Hablar de concentración de homicidios nos sitúa directamente ante la violencia de género, ninguna otra violencia mantiene un patrón en el que junto a la distribución aleatoria de homicidios se presentan periodos de concentración como consecuencia de los factores sociales que inciden en la dinámica de las relaciones.
El componente socio-cultural en el origen de esta violencia es tan marcado que se observa en su origen y en sus consecuencias, pues ninguna otra violencia que tuviera periodos de concentración de homicidios perfectamente definidos se acompañaría de tanta pasividad a la hora de evitarlos.
Solo tenemos que ver cómo ante contextos de riesgo identificados en cualquier violencia o en situación social, se produce un despliegue policial para evitar las posibles consecuencias. Sucede en un acontecimiento deportivo, ante una cumbre política, cuando hay una manifestación ciudadana, en una operación salida o en un contexto de ocio donde se pueda producir algún tipo de altercado. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la violencia de género y su concentración de homicidios en los meses de verano y Navidad.
Este año de 2023 la situación es especialmente grave, 7 homicidios en enero después de un diciembre terrible con11 homicidios, un mes de julio con ocho homicidios y un comienzo de agosto con tres homicidios en 24 horas.
El problema que se observa al analizar estos hechos es considerar que cada elemento que forma parte de la violencia de género la explica en sí mismo, en lugar de entender que todos esos elementos forman parte de una violencia estructural y que, por tanto, se presenta de manera transversal a través de todas las circunstancias que podamos considerar. Cada una con sus elementos de riesgo propios, pero todas como parte de una única realidad social en la que la cultura androcéntrica le ha dado el instrumento de la violencia a los hombres para que, aquellos que lo decidan, puedan utilizarla como parte de la normalidad y llegar hasta el homicidio, si así lo deciden.
Esa transversalidad es la que lleva a que haya homicidios que se concentran en periodos cortos de tiempo y homicidios que se dispersan a lo largo de los días, que haya víctimas de 20-30 años y víctimas de 80-90 años, agresores jóvenes y agresores ancianos con más de 90 años, que exista violencia en contextos rurales y en urbanos, que se lleve a cabo sobre mujeres con discapacidad y sin discapacidad, que algunos de los agresores sean extranjeros y otros, la mayoría, españoles, que muchos homicidios se cometan en épocas de calor y otros cuando la temperatura es baja, que algunos de ellos se realicen durante la convivencia y otros cuando esta ya ha finalizado, que unos agresores se suiciden y otros no lo hagan… Es decir, multitud de elementos y posibilidades que indican que la violencia de género no viene definida por ninguno de ellos, y que está presente en cualquier circunstancia.
Cada vez que se destaca uno de esos elementos sobre los demás, mandamos un mensaje equívoco a una sociedad que necesita reforzar la idea de que la violencia contra las mujeres es un problema de circunstancias, no un problema social en el que cualquier persona tiene una responsabilidad para erradicarla. La concentración de homicidios no solo se produce en épocas de vacaciones ni siempre, puesto que hay años en los que la incidencia de homicidios en épocas de verano y Navidad es inferior a la de otros meses. De hecho, si analizamos los meses con cinco o más homicidios,que es el criterio que ha establecido el Ministerio de Igualdad para reunir el comité de crisis, observamos que desde 2003 a 2022 hay 122 meses con ese criterio, lo cual nos indica que cada año hay una media de 6,1 meses con cinco o más homicidios por violencia de género, un dato que muestra como la situación va más allá de los meses vacacionales.
La prevención de homicidios por violencia de género supone abordar la raíz cultural de la misma, y eso significa considerar los tres elementos que la definen más uno que se añade en la actualidad.
El primero de ellos es el factor estructural de una violencia contra las mujeres que está presente en todo momento como parte de la normalidad cultural machista, y que hace que hoy, en pleno siglo XXI, haya un 15,4% de chicos entre 15 y 25 años, y un 7,3% de chicas de la misma edad que manifiesten que “si la violencia es de poca intensidad no es un problema para la pareja” (Barómetro CRS, 2021), o sea, que la entienden como algo normal. Esta situación, a su vez, demuestra que no se está trabajando sobre esos elementos estructurales con la educación, y que, en consecuencia, las referencias machistas siguen definiendo la realidad.
El segundo es el factor estacional y la necesidad de adaptar la respuesta y los recursos a las circunstancias de riesgo de periodos donde la probabilidad de que se produzca un homicidio es más alta. El tercer factor es el refuerzo que algunos de los agresores que están pensando en asesinar a su pareja o expareja percibe cuando ven que otro hombre ha hecho lo que ellos están pensando. Esa identificación que se produce entre agresores es una respuesta humana ante situaciones de lo más diverso, y es un factor más que está presente en la violencia general, y en la violencia de género en particular.
El factor “más uno” que está presente en la actualidad es nuevo. Se trata del “negacionismo de la violencia de género”, un negacionismo que se lleva a cabo desde las propias instituciones y que no se limita a las palabras, sino que se traduce en la supresión de los organismos y políticas específicamente centradas en la violencia de género, para ser invisibilizadas bajo diferentes formas y estrategias. Con esta negación se produce un refuerzo de todos los elementos culturales que han estado presentes a lo largo de la historia, algo que también refuerza a los agresores y sus entornos al justificar la violencia bajo los argumentos más diversos, y produce un efecto contrario en las víctimas y sus entornos con un aumento de la desconfianza en las instituciones y administraciones que deben responder ante la violencia que sufren.
Prevenir la concentración de homicidios por violencia de género exige actuar sobre los tres elementos más uno que hacen que esta violencia esté presente. El razonamiento es muy simple, si no existiera la violencia contra las mujeres, no podrían concentrarse sus homicidios, y por tanto, hay que actuar sobre los elementos estructurales con la educación y la concienciación; sobre los factores estacionales por medio de la detección y adaptación de los instrumentos que valoran el riesgo; sobre el refuerzo e identificación que algunos agresores puedan hacer a partir de la conducta homicida cometida por otro, a través del tratamiento informativo de estos homicidios; y sobre el “negacionismo” cuestionando política, social y jurídicamente las decisiones que se traduzcan en mayor riesgo y vulnerabilidad para las mujeres.
Fuente:https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2023/08/09/concentracion-de-homicidios/