En la cosmovisión andina el pasado está adelante y el futuro está atrás. El pasado es lo que nos guia y orienta, el futuro no existe. Tras la luna de esmeralda por el camino va sola, la silueta de la chola con su guaguita a la espalda En su florida pollera, color de […]
En la cosmovisión andina el pasado está adelante y el futuro está atrás. El pasado es lo que nos guia y orienta, el futuro no existe.
Tras la luna de esmeralda
por el camino va sola,
la silueta de la chola
con su guaguita a la espalda
En su florida pollera,
color de cielo estrellado,
lleva a vender al mercado,
Kantutas de primevera.
(Trozo del primer poema que aprendí a los 4 años, autor: Oscar Alfaro) (guaguita: bebé: kantuta: flor nacional)
1.- Como mujer no tengo patria, pero la tengo
Primeramente quiero presentarme, soy Ximena Bedregal. Regreso a Bolivia después de muchos años de vivir fuera, aunque nunca perdí el contacto básico con esta realidad y su devenir. Regreso porque intuyo políticamente que en los cambios que se están dando aquí hay mucho para enriquecer mi alma y mi pensamiento, mucho para dar y mucho para incentivar la reflexión feminista que parece haberse estancado y amarrado a los destinos del liberalismo igualitarista en la mayor parte de sus expresiones orgánicas y sus sectores mayoritarios de expresión política.
Aunque nacida en Bolivia, como mujer no tengo patria el mundo entero es mi tierra, lo cual no quiere decir que no lleve en mi identidad básica los signos de la tierra donde nací, aprendí a hablar, vivir, donde se fundaron mis sabores, olores y percepciones primarias; donde conocí e internelicé sentidos de realidad y deseos de vida, los sentidos de lo social y de lo político, donde aprendí a conocer la injusticia y realidades inaceptables, donde aprendí los sentidos y significados del amor y de la inteligencia que estructuraron muchos de los deseos de justicia que marcan mi existencia, donde aprendí a verme como mujer, donde hice mis primeros pasos hacia el feminismo.
En ese sentido, como mujer no tengo patria pero en tanto mujer sí tengo patria en la medida en que existe y me ha marcado. Lejos de la dicotomía que anula, como mujer tengo y no tengo, son ambas cosas a la vez. Y si empiezo diciendo esto es por que quiero significar y recalcar algunos elementos que -desde mi feminismo- me parecería importante recalcar en la Bolivia de hoy.
Primero, que como mujer -y todas como mujeres- no he ni hemos sido las productoras ni de los conceptos, ni de las realidades, ni de las construcciones concretas de lo que se llaman patrias, apenas reproductoras. En la lógica fundante de estas arbitrarias divisiones político geográficas y en la producción de sus realidades, hemos sido la otredad por excelencia. Los países de nuestro continente (y de todos los continentes) se fundaron con base en las necesidades, intereses, proyecciones, participación y diseño de los varones, en nuestro caso además blancos, católicos, y propietarios (propietarios de los bienes materiales pero también de la vida y la muerte de otros seres humanos, los indios, sin duda, pero principalmente las mujeres), ligados a la racionalidad europea occidental post revolución francesa y preindustrial y así, desde esa lógica masculina, europeizante y occidental se siguieron construyendo las patrias latinoamericanas y la idea misma de patria por siglos. Patria significa «lo que pertenece al pater, el patrimonio del padre»
Este es el sentido de la idea de que como mujer no tengo patria
Necesitamos entender el papel no jugado, en ese sentido el papel jugado es decir el papel que fue asignado para nosotras, para poder imaginar el papel que (ahora autoasignadamente) podemos cumplir.
2.- Bolivia y la crisis de sentido global
Segundo, que la crisis de sentido de la política, del hacer mundo, del hacer sociedad, de la idea de bienestar humano y las búsquedas de alternativas que hoy vivimos en Bolivia, no es algo privativo o exclusivo de este país, aunque obviamente tenga sus particularidades. El sentido y la forma, de construcción social, política y económica que se cuestiona en Bolivia hoy -insistiendo en reconocer sus particularidades porque de otra manera no podríamos actuar- es parte de una crisis de sentido, una crisis de posibilidad de una macrocultura global que se ha impuesto como hegemónica en prácticamente todo el planeta y que ya no sólo no puede dar respuestas satisfactorias sino que ha llegado al borde de la destrucción masiva. Esa macrocultura, esa matriz civilizatoria, ese orden – des-orden que ha producido esta realidad planetaria se llama patriarcado. El patriarcado occidental, hegemónico hoy en día.
Necesitamos entender -primero o paralelamente- esa matriz, ese programa en que se funda esta miserable realidad, entender cómo ha construido la macrocultura que nos forma, para poder salirnos de ella e imaginar y construir otras realidades que implica también imaginar y construir otra política.
Necesitamos entender -luego o paralelamente-, que cambiar esa matriz no es algo que toca sólo a Bolivia, la crisis es planetaria y las búsquedas son globales. Si comprendemos lo que queremos cambiar, en su fondo, en sus estructura profunda, tendremos la potencialidad de un real aporte al cambio civilizatorio planetario, porque desde muchos lugares se busca ese cambio. Y creo que hoy por hoy, este pequeño país mediterráneo y frecuentemente tan aislado del mundo tiene, como nunca, la posibilidad de ese aporte. La posibilidad de ligar sus propios cambios a las necesidades de cambio de esta macrocultura toda. Estoy convencida que en Bolivia se está jugando mucho más que el destino del país.
Me parece que para Bolivia hoy es más difícil conseguir el «mar para Bolivia» que lograr varios océanos de comunicaciones bolivianas de futuro con el mundo. Y obviamente parece que lo segundo sería más ruptor de la mediterraneidad que lo primero.
Este es el sentido de la idea de que el mundo entero es mi tierra. Porque la tierra, la Pacha Mama , la Gaia es la gran madre que nos da vida y nos sostiene a todos y todas. Eso funda a las Matrias, no a las patrias.
