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Clan Pujol-Ferrusola: corrupción en estado puro

Fuentes: Rebelión

«El Patriotismo es el último refugio del sinvergüenza» (Samuel Johnson) «Detrás de toda gran fortuna hay un crimen» (Honoré de Balzac) «Hay muchas formas de robar. No sólo se roba cuando se quita dinero de otras manos, sino también cuando se cobra un precio abusivo, o cuando se paga un sueldo de miseria a unos […]

«El Patriotismo es el último refugio del sinvergüenza»

(Samuel Johnson)

«Detrás de toda gran fortuna hay un crimen»

(Honoré de Balzac)

«Hay muchas formas de robar. No sólo se roba cuando se quita dinero de otras manos, sino también cuando se cobra un precio abusivo, o cuando se paga un sueldo de miseria a unos por trabajos que nadie quisiera hacer, mientras a otros se les paga sueldos escandalosos por no hacer nada»

(José López)

Y efectivamente, de todas esas maneras, y de algunas más, ha robado el famoso clan catalán Pujol-Ferrusola, al que podemos equiparar con la mafia calabresa, la camorra napolitana, los cárteles colombianos o los gángsters de chicago. Porque pienso que para tener siete hijos, y que todos sean unos sinvergüenzas, no tienen más remedio que serlo sus padres también. Pues eso: estamos hablando quizá de uno de los mayores corruptos de la Historia, que con mayor descaro ha expoliado, ha saqueado las arcas públicas catalanas, para enriquecerse personalmente. Todas las argucias, todos los engaños, toda la caradura y todas las manipulaciones, han sido seguramente llevadas a cabo por los miembros de este clan, para llegar a la situación que han llegado. Sin ir más lejos, se conoce el procedimiento mediante el cual Josep Pujol Ferrusola, segundo hijo varón de la pareja, pudo cursar un Máster de Administración de Empresas en la Universidad de Nueva York, mediante una beca de La Caixa, mecanismo otorgado para cursar estudios de postgrado en el extranjero destinados a estudiantes con pocos recursos económicos.

El caso Banca Catalana, a principios de los años 80, ya puso en candelero las tretas económicas y el saqueo de una serie de entidades financieras llevadas a cabo por Jordi Pujol, pero se movieron las influencias suficientes como para que el caso se archivara. Lejos de reconocer su culpa, Pujol se envolvió en la bandera de su país, asociando la investigación del caso a un «ataque contra Cataluña». Y desde entonces, mediante la formación política que él mismo fundó, se parapetan en la idea del supuesto «robo» que practica el resto del Estado Español hacia una Cataluña «trabajadora y productiva», sin mencionar que el mayor robo es el practicado por ellos mismos, y que esa Cataluña a la que se refieren está en verdad integrada por trabajadores de otras muchas Comunidades del Estado Español. Durante sus 23 años de gobierno en la Generalitat, mediante el famoso mecanismo del 3% de comisión en todos los servicios y contratos practicados por el gobierno autonómico, ya denunciado por Pascual Maragall en el Parlament, se fueron enriqueciendo ilícitamente, fueron robando al pueblo catalán, poco a poco, pero de forma constante, mediante un incesante goteo de tráfico de influencias y de comisiones ilegales.

Todo ello, además, llevado públicamente con un descaro, una prepotencia y una chulería indescriptibles, como cuando se atrevió a soltar en una entrevista: «¿La UDEF? ¿Qué coño es esto de la UDEF?», o con un cinismo mayúsculo, mientras aseguraba textualmente: «Yo tengo confianza en mis hijos», entre otras tantas sandeces, atrevimientos y provocaciones. Porque sus hijos, como hemos dicho, no tenían arreglo. A raíz sobre todo de las denuncias de la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola, hemos conocido el escandaloso tren de vida que llevaba el personaje, con evasiones fiscales a varios países, con maletines llenos de billetes de 500 euros, y luciendo coches de lujo adquiridos a precios irrisorios, entre otras muchas tropelías. Por su parte, el vástago que representaba la continuación política del jefe del clan, Oriol Pujol, tuvo que renunciar a todos sus cargos, después de que se destapara su complicidad en varios casos de corrupción, como el de las ITV. Y aunque estos dos nombres son los más conocidos y los que más eco mediático han sufrido, ningún otro miembro de la familia se salva de haber llevado a cabo conductas ilícitas, tráfico de influencias, contratos de favor con las Administraciones públicas catalanas (como la propia madre, Marta Ferrusola) u operaciones especulativas de todo tipo.

