El Gobierno del PSOE de Aragón ha renunciado, por ahora, a unir las estaciones de esquí privadas de Formigal, Astún y Candanchú con una obra que ponía en riesgo un santuario de riqueza geológica, biológica, cultural y paisajística de primer nivel.
La primera información que se hizo pública al respecto fue en 2010. Desde entonces, todo han sido idas y venidas. Grandes anuncios y disimuladas marchas hacia atrás. Sobre el Pirineo aragonés hace una década que sobrevuela la sombra de la pala excavadora y los últimos en ponerla en marcha han sido el Gobierno de coalición del PSOE y el PAR de Aragón y sus apéndices en la Diputación de Huesca. A apenas dos semanas de las elecciones y tras una movilización social incesante, el PSOE de Aragón ha reculado y ha puesto en suspenso el macroproyecto que pretendía unir las estaciones de esquí privadas de Formigal, Astún y Candanchú a través del valle de Canal Roya con un teleférico. La oposición a la construcción de 37 torres gigantes, una carretera y sus anexos, dos estaciones de intercambio y los movimientos de tierra y voladuras necesarios para llevarlas a cabo han pesado más en un pulso político y social enmarcado de manera ineludible en el contexto de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo: “Veremos lo que pasa a partir del día 29”.
La frase, escéptica, la reproduce Paco Iturbe, de la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón, parte del núcleo duro que compone el proyecto Salvemos Canal Roya. “La única garantía de que este proyecto no vuelva a ponerse en marcha es que consigamos declarar la zona como espacio protegido dentro del Parque Natural de Anayet”, argumenta Iturbe. El Gobierno de Aragón y la Diputación de Huesca han dado marcha atrás a un proyecto que pretendían financiar con algo más de 26 millones de euros de los planes de sostenibilidad turística de los fondos europeos Next Generation. El carpetazo lo dio primeramente la Diputación por una incompatibilidad con “el cumplimiento de los plazos”.
Pocos días después, en una maniobra inesperada y que el movimiento ciudadano enmarca dentro del “electoralismo”, el presidente del ejecutivo aragonés, Javier Lambán, aseguró: “Nunca haré nada en contra de la voluntad de los alcaldes ni de los climas de opinión de cada lugar. Es verdad que yo tenía la idea de que el mundo del Pirineo era unánime en torno a este proyecto y luego se ha demostrado que yo no tenía razón, que el mundo del Pirineo, en este momento, está muy dividido al respecto”. Sin embargo, ningún representante ni del ejecutivo ni de la Diputación de Huesca ha asegurado que este sea el punto final.
¿Qué se pretende hacer y para quién?
El proyecto que amenaza la integridad ecosistémica del valle de Canal Roya se ha ido filtrando en pequeñas dosis a la prensa regional aragonesa y desde las organizaciones sociales han ido haciendo un barrido para encontrar los denominadores comunes que lo sostienen. Es significativo que el Ministro de Industria, Comercio y Turismo le asignase esos 26 millones de euros sin un proyecto formal ni informe de impacto ambiental gracias a haber sido tramitado por la vía de urgencia.
Para construir este telesilla con sus ocho kilómetros de recorrido, el proyecto planearía anclar 37 torres de grandes dimensiones para sustentar el cable motriz de las cabinas. Para instalaras, recuerdan en Ecologistas en Acción, “es necesario la realización de voladuras y grandes movimientos de tierras”. Construirían también una carretera con sucesivas derivaciones para trasladar las torres y las grúas a cada punto de anclaje y levantarían dos estaciones intermedias de entrada y salida de Astún y Formigal y al menos otra estación en el valle. “¿Cómo iba a ser posible que la Unión Europea fuese a aceptar esta barbaridad?”, se preguntan desde el Salvemos Canal Roya.
Lo cierto es que Europa tenía dudas al respecto y todavía las mantiene. Las movilizaciones sociales constantes de los últimos años, las cartas enviadas desde las organizaciones ecologistas a la UE y las visitas de las organizaciones a Bruselas surtieron efecto. Tanto es así, que la Comisión Europea le dio un toque de atención al ministerio de Héctor Gómez con una carta en la que le trasladaba sus dudas al respecto. Principalmente, dos. Por un lado, cuestionaba la decisión de dedicar el 82% de los fondos recibidos por Aragón para planes de sostenibilidad turística al esquí en los Pirineos mientras dejaban sin financiación a numerosos proyectos de turismo sostenible en las demás comarcas.
