Leo en la prensa: «El consumismo lo mató». Antes de adentrarme en los párrafos de la noticia, mi mente viajó rauda por sus listas de hipótesis. Imaginé una de aquellas personas cebaditas de grasas que ni salir de su casa pueden a no ser que mande llamar a los bomberos para que le derriben la […]
Leo en la prensa: «El consumismo lo mató». Antes de adentrarme en los párrafos de la noticia, mi mente viajó rauda por sus listas de hipótesis. Imaginé una de aquellas personas cebaditas de grasas que ni salir de su casa pueden a no ser que mande llamar a los bomberos para que le derriben la puerta. O a un botarate loco por los aceleradores y la gasolina que salió despedido del mundo. Pero no.
La primera empresa del mundo, la cadena de supermercados Wal-Mart, organiza los viernes siguientes al día de acción de gracias un día de ofertones y saldos. Le llaman –ahora lo entenderán– el viernes negro. Pues el pasado viernes negro, o San Consumo Mucho, en el Wal-Mart de Valley Stream, Nueva York, tantas personas y tan atropelladas entraron en busca de su oferta, de su tres más uno o su dos por tres, que aplastaron, cual manada de búfalos, al guardia jurado de los almacenes. Mientras el sistema capitalista se tambalea y las soluciones pasan por el aumento del consumo, noticias como esta revelan el porvenir. Muerte por asfixia: como el guardia jurado.