Con signos de violencia y desprendiendo gas por la boca, Juan Calvo salió muerto de la comisaría de Arkaute. Este 20 de agosto se cumplen 30 años.
El 20 de agosto de 1993, Juan Calvo Azabal murió en la comisaría de Arkaute, en Vitoria-Gasteiz. El cadáver presentaba signos de violencia y desprendía gas por la boca. En 1995 ocho ertzainas fueron condenados por un delito de imprudencia, nadie perdió su puesto de trabajo ni pisó la cárcel, nadie fue condenado por malos tratos o torturas. Cuando se cumplen 30 años de aquella muerte, ARGIA ha obtenido nuevas informaciones sobre el caso: exámenes médicos y forenses del cadáver; una entrevista al sanitario que atendió a Calvo antes de que apareciera cadáver; la declaración del único testigo directo que afirma que lo ocurrido “quedó sin resolver”, entre otras cuestiones.
¿Cómo y por qué asesinaron a Juan Calvo en la comisaría de la Ertzaintza en Vitoria? Al finalizar el juicio en 1995, esas preguntas quedaron sin respuesta. Las informaciones que hace públicas ARGIA generan nuevas preguntas y refuerzan la única certeza de entonces: la verdad oficial no explica lo que pasó.
La información del momento
Comencemos resumiendo lo que se supo en su día. El Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco resumió así la muerte de Calvo a través de una nota de prensa, en la tarde del viernes 20 de agosto. “Esta madrugada, viernes, ha fallecido la persona detenida ayer por la tarde en Nanclares de la Oca (Álava), tras robar un taxi en Bilbao y llevar a cabo una persecución espectacular. El detenido, que había estado ingresado en tres ocasiones en varios psiquiátricos, se desmayó tras sufrir una fuerte crisis nerviosa y agredir a los ertzainas que querían ayudarle”.
La nota daba más explicaciones a continuación. Calvo fue detenido sobre las 18:30 horas tras oponer “resistencia en una situación aparentemente de crisis nerviosa”. Fue trasladado al hospital de Santiago de Vitoria-Gasteiz para ser atendido de la “contusión” que presentaba en el “brazo” y trasladado a comisaría. Allí el comportamiento de Calvo fue “normal” hasta que sobre las 4:00 horas comenzó a golpearse “contra las paredes de la celda”. Los ertzainas entraron entonces en el calabozo en su ayuda, Calvo les agredió y, cuando los policías lograron reducirle, perdió el conocimiento. La ambulancia trasladó acto seguido a Calvo al hospital, donde se confirmó el fallecimiento.
El diario Egin, sin embargo, publicó información adicional facilitada por “fuentes seguras del hospital Santiago”: el cuerpo de Calvo presentaba grandes hematomas por todo el cuerpo, en las muñecas, así como un edema pulmonar agudo, y los médicos que lo trasladaron en ambulancia tuvieron que ponerse mascarillas a causa del gas que desprendía el fallecido. Más adelante publicó que, en contra de lo que decía el Departamento de Seguridad, Calvo pasó horas atado e inmovilizado antes de morir, según indicaban sus profundas marcas en las muñecas.
Las Gestoras Pro Amnistía, el movimiento Elkarri o Herri Batasuna atribuyeron la muerte a torturas. La falta de explicaciones del Departamento de Seguridad fue criticada por Eusko Alkartasuna o Euzkadiko Ezkerra.
Nueva versión del Departamento de Seguridad
El 23 de agosto, tres días después de la primera nota, y obligado por las informaciones y reacciones citadas, el segundo máximo responsable del Departamento de Seguridad, José Manuel Martiarena, dio una nueva versión de lo ocurrido.
En su relato, Martiarena subrayó en mayor medida la supuesta brutalidad y el “extraño” comportamiento de Calvo y admitió que los ertzainas utilizaron porras y gas contra el detenido. En varios puntos entró en contradicción con la primera versión.
En cuanto al supuesto altercado, Martiarena y el Departamento de Seguridad aseguraron que los hechos se desarrollaron de la siguiente manera. Calvo pidió ir al baño a las 3:45 horas de la madrugadas, donde propinó un puñetazo a un ertzaina, y entre tres agentes intentaron reducir al detenido. Sin embargo, “era imposible controlar a aquel hombre, y ante el cariz que tomaban los hechos, un agente utilizó un spray defensivo. El gas no le afectó y el detenido aumentó su agresividad”. Los ertzainas cerraron en la zona de calabozos a Calvo, pero destrozó dos puertas hasta salir a la calle. “Ya en la calle, ocho agentes inmovilizaron y esposaron a Calvo”; acto seguido los policías se percataron de que tenía el pulso “muy débil”; fue trasladado entonces al hospital por la ambulancia.
