Clara Zetkin murió el 20 de junio de 1933. En su homenaje, presentamos aquí un esbozo de su vida dedicada a la lucha por el socialismo y la organización de las mujeres trabajadoras europeas.
«La incorporación de grandes masas de mujeres trabajadoras en la lucha por la liberación del proletariado es uno de los prerrequisitos para la victoria de la idea socialista y para la construcción de una sociedad socialista.» Clara Zetkin
Clara Zetkin, nacida en 1857, importante dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y organizadora de su sección femenina, vivió entre dos siglos, lo que le permitió ser protagonista de acontecimientos históricos tales como la decadencia de la socialdemocracia y la creación de la IIIº Internacional dirigida por Lenin, la Primera Guerra Mundial, la instauración del estado obrero soviético y el surgimiento del nazismo.
Indoblegable, en 1891, a su regreso del ostracismo al que la condenó el canciller Bismarck por pertenecer al SPD, fundó la revista La Igualdad que dirigió hasta 1917, la que llegó a tener ciento veinticinco mil suscriptores, transformándose en uno de los canales de expresión más destacados de su época al convertirse -a partir de 1907- en el órgano oficial de la Internacional de Mujeres Socialistas. A través de esta publicación quincenal, Clara intentó desterrar viejos prejuicios de la dirección del partido socialdemócrata, proponiendo crear núcleos de mujeres que participaran en la vida y actividad partidaria, pero manteniendo su autonomía. (…).
Mujer valerosa, no dudó en combatir contra la dirección de su partido cuando se alineó con la burguesía alemana, votando los créditos de guerra en el parlamento, para entrar en la Primera Guerra Mundial. (…).
En su lucha contra la guerra, lanzó un llamamiento a las mujeres socialistas y convocó a la tercera conferencia internacional que sesionó en la ciudad suiza de Berna, en marzo de 1915, donde se reunieron setenta mujeres de ocho países europeos. Durante ese encuentro, la guerra imperialista fue condenada con la consigna «guerra a la guerra». Por ello, fue encarcelada junto a Rosa Luxemburgo ese mismo año, tras lo cual no pudo intervenir activamente en esa lucha. Al año siguiente se le prohibió hablar en público y fue excluida del SPD.
Pero a Clara se la conoce fundamentalmente porque fue una de las socialistas europeas que, en los albores del siglo pasado, propuso instaurar un día en homenaje a las mujeres obreras que habían dado su vida para exigir mejores condiciones laborales. Eso fue en 1910, durante el IIº Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, realizado en Copenhague al que asistieron más de cien delegadas de diecisiete países. (…). Las razones de tal propuesta eran evidentes para las mujeres socialistas. En el curso de los años anteriores a 1910, habían tenido lugar numerosas huelgas de obreras y obreros en Estados Unidos y en Europa. En 1909, por ejemplo, treinta mil costureras industriales de grandes fábricas estadounidenses se habían declarado en huelga demandando el derecho de unirse a los sindicatos, mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga y el rechazo al trabajo infantil. (…).
En 1918, Clara ya se había convertido en miembro del Comité Central del naciente Partido Comunista y lo representó en el parlamento desde 1920 hasta 1932, aprovechando su última intervención para hacer un llamamiento a la unidad de las filas proletarias contra el avance del nacionalsocialismo. Cuando el nazismo alcanzó el poder en 1933, se exilió en la Unión Soviética, donde murió poco después. Clara no llegó a atisbar los aberrantes zigzags políticos de Stalin, quien terminó pactando con la Alemania nazi en 1939 (1). Tampoco conoció las purgas y asesinatos de cientos de miles de oposicionistas al régimen burocrático, acusados de «trotskistas» y «agentes del imperialismo» en los campos de concentración de la ex Unión Soviética.(…).
En las Tesis sobre la propaganda entre las mujeres, preparadas para el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, escribió que se debía «Comprender la importancia que tiene hacer participar activamente a las mujeres en todas las ramas de la lucha del proletariado (incluida su defensa militar), de la edificación de nuevas bases sociales, de la organización de la producción y de la existencia según los principios comunistas» y que «Las mujeres siempre deben tener presente que su esclavitud tiene todas sus raíces en el régimen burgués. Para terminar con esta servidumbre, es necesario pasar a un nuevo orden social».
(1) En 1933, Stalin puso un signo igual entre fascismo y socialdemocracia y dio instrucciones a los comunistas alemanes para que atacaran a los trabajadores del SPD acusándolos de «social fascistas». De esta forma impedía el frente único obrero contra la reacción, dividiendo al poderoso movimiento obrero alemán paralizándolo frente a la contrarrevolución en curso. Dos años después, sin embargo, impulsó la Alianza Antifascista con la socialdemocracia y sectores de la burguesía, y finalmente en 1939 firmó un pacto de paz con el dictador alemán que implicaba dejar las manos libres a Hitler para iniciar su expansión siempre y cuando no invadiera suelo soviético.
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Se trata de fragmentos de su biografía, que integra -junto con las biografías de otras mujeres que lucharon por la emancipación de la clase trabajadora- el libro Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia, publicado por el Instituto del Pensamiento Socialista «Karl Marx». www.ips.org.ar