3.- Las mujeres y la refundación de Bolivia
Tercero, si la matriz, o al menos la matriz principal para la imposibilidad de una buena vida es el patriarcado que se nos ha impuesto, a todas y todos sin duda, pero particularmente a las otredades, o sea a quienes no hemos participado de su construcción, en este caso a las mujeres y también los pueblos originarios.
Si en la patria y sus formas concretas de existencia y construcción social hemos sido la ausencia, la ajenidad, apenas tan sólo las reproductoras de valores y sentidos que no nos pertenecen, en los que no nos leemos pero que sin embargo hemos vivido, sufrido y lo que es peor: ayudado a reproducir; la hoy llamada refundación de Bolivia no puede concebirse sin una participación vertebral, imaginación, politización y diseño propio de y desde esa otredad salvo que se quiera repetir más y más de lo mismo.
Y el no hacer más y más de lo mismo no se da sólo por el hecho de ser otredades, o sea mujeres. Las mujeres no vamos a cambiar nada por el sólo hecho de ser mujeres.
Este es el sentido de que como mujeres también tenemos patria.
Las mujeres no nacimos en una probeta ni en Marte. La feminidad es una construcción de la masculinidad desde la cual somos colonizadas y frecuentemente tendemos a creer que esto es un destino que nos obliga a aceptar lo existente o a creer que no aceptarlo es pedirle a quienes tienen el poder y, peor aún, a los que han construido esta debacle social, nos permitan participar en su mundo, constriñendo con ello nuestra libertad, nuestra imaginación, nuestra potencialidad de pensar al margen de lo impuesto para nosotras.
El desafío que tenemos es pensar a Bolivia desde otro lado. Dejar de ser las víctimas que gritan para que los que tienen el poder nos resarzan de nuestra condición de víctimas, dejar de una vez por todas las demandas al que tiene el poder, que siempre terminan por darles el poder de darnos o negarnos para pasar a ser sujetos pensantes del mundo que queremos, sujetos que construyen la sociedad que desean.
Me ha tocado ver últimamente y ante la próxima asamblea constituyente, una fabulosa, increíble producción de demandas, listas interminables de demandas y más demandas que esas llamadas expertas que las están recogiendo y recopilando ya ni saben como ordenarlas, en que temática o acápite ponerlas. Con todo respeto a las compañeras que han trabajado y puesto su energía en ello y sin negar que esas demandas hablan de las necesidades de las mujeres, me parece que ese enfoque nos vuelve a encerrar en la víctima demandante y no permite dar el salto a pensar e imaginar la sociedad completa que queremos. El patriarcado puede conceder muchas demandas e incorporar (OJO dije incorporar) a las otredades a su mundo sin dejar de ser patriarcado.
4.- El patriarcado o el programa que nos constituye
Ahora bien, ¿Qué es el patriarcado, de que hablamos cuando apelamos a ese concepto para explicar y entender muchos aspectos de la realidad? ¿Por qué algunas insistimos en ese concepto mientras otras se han constreñido a explicarlo todo desde el género imponiendo incluso un antifeminismo con perspectiva de género?
Me parece importante tocar un poco esto porque muchas veces se tiende a creer que una sociedad patriarcal es aquella donde gobiernan los varones o en el mejor de los casos donde se dan expresiones y prácticas de machismo y por lo tanto se va a terminar si también gobiernan las mujeres y si se reglamentan y legislan castigos para disminuir estas expresiones machistas. Obviamente estas son expresiones de una sociedad patriarcal pero no son su base, son sólo eso: expresiones, síntomas de algo más profundo, de algo que impulsa y permite que la sociedad se viva de esa manera.
Y eso más profundo no sólo se expresa en las más burdas formas del machismo ni en la ausencia de mujeres en los gobiernos. Su expresión más radical está en la existencia de una macrocultura que, por lo menos en 3 o 4mil años, no sólo no ha podido construir sociedades más justas sino que – con todo y su gran desarrollo tecnológico- ha llevado a la humanidad al mayor desastre ecológico, a la mayor depredación de la naturaleza, a construido el mayor numero de pobres y míseros de la historia humana, ha dividido el planeta en seres de primera, de segunda y de tercera (los imprescindibles, los objetos de los daños colaterales, etc.) a concentrado la riqueza en cada vez menos manos, invierte el 60% de su producción en armas de destrucción, ha confundido la buena vida con el dinero y los bienes materiales, ha asesinado en sus últimos 100 años más personas por guerras que en toda la historia de nuestra humanidad, entre otras barbaries que llevaría todo el día enumerar. Y lo que es más significativo aún: no sólo no ha logrado que ninguna de sus más hermosas utopías cambien la situación sino que cada vez que alguna de estas triunfa, a poco andar, la cosa vuelve a fojas cero o se pone peor.
¿Por qué? Porque el patriarcado es una lógica, es una manera de entender la realidad y por tanto de construirla y vivirla. Es, por así decirlo, el programa básico que pone en funcionamiento los circuitos por donde pasan nuestros sentidos de nosotros y nosotras mismas. Lo que somos, lo que queremos, lo que vinimos a hacer al mundo y el cómo hacerlo. Por ello no basta tener las más buenas intenciones si estas se basan y concretan en el mismo programa básico.
Esa lógica, ese programa básico del patriarcado occidental, y me refiero al occidental, primero, porque creo que hay otros patriarcados, segundo porque no conozco ni medianamente bien los otros patriarcados ya que el que yo he vivido, sufrido y medio analizado es éste y tercero y fundamentalmente porque es el que se ha impuesto como el hegemónico y hoy por hoy, en esta su fase capitalista globalizada y globalizadora, estructura cualquier otro que pueda existir.
Esa lógica, ese programa básico del patriarcado occidental, decía, es una lógica dicotómica, jerárquica, lineal, excluyente y proyectiva que para entender el mundo necesita dividirlo hasta no poder volver a retomar y entender la relación de esas partes y menos su totalidad.
