Una vuelta de tuerca a los ya conocidos círculos de lectores, incluso a las tradicionales librerías porteñas, llega de la mano de nuevas generaciones de amantes de las letras que apuestan a recomendar de manera personalizada y a distribuir ediciones independientes alejadas del «mainstream», abriendo así un panorama de circulación alternativa de literatura.
Las chicas de Sur de Babel (www.surdebabel.com.ar <http://www.surdebabel.com.ar/>), dos jóvenes licenciadas en Letras, abrieron el paño y crearon un «club de libros independientes» desde donde distribuyen cada mes una selección «de la literatura más escondida que se edita en nuestro país y en toda Latinoamérica».
Hace seis años empezaron tímidas, pero hoy -contra viento, marea y con muchas satisfacciones a favor- siguen adelante con una idea que cada día refinan más.
Victoria Rodríguez Lacrouts, es licenciada en Letras, trabaja en la Fundación El Libro y en Typa, pero también coordina junto a Josefina Heines Sur de Babel. «Empezábamos a ver que post 2001 había una ebullición de pequeños sellos. Yo era socia del club del disco y todos los meses recibía discos que no había en las disquerías a la calle, pensamos en esa misma idea, pero aplicada a la literatura», cuenta a Télam.
Pero este proyecto en ciernes buscaba también «dar discusión, buscar buenos libros quizás editados por sellos sin suficiente visibilidad y llegar al interior del país, donde no estaban tan asentados los canales de distribución», remarca Rodríguez Lacrouts, máster en Literatura Latinoamericana.
Hoy tienen 200 socios en toda la geografía argentina, muchos habitantes de pueblos y ciudades que no tienen librerías o tienen pero con un catálogo limitado y Victoria aclara «la calidad literaria es otra cosa, no por ser independiente es buena. Nuestro criterio es entregar buena literatura de sellos pequeños a medianos».
La dinámica es así: ellas eligen un libro por mes y los socios -que pagan una membresía de 30 pesos- si quieren abonan el precio de tapa y lo reciben en sus casas. Además, organizan encuentros, tertulias, eventos y tienen una web con entrevistas a los autores.
«Nos interesa mechar lo complejo con algo más liviano, recomendar estéticas. Pensar con versatilidad a la hora de elegir», dice Victoria y apunta: «Entre una sobreabundancia de todo, en esa montaña de cosa uno puedo decir que algo está buenísimo. Ese es el plus de un sistema como éste en relación a la enorme producción cultural; la función de sugerir está buena».
Con una propuesta similar, Martín Jali fundó hace algo más de un año Escape a Plutón (www.escapeapluton.com.ar
Por ejemplo, para enero eligieron «Phoenix» (Malón), de Eduardo Muslip. «Es un libro que desapareció, es increíble y no se consigue en ningún lado. Me contacté con el escritor, me pasó con los editores del antiguo sello y había un pequeño stock. Así nos pasa con muchos que no tuvieron mucha circulación», explica sobre esta arqueología editorial, que, en definitiva, motoriza la labor.
«Intentamos darle una impronta nueva para acercarnos a un público joven. La idea es encontrar gente que no lee o que no sabe que hay textos muy buenos. Nos interesa generar algo que resulte atractivo para gente que no sabe qué leer», define Martín.
Ejemplos de eso son «Los enamorados» (La bestia equilátera), de Alfred Hayes, que, según Victoria, fue el que más acogida tuvo en Sur de Babel; mientras que su colega de Escape a Plutón cuenta que los relatos reunidos en «Hermano Ciervo» (Fiordo), del uruguayo Juan Pablo Roncone tuvo la mayor aceptación entre sus socios.
Si bien ya hay bares escondidos, restaurantes a puertas cerradas, ferias de ropa domingueras, sex shops y deco para todos los gustos, ahora la mirada está puesta en las librerías en las casas, que no sólo tienen atención personalizada -casi en una intimidad café de por medio con el librero-, sino que también proponen un catálogo raro, complejo y difícil de encontrar en los escaparates de la librería de barrio o de la avenida.
Una pionera de este tipo de circuitos es la economista y poeta Nurit Kasztelan que, cansada de trabajar en un organismo público, se puso una librería en su hogar en Villa Crespo. Y la bautizó sin vueltas Librería Mi casa (www.libreriamicasa.wordpress.com
«La carrera me enseñó que el dinero es un bien de cambio, más que de uso; gastaba mucho en libros y lo que más quería era tener libros. Además, tengo facilidad de vender y me encanta recomendar», comenta a Télam.
Nurit empezó con una bolsa de libros, golpeó las puertas de muchas editoriales para vender su idea y cuenta que hizo «mucho trabajo de campo». No le fue nada mal y -aunque todavía no vive solo de esto- vende en la tranquilidad de su hogar libros de 180 sellos de Latinoamericana, España y Estados Unidos.
«Funciona por la atención personalizada y porque hay libros que no se consiguen en otros lugares. Además, está el fetiche de entrar a una casa, pero creo que un librero, ante todo, es un lector. La gente quiere que le recomienden y eso es el valor agregado», remata Nurit.
Adriana Morán Sarmiento está al frente del hermoso proyecto La vaca mariposa (www.lavacamariposalibros.com <http://www.lavacamariposalibros.com/>), un club de lectores y una editorial artesanal que desembarcó hace unos años en su casa, en pleno corazón palermitano. Periodista y escritora, ella también dejó su trabajo full time para dedicarle gran parte de su tiempo a este proyecto, que suma más de un centenar de seguidores.
«Me gusta hacer actividades literarias, tertulias en mi casa. No son masivas, sino intimas, y aportan a la forma de promocionar el libro. Es un cara a cara con la gente, no un local comercial. Al final, es eso lo alternativo», dice a Télam, esta venezolana que espera a los lectores con un cafecito en su living.
Con descuentos, un club de scrabble, cenas y actividades en el Club Cultural Matienzo (espacio en ascenso de encuentros literarios en Pringles 1249), La Vaca Mariposa difunde la literatura latinoamericana, a través de editoriales pequeñas.
«Hay muchas cosas alternativas, es una ‘boom’ de lo alternativo, creo que se debe a que la gente vuelve al origen de lo íntimo, de conversar, de estar cara a cara y aunque estemos hiperconectados y vamos a grandes eventos, ésta es otra experiencia que convive con lo tradicional», concluye Adriana sobre estos circuitos y formas de venta y difusión que cada día suman más adeptos.