“Sus beneficios, nuestras vidas: tiremos por la borda el capitalismo fósil”; “Clima, salud, empleo: la misma lucha”; “Jets privados = ecoterritorismo”; “Aviones de emisiones”. Estos fueron algunos de los lemas que estuvieron presentes en la tercera acción de la coalición Code Rouge, que se realizó el fin de semana 16 y 17 de diciembre en Bélgica.
Una acción que ha batido el récord: 1.300 activistas vestidos de blanco participaron en la acción, desafiando al frío, al barro y a la policía. Y la cifra se eleva a 1.500 si contamos todes les que ayudaron en la base de retaguardia, les que gestionaron los suministros, les que transportaron el material, les que fueron a buscar les activistes detenides y liberades en plena noche en medio de la nada.
Tal como se había anunciado públicamente desde hacía varios meses, Code Rouge tenía esta vez como objetivo el sector de la aviación. El aeropuerto de Duerne, a las afueras de Anvers, se vio inundado de activistas que apuntaban directamente a la pista: aunque la mayoría fueron detenides antes de poder entrar, unos sesenta lo consiguieron y bastó para paralizar el aeropuerto durante todo el sábado. En Courtrai tampoco pudo despegar ningún avión privado, pues un simple desvío basto para suspender preventivamente las operaciones en el aeropuerto. En Liège, el objetivo fueren los edificios de Ali baba: tras bloquear el paso de los caminos, les participantes ocuparon las oficinas y, finalmente, entraron en el gigantesco almacén donde se depositan y clasifican los paquetes de la multinacional china. El estruendo de las paletas de transporte, que suele resonar las 24 horas del día en este lugar, enmudeció durante todo un fin de semana.
Las acciones de la coalición son cada vez más masivas y eficaces. Pero el campo contrario está enseñando lo dientes. Esta vez, la policía se ensañó sin freno: golpes de porra, estrangulamientos, activistes arrojades a los arroyos, e incluso dos activistes enviades al hospital con fracturas en los brazos –una de ellas, un policía se atrevió a decirle que no era un problema, ya que no le impedía caminar–. En la mayoría de los casos, se trata de personas que aún no habían llegado al aeropuerto y que, por tanto, no habían cometido ninguna ilegalidad. Edgas Szoc, presidente de la Ligue des Droits Humans, presente en la acción como observador legal, filmando la violencia policial, fue privado de libertad porque se negó a borrar sus vídeos 1/. En total, hubo varios centenares de detenciones, 62 de ellas judiciales.
Lo sabemos: nos odian, y están dispuestos a golpear, mutilar, matar cuando sea necesario, para proteger a la gran burguesía, y a cualquier empresa cuyos beneficios se escriban con al menos siete cifras. Pero para une militante, la experiencia directa del enfrentamiento con la policía cambia, evidentemente, el color y el sabor de un compromiso. Y, en muchos casos, esto no hace sino aumentar su determinación. Sobre todo cuando el enfrentamiento acaba en victoria: al final del fin de semana, se habían alcanzado todos los objetivos de la acción. Y, como en Code Rouge 2, no faltaron las ocasiones para burlarse de la policía. Es imposible enumerarlas todas aquí, pero recordaremos al menos una: el momento en que les activistes detenides almacenades en un bus se dieron cuenta de que no estaba cerrado, y que nadie les vigilaba… y se escaparon.
Contra el hormigón y su mundo
No es la primera vez que se actúa contra Alibaba en Lieja: el colectivo Stop Alibaba lleva más de cuatro años librando esta batalla 2/. Es mucho lo que está en juego. Además del almacén existente, la multinacional tiene previsto construir dos nuevos para cumplir una promesa escalofriante: convertir el aeropuerto en un centro desde el que cualquier persona que pida un artículo pueda recibirlo en China en 36 horas. Un desastre a todos los niveles: para el clima, para las personas que sufren los impactos del ruido y la contaminación, para las tierras agrícolas ahogadas en hormigón y, por supuesto, para los miles de puestos de trabajo que destruirá esta competencia desleal 3/.
En Anvers la lucha no lleva tanto tiempo, pero es probable que sea a largo plazo: la joya de Bart de Wever, al que aprecia como la niña de sus ojos –la brutalidad policial así lo atestigua–, el 76% del aeropuerto de Duerne lo utilizan jets privados, que siguen beneficiándose alegremente de las subvenciones vertidas en el sector aéreo, y cuya supresión exige Code Rouge. El colectivo Doe Deurne dicht, como su nombre indica, hace campaña por su cierre definitivo –Code Rouge recoge esta reivindicación y la extiende a todos los aeropuertos regionales flamencos–, y para que sea sustituido por un gran espacio verde público y edificios dedicados a proyectos participativos y ecológicos.
Cuando las anticapitalistas practican la desobediencia civil
No tiene sentido ocultarlo: implicarse en un marco de este tipo, para les activistes de una organización como la nuestra, supone un pequeño desafío a nuestros hábitos. La preparación de una acción de este tipo tiene lugar en un marco temporal diferente al de los movimientos sociales: la irrupción del movimiento de solidaridad con Palestina, en particular, ha provocado obviamente una sobrecarga de actividades militantes. La cultura del consenso también está muy lejos de nuestra forma de actuar –basada en el voto por mayoría–, y nunca hemos ocultado nuestro escepticismo: además de ralentizar considerablemente ciertas decisiones, convierte los desacuerdos en algo que hay que evitar y, en consecuencia, contribuye a esconderlos bajo la alfombra… mientras que formalizar los desacuerdos es, en nuestra opinión, el requisito previo necesario para cualquier funcionamiento democrático.