La palabra análisis viene del griego ana-lisis que significa dividir, dividir todo en partes para comprenderlo. En ese paradigma se basa la racionalidad occidental. Y ese paradigma es la base de la ciencia capaz de desarrollar la más sofisticada operación al cerebro pero incapaz de entender el funcionamiento completo del cuerpo ni la relación de esa enfermedad cerebral con otros aspectos de la realidad existencial y material.
Al dividirlo todo, necesita absolutizar esa división haciendo que la parte represente al todo. Y como concibe que sólo puede haber una verdad y no varias, esa parte «verdadera» representa al todo, las otras partes representan nada, son mentira, son la otredad, lo igual a cero. Esta es la base de la jerarquía dicotómica en la cual todo se divide en partes y siempre una parte es superior a la otra, por ejemplo: mente / cuerpo (donde la mente es superior al cuerpo; naturaleza / cultura, donde la cultura es superior a la naturaleza; blanco / negro; hombre / mujer; etc. etc. etc.
Si toda parte otra es igual a cero, la diferencia no es posible, no puede existir salvo que se subsuma en la parte jerárquicamente superior, aquella que representa lo universal, o sea salvo que se deshaga, desaparezca, dejando por lo tanto de ser otro para ser una parte de lo mismo, del uno supuestamente universal. Por ello en nuestra cultura se debe ser una cosa u lo otro, no se puede ser una y lo otro al mismo tiempo y menos ser otra cosa diferente de la hegemónica, se debe ser el uno o se es el cero, no se puede ser el 2 o 3 o 4 o 97, por ello en la política se está con migo o se es mi enemigo.
Esta racionalidad totalmente homogeinizadora, que siendo de base griega se articula con las mitologías judeocristianos, donde un dios único y masculino crea a la naturaleza y le ordena al varón dominarla (creando a la mujer para acompañarlo, servirlo y ayudarle en este proceso de dominación). Esto implica no sólo la absoluta oposición – separación del ser humano de la naturaleza sino la justificación místico-religiosa de la dicotomía sujeto objeto, el sentido de que esta, la naturaleza es inferior a él, el hombre, sujeto del proceso de dominación (proceso al que se le llama cultura) y la naturaleza el objeto a dominar. Hacerlo es cumplir el mandato de dios, por lo que el ser humano no tiene ninguna responsabilidad frente a la naturaleza, su responsabilidad es frente a esa divinidad única y masculina.
En la medida en que se ha desarrollado estos paradigmas a través de la ciencia patriarcal, la física, las matemáticas (con Descartes, con Newton y otros señores en la ciencia y con señores como Hegel y su dialéctica en lo social) este paradigma fundador llegará a su máximo despliegue en la cultura occidental industrialista que se inicia en el renacimiento donde el individuo se separa del todo de la naturaleza poniéndose como el centro de todas las cosas, haciendo de la razón la posibilidad única para la construcción de mundo y control total de todo. Despliegue que se expresa en el colonialismo, el racionalismo, el cientificismo y el industrialismo del S XX.
Así, la economía llega a ser sólo un juego racional de cifras matemáticas, la llamada macroeconomía, que nuestras vidas nos dicen que funciona totalmente separada, escindida de la realidad humana y sin embargo es científica, a sido analizada y planteada desde los parámetros de este cientificismo teológico. Es un producto de la ciencia de los actuarios, o sea de los matemáticos de la economía.
5.- Bolivia, terquedad patriarcal y resistencia
Desde esta lógica, por ejemplo, si el llamado tercer mundo, o Bolivia, no logra conseguir lo que la ciencia de los actuarios y economistas ha definido como el camino correcto, el único, el que en alguna parte se demostró como posible, es porque el tercer mundo, o Bolivia, está mal y hace las cosas mal; o sea si el paradigma no coincide con la realidad, como es «científico», es la realidad la que está mal, no el paradigma. Recordemos que para el paradigma patriarcal occidental, la verdad es una sola, no puede haber dos o más verdades, sólo una tiene la razón. Además en tanto método escindidor de la realidad, no puede ver la relación entre las partes; por ejemplo, que ese paradigma económico funcionó en una parte del planeta porque en otra parte pasaba algo que lo permitió. Dicho en historia y en concreto: la economía supuestamente exitosa en el llamado primer mundo no se debe al paradigma científico aplicado sino a su condición de posibilidad, o sea a que se apropió de la riqueza del llamado tercer mundo y que fue la base (y lo sigue siendo) para esa posibilidad. Recordemos que para el paradigma patriarcal occidental una particularidad demostrada en alguna parte pasa a ser universal, inmediatamente es la jerárquicamente válida y la que anula todas las demás. Se transforma en una universalidad válida en si misma independientemente de las demás partes del sistema al que pertenece.
Un derivado de este paradigma patriarcal occidental es la idea de progreso, de desarrollo. Idea que pareciera ser incuestionable, un deseo y una necesidad per se y hoy en la boca y nombres de cuanta organización, institución o programa que desea hacer algo por mejorar la realidad o que cree poder hacerlo.
Si la cultura se entiende como el desarrollo de la racionalidad paral dominar la naturaleza y la cultura es lo que supera al estado natural o salvaje del medio, y es el hombre el designado por dios para cumplir esto, entonces el ser humano pasa a ser un algo por encima de la salvaje madre natura.
El concepto de desarrollo es esto mismo pero en el momento histórico en que los paradigmas científicos patriarcales han logrado desarrollar la razón matemática para un control tecnocrático de alto nivel sobre el entorno natural y social. El papá del concepto de desarrollo, o sea el de progreso, es el que marca ideológicamente a la revolución industrial, esa suposición de que podemos producir por encima de la naturaleza y del medio biológico que nos sustenta, ¡todo!, cualquier cosa que imaginemos y en cualquier cantidad. Que podemos, ahora sí, llegar a la productividad prometeica que nos asemeje a ese dios que nos dio el mandato inicial, o tal vez continuar y concluir su obra.
