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Crisis climática y crisis de civilización

Fuentes: Rebelión

Fracasó la ONU y avanza la catástrofe ambiental En 2009 se ha desplegado una importante movilización global en defensa de la Madre Tierra expresada en enero, con el Foro Social Mundial de Belem; luego en octubre, con la Minga Global por la Madre Tierra; y en la masivas marchas del 12 y 16 de diciembre […]

Fracasó la ONU y avanza la catástrofe ambiental

En 2009 se ha desplegado una importante movilización global en defensa de la Madre Tierra expresada en enero, con el Foro Social Mundial de Belem; luego en octubre, con la Minga Global por la Madre Tierra; y en la masivas marchas del 12 y 16 de diciembre en Copenhague. Sin embargo, muchos aún dudan de que hayamos entrado ya al despliegue de la catástrofe ambiental global. Aún confían en soluciones desde la ciencia, el mercado, el desarrollo, las iglesias o el Estado. Por ello quizás sea necesario repasar algunos datos claves:

  • Calentamiento: En 1850 había 280 «partes por millón» (ppm) de CO2 y subieron a 385 ppm el 2009.1 Un ciudadano británico en 4 días iguala las emisiones anuales de uno de Tanzania.2 El umbral de seguridad de carbono atmosférico era de 350 partes por millón, y si se pasaba habría efectos irreversibles y catastróficos3. Para el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) si sigue el ritmo actual de emisiones y se duplican del nivel antes de la era industrial, en este siglo la temperatura media subirá en 3ºC.
  • Impactos: 23 millones de personas sufren hambre extrema por la exacerbación climática de la sequía en África Oriental 4. Para el IPCC el cambio climático en África producirá el 50% menos de rendimiento agrícola, de 75 a 250 millones de personas carecerán de agua y 70 millones tendrán sus costas inundadas 5. Inundaciones en ríos y costas, desertificación, sequías, propagación de mosquitos, dengue, desnutrición, falta de agua, nuevas plagas, crisis agraria, alimentaria, humanitaria y financiera, extinción de especies vegetales y animales.
  • Catástrofe: En 2008 los desplazados climáticos fueron 20 millones: cuatro veces más que los desplazados por conflictos6 . Pueden llegar a 150 millones en 2050 o antes7 . El calentamiento global puede producir perjuicios económicos del 5 al 20% del PIB mundial, más que las pérdidas de las dos guerras mundiales y la depresión del siglo 208 . La temperatura media de la tierra subió más de 0,6ºC en el siglo XX (El Salvador 1,88ºC) y para 2100 subirá entre 1,4ºC y 5,8ºC el mayor en 10.000 años9 . Si no bajan en serio a partir de 2020 se reducen al 50% las posibilidades de no pasar los 2ºC10. Así se reduzcan las emisiones de CO2, las ya efectuadas permanecerán durante siglos antes de generar enfriamiento11 . Puntos de inflexión climáticos : aceleración de la fusión del hielo ártico en el verano, reemplazado por agua más oscura que absorbe más calor y acelera el calentamiento; la fusión de los glaciares del Himalaya, el Tíbet y Andinos, que alimentan los ríos de Asia y la Amazonía respectivamente los Glaciares Andinos.
  • Financiamiento: Se necesitan 135 billones de dólares anuales para abordar las consecuencias del cambio climático,12 pero se acordaron sólo 10 billones anuales en la COP 15. Cada año de demora en un acuerdo amplio de reducción de emisiones, implica 500.000 millones más la inversión necesaria en entre 2010 y 2020 para reducir dicha energía y emisiones13 .

El fracaso de la COP15 es el fracaso del sistema de las Naciones Unidas para frenar la catástrofe ambiental que se agrava cada día. No hay ninguna garantía de que la COP 16 en México no repita la tragicomedia de meses de debates, montañas de papel e interminables juegos de poder, para no llegar a ningún solución efectiva. Desde la Cumbre de Río el tiempo se ha ido perdiendo. El incumplimiento de los acuerdos del Protocolo de Kyoto; la negativa a firmarlo de Estados Unidos; la resistencia China a reducir su «desarrollismo nacionalista» y el fracaso de Copenhague apuntan a que no se renovará en 2012.

