De la mano del desarrollo tecnológico aumenta la exposición a la contaminación electromagnética, acentuada por la creciente expansión de telefonía móvil. Preocupan cada vez más los peligros asociados a la exposición a radiaciones provenientes de redes eléctricas -alta tensión y domiciliarias- y antenas de telefonía móvil, entre otras. Pueden provocar efectos en la salud, como […]
De la mano del desarrollo tecnológico aumenta la exposición a la contaminación electromagnética, acentuada por la creciente expansión de telefonía móvil. Preocupan cada vez más los peligros asociados a la exposición a radiaciones provenientes de redes eléctricas -alta tensión y domiciliarias- y antenas de telefonía móvil, entre otras. Pueden provocar efectos en la salud, como alteraciones en el sistema nervioso central y ciertos tipos de cáncer. En Chile existen normas técnicas y de seguridad para la instalación de antenas, pero no se asegura, como señala la Constitución, «un medioambiente libre de contaminación» ni hay regulación jurídica.
El fracaso de políticas y normas ambientales que previenen la degradación de los ecosistemas y dan solución a problemas de salud pública, ha forzado a la comunidad a adoptar nuevos enfoques. Así ocurrió con el deterioro de la capa de ozono. Se comenzó a hablar del asunto mucho antes que se comprobara que el problema se debía a la liberación de ciertas sustancias químicas. «La amenaza era tan grave, que la comunidad internacional no podía quedarse quieta esperando el consenso de los científicos», dice Valentina Durán, investigadora del Centro de Derecho Ambiental de la Universidad de Chile.
Principio de precaución
El caso de las antenas de telefonía y de celulares es similar. Su tecnología ha llegado a millones y es una de las empresas con mayor ritmo de expansión. Los usuarios aumentaron un 137 por ciento en los últimos cinco años: 1747 millones de celulares en el mundo, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Las estadísticas se dieron a conocer en la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI), realizada recientemente en Túnez. Pero los efectos podrían incluir tumores, cáncer y leucemia, entre otras enfermedades.
Movimientos ciudadanos se han opuesto a la instalación de antenas y torres de alta tensión y presentan recursos judiciales que la mayoría de las veces no son acogidos. Cualquier norma a implementar debiera ser transparente, permitir la participación ciudadana como una herramienta jurídica, asegurar el acceso a la información y proteger la salud de la población y el medioambiente. Los vecinos exigen una mayor fiscalización, la prohibición de nuevas instalaciones y el respeto a la propiedad y a los planos reguladores. En el mundo hay una creciente tendencia a legislar sobre el tema: «Las normativas se centran en otorgar protección sanitaria a los ciudadanos frente a los efectos adversos conocidos para la salud. Los efectos menos probados han sido tomados en cuenta sólo por algunas normativas, expresamente sobre la base del principio de precaución. Es el caso de Suiza, Italia, Australia y Nueva Zelanda», agrega Valentina Durán.
Andrei Tchernitchin, académico del Laboratorio de Endocrinología Experimental y Patología Ambiental del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, describe los efectos de la contaminación electromagnética. Explica que podría provocar esclerosis lateral amiotrófica, Alzheimer, dermatitis, enfermedades alérgicas, asma bronquial, aumento de incidencias de abortos, alteraciones neuroconductuales, cardíacas y endocrinas, entre otras. Al investigar las muertes causadas por arritmia e infarto agudo del miocardio se ha establecido que hay relación con la exposición acumulativa a este tipo de contaminación. Pero aún los científicos no se ponen de acuerdo.