La idea de desarrollo reemplaza a la de progreso cuando esta se hunde en la gran depresión de los años 30 y cuando el proceso de ampliación de la tecnología de guerra que genera la segunda guerra mundial impulsa una compulsiva industrialización y producción de bienes materiales junto a una explotación intensiva de la naturaleza.
El concepto de desarrollo es la apoteosis de la unión matrimonial de la racionalidad científica patriarcal con la idea de dominar la tierra y la naturaleza. No en vano esta idea la lanza y universaliza Harry Truman, el mismo que después de lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagaski dijo: «este es el suceso más grande de la historia». Efectivamente en su lógica tenía razón, ha sido el suceso más grande de la historia patriarcal porque fue el suceso real y simbólico de la mayor capacidad destructiva unido a la mayor capacidad de inventar y construir barbaridades. Después vendría, como corolario lógico, la explotación intensiva de la tierra con los químicos contaminantes, la manipulación genética de las plantas y luego de animales y humanos, la apropiación intensiva de todo espacio natural, los transgénicos entre otras, es decir por fin se había logrado ese sueño de hacer de la tierra, de la pacha mama, de la gaia esta tábula raza al servicio del dominio y del hombre el mayor constructor de objetos materiales y de muerte.
La instalación universal de la idea de desarrollo implica, por lo menos, tres cosas graves: una es la idea que para ser felices debemos producir y producir bienes materiales de la que surge la idea de crecimiento económico, el que no crece en este sentido está perdido, es un pobre infeliz que no podrá alcanzar el paraíso patriarcal, la segunda es que la tierra tiene la capacidad de soportar esto hasta el infinito, por eso ahora sólo se habla de desarrollo sustentable sin poner en cuestión la idea base de desarrollo y la tercera es la idea de que esto es posible, necesario y deseable en todas partes, la globalización como la imposición universal del uno cero.
Hemos entrado al nuevo siglo con el triunfo apoteósico del patriarcado. Al parecer quedan dos posibilidades, o una inteligencia lúcida y creativa para cambiar esto o un posible y desastroso final. Hay sin duda -y por todas partes- signos de cambio y a ellos debemos y necesitamos apostarle.
Ahora bien, a partir de aquí surgen dos preguntas. La primera es ¿por qué denominamos esta lógica que ha construido esta realidad como patriarcal? Y la segunda ¿Qué implicancia tiene entender todo esto para la política feminista del Bolivia del aquí y del ahora?
6.- ¿Por qué denominamos esta lógica que ha construido esta realidad como patriarcal?
Toda esta lógica es patriarcal porque se produce a partir de la experiencia corporal del varón. La experiencia de un cuerpo que no tiene en sí una relación con el dar vida y con el nutrir y por tanto su trascendencia no está ligada a la tierra, al dar vida sino a simbolizar esa vida a través de la razón. De allí el desprecio por el cuerpo. De allí la necesidad de controlar nuestros cuerpos de mujeres. De allí que se sienta el dueño de esa capacidad de lo humano que es el pensar y construir mundo.
Los grandes momentos de la construcción del patriarcado se han dado sobre verdaderos feminicidios.
La fundación patriarcal de occidente se hizo sobre la anulación y asesinato de otra lógica que no era patriarcal y por tanto del asesinato de mujeres y de su significado en lo humano. Basta leer con otra óptica la mitología griega, sus violentas peleas por las mujeres, su exigencia de obediencia por parte de ellas, las violaciones constantes que fundan sus personajes, la historia de Atenea que niega a su madre y argumenta que ella es prueba viviente de que matarla no constituye asesinato alguno porque ella nació de la cabeza de su padre Zeus y que la madre sólo es el receptáculo de la capacidad de dar vida del padre, mito que significa no otra cosa que dejar sentado que asesinar la cultura que proviene de lo femenino no es asesinar nada porque la cabeza del padre, o sea la racionalidad, es la cultura, entre otras muchas cosas para empezar a comprenderlo con profundidad.
Pero además esto va quedando cada vez más probado con la arqueología y los nuevos paradigmas y lentes con los que se van leyendo los restos materiales de esa otra época. Ya no puede decir nadie que las miles de figurillas femeninas que se han encontrado por toda Europa son sólo el Play Boy de la antigüedad. Ya no puede negarse que antes de los dioses del olimpo hubo civilizaciones que se basaban en un principio femenino, no en tanto «lo femenino» como la entendemos culturalmente hoy, sino en tanto naturaleza, procreación, alimentación, dar frutos, cuerpo por donde pasa la vida, como principios de lo femenino/naturaleza, y que, tal vez sin ser culturas perfectas, fueron sociedades que lograron no sólo la primera gran revolución tecnológica de la historia: la agricultura, que implicó el gran salto en la inteligencia y posibilidades humanas, sino que además siglos de vida pacífica, una justicia económica y social bastante más equilibrada, lúdica, estética, sensual y placentera que la posterior y una relación más simbiótica con la naturaleza que después se pierde. En el arte cretense, por ejemplo, no hay una sola imagen de guerra ni de violencia, sus personajes son sensuales, sexuales y gozosos.
Acercarse a ello es no sólo bello y significativo para las mujeres sino principalmente esperanzador para la humanidad entera. Otra lógica y otra vida es posible, si ya existió puede volver a existir, nunca en la misma dimensión, en una nueva, desconocida, pero puede volver a darse algo similar. La circularidad de la vida así nos lo indica.
Los paradigmas de la racionalidad absoluta que se crean en la época llamada de oro de la Grecia , se dan en la ciudades, en la civilitas, símbolo por excelencia de la razón y la cultura y ciudadanos eran sólo los varones de la estirpe de la nación a la que pertenecían y se ha escondido muy inteligentemente el papel primordial que jugaron las mujeres previas a los filósofos griegos en el pensamiento. Tuvo que llegar el nuevo feminismo para sacar a luz que fue Diótima la gran maestra de Aristóteles y que fue ella la gran cuidadora y alimentadora de la monumental biblioteca de Alejandría.
