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Reseña del último libro de la filósofa francesa Isabelle Garo

Comunismo y estrategia

Fuentes: Observatorio de la crisis

El trabajo teórico de Isabelle Garo combina el rigor filológico y la reflexión en función de los modernos desafíos planteados a la tradición marxista. La obra de Garo -que además de docente y directora de la Grand Édition de las obras de Marx y Engels en francés- es sumamente seria pero también original, puntillosa e […]

El trabajo teórico de Isabelle Garo combina el rigor filológico y la reflexión en función de los modernos desafíos planteados a la tradición marxista. La obra de Garo -que además de docente y directora de la Grand Édition de las obras de Marx y Engels en francés- es sumamente seria pero también original, puntillosa e imaginativa.

En su libro «Comunismo y estrategia» (París, Éditions Ámsterdam) Isabelle Garo propone debatir el comunismo no como proyecto o idea sino como «el comunismo pensado desde el punto de vista de la estrategia».

Para la autora el punto de vista estratégico requiere de una amplia concepción que se sustente en la construcción de un conjunto de mediaciones sociales, ideológicas y políticas para desarrollar «el comunismo como un movimiento real que busca abolir el estado actual de las cosas» [1]. Desde esta particular visión plantea una aguda crítica de las teorías de Alain Badiou, Laclau/Mouffe, Negri/Hardt y a los teóricos del «común».

Badiou, Laclau, Negri: entre la novedad y la resignación

El libro está organizado en una introducción, seis capítulos y una conclusión. La introducción señala las coordenadas de la discusión, replanteando la necesidad de volver a discutir cuál es y cómo se construye la alternativa al capitalismo; en ese sentido la importancia de volver a hablar de comunismo y de estrategia.

El primer capítulo se propone reconstruir las principales elaboraciones del filósofo ex maoísta francés Alain Badiou, haciendo hincapié en el carácter abstracto de su «Idea de Comunismo» que va acompañada de una militancia anti-estatal y anti-organizacional, imposibilitada por sus propios presupuestos de estructurar una política y una estrategia.

Siguiendo la lógica de expresión de la política en la filosofía, característica de la filosofía francesa desde los años ’70, Badiou construye una filosofía erudita que tiende al desarrollo de un sistema filosófico en el sentido tradicional del término.

Su mérito es el de preservar la idea del comunismo como motor revolucionario en ausencia de procesos revolucionarios reales, pero al costo de suprimir la política, en otras palabras el difícil y complejo camino de transformarla en fuerza material.

El segundo capítulo debate con Ernesto Laclau, que intenta rediscutir el balance y la posible continuidad del socialismo, proponiendo una teoría política de carácter estratégico, no tanto por su reivindicación de la política entendida en términos de una estrategia clásica [2]sino por su intento de ofrecer una alternativa al marxismo desde el punto de vista teórico. Esta elaboración teórica tiene correlato en su propuesta política de «radicalización de la democracia» primero y posteriormente del «populismo».

Garo somete a crítica la teoría laclausiana de la «dislocación» (del capitalismo, de las clases, de la sociedad), así como la concepción de que el antagonismo surge desde fuera de las relaciones de producción, que es central para desligar lucha de clases y explotación y por esa vía separar a ambas de la política. Destaca que las concepciones de «hegemonía» y «populismo» del filósofo argentino de exportación terminan en una teoría política pragmática y voluntarista.

Siguiendo la evolución de las teorías de Laclau, lo que comienza como una tentativa de «radicalizar la democracia» concluye en un discurso político que reproduce las formas de representación política tradicional, alejándose de cualquier dinámica de activación y democratización desde abajo, tanto por la importancia del «líder» como por la insignificancia de la explotación en su propia teoría.

El tercer capítulo debate las teorías de Toni Negri y Michael Hardt (de Imperio a Commonwealth) analizando sus elaboraciones sobre el capitalismo contemporáneo y su concepción del comunismo que termina siendo el capitalismo tal cual es. La relectura de los principales problemas del marxismo, como los del imperialismo, la ley del valor, la lucha de clases o el Estado a través de los prismas de Deleuze y Foucault se combina con la vieja lógica que Negri heredó del «autonomismo» italiano sobre la clase obrera (en este caso la multitud) como causa del desarrollo capitalista.