«Existe evidencia experimental de efectos biológicos asociados a la exposición a radiaciones electromagnéticas. Algunos de estos efectos, descritos en trabajos experimentales y en estudios epidemiológicos, han sido interpretados como evidencia de que exposiciones prolongadas a campos electromagnéticos de baja intensidad son potencialmente nocivas», dice Tchernitchin. No obstante, numerosos científicos aún no admiten esta posibilidad. La controversia se explica, agrega, por la alta variabilidad en la población bajo estudio: «El desarrollo del cáncer por exposición a radiaciones electromagnéticas es un efecto diferido, es decir, se desarrolla después de un período de latencia que puede durar muchos años. En el caso de los teléfonos celulares y de las centrales de retransmisión, la información es insuficiente por su limitado tiempo de uso. Aún así, debiera aplicarse el principio precautorio. Se trata de un caso paradigmático, por cuanto existe desacuerdo en la comunidad científica acerca de los efectos en la salud de los distintos grados de exposición a la radiación. Además, hay temor y desconocimiento en la ciudadanía, que se manifiesta en el rechazo que provocan las instalaciones de antenas y torres».
El principio de precaución fue reconocido en el protocolo sobre seguridad de la biotecnología, del Convenio sobre la Diversidad. Ha sido incorporado en las legislaciones de Suiza, Australia, Alemania, Canadá, Francia, Holanda, Nueva Zelanda, Suecia, Brasil, Colombia y Ecuador, entre otros. Chile no lo consagra en las políticas ambientales, a pesar de los tratados internacionales que han sido ratificados como la Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, el Protocolo de Montreal, la Convención de la Biodiversidad y la Convención de Cambio Climático. La Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992), señala: «Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave e irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente».
Graves efectos para la salud
La contaminación electromagnética debiera regularse a través de normas de emisión. Existe una instalación indiscriminada de antenas de celulares. Según expertos, la emisión de un celular supera tres millones de veces la radiación natural. El español Carlos Requejo, geobiólogo, dice que la radiación electromagnética acelera las ondas cerebrales al límite del estrés y puede tener otros efectos biológicos: «En ausencia de normativas, las compañías aprovechan el vacío legal. Las antenas repetidoras de la red móvil proliferan. Muchos informes científicos alertan sobre los riesgos de la radiación electromagnética, especialmente microondas, emisiones de televisión, radares y telefonía móvil, pero también en informática -chips- y múltiples dispositivos electrónicos». Según Requejo, la exposición continua a celulares o antenas repetidoras provocaría daños en la membrana celular, efectos sobre el sistema inmunitario con pérdida de defensas y alteración del ADN.
Se ha relacionado el uso de celulares al incremento de tumores, cáncer de piel y tumores cerebrales. También se lo vincula al Parkinson y al riesgo de acelerar la aparición de Alzeimer. Un estudio del doctor Hyland, de la Universidad Británica de Warwick, afirma que las ondas utilizadas por los celulares son de la misma frecuencia que las ondas cerebrales Alfa. Según Tchernitchin, «debemos prevenir e informar a las personas que los celulares, hornos microondas y hasta el monitor de su computador son un factor de riesgo para su salud. En Chile somos muy descuidados y no tenemos regulaciones. Algunos de los microondas que se venden aquí, han sido rechazados en Europa y Estados Unidos por no cumplir las normas de seguridad». Un microondas puede generar radiaciones mil veces mayores que la de un celular.
Un estudio llevado a cabo en California concluyó que la leucemia en niños, cáncer cerebral en adultos, problemas cardiacos y suicidios, tenían como factor de causa-efecto las radiaciones electromagnéticas. Otros científicos señalan que menores de 18 años no debieran usar celulares, pues la radiación traspasa la corteza cerebral.
El celular se ha instalado en la sociedad de consumo y cada teléfono tiene una vida útil de un año y medio. En el mundo más de 500 millones entran en desuso cada año, generando unas 250 mil toneladas de residuos peligrosos y sustancias químicas que se acumulan en el medioambiente. En Chile no hay cifras fiables.
Se sabe que se han instalado algunas antenas en patios de colegios y jardines infantiles. En 2001, superaban las 1400, cifra que aumentó a 3000, el 2003. Hoy existen unas 4000.
Por otra parte, se sabe que se han instalado algunas antenas en patios de colegios y jardines infantiles. En 2001, superaban las 1400, cifra que aumentó a 3000 en 2003. Hoy existen unas 4000. Según la subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), a fines de 2004 los usuarios de celulares en nuestro país bordeaban los nueve millones.