La creación de dioses únicos y masculinos, llámese Alá o Jehová, y en el caso judeo-cristiano un dios que crea al hombre a su imagen y semejanza y le ordena dominar la naturaleza habla, más que de ese dios, de quién en realidad lo creó a su imagen y semejanza y le dio el papel de sacralizar su deseo separándose de la naturaleza, lo femenino, y en consecuencia de la mujer. Ese dios saca a la mujer de la costilla del hombre y le da por papel servirle y ayudarlo en su obra de dominio, o sea de cultura e historia. La mujer es sacada de tajo de la potencialidad de lo humano, o sea de pensar y producir. El dios masculino y único que funda nuestra civilización monoteísta, es imagen y semejanza del varón y no al revés.
Decíamos antes que los grandes momentos de la construcción del patriarcado se han dado sobre verdaderos feminicidios.
Para hacer posible la racionalidad matemática absoluta e instalarla como el paradigma hegemónico tenía que acabarse con cualquier otra lógica que hubiera resistido a estos embates. Por ello el renacimiento y la posibilidad de la revolución industrial se hizo, entre otras barbaries, con la matanza de brujas, o sea con el asesinato cuasi definitivo de otras lógicas, de otros conocimientos. Para que el ginecólogo fuera reconocido como el científico y verdadero conocedor de nuestro aparato reproductivo tenían que acabar con las parteras y medicas que usaban otra forma del conocimiento para atendernos. Eran lo otro de la ciencia, el cero frente al uno absoluto, eran brujas. Nuevamente se unían en asesina cópula la ciencia y la religión. Para que la psiquiatría fuera la verdadera ciencia de la mente tenían que acabar con el uso de rituales de purificación y sanación basados en una lógica de empatía sinergética. Para que la separación de la razón y la naturaleza fuera absoluta tenía que terminarse con el conocimiento práctico de las hierbas y de los productos de la pacha mama y dar entrada a los remedios de laboratorio. Como la verdad es sólo una y no puede haber más verdades, todo lo que no era considerado la verdad demostrable por la razón lógica, con algún pedacito del lóbulo izquierdo del cerebro, debía ser extirpado de raíz. Esa extirpación significó el asesinato de 8 millones de mujeres llamadas brujas. Y el precio que pagamos las mujeres por este salto del patriarcado no sólo fue ese feminicidio sino además, la pérdida definitiva de la autonomía sobre nuestros cuerpos y el olvido de muchas sabidurías ancestrales propias y autónomas como el control de nuestra natalidad a través de las hierbas de la madre tierra. Tuvimos que esperar varios siglos llenándonos de hijos no deseados hasta que los científicos descubrieran la píldora y la perspectiva de género le exigiera al papá Estado se haga cargo de nuestra salud reproductiva. ¿Cuál fue el progreso? Pues el paso de nuestros cuerpos auto controlados y ligados a la madre tierra a cuerpos controlados por papá Estado y en manos de las farmacéuticas.
Ahora vayamos a la última pregunta: ¿Qué implicancia tiene entender todo esto para la política feminista del Bolivia del aquí y del ahora?
7.- Desarrollismo patriarcal y el Bolivia del aquí y del ahora?
Para darle unas vueltas a esto me parece que hay que intentar ponerle palabras a otra pregunta ¿Qué es lo que está pasando en la Bolivia de Hoy?
No tenemos aquí el tiempo para hacer una larga historia pero quiero centrar algunos elementos históricos básicos:
1.- El país llamado Bolivia se crea bajo la influencia ideológica de la modernidad occidental. Los llamados padres de la patria: Bolivar Sucre etc. estaban ligados absolutamente a la ideología de la burguesía modernizadora post revolución francesa y pre revolución industrial. En esa medida su ideal era un ideal occidental europeizante.
2.- Las élites políticas que vinieron después, hijas de las fundadoras, obviamente también elites blancas, europeizantes, de mentalidad colonial, miran al Norte como modelo, y ese norte es el paradigma de la racionalidad científica – industrialista: el progreso, la industrialización intensiva, sea este en su versión liberal o revolucionaria marxista. Revolución para el desarrollo o liberalismo económico para el desarrollo.
Sin embargo, la esencia misma del paradigma con el que se leen y leen las posibilidades nacionales, les impide ver dos elementos fundamentales. Primero el todo de ese paradigma, o sea que la posibilidad del desarrollismo industrial del norte tiene como posibilidad sin e que non el que el sur sea y siga siendo el proveedor de materias primas, por lo tanto la imposibilidad intrínseca de una industrialización semejante a la del norte y segundo que en estas tierras andinas, la mayoría de las mayorías tiene una lógica vertebral absolutamente diferente a la occidental, una lógica agraria, ligada a la tierra, animista y por tanto con capacidad de entender la vida que hay en todo y la relación de las partes para esa vida y que su buena vida no está relacionada a la producción de objetos sino al equilibrio existencial y ritual con el medio y que se resistirá de mil maneras a subsumirse en esa otra visión de la realidad. Me refiero a la lógica indígena, andina o como quiera llamársela. Lógica que para se dé el paradigma occidental debe ser «modernizada» porque se interpreta como un resabio, un atraso. Así tanto la versión revolucionaria como la versión liberal coinciden: hay que industrializar el acampo, proletarizar al campesino y desindianizar al indio.
Por ello la revolución del 52 transforma al indio en «campesino», lo semiproletariza a través de organizarlo en sindicatos y de aliarlo al que imaginaba sujeto de la historia: al proletariado, léase alianza obrero campesina.
¿Resultado?, el más absoluto fracaso. Bolivia nunca se moderniza ni económica ni políticamente, el campo no se industrializa ni logra una producción intensiva, la obra redentora del desarrollo no se da, al contrario, el campo se empobrece, la producción no aumenta, el país sigue viviendo de la extracción e importación de materias primas, la población indígena pauperrizada es expulsada de sus lugares de origen y Bolivia se va transformando en uno de los países más pobres del continente.