El resultado es un embellecimiento del «progreso» capitalista, por supuesto con nula fundamentación empírica. Junto con esto, Garo analiza las elaboraciones de Christian Laval y Pierre Dardot, teóricos del «común», debatiendo las limitaciones de un cooperativismo que pretende eludir la esfera estatal por un lado pero cae en una posición de reformar el capitalismo por el otro.

Reproducir exhaustivamente las críticas certeras de Garo a cada uno de estos pensadores excedería ampliamente el espacio de estas líneas. A este pequeño resumen agregaremos que cada uno de los capítulos aborda a estos autores en función de problemas importantes que plantearon: la necesidad de un horizonte comunista, la redefinición de una política autodenominada socialista, los problemas de la propiedad y las formas de asociación. Temas que son cruciales para la propuesta de reflexión que realiza Communisme et stratégie, buscando confrontar aquellas posiciones con las de Marx.

En busca de la estrategia de Marx

El capítulo cuatro retoma los orígenes del comunismo en el movimiento obrero francés, las condiciones de surgimiento y primeras delimitaciones del pensamiento de Marx y Engels y su modo de comprender el comunismo. Aquí juega un importante papel la diferencia entre el comunismo como objetivo o proyecto de sociedad y la militancia comunista, como acción política que impulsa el «movimiento real».

El capítulo va recorriendo el proceso de politización de Marx hasta el balance de las revoluciones de 1848 y su formulación de revolución permanente, planteada en su carta al CC de la Liga de los Comunistas en marzo de 1850, que como veremos juega un rol central para comprender posteriores elaboraciones.

El capítulo quinto aborda propiamente la concepción del comunismo en Marx y los posicionamientos estratégicos que le son consustanciales, así como distintos elementos que hacen a la evolución del Marx maduro y tardío: los problemas de los pueblos colonizados, el balance de la Comuna de París y la cuestión de la comuna rural rusa. En este punto del libro, Garo introduce una de las reflexiones más polémicas frente a la cual uno debe de mínima ponerse a estudiar el tema: la relación entre revolución permanente, transición y prefiguración de la construcción del comunismo en dos etapas. Veamos.

El problema de la transición

Garo realiza una relectura audaz y sugerente de la Crítica del Programa de Gotha. En ese texto, Marx había realizado una distinción más o menos tajante entre dos etapas, una socialista en la que rigen las normas burguesas de reparto -especialmente la relación salarial- y otra comunista en la que cada cual trabaja según su capacidad y recibe según sus necesidades.

Garo sostiene que esta distinción tajante es producto de la canonización posterior de este texto iniciada, paradójicamente, por Lenin en El Estado y la revolución. Afirma que Marx realizó esa distinción como una forma de discutir partiendo de los presupuestos de los redactores del Programa de Gotha, quienes sostenían una visión «jurídica» del socialismo, desconociendo la crítica de la economía política, el problema del Estado y la estrategia.

Aquí hay una cierta oscilación en el argumento de Garo, porque parecería afirmar que el sentido correcto de la posición de Marx es el que ella propone en esta nueva interpretación, pero a la vez señala la tensión que existe en el texto entre esta distinción de dos etapas (reconociéndola implícitamente como establecida por el propio Marx) y una idea de transición identificada con la dictadura del proletariado, que es la que Garo toma -sin duda con razón- como la más representativa del pensamiento de Marx.

La discusión apunta fundamentalmente a diferenciar a Marx de las experiencias de los llamados «socialismos reales» y también de los reformismos europeos de la segunda posguerra que sostenían que las nacionalizaciones limitadas eran un paso hacia el socialismo, que después no llegaba nunca.

A esta distinción rígida de una etapa socialista y otra comunista, Garo le contrapone un concepto amplio de transición que como decíamos más arriba Marx identificaba con la dictadura del proletariado, como resultado de una revolución, el cual combina la creación de las condiciones económicas y sociales de la sociedad comunista con la movilización y politización de masas.

Es decir, la autora no propone un «comunismo aquí y ahora» o «sin transición», sino que apunta a una prefiguración de la transición en términos de «movimiento real», sin etapas predefinidas de antemano.