Hemos entrado al tiempo de la «oscuridad» como diría Leonardo Boff, y más precisamente al tiempo de las crisis superpuestas: climática, energética, ambiental, del agua, financiera, del empleo, choque cultural, que configuran una crisis que va más allá de un «modo de producción», y se constituye como crisis de la civilización hegemónica, es decir del patrón de poder de la modernidad/colonialismo del sistema-mundo capitalista que se inicia y constituye con el etnocidio y ecocidio bajo la racionalidad eurocéntrica, y que al mismo tiempo que se fue «globalizando» como capitalismo imperialista, fue acumulando también esta superposición de crisis sistémicas.

Si para salir de la crisis financiera y recuperar tasas de ganancia, el poder de la modernidad/colonialismo requiere expandir el consumismo tóxico, las industrias extractivas (hidrocarburos, minería, agua, bosques) y sus impactos. ¿cómo esperar entonces que reduzca el calentamiento y frene el despeñadero de la catástrofe ambiental global ?

El fracaso del «desarrollo sustentable»: Para que no cambie el clima hay que cambiar el sistema

El «desarrollo sustentable» ha cumplido 20 años de paradigma y no ha logrado revertir las tendencias globales del calentamiento, depredación, contaminación, desertificación e inundaciones que, en su conjunto, configuran la catástrofe ambiental global.

El desarrollo sustentable se acostumbró a convivir, y no confrontar, con el patrón de poder de la modernidad/colonialismo y su locura de dominación y falta de armonía con la naturaleza. Se acostumbró a las «alianzas público-privadas» donde el capital depredador terminaba subsidiando y condicionando islas de tecnología limpia en mares de depredación. A convivir con la extracción y dependencia de la energía fósil (hidrocarburos), los impactos de las industrias extractivas, la contaminación minera y su acaparamiento del agua, la depredación del extractivismo pesquero y maderero; a convivir con todo eso con tal de tener «del lobo un pelo» y el financiamiento significativo para un «ecologismo oenegético», aséptico, tecnocratizado, burocrático, despolitizado, desideologizado e ineficaz para detener este suicidio planetario, y que aún pretende sobrevivir con nuevas negocios de adaptación y conciliación como el «mercado de carbono», el «mercado de servicios ambientales», el «mercado de madera certificada», y los inacabables «mercados verdes».

Una variante del desarrollo sustentable es el del «desarrollismo soberano» levantado por los capitales y poderes de los llamados países emergentes como China, Brasil e India entre otros. Se trata de cuestionar a los países centrales de la modernidad/colonialismo por llevar una ventaja de dos siglos en su industrialización depredadora, y en nombre de la llamada «lucha contra pobreza» reclamar «soberanía nacional» para megaprogramas de mercantilización depredadora de la vida y bienes naturales, adornado con pequeños paliativos de sustentabilidad.

Un ejemplo notable es el de la Iniciativa para la Integración de Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) con más de 500 megaproyectos y 70 billones de dólares aportados por el Banco Nacional do Desenvolvimento (BNDES) del Brasil, CAF, Fonplata y el Banco Europeo de Inversiones, que tiene como objetivo «dominar» las «barreras geográficas» de la Amazonía, Andes, Pantanal, Orinoquia, para mercantilizar bienes naturales «competitivos»  con el camuflaje de llevar «progreso» y supuesto «desarrollo sustentable» a rincones olvidados de Sudamérica. Un ejemplo ilustrativo es el de la hidroeléctrica de Inambari en Perú que implicará inundar 46.000 hectáreas, desalojar a 10.000 pobladores, atrofiar la reproducción biológica local, mayores emisiones para el calentamiento, para llevar energía a las industrias de Sao Paulo y que el capital «nacionalista» brasileño gane cuatro veces en este negocio «sustentable»: ganan con los intereses y la deuda externa de 2.200 millones de dólares aportados por el BNDES; ganan las constructoras como Odebrecht, entre otras; y ganan con la energía barata generada. Es preocupante que el IIRSA se firmó cuando predominaban los gobiernos neoliberales sudamericanos, pero continúa en la actualidad bajo gobiernos progresistas. Frente a la integración regional de mercados y desintegrando pueblos; la alternativa de los pueblos y comunidades y de organizaciones como la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) y el Foro Social pan Amazónico, es la de reorientación del IIRSA suspendiendo su ejecución hasta cumplir con la consulta y consentimiento libre, previo, informado a las miles de comunidades afectadas.