La segunda gran incógnita que plantea la Comisión Europea tiene que ver con la sostenibilidad medioambiental que, a su juicio, está en entredicho. Debido al cambio climático, lo esperado es que las estaciones de esquí dependan cada vez más de la nieve artificial, lo que directamente afectará a las reservas de agua. Lo ha dicho la ciencia hasta la saciedad. Además, una mayor afluencia de esquiadores podría suponer un gasto de agua mayor ante la necesidad de fabricar nieve artificial y también por el incremento de la demanda de agua de los servicios que necesitarán los visitantes, que serán más.
“Por favor, consideren que esto podría perjudicar la buena conservación de las reservas de agua, incluyendo tanto el agua superficial como la subterránea, y no solo durante la fase de construcción sino también de la de explotación”, refiere la Comisión Europea en la carta que ha podido reproducir El Salto. Además, sobre el presumible aumento de esquiadoras en el Pirineo aragonés, la Comisión argumenta que esto “aumentará el transporte en carretera, lo que afectará negativamente y directamente al cumplimiento del objetivo de reducir los gases de efecto invernadero”.
¿Para quién es un buen negocio?
La respuesta a quién se lucra es sencilla: las empresas privadas que gestionan las estaciones de esquí. De hecho, estas empresas que gestionan las pistas (Aramón, Parque Residencial Miraflores y Estación Invernal Valle de Astún) ya se han beneficiado sobremanera con las obras públicas de adecuación que a lo largo de estos años les han financiado las administraciones públicas. Y si el proyecto llega a ejecutarse como los movimientos sociales presuponen, parece que seguirá el mismo camino de enriquecimiento de empresas privadas que en las obras anteriores.
Aunque el movimiento Salvemos Canal Roya señala otra derivada a propósito de la recalificación y, sobre todo, la revalorización de terrenos en los alrededores de las estaciones de esquí en cuestión. “Los proyectos de ampliación de las estaciones de esquí aragonesas se han hecho para incentivar la venta masiva de apartamentos, con destino a segunda residencia”, señalan desde Salvemos Canal Roya.
Citan para ello un ejemplo. Gracias a una recalificación de una parcela próxima a la estación de esquí de Astún amparada en el plan urbanístico de Jaca (Huesca), “se abre una millonaria expectativa de negocio”. Allí, de hecho, se contempla la construcción de 800 apartamentos y casi 200 plazas hoteleras. “Esto explica el enorme interés privado en construir la unión de estaciones con dinero público. Así los Fondos Europeos servirían para elevar el precio de cada apartamento construido. Especulación inmobiliaria de más que dudosa legalidad”, denuncian los vecinos movilizados.
El valor ecosistémico de un valle glaciar
“El esquí alpino, las estaciones, las pistas y la producción artificial de nieve suponen una degradación de los recursos hídricos, amenazan la fauna y flora locales, alteran numerosos servicios ecosistémicos, disminuyen el valor paisajístico del territorio y son un grave riesgo de malversación de fondos públicos”, sostiene el biólogo del CSIC, Fernando Valladares, en uno de los muchos análisis que ha hecho sobre el proyecto. Canal Roya es un valle de origen glaciar situado en el corazón del Pirineo aragonés, un santuario para la fauna y flora de montaña de una importancia geológica, biológica, cultural y paisajística. Uno de los últimos rincones totalmente salvajes que nos quedan a caballo entre el Valle del Aragón y Valle de Tena, en las comarcas de Jacetania y Alto Gállego. Además, se trata de un corredor biológico con el vecino Parque Nacional de los Pirineos de Francia y ubicación de los restos más primitivos de los habitantes neolíticos de Aragón.
En el contexto del cambio climático, es justo en las cimas de las montañas donde se produce, como explica Valladares, el fenómeno de la escalera a la extinción: “Los organismos, tanto plantas como animales, van subiendo a medida que hace más calor, pero los que están en las partes más altas no tienen a donde ir. Eventualmente, están empujados hacia la extinción”. Allí arriba, en una de las zonas más altas de la Península ibérica, se constata de nuevo que el ser humano no ha aprendido la lección.