Ha muerto Stephen Hawking, el célebre científico que en nuestra época ha contribuido de forma muy significativa al mundo y desarrollo de la ciencia. Con su muerte se reabren cuestiones y debates, que el mismo Hawking impulsó y que trataremos de afrontar en este artículo, dedicado a su memoria. Tales como la relación entre las […]
Ha muerto Stephen Hawking, el célebre científico que en nuestra época ha contribuido de forma muy significativa al mundo y desarrollo de la ciencia. Con su muerte se reabren cuestiones y debates, que el mismo Hawking impulsó y que trataremos de afrontar en este artículo, dedicado a su memoria. Tales como la relación entre las ciencias y la filosofía. ¿La ciencia, el predominio científico, invalida la filosofía, hace innecesaria la reflexión filosófica, son incompatibles la razón científica y la filosófica? La historia de la filosofía y de la misma ciencia nos transmite que, para desarrollar la razón de forma adecuada, el pensamiento filosófico y el científico deben complementarse, fecundarse mutuamente
Las ciencias nos muestran como es el mundo, cuál es su funcionamiento y dinámica, sus leyes o estructuras de todo tipo. Por ejemplo, la física nos enseña el movimiento u orden del universo, la estructuración y leyes u ordenamiento del cosmos… La biología como se constituye la vida física, corporal y humana, etc. Las ciencias están más centradas, pues, en los hechos o datos empíricos, susceptibles de comprobación empírica o de experimentación. Más la filosofía interpreta y da sentido a dichos datos o hechos, se pregunta el qué o para qué y porqué de las cosas. Si las ciencias nos muestran como es nuestro planeta tierra y la vida humana, la composición y posibilidades de la realidad física o personal, la filosofía nos comunica qué hacer con esa vida y planeta, que sentido u orientación le damos a esta realidad.
Por lo tanto, como se observa, es tan necesario conocer como son las cosas y para qué las empleamos, que sentido le damos y tienen, el porqué de las mismas, su origen y finalidad. Por ejemplo, el pensamiento económico empleando la observación e investigación empírica conoce que, debido a nuestra condición física y corporal, es necesaria la actividad económica con los bienes y recursos. Y, de esta forma, asegurar la existencia y satisfacer las necesidades vitales de los seres humanos. En esta realidad de la economía, se necesitan desarrollar todas sus capacidades y posibilidades para que realmente sirva a estas necesidades de las personas. La filosofía, por ejemplo con su antropología y ética, orienta a la economía para que cumpla su finalidad real de servir a la vida, para que distribuya los bienes de forma justa porque, de lo contrario, sería una economía que mata.
La filosofía, de este modo, posibilita a la ciencia económica el desarrollo todas sus capacidades y posibilidades humanizadoras, al servicio de la vida humana. En una economía ética y justa, para el reparto con equidad de los bienes, que es lo que constituye el verdadero sentido y el porqué de la economía. Con sus diversas perspectivas o teorías, los distintos pensadores de la historia de la economía. Desde los clásicos como Aristóteles o Santo Tomás de Aquino pasando por los modernos como A. Smith o Marx, hasta llegar a los contemporáneos como A. Sen, han articulado este pensamiento científico y filosófico para una economía ética. Y es que, realmente, la ciencia presupone unos fundamentos filosóficos y metafísicos: para conocer la realidad hace falta afirmar que lo real es, que la realidad existe; que la vida o el mundo tienen sentido y, por lo tanto, es significativo conocerlo y comprenderlo a través de las ciencias o los diversos conocimientos. Al mismo tiempo, la filosofía requiere de las cosas y de la realidad, de lo real para que ese significado u orientación sean de las cosas reales. Es el sentido de lo real, la verdad real. Y no caer en idealismos o universalismos abstractos donde no se tiene en cuenta lo concreto y real, que queda absorbido o negado por el pensamiento que domina al mundo y no respeta este ser de los entes, la realidad y lo real verdadero.
Por lo tanto, como tratamos de exponer, las ciencias y la filosofía son complementarias. Con una buena filosofía y metodología de la ciencia, como nos muestran dicha materia y estudios, se pueden articular los datos o hechos y realidades con las diversas teorías, corrientes y filosofías que subyacen a los planteamientos científicos. Y es que el conocimiento y las ciencias no son neutros e imparciales. Sino que tienen de fondo una forma de comprender al ser humano con su acción, una antropología y ética, una cosmovisión y sentido del mundo, una metafísica….Tal como apuntamos, por ser la persona un ser que constitutivamente busca el sentido de la existencia, la ciencia y el pensamiento siempre tienen estos presupuestos filosóficos y antropológicos, sin los cuales se hace prácticamente imposible la reflexión e indagación de la realidad.
Cuando se pierden todos estos criterios de la filosofía de la realidad y del sentido, la razón crítica y profunda, como pasa en ciertos posmodernismos actuales, la misma razón y ciencia decaen, se apagan o niegan. Se cae en el individualismo, relativismo y nihilismo. Y, al mismo tiempo, este vacío y nihilismo posmoderno deja paso al mal moderno e igualmente individualista de la razón instrumental, tecnocrática que nos domina. El relativismo e individualismo nihilista y tecnocrático, despreciar la razón crítica y la ética en la era del dominio tecnocrático del capital y de la mercadotecnia- sobre todo bancaria/financiera y bursátil-, lleva a los nuevos Auschwitz. El pensamiento crítico, ético y social nos muestra como la razón y la ciencia, sin la memoria ética de la compasión (sentir con) y la justicia con las víctimas, nos dirige a la barbarie ya los holocaustos, nos conduce a todo tipo de injusticias.