La vida del planeta se juega en las resistencias territoriales comunitarias

El fracaso del desarrollo sustentable conlleva cuestionar la propia noción de «desarrollo» como una de las trampas. Desde las luchas de sus víctimas, los pueblos, comunidades y movimientos, emerge la construcción de paradigmas alternativos cuestionando no sólo el neoliberalismo o la privatización, sino al capitalismo, a su matriz de modernidad/colonialismo, siempre juntas, y su mercantilización de la vida y su colonialismo del poder, saber, sentir e imaginarios sociales.

Asistimos a la emergencia de «nuevas teorías para nuevos movimientos» que cuestionan que la mayor depredación, contaminación y emisiones para el calentamiento suicida global, suelen acompañar a la industrialización y urbanización, del capitalismo privatizador, capitalismo de Estado, estatalismos nacionalistas, «desarrollismos progresistas», que suelen rivalizar pero que no pueden salir de los marcos del patrón de poder de la modernidad/colonialismo y su siempre renovado eurocentrismo y mitos fundadores de la «razón, razas, mercado, estado, desarrollo, patriarcado», donde la mercantilización de la vida se hace a costa de la subordinación y destrucción de pueblos y comunidades.

No es casual que las regiones de mayor diversidad biológica sean al mismo tiempo las de mayor diversidad cultural. No es accidental que la resistencia de la vida en el planeta se juegue también en la resistencia de los pueblos, comunidades y movimientos en territorios y ecosistemas concretos.

Los inuit y samis resisten a la destrucción del círculo polar. Los awajun de Bagua y Perú se unen a los kayapó del Xingú brasilero y miles de pueblos quilombolas, que luchan y proclaman «La Amazonía no se vende, se efiende». Los quechua, aymara, kichwa, mapuches rechazan la privatización del agua por la invasión minera para agravar la deglaciación de la cordillera andina. Los masai en el África y los adivasi, luchan para que no avance la desertificación y para los derechos de los pueblos del bosque.

Las sociedades están en movimiento, y está emergencia un amplio y diverso bloque social de las víctimas de la modernidad/colonialismo integrado por los pueblos y comunidades indígenas /originarios /campesinos / garífunas / caboclos /tribales; así como por los pueblos afrodescendientes, quilombolas, mibereños; los Masai, kurdos y demás naciones sin Estado; los adivasi y dalits en Asia y múltiples movimientos sociales de mujeres, derechos humanos, de identidades culturales, ecología social y de teorías críticas.

Los pueblos, comunidades y movimientos están dando las batallas centrales en sus territorios que son a la vez los ecosistemas claves para la pervivencia de la vida en la Tierra : bosques tropicales, glaciares y montañas y páramos, mares, círculo polar. Recogemos aquí algunas de sus propuestas principales que pasaremos a desarrollar:

  • No más hidrocarburos, cambio energético y que paguen los costos los deudores climáticos
  • Moratoria de industrias extractivas y su reorientación mediante la consulta y consentimiento local
  • Los bosques y los pueblos son uno solo, sin derechos no hay REDD
  • Derechos colectivos para los pueblos sobre los territorios y pervivencia de sus ecosistemas
  • Vivir bien con reciprocidad : al centro, la vida y no las mercancías del «desarrollo»
  • Minga global permanente por la descolonización del poder, saber y naturaleza

No más hidrocarburos, cambio energético y que paguen los costos los deudores climáticos

Algunos ejemplos de dónde vienen y adónde van las luchas en esta cuestión. Los achuar del río Corrientes en el Perú tuvieron que luchar 30 años con miles de de ellos llenos de plomo, bromo y metales degenerativos, para que llegue la «tecnología limpia» de la norteamericana Occidental Petroleum, la nacionalista Petroperú y la española Pluspetrol, que llegó cuando 150 pozos fueron paralizados por las comunidades para lograr la reinyección de miles de toneladas de desechos tóxicos.