“Ha sido víctima de su enfermedad”, concluyó Martiarena. El hecho de que el ciudadano que estaba bajo custodia de la Ertzaintza sufriera supuestamente una enfermedad mental parecía exculpar la responsabilidad de la institución y de los agentes, en lugar de agravarla.
El entonces máximo responsable político de la Ertzaintza, Juan Mari Atutxa, no hizo declaraciones sobre el ciudadano fallecido bajo su custodia hasta el 16 de septiembre. Lo hizo en la Comisión de Instituciones e Interior del Parlamento de Vitoria-Gasteiz, a petición de Euzkadiko Ezkerra. Corroboró y completó la segunda versión ofrecida por su departamento, y apoyó plenamente la actuación de los ertzainas: “No hubo voluntad de dolo ni desproporción”.
Juicio y sentencia
El Juzgado de Instrucción número tres de la Audiencia de Vitoria acusó a ocho ertzainas de un delito de imprudencia con resultado de muerte, según informó en febrero de 1994. Fue entonces cuando se conoció oficialmente el resultado de la autopsia: el cuerpo presentaba decenas de golpes y restos de violencia, pero Calvo murió por inhalación de gas de los sprays de la Ertzaintza, más concretamente a causa del edema pulmonar que le produjo el gas.
El juicio se celebró el 9 de febrero de 1995 y la sentencia fue notificada el 23 por la Audiencia Provincial de Álava: “La culpabilidad de los hechos que causaron la muerte de la desdichada víctima, Juan Calvo, es claramente de los agentes de la Policía, que, conocedores de los efectos nocivos del gas impidieron la salida del detenido de los calabozos”.
Tal y como recogió la prensa, el tribunal condenó a cinco ertzainas a un año de prisión por un delito de imprudencia temeraria: Juan Antonio Arenaza, Aitor Zubiaguirre Fernández de Gamarra, Francisco Javier Muñoz Miranda, Roberto Martínez de Arenaza García de Albeniz y Rogelio González González. El jefe de la Ertzaintza, José Ignacio Couceiro Cuadra, fue condenado a seis años de prisión con el agravante de negligencia profesional además del delito anterior. El único ertzaina que reconoció haber arrojado gas –apretando el espray “dos veces”, durante un segundo cada vez–, Cristina Martín Canabal, fue sancionada con diez días de arresto menor por imprudencia, al no participar en el intento de mantener a Calvo encerrado en calabozos bajo los efectos del gas, según el tribunal.
Tanto el grupo contra la tortura TAT como el abogado Txema Montero valoraron positivamente la pena de prisión impuesta a los ertzainas, pero negativamente que las numerosas secuelas de heridas y golpes que presentaba el cuerpo de Calvo fueran castigadas como falta y no como delito.
Impunidad
La sanción impuesta a los ertzainas fue “absolutamente demencial” para el subconsejero del Departamento de Seguridad Martiarena, según manifestó el mismo día de la publicación de la sentencia. Atutxa rebajó el tono unas horas más tarde: el departamento “respetaba” las decisiones de los juzgados, pero la sentencia era “demasiado rigurosa”. En cuanto a los sindicatos de la Ertzaintza: CCOO solicitó al Departamento de Seguridad una petición de indulto “cuanto antes”; “Las sanciones impuestas nos parecen realmente desproporcionadas”, afirmó ELA; Erne calificó la condena de “injusta” y expresó su apoyo a los condenados. Los ertzainas recurrieron la sentencia.
En enero de 1996, el Tribunal Supremo rebajó la pena al mando de la Ertzaintza de seis años a uno, y confirmó el resto de las penas. En definitiva, todos los policías continuaron en sus puestos de trabajo, nadie pisó prisión, nadie presentó dimisión alguna. La familia de Juan Calvo ha declarado a ARGIA que no recibieron por parte de la Ertzaintza ninguna explicación, o palabras de responsabilidad o arrepentimiento.
Nuevas informaciones de ARGIA
Uno de los médicos que intentó revitalizar a Calvo en las urgencias del hospital Santiago quedó impactado con lo vivido. Al llegar a casa escribió todo lo que recordaba. ARGIA publica en este reportaje el informe médico que ha guardado escondido durante 30 años, así como la autopsia oficial del cadáver en formato audio.
ARGIA ha entrevistado a Patxi Bezares, entonces auxiliar de enfermería. Bezares curó algunas heridas leves a Calvo cuando por primera vez fue trasladado por los agentes a urgencias, al anochecer, recién detenido. Cuando volvió al trabajo a la mañana siguiente, Calvo estaba muerto. Vio el cadáver y dice que estaba tan “masacrado” que ni siquiera lo reconoció. Bezares ha relatado, entre otras cosas, que al menos uno de los médicos que tuvieron contacto directo con Calvo –quien al llegar a casa redactó y guardó el informe– sufrió seguimientos y amenazas por parte de la Ertzaintza en los próximos meses.
