Los atentados, los intentos de golpes de estado militares, las guerras, las batallas económicas, el fascismo que se desarrolla en Europa y en otros lugares, la locura humana, la desesperanza, el cinismo de los políticos, la violencia de la sociedad, las represiones, la democracia o lo que creíamos que era la democracia, etc… desbordan nuestra […]
Los atentados, los intentos de golpes de estado militares, las guerras, las batallas económicas, el fascismo que se desarrolla en Europa y en otros lugares, la locura humana, la desesperanza, el cinismo de los políticos, la violencia de la sociedad, las represiones, la democracia o lo que creíamos que era la democracia, etc… desbordan nuestra vida cotidiana.
¿Cuál es el color del mundo? ¿Lo percibo apagado o de colores vivos, luminoso u oscuro? ¿Cómo vivir con todo esto? ¿Cómo hacer en nuestra vida cotidiana?
Estamos en un momento particular en el que dos mundos se tocan, uno que termina y otro que está en los albores, apuntando hacia un nuevo mundo. El primero es un mundo violento en todas sus formas (económica, racial, religiosa, física, psicológica, sexual) y sostenido por una minoría. Los representantes y los constructores de este mundo no quieren soltar nada, rechazan la mutación y usan todas las formas de violencia para resistir el cambio. Tienen las armas en sentido real y figurado.
El otro mundo, cuya respiración percibimos, se llama intento, esperanza, alegría, tolerancia, solidaridad, justicia social, distribución. ¿Les parece simplista? No lo es. Todos estos términos se han desmaterializado, han sido un poco ridiculizados, ciertamente, y sin embargo quizás sean la base de un cuestionamiento más profundo sobre quiénes somos, en cuanto seres humanos.
En estos últimos años se ha expresado en las calles la necesidad que sentimos de vivir de otra manera y juntos hemos construido una imagen común del mundo que anhelamos. No ha habido divagación ni ensueños. Esta imagen colectiva, acompañada por una fuerte carga emotiva, produjo actos concretos en todas partes del mundo. En un mismo momento histórico se propagó una ola, se creó una conexión entre los seres humanos, independientemente de sus lugares geográficos. ¿Tal vez se trató de una toma de conciencia que nació de la necesidad de terminar con todo este sufrimiento y esta violencia? Podemos «ver», «sentir» colectivamente el mundo al que aspiramos y de ello surgen muchas acciones positivas cada día.
¿Entonces, cuál de estos mundos podemos decir que ha fracasado? ¿Este mundo que llega a su fin o el que nace? ¿O ambos?
El mundo que termina, sí, es un fracaso indiscutible: todos sabemos que se construyó para y por algunos en detrimento de un número mayor de personas, produciendo violencia y sufrimiento en todas sus etapas de desarrollo. La corrupción y toda la parafernalia de infamias guía sus actos. No tiene futuro aun cuando se afirme lo contrario.
Este nuevo mundo que nace, es un fracaso del que se aprende; un fracaso que se experimenta estando juntos en la calle, sin bandera que nos distinga fuera de la de nuestra humanidad. Es una etapa y no un fin, en la que no recibimos. Pero el aliento del Sentido no se detiene jamás, como búsqueda que está presente desde el inicio de nuestra historia humana.
La lucha será difícil, hay violencia y todavía la habrá, en todas sus formas. Debemos prepararnos internamente y también con los demás. Para ello, tenemos que comprender e integrar claramente lo qué es la violencia, preparar nuestras acciones, nuestras discusiones, nuestros estilos de vida, para así comprender cómo se expresa en cada uno de nosotros y fuera de nosotros; pero también comprender qué es la no-violencia, sencillamente porque no la hemos experimentado. Sin este trabajo personal y colectivo estaremos siempre repitiendo los mismos esquemas. No-violencia y solidaridad, dos elementos que no pueden ser disociados si vamos a luchar contra todas las formas de violencia.
¿Cómo hacer en nuestra vida diaria? Tal vez responder a la pregunta por la necesidad. ¿Qué es lo que necesito realmente? ¿Qué me da esperanzas o me hace sufrir? ¿Qué es lo que me da alegría o me pone triste? ¿Cómo quiero trabajar, para quién, para qué? ¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy?
El intento no tiene nada que ver con la ingenuidad o el ridículo, como quieren hacernos creer todos los violentos para minimizar la fuerza de la acción colectiva, sino que con el coraje, la dignidad y la bondad. ¡Gracias a vosotros por volver a darle color a nuestro mundo!
Fuente: http://www.pressenza.com/es/2016/07/cual-es-el-color-del-mundo/