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A propósito de la urgencia del mercado mayorista

¿Crear más ricos?

Fuentes: La Trinchera

La actualización del modelo económico cubano, trajo consigo la apertura a nuevas formas de propiedad, de las que destaca la privada. Esta, naciendo en un rudimentario marco regulatorio, realiza algunos reclamos para su mejoramiento. De ellos, uno de los más conocidos es el de la creación de un mercado mayorista, donde puedan adquirir insumos a […]

La actualización del modelo económico cubano, trajo consigo la apertura a nuevas formas de propiedad, de las que destaca la privada. Esta, naciendo en un rudimentario marco regulatorio, realiza algunos reclamos para su mejoramiento. De ellos, uno de los más conocidos es el de la creación de un mercado mayorista, donde puedan adquirir insumos a un menor precio.

Cabe destacar que la cuestión no radica en la existencia de un espacio físico-geográfico que brinde estás facilidades. Es decir, este mercado, no es un lugar, sino que se refiere a las relaciones -y sus características- de intercambio, en la cual los privados compren lo necesario para su proceso productivo a menor cuantía. Por eso, la cuestión esencial es la de los precios de esas compras.

Como ya han señalado algunos expertos, solo habría que crear las regulaciones -casi sin requerimientos logísticos- para que dentro de la misma red minorista, estos adquieran lo que necesiten a precio mayorista -o preferencial, no importa la terminología-. Todo ello, apoyado en un proceso que utilice mecanismos de verificación como el uso de la licencia del en ocasiones mal llamado Trabajo por Cuenta Propia (TCP), por ejemplo, para evitar corrupción u otras prácticas.

Este «necesario» cambio, se ha convertido en una demanda que viene desde los propios interesados -los privados-, académicos, e incluso de una parte de la burocracia política y económica. La racionalidad que se utiliza en su defensa, alega que todo será por el bien social, con un efecto directo positivo sobre el consumidor. El hecho de la reducción de los costos, hará que los privados reduzcan los precios de los bienes y servicios que ofrecen, en beneficio del consumidor, se dice.

Dentro de los marcos del esquema en el que tales ideas se plantean, parece todo verdadero. Pero como la verdad sólo es resultado de la coherencia dentro del sistema teórico que es planteada, habría que recurrir a otro marco referencial para obtener otros resultados, y llevar la cuestión a otros términos.

Para ello, lo primero sería incorporar al análisis algunas determinaciones de la producción, como el volumen de la producción (ya sea de interna o de importación) de la que se nutrirán las facilidades mayoristas, y del cual deriva una relación con el resto de los agentes de la economía, sobre todo los consumidores. Lo que conduce a una interrogante, ¿de qué sirve ese mercado mayorista, si su presencia puede aumentar el desabastecimiento? Los negocios como cafeterías (en la aceptación cubana) podrán comprar a menor precio, que dependiendo del monto que adquieran, dejarán al consumidor sin ese producto (ejemplo, aceite, pollo). Así que en condiciones de escasez -como la que tenemos actualmente- la existencia de tal mercado mayorista, sin un crecimiento productivo de esos artículos que se podrían comprar al por mayor, pondrán a los decisores en un balance de cuánto destinar al consumo de la población, contra el consumo de las materias primas de los privados.

Se deberá decidir si satisfacer las necesidades de la población, o del capital privado, o combinaciones de ambos. Por lo que, desde esta óptica, la medida per se, no sería algo favorable al consumidor, aunque ciertamente, sí al privado. Excluyo aquí el efecto sobre la empresa estatal.

Por otro lado, es sabido que el mercado no es libre, que sus reglas se fijan en sociedad por la lucha de clases. En esa lucha, la figura -relaciones- de monopolio, juega un papel clave. Por eso, no se puede hablar del comportamiento de los precios sin el monopolio, y esta es otra determinación. Este, en cualquiera de sus formas histórico concretas, se caracteriza por la imposición de precios -o por manipularlos-.

De ahí que deba tenerse en cuenta la existencia de ciertas relaciones y comportamientos, de estructuras monopólicas (oligopólicas, cárteles, da igual el paradigma desde el que se entienda) de privados en algunas ramas, por ejemplo, los centros de recreación nocturnos. Estos, vistos en su conjunto, y algunos por separado, son un monopolio, por la posición exclusiva que ejercen frente al consumidor, siempre entendido en un espacialidad geográfica.

Esos negocios, sirven de caso para esbozar algunas ideas. Es un sector altamente lucrativo, que no hará descender sus precios por una reducción de sus costos. Su condición de monopolio, se los permite. Piénsese en su por qué.