La estupidez y la perversión de las elites gobernantes no está ni siquiera en su espíritu de rapiña, su corrupción, su estulticia, su arrogancia. Está en el paradigma al que sirven, en la ceguera para ver que hay más de una lógica, que no pueden transformar esas otras lógicas anulándolas, que estas resisten a través de los siglos no por machos, por tercos o por valientes sino porque, precisamente, tienen otra lógica, otra cosmovisión que desde la simple resistencia pone constantemente en cuestión a la dominante hasta hacerla prácticamente imposible.
La imposibilidad de que Bolivia sea otro Chile, otro tigre de la Latinoamérica neoliberal está principalmente en sus indios. Por suerte. Por que lo que Bolivia está sacando a la luz con sus insurrecciones del siglo XXI es no sólo la puesta en cuestión del modelo neoliberal (esa apoteosis del patriarcado capitalista), sino, por un lado, la posibilidad de poner en cuestión la esencia misma del paradigma occidental racional y judeo cristiano y por otro lado está mostrando la realidad de que existen otros paradigmas, otras cosmovisiones, otros acercamientos a la vida, a la sociabilidad, a la cultura, a la economía que pujan por construirse alternativa, propuesta y posibilidad de cambio. ¿Por que? Porque su memoria histórica les dice que es posible, que alguna vez tuvieron buena vida, una suma q´amaña , así como a las mujeres la recuperación de nuestra propia historia nos dice que es posible otra realidad no patriarcal.
Aquí está el punto de unión, de colaboración, de encuentro entre feminismo y cosmovisión india, indígena, andina o como quieran llamarla.
7.- Feminismo, política y la refundación de Bolivia
Desde occidente quien ha puesto en cuestión la lógica occidental patriarcal es sin duda el feminismo (y la física cuántica por cierto).
Sin embrago si bien el feminismo en cuanto cuerpo teórico y filosófico tiene esa potencialidad, en cuanto movimiento socio político, por lo menos en lo que se conoce como su mainstream , ha ido cada vez más -y en toda Latinoamérica- enganchándose en los paradigmas hegemónicos, en la política tradicional y masculina y en los mandamientos del occidente del norte.
Algunas de sus características son, por ejemplo, la total dependencia de su quehacer con las políticas que se dictan en el primer mundo para la sociedad civil del sur. Las estrategias, llamadas agendas, no se definen con las mujeres de aquí sino en reuniones internacionales norte-sur y en hoteles de cinco estrellas. Se desarrolla una relación más fuerte con el Norte que con las mujeres locales. La política se transforma en una pura interlocución con el Estado hoy llamado «lobby con las autoridades», misma que es llevada en horarios de oficina, con salario y vacaciones. Los tiempos y ritmos ya no se definen en función de las mujeres del país sino en función de los calendarios de los organismos internacionales. El Movimiento feminista deja de ser tal para pasar a ser el ideal del poder socioeconómico patriarcal, es decir: una red de funcionarias, estructuradas en lógicas, tiempos y ritmos oficinescos que manejan sus políticas, léase agendas, a través de mantener una red mayor o menor de beneficiarias -que, por lo demás, son atendidas por las capas intermedias, jerárquicamente inferiores dentro de esta nueva clase tecno politica- beneficiarias que a cambio de algún servicio pasan a ser los números de los informes que permiten nuevos donativos de las agencias internacionales para reiniciar el círculo. El pensamiento feminista se transforma en papers sociológicos y estadísticos que llenos de aburridos cuadritos y grafiquitas hechas en Power Point o Excel, circulan entre las mismas iniciadas de este fem set como parte del currículo productivo y de prestigio que, a nombre de las mujeres, viabiliza los saltos profesionales de las jerarquías superiores del género.
No voy a darle más vueltas a esto porque creo que se ha tocado muchas veces. Y aunque sería necesario e importante desglosar esta historia a partir de las vertientes anteriores y el origen de las ONGs nacionales, en tanto hijas de la catequización colonial y del ayudismo y la caridad como parte de la oferta redentora del progreso, por la falta de tiempo y la extensión de estas reflexiones me voy a limitar a destacar algunas de las implicancias que la descripción de más arriba tiene en términos de política, de los desafíos nacionales primero y generales después y del avance en el pensar y hacer mundo desde las mujeres.
-La primera y la que me parece vertebral, es el cómo esta estrategia del mainstream feminista ha devuelto el hacer nuestro al paradigma patriarcal occidental. ¿En que sentido?:
Primero en la apropiación como verdad absoluta que han hecho del paradigma del desarrollo. Todo este quehacer es en función de ese imaginado desarrollo, las mujeres tienen que ser parte de la imaginación del desarrollo, incorporarse al supuesto desarrollo, disfrutar de los supuestos beneficios de un supuesto desarrollo. Todo es «la mujer para el desarrollo». Realmente ¿creen que en Bolivia hay alguna cosa que pueda llamarse desarrollo, realmente creen en ese paradigma, creen que es posible su implantación, creen que esa idea de bienestar desarrollista industrialista, que ha demostrado su fracaso absoluto como posibilidad de mejora cualitativa de la vida es la que necesitan las mujeres bolivianas, la que sea posible en el país? Si el feminismo ha sido el que ha puesto primero en cuestión sus bases, sus paradigmas es posible que sea ahora el mismo feminismo el que lo levante como el panacea para las mujeres? ¿No es acaso esto el encerrar las posibilidades del feminismo en las cárceles del patriarcado?