Más allá de eso, la lógica activista, la de la acción por la acción, sin buscar poner en movimiento a las masas, sin llevar un proyecto político y sin construir una organización duradera, sigue estando bastante alejada de lo que puede constituir para nosotres una verdadera estrategia de ruptura revolucionaria. Pero ya no es del todo justo decir que Code Rouge se limita a esto, aunque sólo sea porque al reunir organizaciones tan diferentes como la Gauche Anticapitaliste y Greenpeace, la red ADES y Juventud por el Clima, se ponen en común los conocimientos, se reexaminan los viejos hábitos, se desmoronan las rigideces, se amplían las posibilidades y se crea algo nuevo.
La acción de los días 16 y 17 de diciembre es una prueba de ello: Code Rouge se ha dotado de un aparato sólido, capaz de llevar a cabo proyectos a gran escala y gestionar situaciones críticas, al tiempo que desarrolla una narrativa y unas reivindicaciones que van mucho más allá del clásico alegato verde, despolitizado y desconectado de las realidades sociales. Surgió un consenso para reconocer como cuestión central el modo en que los trabajadores de las empresas afectadas percibían nuestras acciones y, a largo plazo, la necesidad de que dirigieran su propia transformación o reconversión; decir que esto no era evidente en el antiguo entorno activista sería quedarse corto. Por último, como demuestran las pancartas, los eslóganes y los discursos, a medida que crecía la fuerza de ataque de la coalición, ésta se politizaba, en el buen sentido de la palabra. Se han encargado de atacar los proyectos defendido por Ecolo et Groen, y ya no tiene miedo de hablar del Estado policial y del capitalismo.
Es difícil decir, en un artículo público, dónde y cómo nos involucramos; pero en el trabajo que hizo posible estos avances, podemos afirmar que pusimos nuestro granito de arena.
¿Y ahora?
Este fin de semana se ha dado un paso. Es muy similar al que vimos en Francia, que llevó a la creación de Soulèvements de la Terre y a acciones del nivel de Sainte-Soline 4/. Todavía no hemos llegado a ese punto, pero tenemos que tomar consciencia de lo que se nos viene encima: a partir de ahora, la coalición tendrá que seguir desarrollándose, teniendo en cuenta que la relación con la policía ha cambiado. Tendremos que saber defendernos de las porras y los gases; y tendremos que organizar una nebulosa de personas radicalizadas por este encuentro con la represión política.
Así que tenemos que intentar reunir a más y más gente. En contra de la falsa evidencia que a menudo se repite en nuestros debates estratégicos, la masificación no se opone a la radicalización: al contrario, es un requisito previo para ella. O, en todo caso, es la condición para una radicalización profunda que no sea simplemente una huida hacía adelante de una pequeña élite activista aventurera. Tendremos que tener la paciencia de discutir, de volver a discutir con les trabajadores y los sindicatos en todos los sectores clave para la transformación de la economía, recordando que nosotres mismes somos trabajadores. Tendremos que tender puentes y cultivar la sed de radicalismo imperante, desarrollando proyectos y estrategias de transformación social que puedan poner en movimiento a amplios sectores de nuestra clase social. Tenemos que romper con las falsas esperanzas electorales que sólo nos han traído decepciones. Tenemos que aprender a combinar los métodos de bloqueo y desobediencia civil con los de otros componentes del movimiento social, que han demostrado su valía a su manera: huelgas sindicales, manifestaciones feministas, disturbios antirracistas, campañas de boicot antiimperialista. Hay que converger, construir, masificar y radicalizar.
Empresas como Alibaba, y los ultrarricos que nos sobrevuelan en jets privados, no tienen otra cosa que prometernos que un mundo de hormigón. Sin embargo, hay muchas cosas mejores que hacer: producir menos, transportar menos, trabajar menos, compartir más. Transportar mercancías y pasajeros en tren. Romper el asfalto y plantar verduras. Construir una sociedad de tiempo y cuidados liberados. El camino es largo y sólo tenemos nuestros pies. Pero vamos en buena dirección.
Notas:
1/ Hizo público en su cuenta X su experiencia: “El policía que me puso las esposas una hora después me dijo: ‘He visto que no participabas en la acción y que no has hecho nada. Pero lo grabaste y si hay algo que pueda perjudicarnos, lo vas a utilizar. Te voy a dar a elegir: o borras la grabación o te detengo”, una forma de chantaje –¿es necesario añadir?– que no tiene ninguna base legal y que, en mi opinión, es el aspecto más problemático de la secuencia”.
2/ La Gauche Anticapitaliste ha publicado varos artículos sobre el tema en su página: por ejemplo, Alibaba: crónica de una explosión climática, medioamiental y social… prevista, Contra Alibaba y su mundo, La huelga de apoyo al aeropuerto de Liège libra la batalla equivocada.
3/ Una nota del diputado francés de derechas Mounir Mahjoubi estimaba en 2019 que por cada empleo creado en empresas logísticas como Alibaba desaparecen al menos dos: https://d.mounirmahjoubi.fr/AmazonVerslinfiniEtPoleEmploi.pdf
4/ Sobre el punto de inflexión marcado por la aparición de Soulèvements de la Terre en Francia, podéis leer en la página de la Gauche Anticapitaliste: Soulèvements de la Terre o el renacimiento de la lucha ecológica.
Texto original: Code Rouge 3: quand les jets privés se taisent, les matraques chantent
Traducción: Joana Bregolat para viento sur
Fuente: https://vientosur.info/code-rouge-3-cuando-los-jets-privados-callan-las-porras-cantan/