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Contestando a Mayor Zaragoza

Fuentes: Rebelión

Mayor Zaragoza se pronunció ayer sobre la «España federal, la España plural» en un artículo publicado en el diario «Público». Todo el mundo tiene derecho a su verdad. Y Mayor Zaragoza lo tiene doble por ser quien es y porque él es, nada menos, que presi­dente de la Fundación Cultura de Paz. La paz es […]

Mayor Zaragoza se pronunció ayer sobre la «España federal, la España plural» en un artículo publicado en el diario «Público».

Todo el mundo tiene derecho a su verdad. Y Mayor Zaragoza lo tiene doble por ser quien es y porque él es, nada menos, que presi­dente de la Fundación Cultura de Paz. La paz es la credencial más valiosa para argumentar contra el conflicto, contra cualquier con­flicto. No se puede ser un cientí­fico reputado (Mayor Zaragoza), un filósofo famoso (Savater) o un gran estadista (Obama y mil más) sin haber invocado alguna, o un millón de veces, la paz, o haber justifi­cado dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki para evitar más muertos que los causados por las dos bombas (éste es el razo­namiento favorito de los agresores pacíficos de las dos ciuda­des ni­ponas).

Tengamos paz. Sí, tengámosla. Pero ¿sobre quién recae la princi­pal responsabilidad? ¿sobre el pueblo, o sobre el poder?

Pero yo me pregunto también si todo razonamiento, por parte de quien desea fervientemente la paz -a cuya causa se dedica Ma­yor Zara­goza, presidente de la Fundación Cultura de Paz-, debe ser ne­cesa­riamente ecléctico. ¿No puede haber una defensa de la paz que no se sitúe en el término medio de dos opuestas porque se decanta por la más razonable de las dos? Me sospecho que no. Por eso Ma­yor Zaragoza «nunca irá al lado de los que am­bicionan a contraco­rriente, a contra-solidaridad planetaria, sacar votos aislacionistas de una Catalunya disconforme que reclama so­luciones y no mayores pro­blemas». Para él «unos y otros -los inde­pendentistas y quienes han realizado tantas afrentas a Catalunya- son irresponsables e in­capa­ces para construir este futuro distinto que anhelamos».

Veamos los antecedentes. ¿Hemos oído al­guna vez a algún prohom­bre de la política, de la filoso­fía o de la cien­cia, o a algún pací­fista reconocido y presidente de una Funda­ción o Asociación que luchen por la paz (otro oxímoron -lucha y paz-) que se ponga del lado de la causa del más débil o de minorías o del más harto de los abusos del poder instituído o fáctico, o, lo que es lo mismo, que no razone respe­tando al poder total de los que están ahí y de algún modo le en­cumbraron? Yo no.

Lo difícil y comprometido es ali­nearse con la parte más débil de cual­quier conflicto; alinearse descara­damente, por ejemplo, con los deseos de independizarse de los que no te quieren, no quieren a tu pueblo y además le desean todo lo peor. Lo fácil es, disponiendo de una buena batería dialéc­tica, adoptar la postura del maestro equili­brado que alecciona morigera­damente al alumno. En este caso Ma­yor es el maestro, da un ti­rón de orejas a los poderes, y a los ciudada­nos independentis­tas que, según él nos pasamos en la de­manda, la exigencia o la expec­tativa nos consi­dera sus alumnos irres­ponsables.

Mayor Zaragoza, pues, no sólo no apoya a los inde­pendentistas, es que les considera irresponsables. ¿Por qué? ¿en qué consiste su irresponsabilidad? Nos lo aclare… Pero claro, es mil veces mejor tratar de contentar a todas las partes en conflicto porque, si no lo hiciera así, ya no podría ser tenido por amigo de la paz. Es más práctico manejar cuidadosamente el len­guaje. Pero no parece per­catarse de que la paz nunca es po­sible si, subterránea o flagrante­mente, recorre en el Estado la violencia moral del poder o los pode­res que además se atraen con demagogia a una parte del pueblo para que se constituya en enemigo de la otra parte. Pero tenga pre­sente Mayor Zaragoza lo que él sabe muy bien. Y es que no sólo hay paz cuando no hay guerra abierta. Cuando hay violencia moral a bor­botones en los abusos, en las afrentas a un pueblo e ig­norando a los pocos o muchos que quieren ser indepen­dientes, se está percu­tiendo la violencia física. Las re­vueltas, las huelgas, las sublevacio­nes y las revoluciones siempre tienen ese origen.

Mayor Zaragoza, en fin, da una de cal y otra de arena para mante­ner el tipo como genio de la paz. Pero lo que necesitan algunas cau­sas, como el independentismo de Catalunya, de Euzkadi o de Que­bec no son paños calientes sino razonamientos contundentes que expli­quen por qué a un pueblo que pide recurrentemente la independen­cia no quiere escuchársele. Y esto, razonar apabullando, co­rresponde a los personajes encumbrados… aunque hayan sido en­cumbrados justamente como quizá sea su caso.

El caso es, en fin, que no sé qué tienen los hombres y mujeres pú­blicos entorchados que nunca se mojan lo bastante como para en­frentarse abiertamente a los poderes con un lenguaje retóricamente correcto pero directo a su yugular. Por muy atrevidos que sean no pueden evitar vigilar más su imagen y su fama (otorgadas al fin y al cabo también por «el poder»), que ponerse resueltamente a favor de las causas naturales de emancipación. Y no será por falta de sol­vencia de la Fundación que preside, pero no creo que sea más sol­vente que esa otra sueca que con­cede premios por señaladas con­tribuciones a la paz, como fueron los Nobel a Kissinger y a Obama. El uno porque apoyó, promovió o fabricó el golpe de Estado contra Allende en Chile en 1973, y el otro porque ha intensificado la ocupa­ción ar­mada en los pasillos energéticos de Oriente Medio y está preparándose para atacar a Irán. Pero no creo que la presidencia de la Fundación de Mayor Zaragoza sea ni menos justa ni menos ati­nada que los premios otorgados a los dos citados.

 

Hay otros también que claman por la paz. Por ejemplo, Savater, filósofo y profe­sor de ética. Es tan combatiente de la paz como Ma­yor Zaragoza, pero además más eficaz. Tanto, que inventó eso de ¡Basta ya! Pero no es al poder o a los poderes a quienes dice ¡basta! de abusos. El se dirige a los que los padecen, conminándo­les a que se aguanten.

 

No pongo a Savater y a Ma­yor Zaragoza en paralelo, pues no es que éste último esté muy a favor del ejecutivo y del judicial, pero, como Savater, tam­poco se plantea ni un solo momento el inde­pendentismo. Como si en ambos casos, a Euzkadi y a Catalunya, se las fueran llevar de donde están en un bulldozer.

 

Lástima que en su bello discurso no haya tenido tampoco en cuenta que si el po­der, la oposición y el tribunal consti­tucional (los tres son «el poder») hubie­ran promovido el federalismo, o al menos hubieran respetado el Es­tatut y a Catalunya, los independentistas no serían tan «irresponsables» como él los califica, ni que los argu­men­tos de los independentistas se hubieran debilitado, y estos hasta quizá se hubieran conformado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.