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Aguafuertes ambientales

Coronavirus, epidemias, olvidos y negocios

Fuentes: Rebelión

Todos saben, porque los medios de comunicación nos lo recuerdan todos los días en letras de molde, de la “terrible epidemia de coronavirus” originada en China.

Por ello me puse a recorrer portales de medios de las últimas dos décadas en los que se “informaba” de la existencia de otras epidemias como la asiática, la aviar, la porcina y otras y, con sorpresa, vi que los titulares actuales son casi una copia textual de los otros sucesos.

En todos se hacía referencia a los millones de muertos que se producirían, la ausencia de camas en hospitales para los afectados, los esfuerzos en la elaboración de medicamentos y antivirus para controlar la plaga, mencionando a los responsables de las mismas, que en este caso recae en el prácticamente desconocido “pangolín”.

Sin menoscabar la importancia del caso, creo que generar miedo entre la población, sobre todo a enfermedades o a la muerte, impide a los seres humanos el pensamiento racional y objetivo, lo que los lleva a munirse a cualquier costo de todo lo necesario para enfrentar el peligro.

Los laboratorios y fabricantes de elementos sanitarios como barbijos y otros están de parabienes, ya que el pánico multiplica en forma exponencial sus ganancias y reactiva sus negocios, sin importar la gravedad del problema.

La Organización Mundial de la Salud (OSM) irresponsablemente abona el terreno en dicha dirección y contribuye a la política del miedo sanitario y nunca se hace cargo de sus yerros, como en otras oportunidades, sin importar si pierde credibilidad, ya que cuenta con el suficiente blindaje y corsé mediático que la hace inmune.

La parafernalia comunicacional de opinadores varios, funcionarios de toda laya y galenos mediáticos, sigue haciendo hincapié en el tema, omitiendo otros más acuciantes y cuantitativamente más significativos, con un silencio preocupante, cuando no cómplice.

Mientras tanto la pandemia de la contaminación del aire, de la que no hay titulares, provoca graves consecuencias sanitarias, principalmente en conglomerados urbanos, donde vive la mayor cantidad de personas.

Sin olvidar lo que pasa en África donde el SIDA, las hambrunas y otros males, como la mala calidad del agua, ponen al borde del genocidio a la población de muchos países, males solucionables en muchos casos por unos pocos centavos de dólar. Agreguemos Haití y otras zonas del mundo y el panorama se torna desolador.

La situación en el planeta no es halagüeña: la cifra de muertes provocadas por la polución del aire se eleva a 8,8 millones de personas anuales. La mayoría de esas muertes prematuras se producen por enfermedades cardiovasculares. Respirar aire contaminado provoca más muertes que el tabaco.

Los estudios indican que caminar media hora en un microcentro atestado de tráfico equivale a fumar entre 15 y  40 cigarrillos por día, debido a la concentración de gases, humos y partículas en suspensión, particularmente de vehículos diésel, cuyos efectos son probadamente cancerígenos.

En ese contexto las cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), infecciones de las vías respiratorias, cáncer de tráquea, bronquios y pulmón, alzheimer, demencia senil y parkinson están a la orden del día, pero no tienen la repercusión en los medios, salvo en publicaciones especializadas.

Sin menoscabar ninguna desgracia, el porcentaje de muertes por coronavirus sobre los habitantes de la Tierra es de 0,00002 %, mucho menos que los decesos por gripe común. Y por contaminación del aire, es de 0,01%, lo que habla a las claras sobre la letalidad de uno y otro.

Enemigo público

Es principalmente el transporte automotor, poco juzgado en todos sus impactos, salvo por unas pocas asociaciones en aspectos vinculados a los accidentes.

El que cobra negro protagonismo ante hechos luctuosos pero, pasadas las catilinarias periodísticas y las imágenes en primera plana de fierros retorcidos, cae nuevamente en letargo hasta la ocurrencia de nuevos hechos.

Los sentidos se alertan, al oír pasteras, fumigación o minería a cielo abierto, etc., pero no ocurre lo mismo al hablar de la contaminación del aire. ¿A qué se debe?

En un mundo petróleodependiente en el que los intereses son inconmensurables, hablar del coronavirus está bien, pero cuestionar esa matriz energética no es políticamente correcto para muchos.

¿Se imagina a fundaciones, como: Ford, YPF, Rockefeller, Avina, o embajadas de Gran Bretaña y EE.UU, o empresas como Repsol, Oxy Petroleum, American Express, aportando fondos para campañas contra el automotor? Seguro que no.

Para colmo de males la verdadera causa del problema es aceptada por todos.

Mahatma Gandhi, decía: “Los médicos honestos le dirán a Ud. que el estado de salud general empeora en proporción al aumento de los medios de locomoción artificiales.”

Mientras los motores continúan emitiendo gases,  el peligroso aire que respiramos nos está matando.

Un estudio reciente publicado en la revista The Lancet Planetary Health, reclama como “urgente” que se mejore la calidad del aire, ya que es un asunto global y que: “más del 93 % de los niños del mundo están respirando aire completamente tóxico y esto está afectando de una manera dramática su salud”, se dijo en Ginebra.

Los casos extremos, pueden llegar a ser mortales: 600.000 niños menores de quince años murieron a causa de infecciones agudas de las vías respiratorias inferiores causadas por el aire contaminado el año 2016.

Además se dan graves consecuencias de la contaminación en las mujeres embarazadas, ya que sufren un mayor riesgo de dar a luz prematuramente y tener hijos con tallas y peso inferiores a los normales.

“La exposición al aire contaminado en la gestación o después provoca que el cerebro del niño no se desarrolle de la manera que hubiera debido desarrollarse, pero además puede generar asma y cáncer infantil, aumentando el riesgo de  enfermedades crónicas como las cardiovasculares”.

“Los niños son especialmente vulnerables a los efectos de la polución ya que su ritmo respiratorio es más acelerado que el de los adultos y, por tanto, absorben más agentes contaminantes y a edad más temprana”.

Entiendo que más allá del coronavirus, es mucho más necesario y urgente hablar de esta pandemia mortal.

Ricardo Luis Mascheroni, docente.