Los pájaros parecen sumarse a la conversación con Edorta Unamuno (Ermua, 1970), biólogo de Urdaibai Bird Center, una atalaya casi poética hacia una de las reservas biológicas más impresionantes del sur de Europa. Urdaibai es la casa de todos. Del hombre y de la fauna salvaje. Ubicada a escasos kilómetros de Gernika, es un humedal de 100 kilómetros cuadrados –algo más de 200 si se cuentan las zonas urbanas– ocupado por un silencio que sólo rompen los ecos naturales. Grullas dando picotazos. Espátulas rastreando como posesas el fango del estuario. Carrizales que al atardecer se vuelven incandescentes. Un laberinto de riachuelos. Alcotanes jugando con el viento. Águilas pescadoras descansando después de su larga migración.
Edorta es un científico que no deja de lado la imaginación a la hora de entender la naturaleza como un todo interrelacionado. “Me siento un privilegiado. Hago lo que siempre he querido donde más me gusta y encima me pagan por ello”, asegura. Pero no todo es tan bucólico. Como al resto del mundo, a Urdaibai hay que defenderla del expolio humano. El ejemplo es el turismo sin control. La Diputación de Bizkaia ya ha anunciado su deseo de levantar un museo Guggenheim sobre los terrenos de un viejo astillero que hay en el núcleo protegido de la reserva. Falta ponerle fecha al inicio del proyecto. “Si se construye, deberán regular muy bien la llegada de turistas para no dañar el ecosistema”, confiesa. Porque pese a las apariencias, un biotopo así progresa en la más absoluta fragilidad. “Nuestra función es preservarlo”. Oyéndole hablar da la impresión de que Edorta cuida Urdaibai por la misma razón que le gustan las manzanas. Por naturaleza.
¿Cómo es la vida de un observador de pájaros?
Bueno, no sólo observo pájaros (risas). La gente piensa que aquí tenemos una vida contemplativa y nos pasamos el día mirando al cielo. Pues no todo es tan bucólico. Mantener el Urdaibai Bird Center tiene un trabajo intenso si quieres que esté cuidado. Pero tampoco puedo ser muy objetivo en mi descripción, porque ha sido mi zona de juego desde que era pequeño. Vivo a 100 metros de la reserva. Para mí, Urdaibai es el paraíso. Cuando era niño pescaba, investigaba la fauna, soñaba, me metía en el fango hasta las orejas. Me siento un privilegiado cuando llego cada mañana a trabajar a este centro. Hago lo que siempre he querido donde más me gusta y encima me pagan por ello. Si la gente supiera la riqueza que habita en esta pequeña marisma sería más respetuosa con el medio ambiente y aceptaría la existencia de esta reserva de la biosfera encantada.
¿Qué es Urdaibai Bird Center?
Calidad de vida. Pero ojo, que gestionar esta marisma es algo muy intenso. Significa meterte en el barro hasta el cuello varias veces a la semana, moverte con desbrozadoras, hacer proyectos de conservaciones en zonas de aguas libres. Somos nueve trabajadores fijos, más varios voluntarios y estudiantes en prácticas. Para nosotros es como cuidar un jardín enorme, con la diferencia de que para cualquier cosa que hagas aquí necesitas pedir los correspondientes permisos, escribir el desarrollo técnico de lo que quieres hacer, un sinfín de papeleo. Aunque la gente no se lo crea, meto más horas delante del ordenador que mirando pájaros. Como solemos decir aquí, las dos cosas que menos nos gustan a los científicos son los políticos y los banqueros, pero estamos obligados a convivir con ellos.
¿A quién no le gusta algo así?
A los propietarios de terrenos. Cuando en 1984 se declaró como reserva de la biosfera mucha gente lo percibió como algo negativo para la comarca porque imponía una serie de limitaciones a la acción humana. Por ejemplo, a la construcción, a la caza en su totalidad o a la pesca en zonas muy sensibles. Sencillamente, la gente no valoró su significado. El motivo, en mi opinión, fue porque todo se hizo con demasiada celeridad y las diferentes administraciones no colaboraron en explicarles los beneficios colectivos que suponía vivir al lado de una reserva como esta. El caso es que, de un día para otro, muchos propietarios se encontraron con que en sus terrenos ya no se podía edificar y sólo servían para la agricultura o para nada. Hubo una falta de información increíble y produjo rechazo.
¿Han logrado convencerles?
No del todo pero, bueno, hemos avanzamos. Con los años te das cuenta de que si informas a la gente, si les hablas de la riqueza faunística y florística que hay en la zona y para qué sirve una calificación como la que tiene, todos terminan entendiéndolo perfectamente.
¿Qué tesoros tiene Urdaibai?
Hay marismas, acantilados costeros, bosques de todo tipo, robledales, encinares, ríos. Tienes hasta montaña. Que en un área tan pequeña haya tantos ecosistemas distintos permite la existencia de una cantidad brutal de fauna y flora. Y esta diversidad es super importante para ciertas aves. Una mañana cualquiera pueden verse sin problemas 60 o 70 especies distintas. Es una pasada. Por eso creamos este centro. Para enseñar a la gente toda esta riqueza y concienciar de lo especiales que son las aves. Al principio se reían de nosotros. Nos decían: “Qué pensáis, ¿que la gente va a venir hasta aquí para ver pájaros? (risas).