Petrobras en el Perú tiene dos lotes de millones de hectáreas que perjudicará en Gueppi a dos reservas comunales de los pueblos Aido Pai (Secoya), Witoto y Quichua, y en Yurúa, a la reserva territorial del pueblo Murunahua en aislamiento voluntario. A nivel global la historia de las explotaciones petroleras antiguas y actuales está plagada de imposiciones, división de organizaciones, corrupción estatal, violencia, derrames sin posibilidad de compensación ambiental, contaminación, límites tóxicos que no se terminan de estudiar o de medir, depredación, metales tóxicos, pesados, degenerativos y cancerígenos en los seres humanos, agua, plantas, animales. Y por supuesto en un mar de impactos y conflictos, unas islas de riqueza para unos cuantos, los dueños de las corporaciones y la tecnocracia estatal y privada que le sirve.

La invasión y destrucción petrolera atenta contra ecosistemas estratégicos para la Madre Tierra, como son los bosques tropicales, los mares, montañas y círculo polar. Y el daño continúa con las emisiones de CO2 por la quema de hidrocarburos en una sociedad adicta a la energía fósil en sus sistemas de transporte, electricidad, refrigeración, calefacción, plásticos, fertilizantes.

Hay un intenso movimiento social que presiona por un cambio de patrón energético hacia fuentes renovables (solar, eólica, hidráulica) para reducir las emisiones, el calentamiento, las enfermedades tóxicas y la dependencia energética. Los pueblos y comunidades respaldan estas propuestas, y añaden algo más: no basta cambiar el patrón de consumo energético sino detener la producción de hidrocarburos en sus fuentes mismas, generalmente ubicadas en el subsuelo de suelos ocupados por dichos pueblos y comunidades. Es necesario aumentar la presión y la velocidad del cambio porque los poderes dominantes contienen la generalización y accesibilidad de las fuentes energéticas renovables; e incluso promueven aparentes alternativas igualmente perjudiciales, como la de los «agrocombustibles» para el absurdo de reducir cultivos alimenticios, para que la tierra alimente a los autos, reduzca sus nutrientes y bloquee su biodiversidad por los monocultivos, monopolice el agua, y termine usando las mismos niveles de hidrocarburos y produciendo emisiones parecidas.

En el Perú los Pueblos achuar y kandoshi del Pastaza no permiten el ingreso de empresas petroleras a sus territorios desde hace 20 años por los impactos previsibles para su existencia, y la legislación y la política nacional que avala la imposición petrolera debe aceptar esta situación de hecho. En el Ecuador la lucha de los pueblos indígenas amazónicos y movimientos ambientalistas, ha avanzado al punto de lograr en el caso del Yasuní, el respaldo internacional para que no se extraigan miles de barriles del subsuelo que destruirían el Parque Nacional Yasuní y perjudicarían a pueblos indígenas, a cambio de un fondo de compensación de al menos el 50% de las utilidades que se dejarían de percibir, el cual es posible que sea aportado por los países «desarrollados» que son deudores climáticos por su responsabilidad en las emisiones del siglo XX por su industrialización y consumismo acelerados.

Lo fundamental entonces es apoyar las resistencias de los pueblos y comunidades para que no se extraigan más hidrocarburos; fortaleciendo su unidad y organización; sus campañas de incidencia y sus derechos de consulta previa, libre e informada. Dialogando con los movimientos progresistas para que no se limiten a negociar más utilidades, tributos o regalías, con el argumento de «lucha contra la pobreza» o «equipar ejércitos nacionalistas», minimizando los profundos impactos ambientales, sociales y culturales sobre los pueblos y comunidades y el calentamiento del suicidio planetario. Si se logra adicionalmente compensaciones (como en Yasuní) sería un resultado adicional deseable, pero eso no es una condición para que los pueblos reduzcan o renuncien a sus lucha por la supervivencia sin invasiones de hidrocarburos.