Las protestas aumentan. En el sector Las Acacias, en La Florida, los pobladores se enfrentaron a Carabineros por la instalación de una antena. Ya había otras dos en el barrio. En Arica ocurre algo similar en la población Raúl Silva Henríquez, donde se instaló una antena en la parroquia. En Macul brotaron cerca de treinta antenas en sólo un año. Es que las compañías ofrecen hasta 600.000 pesos mensuales. Subtel las autoriza y avisa de las obras a la municipalidad. Sólo se fija en aspectos técnicos y la ubicación se rige por la Ordenanza General de Urbanismo. Presentan los planos a la Dirección de Obras que puede objetar el lugar, pero no mucho más. En el Congreso duerme el proyecto que intenta impedir que se sigan instalando cerca de colegios, iglesias, consultorios y hospitales, y a menos de cien metros de sectores poblados.
La única normativa vigente en Chile es de la Subtel -Resolución 505, del año 2000- que fija una norma técnica sobre «requisitos de seguridad». La resolución fija un límite de emisión -435 uW/cm2- de densidad de potencia. Según Valentina Durán, si se compara con las disposiciones de la Ley de Bases Generales del Medio Ambiente, se concluye que Subtel ha regulado «una materia que no es de su competencia, por lo que persiste el vacío legal. Se debiera incorporar a la legislación el ‘principio precautorio’, además de normar la emisión».
Alta tensión, daño invisible
El cableado de alta tensión también es un potencial cancerígeno. Chilectra señala que en el promedio de exposición no sobrepasaría los 18,8 miligauss. Pero algunos investigadores aseguran que incluso sobre los 3,0 miligauss es un riesgo serio para la salud. La radiación electromagnética que emana de las torres de alta tensión puede causar leucemia infantil, tumores y cáncer cerebral. En 1994, el Departamento de Trabajo e Industria de Washington, concedió una demanda de indemnización laboral a favor de un trabajador de la empresa de aluminios Kaiser: el cáncer que padecía fue causado por la exposición a campos electromagnéticos en su trabajo. En 1989, la Oficina de Evaluación Tecnológica del Congreso de Estados Unidos, emitió un informe que advertía que «los campos eléctricos y magnéticos producidos por los sistemas de energía eléctricas pueden conllevar peligros para la salud y causar alteraciones biológicas». Tras algunos estudios, la Agencia de Protección Medioambiental reconoció, en 1990, que es posible que «exista un vínculo entre los campos electromagnéticos generados por los cables de alta tensión y el desarrollo del cáncer». Las autoridades en Chile dicen que no tienen dinero para investigar.
Andrei Tchernitchin, dice que en California se confirmó «la relación entre radiación electromagnética y la aparición de enfermedades como leucemia en niños y adultos, cáncer de mama femenino y masculino, cáncer cerebral, depresiones que terminan en suicidios y abortos espontáneos. La radiación electromagnética es nociva y a mayor voltaje, aún más. Es mucho más frecuente que haya personas enfermas que viven cerca de los tendidos eléctricos y transformadores de alta tensión. Por años se dijo que el cigarrillo producía cáncer y otras enfermedades. Pero las tabacaleras señalaban que no había pruebas concluyentes, mientras financiaban a algunos científicos para que mintieran. Hoy se sabe que es una realidad».
El límite de seguridad de los campos magnéticos emitidos por las torres de alta tensión es de 2,0 miligauss. Es el recomendado por el Consejo Nacional de Protección Medioambiental de Estados Unidos. En Suecia se han realizado estudios en los que se descubrió que niños expuestos a más de 3,0 miligauss tenían cuatro veces mayores probabilidades de presentar tumores y leucemia. En 1992, el doctor danés Jorgen Olsen advirtió que el riesgo de presentar leucemia infantil, linfoma y tumores cerebrales, aumentaba cinco veces más en las personas «que vivían cerca de una línea de alta tensión, expuestos a radiaciones mayores a 4,0 miligauss». Chile sigue esperando una normativa que regule la exposición a los campos electromagnéticos. No es un problema de salud pública ni está en la agenda de los políticos.