Recientemente, en un grupo mixto de trabajo sobre las masculinidades , varios hombres regresaban a quejas comunes: “¿por qué esa insistencia en que nos fijemos tanto en las formas en las que los hombres han dañado a las mujeres? ¿Por qué tenemos que oír lo que dice el feminismo? ¿Por qué asumen que todos los hombres somos iguales?”
La respuesta que parecería obvia sería: “pues, porque hay aspectos dañinos en la vieja concepción de la masculinidad que hay que reconocer, para que se puedan cambiar.” Sin embargo, a esa primera lectura le hace falta preguntarse, ¿cuál es la necesidad que ellos tienen con sus objeciones? Finalmente, se trata de un grupo que está consciente de que los mandatos heteropatriarcales machistas generan tanto daño que justo por ello se unieron, para intentar cambiarlos. Quizá haya un aspecto al que se refería Marshal Rosenberg, creador de la comunicación no violenta, que todos podemos perder de vista: “Las personas no van a poder escuchar nuestro dolor si creen que ellas tienen la culpa.”
Marshal, quien también trabajó en Alemania, hablaba del fenómeno de que en la psique colectiva de los alemanes todavía había la presencia de un gran remordimiento por el nazismo. Ante ello, él les increpaba, ¡pero si tú todavía ni habías nacido! Sin embargo, pareciera que la vergüenza es algo que se cuela sin que uno se dé cuenta, y que aparentemente ¡también se hereda!; quizá de forma parecida a cómo el trauma se hereda en los genes de generación en generación, según han empezado a demostrar algunos estudios. Cuando existe la sensación de culpa, la gente siente que hay algo esencialmente malo en ella, y eso lejos de ayudar estorba, porque genera defensividad. Eso podría explicar la actitud aparentemente contradictoria de hombres deconstruyendo su masculinidad que no pueden aceptar cuando han dañado. Sentirse culpables solo los hace quererse defender de los juicios, que es algo humano. ¿Qué hacer entonces?
Quizá podríamos separar el concepto de culpa del de responsabilidad. Finalmente, los hombres en efecto, no tienen la culpa de la cultura en la que se criaron, pues ya estaba ahí antes de que ellos nacieran. Es decir que de alguna manera, lo que aprendieron no fue su culpa, aun cuando sí hayan actuado siguiendo esos mandatos y sí hayan dañado, porque lo hicieron desde una inconsciencia compartida que se autosostenía por la inercia de cientos de años, en un sistema que se beneficiaba de su existencia. Entonces, no tienen la culpa, pero sí tienen la oportunidad de asumir la responsabilidad por cambiar esas creencias y dejar de dañar… y dañarse al hacerlo.
Pero quizá les sería más fácil si pudieran dirigirse una compasión hacia sí mismos que reconozca que su posición en el mundo actual no es una fácil de asumir. Si bien es cierto que la deuda histórica hacia las mujeres es enorme y su sufrimiento desproporcionalmente más grande, los hombres también han sufrido con el machismo. Aunque no se compare, el sufrimiento de cada quien es el sufrimiento de cada quien, y hacerlo una competencia de puntos lejos de ayudarnos a sanar, más nos deshumaniza y nos roba de la empatía que ambos géneros queremos desesperadamente que el otro sienta. A todes nos han dicho que hay algo malo en ser quienes somos, que es algo que también todes podemos entender.
Cuenta Anthony De Mello, sacerdote jesuita, que él solo pudo empezar a cambiar cuando alguien le dijo: “¿sabes qué? Ya no sufras por no ser mejor, no tienes que cambiar. Te acepto y te amo con todas tus fallas.” Carl Rogers, padre de la psicología humanista, también lo decía: “solo cuando me acepto a mí mismo, entonces puedo cambiar.” Entonces el paso número uno es decirle que sí a este que soy, así como soy, aceptando el hoy. Hacerlo hace que la energía que antes se usaba en defenderse, se use para empezar a transformarse.
Después, para poder dirigirse compasión hacia uno mismo, hay que cuidar tres cosas:
- Cuando uno se percate de que está a la defensiva o actuando desde la reactividad, es importante pausar para interrumpir el patrón de comportamiento que nos tiene desconectados: culpando, distrayéndonos, evadiéndonos, atacando o cualquier cosa que no sea sentir eso que a mí me duele. Cabe recordar que cuando nos sentimos ansiosos, deprimidos, enojados o heridos, si investigamos qué hay más adentro, seguramente encontraremos que hay una parte de mí que se siente mal consigo mismo.
- Contactar lo que se siente vulnerable, intencionalmente. El mecanismo de la reactividad se usa para no sentir el dolor. Pero si no se toca el dolor, tampoco se puede contactar con la compasión que lo pudiera sanar. Hay que tener el valor de percibir lo que duele, confiando que eso nos regresará nuestra humanidad plena, incluyendo la capacidad de sanarnos.
- Dejar de personalizar. Cuando nos ponemos a la defensiva, es porque en algún nivel nos sentimos culpables, no reconociendo las causas y condiciones que generaron la situación colectiva. En el caso del grupo, repetir el mantra “así estaba el machismo antes de que yo llegara” quizá ayude a reducir la sensación de culpa y vergüenza, y también nos recuerde que yo estoy haciendo lo mejor que puedo. Esto que yo siento, los sentimos todos los que nos queremos descontruir, lo que nos hermana con otros que están atravesando por este camino. Así, nadie está solo.
Si bien la que escribe esto es mujer y quizá no pueda entender las cosas que los hombres están viviendo hoy; eso no significa que yo no me esté descontruyendo también, porque el machismo no vive en los hombres nada más, sino en el sistema. Así, yo también he tenido ideas y prácticas machistas, y me sigo descontruyendo. Pero en mi experiencia clínica y personal he visto, una y otra vez, que lo que nos sana nunca es tener un entendimiento racional o intelectual de las cosas, algo que los hombres suelen preferir exclusivamente para intentar resolver sus problemas; sino contactar con la capacidad del cuerpo de sentirse vulnerable y despertar así al amor más grande que se pueda conjurar para acompañarse en la sanación, porque aunque suene a cliché, realmente el amor sí lo único que nos sana y cambia.
Entonces, ¿te animas a darle a la compasión para ti mismo una oportunidad?
“Los hombres que no voltean a ver su propio dolor, con demasiada frecuencia tenderán a infringirlo en otros.” Terrence Real