Para ustedes, por su paciencia y con mi más sincero agradecimiento. También vale repetir que el fenómeno de Bernie Sanders es igual de sorprendente y significativo que el de Trump; reveló que millones de estadunidenses apoyan el mensaje del autoproclamado socialista democrático por una revolución política en favor de las grandes mayorías y en contra […]
Para ustedes, por su paciencia y con mi más sincero agradecimiento.
También vale repetir que el fenómeno de Bernie Sanders es igual de sorprendente y significativo que el de Trump; reveló que millones de estadunidenses apoyan el mensaje del autoproclamado socialista democrático por una revolución política en favor de las grandes mayorías y en contra del consenso neoliberal. Eso también es parte del rostro estadounidense y -al ser el más apoyado por los jóvenes- buen augurio para el futuro, ante la amenaza ultrareaccionaria que desfilará esta semana en Cleveland. Cornel West, filósofo, político e intelectual afroestadunidense, recientemente escribió que en esta coyuntura «estamos entrampados en optar entre Trump, quien sería una catástrofe neofascista, y Clinton, un desastre neoliberal». Agrega: «El imperio estadounidense está en un profundo declive espiritual y cultural que genera desesperación». Pero sostiene que movimientos de jóvenes, como Black Lives Matter y otros, «muestran un despertar moral y espiritual. Nos ofrecen esperanza democrática. No se trata de tener esperanza, sino de ser la esperanza».
David Brooks (2016)
La refundación del partido del catalanismo conservador, recientemente reconvertido al independentismo, no parece que vaya asumir la más mínima responsabilidad por la corrupción estructural que le rodea y que cuenta con la complicidad de importantes sectores de la clase política y la sociedad catalana. Como la senyera, con Pujol, la estelada está sirviendo para tapar la podredumbre que emana de demasiadas instituciones catalanas. En este tema existen bien pocas diferencias entre el comportamiento de la sociedad catalana y española, donde la unidad nacional en un caso y la independencia en el otro están siendo utilizadas eficazmente para tapar la corrupción.
Antonio Santamaría (2016)
No se trata de tener sino de ser esperanza. No está mal, nada mal, la formulación de Cornel West.
Antonio Santamaría, una vez más, ha dado en el clavo (aunque tal vez debamos a empezar a repensar esta separación-disyunción, discutible a todas luces, entre sociedad catalana y española). Quien dice «tapar la corrupción», dice consolidar y aumentar aún más el poder de clase de las clases dominadoras y hegemónica por el momento; el dominio indiscutido de las 400 familias; su apuesta (calculada pero arriesgada), a corto pero sobre todo a largo plazo, por quedarse con todo el pastel (o lo más que puedan) en exclusiva; su cosmovisión profundamente neoliberal y antipopular; su apuesta (a excepción de la CUP) por la actual UE y la actual eurozona; su más que clasista estar-en-el-mundo; su crematístico «sentido de la vida»; su catalanismo excluyente, homogeneizador y antiespañol (sin apenas matices), etc.
Quedan, por supuesto, mil otros asuntos para comentar. El gran tema-monotema y sus alrededores, que diría Víctor Sánchez de Zavala, dan para mucho incluso en épocas veraniegas. Pero hoy no toca como diría el gran manipulador y estafador, e incluso también su principal hijo político, el del chiste -seguido y reído en sede parlamentaria- sobre la forma de hablar castellano de los niños andaluces y gallegos. «No se les entiende», dijo, sin que la cara se le llenara-cayera de vergüenza y sin que hasta ahora haya rectificado.
Las vacaciones han llamado a la puerta y, a diferencia del cartero, no suelen repetir. Me despido pues, ¡ya se ha molestado suficientemente!, con mis mejores deseos… y con una duda.
Llevo dos o tres años (¡ni yo mismo recuerdo el momento en el que inicié estas notas!) escribiendo estas sabatinas federalistas y anti-secesionistas y me da que a veces me repito como un loro, que insisto en lo ya sabido, que no aporto nada que sea de interés (y de su interés), que no hay novedades en lo dicho y argumentado, que mi perspectiva político-cultural (nada novedosa ciertamente: está o ha estado en la tradición de la izquierda, también de la catalana) ya está suficientemente clara, que todo resulta una vuelta más (sabida y más o menos conocida) en un retorno que de ninguna manera puede y debe ser eterno o muy largo.
En definitiva, que me he quedado sin combustible sostenible ni chispa argumentativa y crítica y que el interés que pudieron tener estos textos (si lo tuvieron) se ha ido disolviendo poco a poco. Si todo lo sólido se disuelve en el aire, como nos enseñaron los clásicos cuando jóvenes, ¡podemos imaginar la evolución y desarrollo de lo que está muy lejos de serlo!
Así, pues, se impone una despedida, ¿provisional (hasta después del verano) o definitiva (para siempre)? Esta es la duda. «Hic Rodhus, hic salta!», con el estilo esopista del padre de la inolvidable Tussy Marx.
No creo que sea una descortesía pedir su ayuda si tienen un poco de tiempo. No les pido un desarrollo detallado, lejos de mi ese cáliz. Me basta con una nota: regular, mal, bien, depende del día, muy mal en general,… lo que ustedes prefieran. Y alguna reflexión complementaria si fuera el caso. Les dejo, pues, mi correo y una brevísima tarea: [email protected] Cualquier comentario será muy bien recibido. Muchas gracias.
Mi regalo de vacaciones. De Eduardo Romero, En mar abierto, Oviedo, Cambalache, 2016, p. 201. Por ustedes, por tantas compañeras y compañeros que han venido de otros lugares y tantos trabajos imprescindibles han realizado. Y también por Jenny y Jennyschen Marx:
«Una mañana a Jenny le suena el teléfono móvil mientras le da el desayuno a la señora Rosario. Se fija en que es un numero internacional, con el prefijo de su país. Le extraña que le llamen a estas horas desde Perú, allá son las tres de mañana. No suele coger el teléfono cuando está dando de comer a la señora, pero esta vez interrumpe su tarea y responde, un poco temerosa. Su hermana mayor le anuncia que su padre ha muerto
Jenny se desploma en el suelo, comienza a llorar desconsoladamente, olvida por un momento que está en el trabajo, olvida a la señora Rosario sentada a la mesa. Se acurruca en el suelo y se mete en su propia cueva. Cuando logra recuperar la conciencia de dónde está, observa que la señora Rosario sigue en su sitio. Desde que enfermó, prácticamente no habla, aunque a Jenny le impresiona su mirada penetrante. Ahora mira a Jenny de esa forma. Y ruedan por las mejillas de la anciana unas lágrimas
A veces la señora es capaz de decir, con mucha dificultad, ga-lle-ta.
Ahora le dice a Jenny: lo siento mucho».
¡Recarguen las pilas todo lo que puedan! No podrán con nosotras, ni incluso con nosotros, especialmente con ustedes. Se puede, ustedes pueden.
Me olvidaba, otro regalo más: «Prefiero amar», Miguel Poveda y Luis Eduardo Aute: https://www.youtube.com/watch?v=8twCQdOC69Q. Por creer que la belleza no se rinde ante el poder. Nada menos.
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