Y por fin, la cosa pretende ser soslayada mediante un ridículo comunicado publicado al comienzo del verano, donde el ex molt honorable confiesa una historia sobre una herencia familiar (que ni su propia hermana conocía), llegando de esta forma al patetismo más absoluto para intentar justificar lo injustificable. Lo mejor de todo es que, mientras en el susodicho comunicado, Pujol manifiesta una actitud colaborativa con la justicia, parece ser que poco tiempo le ha durado dicha actitud, porque en menos de 15 días ha pasado a un contraataque judicial en varios frentes, denunciando las comisiones rogatorias del juez y a la propia banca andorrana, por vulneración del secreto bancario. Todo un despropósito, propio de un bodevil corrupto y asqueroso, de un culebrón vomitivo, donde no se salva nadie de la familia. Como decimos, se trata de la corrupción en estado puro, en estado natural de efervescencia, como manifestación endémica de un sistema agotado, corrupto en sí mismo, y liderado por los mismos personajes que ahora pretenden arreglarlo. Una corrupción ejecutada con un sorprendente grado de impunidad, al saberse valedores de una serie de privilegios que supuestamente les facultan para ello. Simplemente despreciable.

El señor Pujol y toda su ralea han demostrado ser los mayores timadores del reino, además de forma tan rastrera para quedar encima como héroes, que «hacían país» por la mañana, llenándose la boca con Cataluña y con su ética llevada a la política (incluso a través de una fundación propia), mientras que por la tarde se dedicaban a meter la mano y el pie en la caja del dinero público. Con el valor añadido además de que se trataba de un líder que había llevado a muchos catalanes a «creer» en la grandeza de su país, muchos catalanes a los que, seguramente, se les habrán caído todos los palos del sombrajo cuando se hayan enterado de la auténtica madera de su líder, de su ídolo. El clan Pujol y su partido fueron los creadores de un imaginario colectivo, de una cosmovisión dominante en Cataluña durante más de 30 años. Han sido una lacra, una carcoma que han demolido la credibilidad del sistema, y que han diseñado un funcionamiento institucional corrupto en su esencia. Los Pujol han sido la gran mentira de Cataluña, los diseñadores de un estilo y de un modo de vida absolutamente despreciables, que socava la democracia y protege a las élites económicas y políticas. Han sido los líderes responsables de llevar a su máxima expresión un tipo de nacionalismo exacerbado, un patriotismo dogmático y una cultura sobre las señas de identidad. Todo humo, que se desvanece como un castillo de naipes en la arena. Cinismo, engaño y manipulación por doquier. Una saga que ha considerado a Cataluña como su cortijo propio, y al conjunto de los catalanes como sus vasallos particulares.

Por si todo lo que hemos contado fuera poco, la guinda del pastel la pone una actitud xenófoba (no podemos llamarla «racista» porque estamos hablando de una misma raza, pero sí de rechazo hacia lo que para ellos son «extranjeros» de otras Comunidades del resto del Estado Español), manifestada en infinidad de ocasiones, no sólo por el clan Pujol, sino también por sus delfines políticos (Durán i Lleida, Artur Mas), mediante despreciables declaraciones, sobre todo con respecto a los andaluces. Vamos a terminar con una de esas joyas verbales, manifestada por el propio Jordi Pujol en el texto «La inmigració, problema i esperança de Catalunya», Editorial Nova Terra, Barcelona, 1976. En dicho texto, y sobre la personalidad andaluza, Pujol se manifiesta en los siguientes términos: «…el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…), es generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad».

Bien, como no creo que quepan más comentarios a un texto que se descalifica por sí mismo, prueba de la mezquindad y de la mediocridad de su autor, vamos a contestarle al ex molt honorable con un soneto que me llegó hace varios días a mi dirección de correo electrónico, de autor anónimo, pero que define muy bien la personalidad del autor de dichas declaraciones. Al menos, a ver si podemos convencer a los Pujol (y a todos los catalanes que piensen como ellos), de que los andaluces tenemos mucho arte para la poesía. El título del soneto es «El señorito», y dice así:

«Un enano, cabrón, calvo y tripudo,

un jeta acomplejado y adiposo,

obsoleto, gagá, trincón, baboso,

tartaja, correlindes y orejudo.

Pedigüeño un gorrón morrocotudo,

de la doblez un falso virtuoso,

de mil asuntos turbios sospechoso,

un, si no cabezón, sí cabezudo.

Si así calificarme se permite,

ya véis que en mis cuartetos lo describo,

y pues racista saliera el señorito,

no creyendo pasarme ni un ardite,

a fuer, le añadiría, de objetivo,

desmayado un tupé y un bigotito»

Blog del autor:  http://rafaelsilva.over-blog.es/

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