Tiene razón John Brown cuando afirma en su reciente artículo «Alarma de Estado: el plante de los controladores y la ficción de la soberanía«[1], que «la militarización de los controladores aéreos aprobada por el gobierno socialista no es, con todo, una sorpresa». No sorprende, prosigue, «el grado de docilidad, hija de la costumbre, con que […]
Tiene razón John Brown cuando afirma en su reciente artículo «Alarma de Estado: el plante de los controladores y la ficción de la soberanía«[1], que «la militarización de los controladores aéreos aprobada por el gobierno socialista no es, con todo, una sorpresa». No sorprende, prosigue, «el grado de docilidad, hija de la costumbre, con que se está aceptando el «golpe de Estado social» del gobierno del PSOE, quien, por primera vez después de la muerte del fundador del actual ordenamiento político español, ha declarado un Estado de alarma para hacer frente a un conflicto laboral». No es la primera vez, recuerda justamente, «que la socialdemocracia española toma medidas radicales contra los trabajadores a fin de establecer condiciones más favorables para el capital».
Sigue teniendo razón cuando señala algunos de los desmanes de los gobiernos de Felipe González y aquel insidioso «enriqueceos» de Carlos Solchaga. Le asisten menos razones, en cambio, cuando habla de la rabia con la «que cierta izquierda de tradición laborista», tradición en la que incluye estalinistas, eurocomunistas y socialdemócratas, un conjunto ciertamente heterogéneo (de hecho, no concibo ni creo que puede concebirse ninguna clasificación consistente que permita un taxón de esa imposible naturaleza), está respondiendo al conflicto de los controladores aéreos. Esas organizaciones, que John Brown no concreta, «pretenden enfrentar al trabajador modélico del fordismo con lo que hoy es ya la mayoría de los trabajadores: precarios, intermitentes, incluso parados, trabajadores cognitivos, domésticos, afectivos etc». Al enfrentar a una auténtica «clase obrera», que él cree en desaparición, «con el trabajo social difuso postfordista, algunos de los representantes de la antigua clase obrera se convierten en los más preciados aliados del capital y de sus gobiernos en su lucha contra el proletariado realmente existente».
La anterior consideración es, en mi opinión, una afirmación falsa, que roza la infamia, impropia de un ciudadano de la inteligencia del autor y netamente inconsistente con el hacer y el pensar de un filósofo y luchador comunista como John Brown del que siempre se aprende.
Siempre… o casi siempre. En el caso del artículo comentado, no en todo su desarrollo. Además de que el panorama idílico que dibuja de los controladores aéreos en España olvida algunos datos esenciales y, a un tiempo, elementales de su situación, no cita en su argumentación ningún caso ni ninguna reflexión que justifique en lo más mínimo su aseveración sobre la «izquierda de tradición laborista». Líneas más abajo insiste en el mismo sendero: «Atacando a los controladores aéreos, el gobierno tiene la seguridad de ganarse la simpatía de los usuarios, pero también la de la izquierda laborista y fordista, para la cual el resentimiento contra un colectivo «privilegiado» hace las veces de conciencia de clase; de una muy peculiar conciencia de clase que se traduce en un patriótico llamamiento a arrimar el hombro junto a la patronal y el gobierno para recuperar el crecimiento y el empleo».
¿De quién está hablando John Brown cuando habla de «la izquierdista laborista y fordista»? ¿Qué organizaciones de la izquierda no entregada a los caballos sin bridas y postrada a sus pies han emitido patrióticos llamamientos para construir frentes patrióticos con patronal y gobierno? ¿A qué izquierda que no haya claudicado se está refiriendo? ¿Está hablando de IU? ¿De organizaciones de la nueva izquierda anticapitalista?
Pensado con calma y sin ira, y sin ningún deseo de levantar polémicas, el comentario «crítico» de John Brown toma pie en una de las peores aristas de una de las tradiciones que incluye en esa tradición (imposible) que él llama laborista. Prerfiero no citar su nombre. La admiración que siento por las reflexiones y posiciones políticas del autor me impiden hacerlo.
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118088
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