Segundo: en la retoma de la dicotómica división sujeto objeto. Esta división, además jerárquica entre las mujeres y sus instrumentos de lucha ha vuelto ha hacer de las mujeres objetos, son objeto de estudio, objeto de análisis, objeto de proyectos, objeto de servicios, objeto de financiamiento, objeto de políticas públicas, etc. ¿Y que pasó con la mujer sujeto, sujeto de su historia, sujeto de su destino, sujeto de su propio autodescubrimiento y autoconocimiento, con la mujer para sí? ¿Y que pasó con la superación que el feminismo planteaba de esa dicotomía sujeto objeto?
Tercero: la división sujeto objeto implica su corolario, la escisión para la comprensión. El ana-lysis. Y con ello se ha vuelto a escindir a la mujer, y cuando apenas empezaba a encontrar su integridad corporal, a ejercitarlo, a probarlo, en nombre del conocimiento científico y riguroso, sin preguntarse ¿Cuál ciencia, cual cientifisismo? Se nos ha vuelto a partir en pedacitos de estudio, de objeto de Studio, por supuesto y ahora se trabaja mujer y salud reproductiva por un lado, mujer y mortalidad/morbilidad, por otro, mujer y producción económica, mujer y violencia, mujer y esto, mujer y lo otro. Para ello se han creado expertas de estas parcialidades y lo que es peor todo esto se ha transformado en la política de las demandas parciales, la política de la parcialidad demandista, que también tiene un corolario propio, la imposibilidad de pensar, desde ahí, la relación de las cosas, la relación, para dar sólo un par de ejemplos que tiene la lógica de la violencia, todas las expresiones de la violencia, allí donde están, o sea en todo o casi todo, con la violencia hacia las mujeres, lo que sin duda traería un cambio completo del quehacer político; la imposibilidad de pensar la sexualidad (hoy enfocada como salud reproductiva: ¡vaya idea tan limitante!) ligada al sentido del placer, al la construcción completa de los deseos, al cuestionamiento de la familia heterosexual, monogámica y patriarcal (ahora se habla de distintos tipos de familia como si la familia fuera un bien a defender y mantener en sí mismo), a la concepción del cuerpo, etc. Lo que sin duda traería un cambio completo del quehacer político.
Cuarto: dentro del mismo occidente, la única otredad que la lógica anulante occidental patriarcal no pudo reducir a ser un semejante a sí mismo, fueron las mujeres. Las mujeres dentro de occidente seguimos siendo la otredad de occidente. De ahí, por ejemplo, la idea de la Wolf de que «como mujer no tengo patria», de ahí que las experiencias fundamentales de la masculinidad occidental, como la guerra, no pudieran ser experiencias de las mujeres sino fundamentalmente de los varones. Sin embargo este feminismo igualitario, que cree que toda posibilidad y experiencia del varón debe ser compartida equitativamente por las mujeres y que nuestro papel de feministas es incorporarse al mundo construido por ellos, está logrando que ahora se universalice de verdad lo que no había logrado ser universal. La entrada de las mujeres a los ejércitos, para nombrar sólo un ejemplo, tiene como consecuencia, que ahora la experiencia de matar a nombre de una idea, una patria, una conquista, una dominación o lo que sea, sea también una experienca de las mujeres, o sea una experiencia universal.
Es una política y una concepción dia-bolica contra la necesidad de una política sim-bolica. Porque ¿sabían ustedes que diabólico viene del griego dia-bolein que significa escindir, mientras que simbólica viene de sym-bolein que significa conjuncionar, articular?
Me parece que encerradas en este paradigma, no se podrá nunca pensar la totalidad, por ello este mainstream desterró de sus conceptos y de su léxico el concepto de patriarcado para sustituirlo por el de género. El concepto de patriarcado implica entender la matríz, el programa que nos constituye. El concepto de género es un concepto útil sólo para entender los elementos y las formas de relación entre los géneros, en un medio concreto y en un momento específico, no designa una lectura ni una idea de mundo, sólo la forma en que se relacionan hombres y mujeres en una realidad ya dada y su máxima posibilidad es mejorar esa relación pero no cambiar el programa, la receta que constituye una realidad. Y cómo ahora se ha descubierto que no hay dos géneros sino decenas, todos los que inventemos, pues ya ni siquiera designa la relación entre hombre y mujer. Debe ser por ello que lo ha adoptado desde el pentágono, pasando por el ejército gringo, y terminando en Bush. ¡Que lo descubra el ayatola Homeiny o Bin Laden y seguro que lo adoptan! El único que se resiste aún a adoptarlo es el Papa aunque parece que este último ya ha mencionado un par de veces la palabrita esta.
8.- Cosmovisión andina, feminismo y paradigmas para la refundación
Ahora bien, si desde los propios cuestionamientos que el occidente patriarcal ha hecho sobre su macrocultura surgen tantas preguntas y necesidades de re-visión y también alternativas de cambio. Lo que Bolivia nos está planteando ahora es la posibilidad real de articular estas miradas transformadoras con otras cosmovisiones que de siempre han contradicho la univocidad del paradigma patriarcal occidental.
La cosmovisión andina no es una cosmovisión de dia-bolein sino de sym-bolein. Donde nada esta aislado sino articulado, todo depende de todo y depende de diferentes maneras. Lo que está pasando en Bolivia implica para ambas partes mirar al otro y hacerlo de otra manera. Al menos las culturas originarias han conocido a occidente, por imposición, con sangre y dolor, pero occidente no ha mirado a esa otredad. Occidente en general desprecia lo que ignora y desea conocer sólo lo que es uno, lo que le refleja su espejo, es una cultura onanista y autista y a la occidental boliviana se le suma su espíritu colonialista específico y fraguado en la relación de dominio concreto sobre la otredad india.
El feminismo imperante no está ajeno de esto, la institucionalidad ha mirado a las mujeres de las naciones indígenas sólo como víctimas que no han podido disfrutar de su imaginario desarrollo. Las ha visto siempre como pobres, como víctimas y como tales se ha comportado con ellas y también, hay que aceptarlo, ellas, producto de su real pobreza, han jugado ese juego hasta, frecuentemente, creérselo.