¿Y?
Pues que teníamos razón. Viene mucha gente y aún más después del confinamiento. No te podría decir la cifra exacta pero el número de visitantes se ha incrementado un 20% este último año. Igual no van a ver pájaros, pero sí a pasar una mañana o una tarde en un entorno natural y a disfrutar con lo que ven. Para la mayoría de los visitantes es el primer contacto con las aves y descubren qué es la migración, cómo conviven las grullas con las espátulas, con las garcetas y las garcillas. Mira, por ahí pasa un martín pescador. Y allí hay un zampullín y un grupo de porrones. Es increíble. Esto es lo que puedes ver en este momento, porque luego hay un mundo de pajaritos pequeños que para la mayoría de la gente son invisibles. Nuestro objetivo no es enseñar que aquello que ves allí es una espátula, sino que se conozca este mundo, que existe esta “otra” realidad y hay que cuidarla. Y después que cada cual haga su camino.
Pero las estrellas indiscutibles de la reserva son una pareja de águilas pescadoras que este año han vivido una ardiente historia de amor.
Sí, forma parte de un proyecto que venimos desarrollando desde 2013. Trajimos 12 pollos de águilas pescadoras desde Escocia para que se habituaran, como si hubieran nacido aquí y de esta forma regresaran cada año después de la migración anual que realizan a África. De todos ellos, un macho, Roy, ha estado viniendo los últimos siete años, pero sólo en la primavera de 2020 encontró una pareja, Landa, una hembra anillada en un proyecto de recuperación en Francia que por aquel entonces no era adulta sexualmente. Entablaron amistad, se dieron algunos piquitos, juguetearon, y cuando llegó el otoño, se despidieron y cada una siguió su viaje por su cuenta. La gran sorpresa se produjo el 24 de marzo cuando regresó Roy y seis días después, Landa. Adecentaron un nido que teníamos medio preparado con una cámara de televisión cerca y transmitimos su idilio en directo a todo el mundo. Lo que sucedió después fue algo maravilloso.
Tuvieron polluelos.
Tres exactamente, algo excepcional para una hembra primeriza como Landa. Es decir, se lo hicieron a lo grande. Y el tercer polluelo, además, nació albino. ¡Un águila pescadora albina! Desde el mismo momento de su nacimiento hicimos un seguimiento especial pese a que sabíamos que tenía escasas posibilidades de sobrevivir porque era ciego y no acertaba con la ceba. Sin embargo, los otros dos crecieron fuertes y bien alimentados. Tres semanas más tarde cayó una tormenta terrible y también sucumbieron. La meteorología que estamos teniendo en Euskadi este verano está siendo un poco adversa, pero así es la vida natural.
Miles de sus seguidores en redes mostraron su tristeza y les pidieron que intervinieran para salvarles. ¿Por qué se negaron?
Nosotros tenemos claro que cuando un ave empieza a criar, la supervivencia de los polluelos corre de su cuenta. No queremos intervenir. Nos negamos a crear un ‘Copito de nieve’ con el polluelo albino. El pobre duró tres días. Con los otros dos fue por una circunstancia de la naturaleza, una gran tormenta que les empapó el plumón pese a los esfuerzos de la madre y el padre por protegerles, pero no hubo manera, ya eran demasiado grandes. Morir es lo que ocurre en la naturaleza todos los días miles de veces. No todo es maravilloso y feliz en una reserva como esta. Vivir es jodido.
Y aún más con una especie voraz como el hombre rodando por los alrededores. ¿Qué amenazas se ciernen sobre Urdaibai?
Urdaibai es un espacio abierto. La gente puede salir y entrar con total libertad pero eso exige vigilancia ambiental. Y no funciona bien. Existe un plan de uso y gestión de la reserva que prohíbe el acceso a ciertas partes de la marisma, para evitar molestias a ciertas aves que están criando o por la fauna, y no siempre se cumple por falta vigilancia en zonas protegidas. Y la administración es consciente de ello. Debería dirigir y regular mejor esta infraestructura, que no deja de ser turística, porque aquí recibimos muchos visitantes pero…. De verdad, el ser humano tiene un comportamiento complicado. El otro día leí una entrevista en la prensa al neurobiólogo Stefano Mancuso y decía que nos comportamos como un virus, que somos el virus más primitivo y grande de la Tierra. Estoy de acuerdo con él.
El diputado general de Bizkaia, Unai Rementería, defiende la construcción de un museo Guggenheim en miniatura en medio de Urdaibai. El proyecto parece que verá la luz. ¿Qué opina?
Dependerá de cómo se haga. Puede influir en la biodiversidad desde 100 a cero. Una sucursal del Guggenheim en Gernika, que está dentro de la reserva pero en zona urbana, influiría muy poco. Pero si se construye en el núcleo de protección de la reserva será peligroso. En este caso deberán regular muy bien la llegada de turistas para no dañar el ecosistema. Ahora bien, hablamos del Guggenheim, algo complicado de gestionar por los miles de personas que atrae. No es que estemos en contra del proyecto, pero lo que pedimos a las administraciones es que sean conscientes de las peculiaridades de un lugar tan sensible como este. A veces es difícil compaginar naturaleza con turismo.
¿Quién es Edorta Unamuno?
Pues una persona muy normal a la que le gusta donde vive y enseñar lo que aquí tenemos.