Tal como trata de hacer la ciencia y científicos como Hawking, se busca una teoría unificadora del todo, que dé cuenta de los dinamismos del tiempo y del espacio, del cosmos e historia. Pero, como está más que estudiado y comprobado, las ciencias tienen un objeto y sujeto más específico de estudio, tienen sus límites empíricos y racionales. Es una buena metodología y filosofía de la ciencia, una cosmovisión filosófica y metafísica, la que puede acoger e integrar los diversos aspectos más parciales que estudian las ciencias. Realizando así esa síntesis y globalidad del pensamiento científico. Por supuesto, tampoco la filosofía puede captar en su totalidad completa y plena la realidad, con su diversidad y profundidad consumada. Por nuestra finitud y límites humanos, toda razón, filosofía y verdad deben siempre estar abiertas, con esa apertura, dinamismo y trascendencia de lo real. Y así no caer en el fundamentalismo e integrismo. Más la filosofía, al estar constituida por una razón más global e integral, sí tiene esa capacidad de ir aproximándose y acercándose de una forma más total (globalizadora), verdadera y profunda. A esa realidad Frente a los relativismos e individualismos.
Autores y pensadores como, por ejemplo, T. de Chardin o X. Zubiri en diálogo con la ciencia y científicos como Einstein. Y en sintonía con lo que nos muestran hoy las diversas ciencias, como las físicas o mecánicas y nuevas disciplinas como las ecológicas o cosmológicas, han tratado de presentar una filosofía de la realidad en su unidad y diversidad. Con su globalidad estructural, apertura, dinamismo y trascendencia. Lo real con sus diversas y más completas dimensiones de lo físico, biológico, material personal, cultural, social, histórico y cósmico que se inter-relacionan entre sí. En comunión con una forma cooperativa y solidaria, con su capacidad de apertura dinámica y trascendente. Como nos transmite hoy la ciencia y la filosofía, todo está relacionado con toda, con los dinamismos de retroalimentación y sinergias de toda la realidad.
Algo similar afirma Hawking: «todo en el universo parece haber sido ajustado muy finamente, para permitir el desarrollo de la vida. Por ejemplo, si la carga eléctrica del electrón hubiera sido un poco diferente, se habría alterado el equilibrio entre las fuerzas electromagnéticas y gravitatorias en las estrellas. Y por tanto, o bien habrían sido incapaces de convertir hidrógeno en helio, o bien habrían explotado». La filosofía, la ética y el pensamiento en general nos posibilitan comprender mejor toda esta inter-acción de lo real y del cosmos en su globalidad, para esta colaboración fraterna y comunión solidaria en la promoción de la vida.
Frente al positivismo, la ciencia no capta en su profundidad toda esta trascendencia de lo real y humano en la búsqueda de la verdad, del bien y la belleza, en los sentimientos, valores y relaciones que nos constituyen como humanos. Tales como el amor, la pasión por la vida y por la justicia, la conciencia moral de la dignidad y derechos de las personas. Por ello, más allá de la ciencia, haciéndose cargo de esta filosofía y trascendencia de lo humano, Hawking nos dice que «el universo no sería gran cosa si no fuera hogar de la gente que amas». La filosofía de la ciencia y del conocimiento hace posible este ethos cósmico y planetario. Una ética del cuidado y de la ecología integral, que cuida toda la realidad de la naturaleza, del ser humano y de la sociedad-mundo para buscar la libertad, la igualdad y fraternidad frente a toda desigualdad e injusticia.
El mismo Hawking testimonió esta esfera filosófica y ética de la ciencia con su trabajo en la colaboración entre la ciencia y la espiritualidad, en la promoción de la paz y la justicia frente al capitalismo. Por ejemplo, nos enseña que «la inequidad económica se dispararía a medida que los puestos de trabajo se convirtieran en tareas automatizadas, ocupadas por las máquinas. Y los ricos, dueños de esas máquinas, rehusaran a compartir el rápido bienestar que este proceso les generaría. Si las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado dependerá de cómo las cosas son distribuidas. Todos pueden disfrutar de la vida, si lo que producen las máquinas es compartido; o más personas pueden terminar miserablemente pobres, si los dueños de las máquinas hacen lobby en contra de la redistribución. Hasta ahora, la tendencia parece inclinarse por la segunda opción, con la tecnología volviéndose cada vez más inequitativa. Esencialmente, los dueños de las máquinas se posicionarán como la burguesía de una nueva era, en la cual sus corporaciones no proveerán de puestos de trabajo a las personas. Por lo tanto, el tan temido Armagedón no vendría de la mano de los robots, como tantas películas de ciencia ficción nos han querido hacer creer, sino que será generado por el propio ser humano «.
Para terminar, nos quedemos con uno de sus últimos mensajes de esperanza que lo llevó a la práctica en su vida, con la superación e integración de las dificultades por las que tuvo que atravesar. «Las cosas pueden cruzar por un agujero negro y llegar, probablemente, a otro universo. Así que si crees que estás atrapado en uno, no te rindas, hay salida… Aunque tuve la mala suerte de sufrir una enfermedad motora neuronal, he sido muy afortunado en casi todo lo demás . He tenido suerte de dedicarme a la física teórica en un momento fascinante… Es importante no ponerse furioso, no importa lo difícil que sea la vida, porque perderás toda esperanza si no te ríes de ti mismo y de la vida»
Agustín Ortega Cabrera, es trabajador social y doctor en Ciencias Sociales (Departamento de Psicología y Sociología). Asimismo ha realizado los estudios de Filosofía y Teología, doctor en Humanidades y Teología. Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, actualmente, de la UNAE (Universidad Nacional de Educación) así como invitado en diversas universidades latinoamericanas. Autor de diversas publicaciones, libros y artículos.
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