Un breve apunte sobre el autor: Andoni Unzalu Garaigordobil [AUG], distanciado del PNV durante el gobierno Ibarretxe, ha sido diputado en el Parlamento vasco y secretario general de la Lehendakaritza durante el gobierno PSOE -Parxi López- entre 2009 y 2012. Ideas o creencias (IoC) tiene la siguiente estructura: prólogo de José María Ruiz Soroa, un […]
Un breve apunte sobre el autor: Andoni Unzalu Garaigordobil [AUG], distanciado del PNV durante el gobierno Ibarretxe, ha sido diputado en el Parlamento vasco y secretario general de la Lehendakaritza durante el gobierno PSOE -Parxi López- entre 2009 y 2012.
Ideas o creencias (IoC) tiene la siguiente estructura: prólogo de José María Ruiz Soroa, un aviso al lector, ocho capítulos y un epílogo. Los capítulos: «Un país unidimensional», «La financiación», «El euskara», «La construcción nacional», «La democracia», «El derecho a decidir», «El autogobierno», «El terrorismo».
Mi impresión: independientemente de que ustedes (como es mi caso) estén algo alejados de la apología acrítica de los sistemas de democracia representativa que realiza el autor, o de sus descalificaciones nada matizadas (y algo desinformadas en ocasiones) a la cosmovisión comunista, IoC es un libro muy recomendable.
Por varios razones, más importante: AUG no construye un muñeco de paja secesionista a su conveniencia (un mundo que conoce muy bien y por dentro) para golpearla luego a diestro y siniestro. Tarea simple. Pero no lo hace, en absoluto. Los argumentos y críticas por él apuntados resumen bien las tesis, posiciones y justificaciones del nacionalismo realmente existente. En el País Vasco y de paso también en Cataluña. El autor, nos lo indica él mismo, lleva nada menos que cerca de treinta años discutiendo con nacionalistas. «Especialmente en los debates en euskara, tanto en la radio como en ETB, la mayoría de las veces me he encontrado en minoría absoluta frente a diferentes nacionalistas, que discutían conmigo por turnos» (p. 15).
El trasfondo político-cultural está apuntado por Ruiz Soroa en el prólogo: la mayoría de la sociedad vasca (también la catalana en estos momentos) ha asumido ya como verdades indiscutibles, dogmas en muchos casos, las tesis-pseudoverdades del nacionalismo vasco: la nación propia, el euskara como lengua propia, el concierto y el cupo, la historia siempre heroica y ejemplar de un pueblo siempre derrotado pero nunca vencido, el conflicto como eje fundamental de ser y existencia. Etc. Con algunas variantes, lo mismo está ocurriendo en otras comunidades españolas desde hace bastantes años.
Las posiciones centrales del autor:
1. Solo con el debate sin descanso en la opinión púbica se puede ir reduciendo los «elementos totalistas» de la ideología nacionalista que en su país, Euskadi, «lo envuelve absolutamente todo».
2. Lo políticamente correcto se llama en Euskadi decir e ideología nacionalistas. La posición habitual ha sido la de la condescendencia y, cuando el nacionalismo ha apretado algo más (que es casi siempre), la del apaciguamiento por concesiones. Nunca plantando cara. Seguramente, añade AUG siendo parte, parte interesada, «el gobierno de Euskadi de Patxi López ha sido la única excepción institucional».
3. Sin duda, por supuesto, la izquierda tiene que asumir la existencia de los nacionalismos y la convivencia con ellos, pero «esto solo es posible en la medida en que ellos asuman la pluralidad identitaria de las sociedades vasca y catalana» (p. 17).
4. No se puede negociar, sostiene el autor, con el mundo nacionalista desde la cesión de los propios principios. En su opinión, «la defensa pública de los principios de izquierda es lo que puede abrir una vía de convivencia con el nacionalismo dentro de los estándares democráticos».
Andoni Unzalu, también al firmante de esta reseña, le preocupa que, «frente a las posiciones desaforadas del nacionalismo catalán, solo encuentren la defensa de otro nacionalismo, el español, y no la defensa del pacto ciudadano de todos los españoles.» La creciente presencia política de VOX, que el autor desconocía en el momento en que escribió el libro, es una clara contrastación de que su preocupación estaba justificada.
Un asunto que no debe ser olvidado. Los nacionalismos, antes de tener poder y de controlar al sistema educativo o el acceso a la función pública, comenta AUG. «defendieron con ardor durante el tardofranquismo la teoría de escolarizar los niños en su lengua materna. Pero desde que accedieron al poder en los territorios se han olvidado de la lengua materna de los niños vascos o catalanes: ahora la obligación es escolarizar en ‘nuestra lengua»(p. 53). En muchos casos, esa escolarización obligatoria vale para los otros, para los hijos de clases trabajadoras, no para los propios ni para las elites del país (En el caso de Cataluña, son los casos de Mas y Piqué por ejemplo: sus hijos fueron y van, respectivamente, a escuelas privadas sin inmersión).
¿Exagera el autor cuando sostiene que las ideas nacionalistas son más bien creencias (casi religiosas)? Lo expresa así: «discutir de la nación con un nacionalista es tan complicado como hablar de Dios con un creyente: ambos tienen interiorizado su existencia de forma natural e incontrovertible» (p. 61). En mi opinión, y sin generalizar de manera absoluta, AUG no anda desencaminado.
Recomendaciones: atención especial al capítulo 2, el dedicado a la financiación; también al sexto, el dedicado al «derecho a decidir».
Sobre la financiación, AUG no tiene pelos en al lengua y apunta verdades como las siguientes: «Vamos a tirar por lo bajo y decir que el Gobierno de España invierte en Euskadi 300 millones, lo que hace un total de 1.100 millones [sumados a los 800 millones que España paga a la UE por los vascos], y con eso solo tenemos en cuenta los pagos a la UE y las inversiones; no hemos contado lo que gasta en presiones, acción exterior y otros servicios no transferidos. ¿Sabes cuánto pagamos por el cupo el año 2017? 960 millones» (p. 42).
La tesis de AUG sobre el procés catalán: «Para lograr un poder político tan enorme y el control de la sociedad de Cataluña han sido necesarios dos requisitos: la impunidad y la creación de una comunidad importantes que ha adquirido privilegios· (p. 116). Añade después: «Yo estoy por apostar que el verdadero objetivo del Procés no es la independencia, sino el control totalitario de la sociedad y de los recursos de Cataluña en beneficio exclusivo de las élites soberanistas. Para entender el Procés es necesario saber que este se desarrolla en un plano no real, o en una realidad paralela, que intenta ocultar la realidad real» (p. 119). Probablemente el procés y la ideología procesista (y creencias afines) tengan muchos objetivos al mismo tiempo; la correlación de fuerzas, como decíamos hace años, pone a uno o a otro en primer lugar.
Fuente: El Viejo Topo, junio de 2019