Moratoria de industrias extractivas y su reorientación mediante la consulta y consentimiento local

Las industrias extractivas de recursos minerales, pesqueros, forestales, biogenéticos, presionan también sobre elementos estratégicos de la madre tierra. Modifican las cuencas y cabeceras hidrográficas; expulsan a la atmósfera el carbono almacenado; contaminan con metales degenerativos a humanos, plantas, aguas y animales; multiplican la corrupción, manipulación, clientelismo, paternalismo, cooptación. De todas ellas la minería es una de las más agresivas para la vida y a los pueblos y sus culturas. Al igual que con el petróleo las ilusiones con las «tecnologías limpias» dependen de largos procesos de lucha para que sean aplicadas y no reduzcan en algo las altas tasas de rentabilidad.

No sólo se trata de la invasión de corporaciones de EEUU, Canadá o Europa. También intervienen trasnacionales de China, India, Sudáfrica y Brasil (Vale por ejemplo). Con el mismo comportamiento de imposición y contaminación. Incluso en Venezuela los pueblos wayú, yupka y barí de la sierra del Perijá se enfrentan a la explotación del carbón transformado de instrumento «oligárquico» a «razón de Estado socialista». Paradójicamente luchan por sus derechos territoriales, indígenas y ambientales, a ser admitidos como «revolucionarios bolivarianos» proclamando a la vez «Comandante la Revolución no come carbón».

Los pueblos, comunidades y movimientos demandan una moratoria de industrias extractivas, una suspensión en la frenética entrega de concesiones, contratos, privatizaciones. Se proceda a cumplir con los derechos a la consulta para el consentimiento previo, libre, informado, en lengua propia, de acuerdo a los propios procesos organizativos, con estudios de ordenamiento territorial y zonificación ecológica. Se puede vivir sin joyas manchadas de sangre de la madre tierra y de sus hijos y hay que respaldar la campaña por la reducción del consumo suntuario.

En el Perú hay más de 1.000 líderes comunitarios perseguidos por defender a la Madre Tierra frente a las mineras y petroleras. En Chile y Argentina, cada semana un mapuche es agredido o violentado por las papeleras, pesqueras, hidroeléctricas. No hay solución legal posible a un amplio proceso de criminalización del ejercicio de los derechos de los pueblos y comunidades, por lo cual el respaldo a soluciones políticas a estos crecientes conflictos sociales, a través de una amnistía social a los a los defensores comunitarios forma parte también de las luchas en defensa de la Madre Tierra. No se puede separar la defensa de la Madre Tierra del consentimiento local y la criminalización a sus defensores y resulta sospechoso el ambientalismo que elude esta cuestión crucial.

Los bosques y los pueblos son uno solo, sin derechos no hay REDD

Los temas sustanciales anteriores no forman parte del proceso de la CMNUCC (energía, extractivismo, consentimiento) pero sí lo es un nuevo tipo de negocio verde referido a los bosques denominado REDD : Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación. Un negocio y mecanismo perverso. Los países dominantes mantendrían sus niveles de emisiones que profundizan la catástrofe, pero pueden aparentar su mitigación a través de pagar créditos de captura de carbono en los bosques tropicales de los países dominados. Como cualquier negocio eurocéntrico, los financiadores reparten primero los fondos entre las universidades, ONG y empresas de de sus países de origen que «supervisan y asesoran» que dichos fondos (la parte menor que quede seguramente) sean ejecutados por otras empresas u ONG vinculadas a sus países centrales, que manejarían concesiones de bosques primarios o secundarios, que pueden incluir plantaciones justificadas por su «rápido crecimiento» basado en una intensa captura de carbono. Una parte mucho menor, podría llegar a las comunidades que suscriban contratos estrictos sobre la administración de sus bosques que pasan a ser supervisados externamente.

Hay la competencia entre el Banco Mundial y el PNUD para controlar dichos fondos y con ello mejorar su inmensa tecnocracia. El PNUD ofrece un «REDD Plus» que ofrece el respeto a los derechos indígenas, pero en su aplicación experimental en Indonesia se ha denunciado la contradicción de conceder tierras y bosques para contratos de REDD ocupados ancestralmente por comunidades sin derechos de propiedad sobre ellos. En Panamá el PNUD presionó para la aceptación de su fórmula REDD dividiendo a las organizaciones indígenas nacionales. En Perú funciona la doble tenaza: facilidades para conceder tierras amazónicas para experiencias REDD y represión racista para los derechos territoriales que terminó en la tragedia del «Baguazo».