Hay que recordar que estos servicios, no funcionan para el consumidor por una racionalidad de optimización económica-monetaria. Su público -el que ya poseen-, no depende de los precios, sino cuán de moda esté el establecimiento, y en estos casos, el estatus de monopolio permitirá que los precios de sus servicios -incluso- asciendan. Es decir, para qué bajar los precios, si de todos modos irán a su negocio a consumir. Los bares puestos de moda, ejercerán su condición privilegiada y exclusiva, y no estarán interesados en disminución de sus precios por mejorar sus costos, si pueden como mínimo mantenerlos.

También existen mercados monopolizados respecto al consumidor donde toda la oferta se concentra en un reducido grupo de productores en determinada espacialidad, donde el precio pueda direccionar los clientes de un productor a otro. En estos, si ninguno puede por el volumen de su producción imponer condiciones, ninguno venderá más barato, ya que de todos modos (como todos juntos son un monopolio, y por separado no tienen poder de mercado), le corresponde una cuota de este mercado (una demanda), por lo que no tiene sentido bajar el precio, si de todos modos venderá; en otras palabras, como ningún otro productor puede vender a un precio menor y en cantidad como para que los competidores pierdan sus clientes y gane en nivel de ventas este, no tiene sentido que alguno que disminuya sus precios. Este hecho de ser precio-aceptantes los productores, hace que ninguno despunte en una guerra de precios contra los demás, y de manera inconsciente -aunque he llegado a pensar que son conscientes- cooperan para su preservación.

Ese ejemplo de los bares de La Habana, es uno de los casos que ilustra que con brindar menores costos, dadas las relaciones de monopolio respecto al consumidor, solo se beneficia al productor. Hay muchos otros sectores donde se da esta relación donde el productor (o un grupo de ellos) impone condiciones. Cuestión que debe entenderse siempre en una espacialidad y tiempo determinado.

Resumiendo, los monopolios se imponen, y de la misma manera que puede hacerlo Etecsa, lo hacen los privados. Hemos pensado que sus precios se deben a un criterio de costos, cuestión que oculta las condiciones sociales que lo sustentan. Después de todo, si una empresa fija precio, hay un segundo momento donde la sociedad lo valida. Lo que quiere decir, que se pude poner el precio que quiera, que a la sociedad no le importa cuánto costó, no se compra por eso, sino por la necesidad del producto, y ahí el productor fija sus términos por ejercer su monopolio. Nadie compra un producto traído de Panamá, Guyana, etc, al precio elevado que tiene por clemencia con el importador, sino porque es necesario lo que este trae, y no se puede encontrar en otro precio -regularmente- ese producto. Por eso, lo que está en última instancia detrás de todo precio elevado, es la posibilidad de ser impuesto, por ser monopolio.

Entonces, los mercados mayoristas, lejos de mejorar el acceso a servicios para los consumidores, en algunos sectores el objetivo no se logrará, y el efecto novedoso será un mayor enriquecimiento de los ya ricos, que continuarán con sus precios de venta, y se reducirán sus costos. Si ya los dueños de bares de La Habana son ricos, imagínense con una reducción significativa de sus costos. No dudo que haya quienes actúen con humanismo y reajusten sus precios, pero será un fenómeno que dependerá de las particularidades de la subjetividad, y no de una causalidad.

A todo ello, la política pudiera ser un sistema de impuestos asociado al nivel de precios del consumidor o topar precios, pero la poca experiencia en manejo de este tipo de cuestiones en nuestra economía, las relaciones de monopolio, y el contexto de escasez, pudieran generar el efecto contrario, como ha ocurrido ya en la agricultura o recientemente con el tratamiento al transporte privado en la capital.

Por otro lado, no considero que la política sea crear ricos cada vez más ricos, en espera de que un día eso se vierta sobre la sociedad, sino ir generando un marco que se centre en el consumo de los ciudadanos (material y espiritual), en ir beneficiando a estos (nosotros) en el presente.

No quiere decir que esta lógica de monopolio se dé en todo lo privado, y mucho menos que por eso haya que renunciar al mercado mayorista, sino hay que mirar con atención a su creación para no aplicarlo mecánicamente y no renunciar a concepciones teóricas como la economía política a favor de una microeconomía a-histórica (descontextualizada), no vaya a ser que en vez de ayudar a la población, al ciudadano de a pie, solo se potencie la existencia de hombres más ricos. Y es necesario generar riqueza, lo que no quiere decir torpemente generar hombres muy ricos, que aunque sean necesarios, no son los abanderados de un proceso revolucionario, al menos, en contextos de países subdesarrollados.

Fuente: http://www.desdetutrinchera.com/economia/crear-mas-ricos/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.