante del Presidente Mao Zedong), se ha lanzado en los brazos del consumismo mas feroz y desenfrenado que el mundo ha conocido desde los tiempos de los «happy days» estadounidenses.
Amparado por el mayor crecimiento económico del mundo y un poder adquisitivo en permanente alza, el pueblo chino ha asumido como propio el «american dream» como meta para alcanzar la felicidad. Este nuevo «salto adelante» económico de la sociedad china ha estado acompañado de la masiva y fervorosa aceptación, por parte de la casi totalidad de su población, de los patrones ideológicos neoliberales del consumismo y el derroche: la ideología del úselo y tírelo, pura y simple. Las perspectivas de mil trescientos millones de chinos consumiendo y derrochando como usamericanos ha llevado a muchos autores a declarar que harían falta otras dos tierras para satisfacer las necesidades de recursos que esto requeriría.
Llegados a este punto hay que cuidarse de la trampa ideológica, por lo demás muy común en estos días, de agitar las banderas de la sinofobia económica como generadora de todos los males presentes y futuros del ecosistema terrestre, pero sin cuestionar, denunciar y condenar al consumismo capitalista neoliberal impuesto por los grandes centros de poder mundial, encabezados por la oligarquía que controla el complejo militar-industrial-petrolero-financiero de los EEUU, como instrumento de alienación y dominación sobre el resto de la humanidad y como principal motor del desastre medioambiental que actualmente vive nuestra civilización.
Debe quedar bien claro que en materia de conservación ambiental no existe un capitalismo «bueno y solidario» y otro «malo y depredador»; que, por ejemplo, el capitalismo promovido por Disney y McDonald´s genera polución y destrucción de ecosistemas por igual en las plantas chinas donde se fabrican sus iconos y juguetes y en los centros distribuidores estadounidenses que los mercadean. Que el problema es estructuralmente innato de un sistema de organización económico social (Capitalismo) en general, y no de las características y modalidades económicas y productivas de un país en específico.
No es admisible que desde el corazón mismo de la sociedad consumista y derrochadora occidental se quiera dictar pautas sobre la forma en que la sociedad china ha asumido el capitalismo sin antes cuestionar y modificar sus propios estilos de vida. Los europeos y norteamericanos tendrían que dar el ejemplo en cuanto a consumo responsable y derroche cero, (cosa imposible en el capitalismo), antes de criticar y responsabilizar a los chinos de generar con su progreso económico un posible apocalipsis ambiental.
Sin desmedro de lo anterior, también hay que acotar que este período de riqueza de la población china abre una interrogante acerca de cómo afectará su nuevo y cada vez mayor poder adquisitivo a las poblaciones de animales salvajes de los que se nutre la farmacopea tradicional de ese país.
Desde los más antiguos textos médicos de la cultura china (El Libro de la Medicina Interna de Huang Di y el Compendio de Materia Médica de Shen Nong escritos durante la dinastía Han hace cerca de 1.700 años) son indispensables, por ejemplo, los huesos de tigre para tratar la artritis y la fatiga muscular y emocional; los penes de foca, los cuernos de rinoceronte y los caballitos de mar para tratar la impotencia masculina y la bilis de oso para las enfermedades gástricas y circulatorias.
Las leyes de la oferta y la demanda propias del sistema capitalista indican que si actualmente un esqueleto de tigre se cotiza en los mercados ilegales de Asia en cerca de 7.000 dólares americanos, la aparición de una cada vez mayor y más acaudalada cantidad de clientes chinos potenciará la demanda y por ende el precio, de un bien cada vez más escaso y de difícil obtención, hasta niveles muy superiores, sometiendo a la ya dolorosamente escasa población de tigres a una presión por parte de campesinos empobrecidos, devenidos en cazadores furtivos por la promesa de esa, para ellos, enorme cantidad de dinero, que quizás sea definitiva en el camino de la extinción de dicha especie.
Se calcula que para la década del 2030, el ingreso per capita de los chinos, (actualmente en cerca de $6.000), alcance y supere al de los estadounidenses ($38.000 anuales). No es descabellado imaginar el efecto que este nuevo poder adquisitivo de la población china, cabalgando sobre patrones de consumo y de derroche, tendrá a mediano plazo sobre el ecosistema terrestre en general y específicamente sobre especies en peligro de extinción, utilizadas por su medicina tradicional, a muy corto plazo.