Para los pueblos y comunidades los territorios son seres vivientes, no son fríos «fundos, chacras, recursos o títulos» y menos «contratos». Sintetizan la historia, el orgullo, los espíritus de los abuelos y de las plantas sagradas, la identidad, la filosofía, los recuerdos, las sabidurías, las luchas, los mártires, el pasado y el futuro. El territorio es una unidad indisoluble entre suelo, subsuelo, montañas, bosques, aguas. Lo esencial y fundamental es la seguridad y gestión territorial como condición de pervivencia, por lo cual en los debates salió la sentencia «Sin derechos no hay REDD» fue el clamor en la COP15 de Copenhague y lo será en la COP 16 de México.

Implica la lucha global por soluciones locales. Por garantizar para cada pueblo y comunidad la propiedad plena sobre sus territorios ancestrales, por su derecho originario de posesión, la gestión y control del suelo, subsuelo, bosques, montañas, aguas. Incluye el derecho a ampliaciones de los territorios que han «envejecido» por el crecimiento demográfico y la presión sobre los bienes naturales; y a ser debidamente consultados antes de cualquier iniciativa, como la del REDD Plus. No puede hablarse de contratos REDD si antes no se ha resuelto lo anterior, porque estarían en juego en muchos casos las mismas áreas solicitadas como títulos comunales y pueden terminar concedidas a terceros.

Implica también que en la COP 16 no se acepten las presiones de los poderes imperiales de la modernidad/colonialismo de retirar de los textos REDD cualquier mención a garantizar los derechos territoriales y los principios de la Declaración de las Naciones Unidas sobre derechos de los pueblos ndígenas.

Derechos colectivos para los pueblo sobre los territorios y pervivencia de sus ecosistemas

Los pueblos y comunidades necesitan controlar sus territorios efectivamente para poder reproducir sus prácticas sociales de uso y conservación simultáneos de los bienes naturales y de ese modo, garantizar la pervivencia de los ecosistemas estratégicos del planeta y reducir la velocidad del calentamiento global. Para que dicho control territorial pueda funcionar es indispensable el reconocimiento de los derechos colectivos e individuales de los pueblos indígenas, ambos simultáneamente, lo que implica una ciudadanía étnica, o ciudadanía diferenciada.

Los derechos colectivos implican el derecho a que se los trate como pueblos o colectividades preexistentes a las colonizaciones europeas y por lo tanto anteriores también a los estados criollos postcoloniales. Pueblos, como categoría social y fuente de derechos políticos, por lo cual resultan insuficientes las caracterizaciones en términos solamente antropológicos, culturales, lingüísticos y mucho menos folklóricos.

Se trata de derechos a su autogobierno, autonomía y libre determinación para definir el tipo de relaciones con el Estado. Derechos colectivos a una educación y salud interculturales, a sus formas de derecho consuetudinario o derecho mayor con el límite de los derechos humanos reconocidos internacionalmente. Todos derechos delimitados y precisados en la Declaración de las Naciones Unidas de derechos de los pueblos indígenas, que han sido reconocidos como ley coactiva nacional en Bolivia.

Vivir bien con reciprocidad: al centro la vida y no las mercancías del «desarrollo»

No se puede enfrentar la catástrofe ambiental global conservando la misma matriz esencial de la civilización hegemónica y su patrón de poder de la modernidad/colonialismo, sólo que añadiéndole la frase mágica de «sustentable». No se pueden afrontar los nuevos desafíos con las mismas viejas ideas. La catástrofe ambiental es derivación del mito del «desarrollo» y detener esa catástrofe implica cuestionar ese paradigma de «progreso».

Si el calentamiento es convertir todo en mercancía, no puede haber enfriamiento sin «desmercantilización» de la vida. Se trata de poner límites o frenos a comprar-vender-privatizar, el agua, tierra, subsuelo, bosques, cerros… la vida entera. Debatir cómo sería posible mantener el control social sobre los bienes comunes, tanto los de la naturaleza como los del conocimiento. Aquí son fundamentales las propuestas de los pueblos originarios, que incluyen los conceptos y enfoques sobre Madre Tierra (Pachamama en Quechua ó Nugkui en Awajun) o Madre Agua ( Yacumama en la selva) distinto de «recursos naturales». La «crianza de la vida»: cría a la madre tierra y deja que ella te críe. La unidad entre naturaleza-sociedad-cultura. Los territorios como totalidad viviente, de unidad entre suelo-subsuelo-montañas y fuentes de historia-identidad-orgullo-cosmovisión, lejanos a los de parcela-chacra-tierra. La reproducción, recuperación y reformulación de estas perspectivas en los espacios ocupados por los migrantes y afectados también por el «(mal) desarrollo» de la polución y marginalidad urbanas.