Lo que el mundo andino tiene para aportar es mucho porque se trata de una cosmovisión no dicotómica, integradora y holística, que ha mostrado históricamente no sólo una relación con el medio ambiente y la naturaleza sana y no depredadora sino inclusive capaz -su historia lo dice- de dar muchos y suficientes alimentos y donde las partes diferentes, por muy diferentes que sean no son antagónicas ni se anulan sino tienen la potencialidad de complementarse.
¿Significa esto que es una cosmovisión no patriarcal, no lo creo, me parece que no podría afirmar que no lo sea, ya que la situación de las mujeres, la violencia contra ellas no parecería demostrar esa hipótesis. El chachawarmi funciona cuando se trata de complementar elementos femeninos y masculinos, por ejemplo, de la naturaleza, pero no me parece que funcione más que como un supuesto y un discurso cuando se trata de hombre concreto y mujer concreta, la violencia hacia las mujeres en el mundo indígena es tan amplia y profunda como en el mundo blancoide mestizo, occidental. Y no creo que esto sea, como afirman sus defensores, por la pura influencia K´ara (blanca) .
La situación y la vida de las mujeres dentro del mundo indígena, al menos el andino que es el que más conozco, no es un ejemplo para nadie. Está lleno de formas masculinistas, de violencia hacia ellas, de invisibilización, aunque los líderes, secundados por mujeres, nos quieran vender la falacia de que en sus comunidades las mujeres son iguales, felices, completas.
Sin embargo veo la posibilidad de que muchos de los paradigmas indígenas aporten, por ejemplo y por lo menos, un ecologismo radical y eso para las mujeres podría ser muy significativo porque implica un replanteamiento profundo de la relación con el cuerpo, con el espacio, con la tierra. Cuidar la tierra significa cuidar el cuerpo y relacionarse desde un principio del cuidado no del control. Y eso si se ve, se trabaja y se potencializa con ojos feministas de nuevo tipo, puede implicar un elemento central en la reconceptualización general de la política.
La posibilidad de potenciar al feminismo en tanto cuerpo filosófico y politico con una crítica profunda a los paradigmas occidentales patriarcales, en Bolivia, está dada como en ninguna otra parte del mundo y lo está por la posibilidad hoy abierta de articularsen, en esto sí, complementariamente a los paradigmas otros que plantea el mundo indígena andino. El feminismo puede aportar enormemente a entender que pasa con la vida de las mujeres en el mundo de los pueblos originarios y además tal vez desentrañar el por qué pasa eso dando una verdadera fuerza a las mujeres, el feminismo puede aportar en el potenciamiento y enriquecimiento de las visiones que se muestran como otras miradas alternativas, enriquecerlas y enriquecerse a si mismo así como las miradas otras a la occidental pueden potenciarse enormemente si incorporan las críticas y las miradas que el feminismo tiene para aportar. Bolivia lo necesita y el mundo lo espera.
Repensar Bolivia desde el feminismo, refundar Bolivia desde el feminismo no es hacer una lista interminable de demandas, no es ni siquiera exigir la tan mentada equidad ¿equidad en que marco, con quién y con que sueños y proyectos de sociedad y conviabilidad?
El feminismo como movimiento, debe romper con los elementos que lo han vuelto a meter en los paradigmas patriarcales occidentales, retomar su radicalidad, su imaginación, su independencia, su potencia creadora. El feminismo como cuerpo filosófico debe, por un lado, retomar su capacidad de poner en cuestión, no la ausencia de mujeres en el poder, sino al poder mismo y el poder sigue siendo el poder patriarcal occidental con sus miradas, visiones, religiones, creencias y paradigmas científisantes. Pero también debería, primero tratar de comprender donde están los elementos «patriarcales» de las cosmovisiones indígenas y segundo poder ponerlas en cuestión y aportar a su cambio.
Articular su historia con la historia de las otredades, articular su mirada con las otras miradas que han puesto en cuestión a los paradigmas occidentales patriarcales y sus ofertas de paraísos imposibles. Y articular lo mejor de ambos mundos implica otro modo de pensar y hacer política, buscar una política de sinergia, de complemetación de articulación. Y esta no se hace ni sólo pensando la totalidad pura, no sólo pensando las partes separadas.
La Bolivia de las mujeres no se repiensa ni se refunda planteando una nueva constitución donde simplemente se instaure la equidad, se legisle la salud reproductiva , garantías legales ante la violencia contra las mujeres y fondos materiales seguros para que las mujeres tengan proyectos productivos e ingresos, o sea pensando a las mujeres como una parte escindida del todo y del resto que sólo debe relacionarse con el o los otros géneros con equidad sin importaren que marco socio político y económico lo hagan.
La Bolivia de las mujeres es la Bolivia de todos, y la Bolivia de todos es la de las mujeres. La Bolivia de las mujeres debe repensarse mirando y repensando la totalidad que es pensar articuladamente cada uno de sus componentes en tanto partes que permitirán el funcionamiento del todo y que lo constituyen, Mirar su espacio y pensarlo desde nosotras, mirar su potencialidades geográficas y ecológicas y repensarlos desde nosotras, mirar su educación y repensarla desde nosotras, mirar su arte y repensarlo desde nosotras, mirar sus mitos y leyendas y repensarlas desde nosotras, mirar sus espiritualidades y repensarlas desde nosotras, o sea mirarlo todo, desde el todo y desde sus partes buscando entender como se determinan.
Nuestra tarea es grande y aunque urge y estamos constreñidas a tiempos y urgencias que no necesariamente coinciden con las nuestras, debemos, al menos aprovechar los desafíos planteados para empezar a hacerlo. De otra manera, las mujeres seguiremos siendo las víctimas, tal vez y con suerte, un poco más resarcidas, pero las víctimas siempre sin lograr entrar al estatuto de humanas que piensan y construyen mundo.
(*) este artículo lo escribí en abril del 2006, poco después de regresar a Bolivia y fue adaptado para ser leido en el V Encuentro Feminista Boliviano.