Afirma de paso que esta mirada anti-etapista se condice mucho más con la concepción de revolución permanente de Marx así como con sus posteriores reflexiones sobre la comuna rural rusa. Esta reflexión de Garo tiene también sus posibles contradicciones, por ejemplo, darle mucho peso a la cuestión de la auto-organización y la politización desde abajo y menos a las condiciones económicas de la construcción del comunismo que es un debate en sí mismo, no tanto por la división en una etapa socialista y otra comunista sino por el problema de la transición como tal.

Sin embargo, si tomamos en cuenta los debates sobre la transición al socialismo en los años ’20 y ’30 en la URSS, pero también en Cuba en los años ’60 o en Yugoslavia y los países del Este en los ’50 y ’60, la distinción entre «etapa socialista» y «etapa comunista» jugó el papel de una referencia, pero lo central fue precisamente el problema de la transición en países que partían de un capitalismo atrasado (con baja productividad del trabajo, entre otros problemas), es decir de condiciones previas a las señaladas por Marx en su texto clásico.

Y en la transición, la activación y auto-organización desde abajo se demostraron como indispensables para enfrentar la burocratización (que buscó liquidarlas a toda costa y de hecho lo logró).

Esta problemática se integra en la teoría de la revolución permanente, que postula la relación consustancial entre revolución a escala nacional e internacional, entre tareas democráticas y tareas socialistas y concibe la transición como un proceso constante de transformaciones al interior de la sociedad posrrevolucionaria.

En este sentido, la lectura anti-etapista que propone Garo puede servir para llamar la atención sobre la importancia de la transición, en especial sobre la necesidad de una dinámica social y política expansiva desde abajo, que es fundamental para enfrentar cualquier tipo de burocratización y podría tener importantes puntos de contacto con las elaboraciones de Trotsky, aunque su libro esté centrado especialmente en Marx.

Una estrategia de mediaciones para repensar la revolución

Para Garo, en una realidad moldeada por décadas de «neoliberalismo», el problema de la estrategia se plantea hoy como «un problema de triangulación» que requiere la construcción de mediaciones políticas, articulando «formas de movilización y de organización, programa y proyecto, pero también reconstrucción de una cultura contestataria común asociada a las formas de vida social reinventadas, atractivas y capaces de expansión (p. 267)».

Retomando las reflexiones de Aristóteles, Hegel y Marx sobre el problema de la mediación, Garo rescata este concepto, distinguiéndolo del sentido que tiene en la actualidad: una instancia de resolución de conflictos en la que dos partes buscan un acuerdo por intermediación de un tercero en apariencia neutral.

Para Marx, la mediación no es la puesta en relación más o menos arbitraria de tres términos externos entre sí, sino el producto de las relaciones sociales que construyen representaciones que les son consustanciales, en el caso del capitalismo, el dinero, el Estado, pero también las formas que adquieren la conciencia y el conocimiento.

La mediación y representación propiamente marxista consistiría en el desarrollo de una organización y cultura política que partiendo de las contradicciones del capitalismo y sus representaciones pueda ofrecer una alternativa que surja desde dentro de los procesos y movimientos de resistencia al capitalismo y no como una idea abstracta.

En este marco, Garo rescata las elaboraciones de Gramsci sobre los problemas de la hegemonía, diferenciándolas de las lecturas vulgares en clave de «hegemonía cultural» y proponiendo la construcción de una articulación de prácticas sociales, políticas y culturales que pueda poner en pie una alternativa al capitalismo, basada en la movilización y organización desde abajo. Aquí Garo destaca la importancia de instituciones como soviets, consejos, fábricas bajo control obrero, pero también la organización política, en la que visualiza una crisis, tanto de las izquierdas reformistas como de las revolucionarias.

Subrayando los problemas actuales del Estado (y los partidos), el trabajo y la propiedad, la ecología, el antifascismo, el género y la raza, Garo concluye en la necesidad de repensar la revolución. En su perspectiva es necesario unir estos combates para dar una alternativa que vaya más allá de la lucha por demandas puntuales y simultáneamente evite las vías muertas de las izquierdas reformistas electoralistas y los autonomismos que pretenden hacer a un lado al Estado, de hecho coexistiendo con él o planteando enfrentamientos que no responden a relaciones de fuerzas reales.

 

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2019/06/23/libro-estrategia-y-comunismo/