Todo lo anterior es lo que los pueblos quechua denominan «Allin Kawsay», los aymara «Suma Qamaña», los awajun «Nugkui» o «Bikut», los guaraní «Ñandereko», «Volver a la Maloca» para los amazónicos; y tantos nombres más como lenguas y culturas existen, y que tienen que ver con priorizar o poner por delante la Vida Buena o Buen Vivir como armonía con la naturaleza, en paz y equilibrio social. La vida con agua limpia, no con mercurio minero; el aire puro y la tranquilidad sin el infierno automotriz; el orgullo, identidad, autoestima y felicidad de sobrevivir usando/conservando (a la vez) el bosque o las montañas, sin terminar empujado a las repletas ciudades y sus limosnas de la «bolsa familia» . Calidad de vida y no consumismo y despilfarro. Vivir Bien y no «Vivir mejor», en el sentido de «tener más y más» objetos, aunque no sean indispensables y varios inútiles. No al embrujo y adicción a la cultura del «shopping» que encubre depredación, polución, calentamiento y suicidio planetario.

Vivir Bien implica el derecho a pensar, seleccionar y decidir con autonomía. La ONU ya lo reconoce en los derechos «al desarrollo propio». Analizar y decir por ejemplo si a las computadoras, paneles solares, pero no al monocultivo ni transgénicos. Sí a la escuela, pero no al monolingüismo y aculturación, sino a la identidad e interculturalidad. Sí a la posta sanitaria, pero no al parto «occidental» sino el vertical y en familia. Escoger pesticidas naturales y no ser «seducidos» por los químicos del petróleo. El orgullo de usar y revalorar las miles de plantas medicinales y alimentos nativos, y no la confusión y sumisión ante los fármacos y la frustración de no poder comprarlos. Rechazar los supuestos «Tratados de Libre Comercio», sean de EEUU, Europa o China, que sirven para poner candados jurídicos supranacionales para mantener «eternamente» la privatización y mercantilización de la vida, que empieza en la minería, sigue en los transgénicos y termina en la biopiratería. Todo esto es Buen Vivir /Vivir Bien y los pueblos y comunidades seguirán luchando, una y otra vez, como hace cinco siglos, para poder existir como pueblos con derecho a la diferencia. Se va literalmente la vida en este desafío y no es un asunto «ideológico» porque los pueblos-territorios-identidades son uno solo.

Buen Vivir que se aplica enteramente también al Mal Vivir o el mal-desarrollo de las ciudades, donde la privatización del espacio urbano genera imposiciones y desigualdades en las viviendas, servicios de agua, desagüe, recreación, transporte, salud, educación. Ciudades para los autos, el cemento, los shopping y la represión; y ciudades excluyentes de los pobres, marginales, migrantes, informales. Privatización que empieza en la disputa por el control del suelo urbano y que implica también la convergencia en la lucha entre los movimientos del campo y la ciudad, por su autonomía y el control del territorio necesario para la supervivencia en equilibrio con la naturaleza y las identidades culturales. Territorios urbanos que demandan también la consulta y el consentimiento y no la imposición del poder y de los estados centralistas y desarrollistas.

Cabe notar que ese «(mal)desarrollo» es impulsado no sólo por el capital transnacional sino por las tecnocracias, intelectuales, sacerdotes, periodistas, sectores medios, y también muchos pobres, que creen firmemente en los supuestos y mitos del «Estado Nación», a pesar de ser cada vez menos «nacionales» y públicos y crecientemente privatizados. Esto nos lleva a la cuestión que es el colonialismo y descolonización del poder.