Por otra parte, hay un testigo directo de este crimen (además de los ertzainas imputados). Aquel día M.U.M. estaba detenido en la celda frente a Calvo. Primero, en su declaración ante la Policía, corroboró la versión de los ertzainas; pero en el juicio su abogado aseguró que el testigo le había contado que Calvo había sido atado “como un cerdito” y “golpeado sin piedad” por los ertzainas. ARGIA ha encontrado al testigo y ha hablado con él. No ha querido dar información sobre lo que vio o escuchó en los calabozos, pero ha señalado que “las cosas se quedaron sin aclarar”.
Finalmente, ARGIA ha tenido acceso a las declaraciones que los ertzainas que tuvieron contacto directo con Calvo realizaron en la propia comisaría pocas horas después de su muerte. El resultado del análisis de las declaraciones es claro: los relatos de los ertzainas no son compatibles con el estado del cuerpo de Calvo. El Departamento de Seguridad apoyó totalmente a los ertzainas y su versión
Multitud de preguntas, una única certeza
Varios periodistas hicieron un seguimiento in situ del juicio. “Lo más destacado en este caso son las notables zonas de sombra que persisten sobre los hechos”, escribió al finalizar el juicio el periodista de Egin, Iñaki Iriondo. “No parece que haya contribuido al esclarecimiento de los hechos el ordenar la investigación de la muerte de Juan Calvo a miembros del mismo cuerpo policial que los acusados”, señaló A. Moraza, de El Correo.
¿Cómo y por qué mataron a Juan Calvo en la comisaría de la Ertzaintza? Tras 30 años la pregunta mantiene la misma actualidad. Solo los ertzainas que estuvieron en el lugar pueden aclararlo, y quizás también los responsables de la Ertzaintza en aquel momento. Mientras tanto, en esta serie de reportajes vamos a refutar algunas de las informaciones que se dieron en la época, profundizaremos en algunas que se dieron y sacaremos a la luz nuevos datos. Quedan un sinfín de preguntas en el aire y una única certeza: la verdad oficial no basta para entender la muerte de Juan Calvo y su contexto.
La hipótesis de ETA
La Ertzaintza pensó durante un tiempo que el ciudadano que robó un taxi en Bilbao podría ser miembro de ETA. Tres personas han expresado la misma idea a ARGIA. “Lo que nos llegó a nosotros es que la persona que robó un taxi y que traían detenida era miembro de ETA”, dice Patxi Bezares, que atendió a Calvo en el hospital. El abogado de los familiares de Calvo, Txema Montero, ha declarado a ARGIA que esa fue “sin duda” la convicción de la Ertzaintza hasta la detención de Calvo. Julen Arzuaga, hoy parlamentario de EH Bildu y miembro entonces del colectivo contra la tortura Torturaren Aurkako Taldea (TAT), ha explicado que sospecharon que la Ertzaintza pensó que Calvo era miembro de ETA y que ello había condicionado el trato al detenido. Durante el juicio, tanto el abogado del TAT como Montero preguntaron por esta hipótesis a los agentes que llevaron a cabo la detención: los policías declararon que la magnitud de la operación desplegada por el Departamento de Seguridad –con utilización de helicóptero incluida– les hizo pensar eso, y uno de ellos aseguró que mantuvo esa impresión hasta el día siguiente (ya fallecido Calvo).
Para 1993 se habían presentado decenas de denuncias por torturas o malos tratos contra la Ertzaintza. Dos de ellas se abrieron camino en los juzgados: la de Andoni Murelaga en 1990, y la de Raúl Ibáñez en 1991. Pasarían 24 años hasta que el Gobierno Vasco reconociera 311 casos de tortura por parte de la Ertzaintza.
La sospecha de ETA por parte de la Ertzaintza puede considerarse bastante segura, teniendo en cuenta tanto el número de testimonios como su diversidad o el uso de un helicóptero para seguir a Calvo hace 30 años. Por el contrario, el Departamento de Seguridad nunca hizo declaraciones al respecto; oficialmente al menos, los grupos antiterroristas de la Ertzaintza no participaron en la detención ni posteriormente en comisaría; o, como señala el forense que ha analizado la autopsia a petición de ARGIA, los evidentes signos de violencia que presentaba el cuerpo de Calvo no se corresponden con los que suelen tener los torturados “por motivos políticos”.
¿Trabajó la Ertzaintza con la hipótesis de ETA en el caso Calvo? ¿Condicionó ello la detención, el trato dado a Calvo o la reacción del detenido? En definitiva: ¿Tuvo algo que ver esa hipótesis con la trágica muerte de Calvo? También esas, son preguntas que solo pueden ser contestadas por los ertzainas y sus responsables.
Este reportaje ha sido traducido a partir del original en Argia, igual que la entrevista a Patxi Bezares y la autopsia forense.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/represion/y-mataron-juan-calvo-comisaria-ertzaintza