Minga global permanente por la descolonización del poder, saber y naturaleza

No se trata entonces de «tomar el poder» para solamente redistribuir la renta de las mismas estructuras del patrón de poder de la modernidad/colonialismo/desarrollo. No basta invertir las relaciones en la propiedad privada o estatal, o en la redistribución de los tributos o de la renta minera o petrolera. Ese patrón de poder que adormece a los pobres urbanos con perversas pero efectivas políticas de paternalismo, clientelismo y cooptación social, se basa en el extractivismo minero, petrolero, maderero, pesquero, así como de los agrocombustibles, hidroeléctricas y megaproyectos que producen no sólo la exclusión de los pueblos y comunidades, sino el agravamiento de la catástrofe ambiental global.

Los pueblos y comunidades luchan por cambiar la matriz de la civilización hegemónica; por cambiar la relación de dominio y mercantilización de la Madre Tierra, como condición de su pervivencia como sociedades colectivas, y al mismo tiempo, de pervivencia del conjunto de la humanidad.

En octubre de 2009, se cumplió el acuerdo adoptado en el contexto del Foro Social Mundial 2009 en Belem, impulsado por la Coordinadora Andina de organizaciones Indígenas (CAOI) y la Asamblea sobre Crisis Civilizatoria. Octubre fue escenario de la «Minga» (trabajo en común) global en defensa de la Madre Tierra, contra la mercantilización de la vida, la contaminación, el consumo tóxico y la criminalización de los defensores comunitarios y movilizaciones sociales. Posteriormente, en noviembre en Copenhague, esa Minga se multiplicó mucho más con los enfoques de que «La sobrevivencia no se negocia» y «Cambie el sistema para que no cambie el clima».

Está en curso una Minga global que con diversos lenguajes, símbolos y propuestas, apuntan a los mismos problemas comunes. Para no cambiar el clima hay que cambiar el colonialismo del poder que incluye el colonialismo de la naturaleza y del saber, con sus mitos y trampas fundacionales del «mercado, estado, desarrollo, chorreo, extractivismo, eurocentrismo y racismo».

Esa Minga continúa y es fundamental persistir en ella y ya se perfilan encuentros centrales como los de abril 2010, en La Paz, donde Cumbre Madre Tierra, impulsará una Declaración de los derechos de la Madre Tierra y organizará las fuerzas para la nueva confrontación en la COP 16 en México contra el poder y su suicidio planetario. Continuará en octubre de 2010, donde se espera una nueva movilización global para detener esta autodestrucción planetaria y no sólo adaptarse a ella disputando fondos que servirán de poco; y en ese contexto impulsar el proceso de «nuevas teorías para nuevos movimientos» con el desarrollo del Primer Foro sobre Crisis de Civilización Hegemónica y Paradigmas Alternativos, en Cochabamba, del 29 al 31 de dicho mes. Y luego, en noviembre de 2010, la acumulación anterior debe expresarse y desplegarse al máximo durante la llamada COP 16, o Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre cambio Climático, a efectuarse en México, y que afrontará el desafío de corregir el desastre de la COP 15 en Copenhague y tomar acuerdos efectivos sobre el calentamiento, o repetir el morboso escenario de dobles discursos y tira y afloja de aportes financieros, encima de la catástrofe ya en curso. Finalmente, en enero de 2011, en el marco del Foro Social Mundial en Dakar, Senegal, y de la evaluación de los resultados de la COP 16, colocar dicha catástrofe de la vida en dicho foro, como tema prioritario, considerando además de que los pueblos y comunidades de África y Asia figurarán entre las víctimas principales de dicho desastre global; y en ese marco, continuar con el Segundo Foro sobre Crisis de Civilización Hegemónica y Paradigmas Alternativos.

En esta encrucijada vital estamos todos convocados a esta movilización social y teórica, para detener al capitalismo imperialista que se ha vuelto no sólo injusto e innecesario, sino literalmente peligroso; pero cuya superación tiene como condición emanciparse de las cadenas mentales que reproducen el colonialismo del poder, saber, sentir y de la Madre Tierra.

Lucha larga y dura, como lo sabe el crucificado pueblo mapuche en nombre de la «modernidad y del desarrollo» pero que no deja de proclamar «Marry Chewehu» …. ¡ Diez veces volveremos! ¡ Diez veces lucharemos !